Carla Sagulo nació en Buenos Aires en 1977. Publicó El vino de la casa (Ediciones VOX, 2007) y Fuego chico (Nulú Bonsai Editora, 2009). También integró la antología Lo humanamente posible (Editorial El fin de la noche, 2008); regularmente escribe en el blog www.unojodelacara.blogspot.com
De El vino de la casa
Veranito
es bueno que haga calor
tener las ventanas abiertas
como piernas llenas de besos
la vecina desconfía
de este clima en pleno invierno
yo en cambio leo
traducciones de anagrama en mi tumbona
y pienso en follar o sea
coger como si fuera
verano en mi hemisferio
Invitación
mirá bonito,
en casa hay té chino,
lugar de sobra:
mi cama es tan grande ...
podría albergar
una orgía de jugadores de sumo
y aún habría espacio
para toda tu tristeza
créeme
te haría bien quedarte
este p.h.
primer piso escalera
es todo luz por la mañana
De Fuego Chico
El otro día nadé con un ciego;
lo vi colgar del borde en lo hondo,
la cara casi contra el azulejo, y nadar luego
lento...lento...
Golpeaba el agua con los brazos juntos
pateaba poco y sacaba la cabeza
sólo cuando estaba por ahogarse, parecía.
A pesar de lo ampuloso de su estilo,
la convivencia en el andarivel fue buena,
lo cual, hay que decirlo,
no siempre sucede en las piletas.
Aunque yo nada aprendí de la experiencia,
lo cierto es que este hombre sigue hoy
agarrado del borde en mi cabeza.
Y esta permanencia
debe querer decir alguna cosa
que yo no estoy pudiendo
poner en palabras.
Seven
hay un fuego chico cerca de la vía
no lo hicieron para ver, pero es un faro
la única luz más o menos intensa
hasta el neón de un telo
que se llama Envidia
por qué –me pregunto-
Envidia y no Lujuria
mirando las caras
verdosas por la parca
luz del colectivo
pienso nombres
posibles para un telo
perdido en una calle
oscura en Villa Luro
la ñata contra el vidrio
al menos voy sentada
me digo con mis cosas
cargadas en las piernas
Doggy
te tiré los galgos, vos echaste fli
pero estos perros ni siquiera se mosquean:
animales fuertes, obstinados
hasta llegar a vos, insisten
tranquilo, no muerden
tampoco esperan un asado
ni un hueso, ni una rama;
tan sólo que les toques cabeza
la panza si se tiran
al piso boca arriba
yo sé que en estos días
un poco de cariño vale mucho
pero no te piden tanto
ni una cucha
ni alimento balanceado
mis perros románticos son libres
ingenuos, no están muy entrenados
esa pelotita chiquitita que les das
no sé si saben que tienen que buscarla
por eso está en tus manos la expulsión,
la caricia, el desconcierto, lo que quieras
no te olvides nada más de que estas bestias
son capaces de ladrar toda la noche
despertar ladrando al barrio entero
antes de volver ya resignadas
a las duras pistas de su naturaleza
Paso a nivel
a veces muchos autos juntos
dejan serpentinas de luz en los ojos
como postales nocturnas se piensa
en el tiempo o el calor
del cuerpo en movimiento
en todo caso uno
se siente sin rastro
más bien oscuro
perdido, pequeño
uno camina,
cruza la calle,
espera y mira
la chispa que el tren
hace en la vía
y entonces se dice:
“toda estrella es fugaz”
pero rápido rápido
se frota las palmas
como para no perder
la noción de sólido o bien,
eso que uno es
con frío o con la manos
dormidas, volviendo
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