CARLA SLEK
Nació en La Falda (Córdoba), ARGENTINA, en 1971.
Estudió Letras Modernas en la Universidad Nacional de Córdoba. Trabaja como docente, correctora de estilo y bibliotecaria.
Tiene publicado Último recurso (Ediciones Recovecos, Córdoba, 2009).
andariveles
chichí es la campeona de los cien metros libres
vive con su marido
en un departamento minúsculo
a una cuadra de la escuela
donde da clases de matemáticas y ciencias naturales
tiene un temblor constante en las manos
que hace que la tiza se le quiebre
apenas la apoya en la pizarra
úlcera de duodeno insomnio
y sobre el aparador del comedor
una colección de elefantes turquesa
ordenados en sucesivas paralelas
chichí recorre a oscuras
el andarivel central de una pileta
que diariamente llena con un whisky barato
comprado en los americanos
en un movimiento de atleta
se alista en su marca
penetra la superficie
patea asoma los brazos inhala
después se olvida de todo
pero mientras tanto parte hacia su mejor marca
cincuenta y seis segundos cincuenta milésimas
que la separan de la voz de elsa intimándola
porque no llegó a completar
el informe de seguimiento de los alumnos de sexto
sobre doce centímetros de taco
chichí se para al frente
los días hábiles de la semana
y en el medio de las clases
cuando cree que nadie la observa
ajusta levemente los breteles del corpiño
que trasluce como las venas en sus manos.
maldito HPV te maldigo
¿te acordás del hanta virus
esa microscópica posibilidad de muerte
que germinó en un pastizal
para que los periodistas la exhibieran
como un monstruo televisivo?
fue en noviembre del noventa y seis
y ahora que lo pienso
vos tenías dieciocho años
¿te acordás del borde limitante
sobre el río negro?
ese año yo hacía planes
para que el brazo largo de la cruz del sur
como una flecha
apuntara en vertical sobre mí
desde las capitales
los cables de las agencias disparaban
en el bolsón
un ratón de campo
te agarra de las piernas
tritura tus pulmones
mientras se fuma una chala
viajé igual a contagiarme
de fluorescencia helada
a la angostura de los grados bajo cero
en el centro de un lago
a la participación diaria
de la fiesta del amor salvaje en una carpa
hacía realidad mis planes
compraba mermeladas de rosa mosqueta
conversaba con la gente en un pueblo fantasma
el virus viajaba en una rata
yo en un duna gris prestado
y sólo me acercaba al miedo
las noches de lluvia y viento
a orillas del huechulafquen
sobre el final de enero regresé
sin fiebre sin afecciones sin contagios
doce años después de aquel viaje
los resultados de una biopsia me informan
que en algún costado de mi anatomía
tengo un mosaico
que desborda de virus del papiloma humano
integro una estadística de mujeres
sexualmente activas que lo transportan
en la góndola de su profundo supermarket
ya sé que nos cuidamos
que nada tuvo que ver el amor con tu llegada
asumo el costo
un tratamiento que la mutual no contempla
esto es lo simple
el ardor agudo
el fuego artificial invisible del láser
el olor a carne quemada
van a borrar en un rato un virus
que de vos a mí a pesar de los profilácticos
lo complicado lo imposible
es que ni el ardor
ni mi desnudez
ni el miedo envuelto en una bata
van a lograr llevarte hasta el olvido
y en la espera me acuerdo del hanta virus
del inofensivo chic chic chic chic
rastrero de las ratas.
¿te acordás del hanta virus
esa microscópica posibilidad de muerte
que germinó en un pastizal
para que los periodistas la exhibieran
como un monstruo televisivo?
fue en noviembre del noventa y seis
y ahora que lo pienso
vos tenías dieciocho años
¿te acordás del borde limitante
sobre el río negro?
