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jueves, 24 de marzo de 2011

3814.- ANDREI LANGA


Andrei LANGA: Nacido en el año 1965 (Mileşti, R.Moldova). Licenciado en Periodismo y Filología rumana (tesis: “Manifestaciones expresionistas en la poesía rumana: la evolución y la fórmula poetica”). Miembro de la Junta de Escritores de Moldavia (2001), autor de los libros: Leonard Tuchilatu. La creación y el destino (1996), crítica literaria (premio ACM, 1997); Para cuando se van a despertar los dioses, (1999), poesía; El expresionismo en la poesía rumana: desde Lucian Blaga hasta Leonard Tuchilatu (2001), crítica literaria; El árbol viajero, poesía (2007), - premio de poesía bilingüe (el poemario “Copacul călător” - “El árbol viajero” (rumano-español)), otorgado por la revista “Katharsis”. Ha editado (en colaboración con la licenciada en historia Zinaida Şofranky) el libro "Mileştii Mari. Una historia reescrita" (2010). En la actualidad está colaborando en el periódico “Rumano en el Mundo” (Madrid).




Por las ramas rotas
del árbol sin hojas
brillan las frutas maduras
en las raíces del sol
apagado hace mucho tiempo.

Las manos de un niño intentan recogerlo,
pero no lo alcanzan.

El aroma engañoso de las cerezas de mayo
se esparció por el pueblo,
dejando a un niño buscar exasperado
las frutas tiernas del árbol viajero.








¿Qué quedó de ti,
mi casa alejada del tiempo,
por el embudo del arrabal de antaño
durante largos días de recuerdos?

La tierra ya no muestra
los rastros pequeños
de aquellos pasos rápidos
que nos conducen hacia otros caminos,
lejos de la Casa del Sol.

Desde el cielo te saludan las estrellas,
brillando dentro de los ojos
de tus hijos viajeros.

¿Pero quién va a reconocer
sus rostros?

Se han esparcido las semillas mágicas
de este Gran Sol por la tierra
y ya no hay quien las recoja.








Este camino
no lleva a ninguna parte.

Tú me lo dices
que éste es un camino muy raso
para llevarte a alguna parte.

Por él pasan sólo los sabios,
apoyándose unos en otros
sin miedo a caerse.

Los sabios no miran hacia atrás
o hacia adelante,
paseando y pensando, paseando y pensando…

Ellos hacen un círculo,
después otro círculo
y parece que unos compiten con otros.

El camino lleva, lleva muy lejos
a aquéllos que saben,
pasando entre tú y yo,
así buscando separarnos.








Olvidad la sombra
que dejó vuestra tierra.

Una sombra
nunca existió una sola,
aunque para nadie es necesaria.

A ella no se le dedicaron poemas
y es tan crédula que podría seguir
donde queráis y cuando queráis.

Olvidad esta sombra humilde,
dejadla ahora que siga al sol
bajo vuestras bárbaras miradas.

Podría ser que entonces,
cuando inunden las tinieblas,
sintáis su ausencia.








Las flores de los árboles humildes
han vuelto solas al cementerio.
¿Quién va a reanimar a los seres queridos
para verlos sanos y felices?

¿Quién va a realizar lo que soñaron
y les dará todo que perdieron?
¿Quién va a reunir a los que viven,
de una vez, con todos sus seres queridos?

Vestirlos en los nuevos trajes, blancos,
y devolver sus merecidos bienes.
¿Quién es aquél al que todos esperan
y cuál es el momento oportuno?

El aire se llena de aromas
y las abejas buscan a sus flores.
¿Quién va a regresar al cementerio
para traer a todos los seres queridos?

No es por mucho tiempo, sólo por un día,
para poder saber de sus deberes…
Están tan cerca todos los seres queridos,
debajo de la tierra, sin palabras.








.................................A Rosa Buk, in memoriam
Si van a venir aquellos días,
cuando se caen los copos de nieve
parecidos a unos ángeles,
tú no me vas a decir
que has visto allá, arriba,
encima del pico de la montaña negra.

Deja que todo desaparezca
al mismo tiempo
Con el sol rojo del crepúsculo,
resbalándose por sus raíces frías.

Si van a venir aquellos días alegres,
cuando los niños se bañan
en las aguas calientes del mediodía,
no vas a recordarme de tu existencia.
Quédate escondida
dentro de su salvaje soledad.

Allá se juntan
los gritos más largos del mundo,
gritos de dolor y desesperación.

Es el lugar donde se cruzan tantos caminos
y donde no empieza ninguno.









El plañido tardío
dentro de una ciudad inundada
de un mar de cantos extraños.

La gente desconocida juega
las piezas raras de la vida.

Donde caminaste una vez
no hay más sitio para pasar.

Allí te sientes diferente.

Estáis esperando
para que caiga la gran sombra.

Tú sabes vivir de verdad
y no importa si los sueños te evitan con astucia
o que las fantasías te visiten raramente.








Entra aquí dentro del misterio
de la gruta despoblada.

Aquí las rocas te esperan
desde hace mucho tiempo.

La sombra nace
las gigantes cabezas sin ojos.

Son aquellos hijos de la noche glacial
que se quedaron allí.

Sus cabezas ciegas se pierden
dentro de la cueva desierta
y se convierten, una por una, en peñones.








No tenía ojos para mirar
hacia los astros misteriosos y sapientes.

Los brazos del Sol te han levantado
y ya pasaste por el prado quemado,
lleno de zarzas.

Así llegaste a tocar
el oro frío de los astros deslumbrantes,
dejando para brillar por detrás
una larga cola de sangre.










Una tela de arena
se cae lentamente encima de la tierra.

La voz escondida del cuquillo
suena dentro de un reloj ciego.

Los árboles murieron, uno a uno,
dentro de un bosque abandonado sin vida.

Al margen del horizonte se pierden de vista
los pequeños vapores de papel,
navegando por las aguas frías y purpúreas.

En vano suena
el grito de un niño extranjero,
corriendo raudo por la colina.

Así te quedas durmiendo aquí,
al margen de este camino plateado,
tú, aquél que nunca lo vas a saber
porque sopla el viento salvaje.








Por aquí
donde suben los caminos
hasta al punto más alto del cielo.

No buscáis la semejanza entre la gente,
ella no existe.
Los pájaros pequeños vuelan sin cesar
por encima de sus nidos deslumbrantes.

Aquí empieza la paz,
desde el punto más alto del cielo.

Por allí pasaron
las aguas turbulentas del Apocalipsis.

Las piedras brillantes se perdieron debajo
de las negras profundidades
y no dejaron ningún círculo por las aguas,
deslumbrándose completamente.

El día sonríe detrás de las paredes de escoria
y tu, mi niña, me preguntas cuándo voy a volver.








Aquél al que esperamos
no va a venir.
Se pasa la lluvia,
el viento desaparece.
El sol se declina
detrás de los parpados.
Aquel que esperamos duerme profundamente,
cubierto del vapor blanco de la vida.
Una mano cansada acaricia su cara,
intentando despertarlo.








Nadie entra aquí,
dentro de tu casa escondida.
Guardas detrás de las paredes pintadas
la paz del otro mundo.
Hablas para ti, para tus hijos canosos,
queriendo que lleguen a ser alegres y soñadores.
¿Quien podría entenderte?








Se han apagado
los brillos nacarados del sol marino.
El nombre de la flor lo olvidaste
y todavía lo buscas
para no sustituirlo con el otro, ajeno.

Tu nueva ciudad es parecida
a un gran esqueleto
de una feroz cría marina,
traída del Viejo Pescador a la orilla del mar.

Esto es todo lo que quedó
después de un largo camino
dedicado a alguien que se te olvida,
puede ser y a una flor que se ha marchitado
hace mucho tiempo.










No te olvides de ellos,
de tus amigos taciturnos,
transfigurados en piedras cuadradas o rectangulares
y colocadas en el vacío del alma.

Los encontraras allí,
dentro de las piedras cuadradas o rectangulares,
que crecen densas por el desierto divino.

Por esto caen las lluvias lentas,
para apagar la sed de alguien
que se quedó dentro de las piedras sagradas,
allá donde están esperándote, silenciosos,
tus amigos jóvenes, nunca viejos,
soñando dentro de su mundo mohíno.

No intentes despertarlos.
Pueden pararse así las aguas
que corren encima de sus pequeños cuerpos
hasta sus labios secos de las enfermedades,
de las cuales nunca se curarán.

Cuando suene muy suave
la campana de la iglesia azul,
colocada en el vacío del alma,
se despertarán tus amigos jóvenes,
nunca viejos,
estremecimiento prolongado
dentro de sus piedras secas.

- ¡Ave, ellos!, tus amigos jóvenes
desde el vacío del alma,
allá donde duerme la niña
con los labios no besados.









.................................A Ana Muela Sopeña
Allá donde todos los muertos
respiran por los poros terrestres
crecen las velas de arcilla
que ya están apagadas.

Donde habia una huerta
y además muchas viñas
vienen ahora los vivos
para ver a los muertos.

Se encienden todas las velas,
y, sin saber, se transforman
en viña recrudescente
o en árbol frutal, protector...








Para ti crecen los árboles
dentro del bosque olvidado.

Por allá pasa solo el viento,
perturbando su humilde silencio.

Si vas a venir alguna vez,
vas a ver como se caen los árboles
derrotados por el viento salvaje
y como sus bellas hojas tiemblan
por miedo a las tormentas desgarradoras.

¿El bosque olvidado de todos,
que crece sobre la cima de la montaña muda,
dónde se perdió tu mundo majestuoso?
El alma de la montaña apenas late
y se caen los árboles despojando su roca dura.









Porque no viene el viento
para acariciar la montaña árida,
sin copas de nieve encima de su alto pico.

Qué grande es una montaña seca,
encontrada lejos de los sonidos de la vida.

Por sus crestas crecen las cruces del cielo.
Allí los muertos reviven para quedarse
como dueños de las piedras rotas.








Por el imperio de la sombra
se perdieron tus cantos.
Alguien los escucha silencioso.

Te tiemblan los dedos
sobre las teclas de un clavecín precioso,
que te regalaron en los últimos día de Pompeya.

Cantas para a alegrar las flores frías del cementerio.
Cantas para acercarte, acercarte más
A las aguas transparentes del día.







Me voy a olvidar y de vosotros,
los sueños del mudo pasado.
Durarías tan sólo
hasta que apareciera el sol,
agarrándose a las ramas
del árbol desarraigado del cielo.

(El árbol viajero, poemario;


Web del autor – www.barometrubasarabean.blogspot.com)



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