ese año yo hacía planes
para que el brazo largo de la cruz del sur
como una flecha
apuntara en vertical sobre mí
desde las capitales
los cables de las agencias disparaban
en el bolsón
un ratón de campo
te agarra de las piernas
tritura tus pulmones
mientras se fuma una chala
viajé igual a contagiarme
de fluorescencia helada
a la angostura de los grados bajo cero
en el centro de un lago
a la participación diaria
de la fiesta del amor salvaje en una carpa
hacía realidad mis planes
compraba mermeladas de rosa mosqueta
conversaba con la gente en un pueblo fantasma
el virus viajaba en una rata
yo en un duna gris prestado
y sólo me acercaba al miedo
las noches de lluvia y viento
a orillas del huechulafquen
sobre el final de enero regresé
sin fiebre sin afecciones sin contagios
doce años después de aquel viaje
los resultados de una biopsia me informan
que en algún costado de mi anatomía
tengo un mosaico
que desborda de virus del papiloma humano
integro una estadística de mujeres
sexualmente activas que lo transportan
en la góndola de su profundo supermarket
ya sé que nos cuidamos
que nada tuvo que ver el amor con tu llegada
asumo el costo
un tratamiento que la mutual no contempla
esto es lo simple
el ardor agudo
el fuego artificial invisible del láser
el olor a carne quemada
van a borrar en un rato un virus
que de vos a mí a pesar de los profilácticos
lo complicado lo imposible
es que ni el ardor
ni mi desnudez
ni el miedo envuelto en una bata
van a lograr llevarte hasta el olvido
y en la espera me acuerdo del hanta virus
del inofensivo chic chic chic chic
rastrero de las ratas.
lejos
la noche que viajamos de gallegos a calafate
mudos de frío en la camioneta de máximo
sobre la caja
dos colchones viejos unas mantas
nuestros cuerpos y
el aliento tinto reseco áspero
no sé si te acordás
esa noche las liebres como plaga
transgénicas langostas aparecidas luces malas
cortando la ruta
dos puntos rojos y una sombra
hipnotizada por los faros
mirándonos suspensa
en la fascinación límite de ir hacia lo extraño
atrás se escucha el golpe
la cubierta se levanta
aplastando tal vez primero el cráneo
y tu voz reclama salvaje no abandonar la caza
el fondo oscuro animal del mundo
no te da miedo
descalza te bajás
se pierden en la boca de la noche
tu camisa corderoy el jean gastado las medias blancas
y bárbaro el viento comienza a manosear
tu pelo lacio
un cuchillo y el bidón de agua necesitás
para abrir la piel
-es una hembra sale como un guante-
cabeza abajo la veo
ardientes las pupilas desnuda la carne
y ahora es ella la que me clava la mirada
de improviso montás una carnicería
húmedas heladas las manos de sangre
una línea espesa en el asfalto
así viajamos
con la bicha colgada en el travesaño
para que desangre
y tu risa anticipando el almuerzo de mañana
no sé si te acordás
pero esa noche en el hueco negro que se abre
entre tus piernas y tu regreso triunfal
yo como amazona empecé a buscar tu carne.
[http://www.festpoesiarosario.com.ar/p_carla-slek.html]
la noche que viajamos de gallegos a calafate
mudos de frío en la camioneta de máximo
sobre la caja
dos colchones viejos unas mantas
nuestros cuerpos y
el aliento tinto reseco áspero
no sé si te acordás
esa noche las liebres como plaga
transgénicas langostas aparecidas luces malas
cortando la ruta
dos puntos rojos y una sombra
hipnotizada por los faros
mirándonos suspensa
en la fascinación límite de ir hacia lo extraño
atrás se escucha el golpe
la cubierta se levanta
aplastando tal vez primero el cráneo
y tu voz reclama salvaje no abandonar la caza
el fondo oscuro animal del mundo
no te da miedo
descalza te bajás
se pierden en la boca de la noche
tu camisa corderoy el jean gastado las medias blancas
y bárbaro el viento comienza a manosear
tu pelo lacio
un cuchillo y el bidón de agua necesitás
para abrir la piel
-es una hembra sale como un guante-
cabeza abajo la veo
ardientes las pupilas desnuda la carne
y ahora es ella la que me clava la mirada
de improviso montás una carnicería
húmedas heladas las manos de sangre
una línea espesa en el asfalto
así viajamos
con la bicha colgada en el travesaño
para que desangre
y tu risa anticipando el almuerzo de mañana
no sé si te acordás
pero esa noche en el hueco negro que se abre
entre tus piernas y tu regreso triunfal
yo como amazona empecé a buscar tu carne.
[http://www.festpoesiarosario.com.ar/p_carla-slek.html]
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