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domingo, 6 de marzo de 2011
3444.- JUANJO BARRAL
JUANJO BARRAL
Oviedo, 1962. Filólogo, periodista, escritor.
Narrativa: Londres (CEI, Gijón, 1992; Baile del Sol, Tenerife, 2003). Gran reserva (KRK, Oviedo, 1994). Cuéntame un cuento (VV.AA., KRK, Oviedo, 1994). Parece mentira (LF Ediciones, Salamanca, 1999). Navajo Bridge (en imprenta).
Poesía: 37 latidos (Baile del Sol, Tenerife, 2000). Poemas de andar por casa (Crecida, Huelva, 2001). Pop supuesto (La Última Canana de Pancho Villa, Oviedo, 2002). Teoría de la relatividad (Renacimiento, Sevilla, 2002). ¿Todo ba vien? (El Arbol Espiral, Salamanca, 2004). El eco de nuestros pasos (La Última Canana de Pancho Villa, Oviedo, 2006, y en www.escritoresdeasturias.es).
Precio, aprecio, desprecio
Ahora mismo no estoy trabajando
-se supone-
escribo este poema.
Pero ya sé, eso no cuenta,
aunque se trate de hacer un balance de uno,
recuento de los beneficios de nuestra existencia.
Qué lástima entonces el mundo,
qué lástima cuando no quiere tantas veces
que escribamos este poema,
que soñemos en esta línea
que queremos dibujar.
Que no quiere que miremos el mundo por dentro [...]
Diario de ausencias
Ha venido el cartero
y no te traía entre el correo.
Han llamado catorce veces por teléfono
sin que fueras tú quien marcara mi destino.
Han picado a la puerta
y no eran tus nudillos.
Así que me quedo como estaba:
muerto de frío.
Llaman a la puerta y no abrimos
El hombre llega
a la Luna y luego
es incapaz
de alcanzar
el brazo
del hombre
que se ahoga
en un estrecho
paso
hacia la vida
que podía ser.
El amor es una dura empresa
Soy una fábrica de cariño a punto de cerrar
si te empeñas
en echarme
de menos.
Produzco quince mil toneladas de amor
a la hora: por eso necesito exportar mis excedentes.
De lo contrario, corro el peligro de no tener
donde meterlos.
Mi corazón trabaja a destajo
y para ser rentable es preciso
que no tardes en encargarme que te quiera.
Considérame un expendedor
de deseo.
De tal forma que si tú me lo pides, soy capaz de no descansar
hasta que esta empresa
salga a flote
y nos ponga a vivir definitivamente
juntos.
Que mejor fusión que nuestra historia.
Autorretrato
No son esas canas que surcan mi cabello
como un abordaje del tiempo. Ni siquiera
la vista cada vez más perdida de mis niñas
parapetadas tras unas gafas baratas de pastas. No
es la cicatriz que abandera mi cara estandarte
de los efectos devastadores de la infancia.
No me enerva cansarme
de ser siempre el mismo.
Ni la arruga en el entrecejo de mirar
con incomprensión el mundo.
Tampoco me abate la ola de desasosiego
que cabalga a día de hoy
sobre mi semblante.
No es el pasado imperfecto
que puede conjugar frente al espejo
lo que me deprime esta mañana.
Es sencillamente que mi cuerpo
tirita sin ocultar herida alguna.
Es sencillamente que este espejo,
me da la impresión,
no me quiere
ni ver delante.
A propósito de Henry
Esto no puede ser esto no puede ser esto no puede ser
de ninguna manera puede ser que hayamos
ganado un 2% menos que el año pasado hábrá
que hacer algo más horas extras sin pagar menos
gente que trabaje más vete preparándolo Henry
porque el 2001 tenemos que batir récord de
beneficios como te lo diría hay que abaratar costes
ya sabes Henry costes lo que costes podemos
empezar por un despido masivo sin más y volver
a contratarlos pagando menos esta es una buena
idea Henry deberías ir madurándola porque no
podemos esperar hay que ganar más como sea
insisto esa es la jugada el empate no vale Henry.
DE AMOR Y OTRAS CATÁSTROFES
Ojalá fuese yo el mensajero
y no quien recibe la noticia
de tu abandono.
Ojala fuera manillas del reloj
que da vueltas al tiempo
y no pasto del paso de los días.
Ojalá cuna de alguna
revolución pendiente
y no el crío que llora
bajo los bombardeos.
LONDON CALLING
Podría hablar de la primera exposición que vi desencajado
de Bacon. De aquella cena enmarcable
en el Smiths de Covent Garden. De las entradas por el jardín
de Lady Di en el restaurante San Lorenzo. De la coincidencia de Agassi en el Froosts comprando yogures un junio de Wimbledon.
De las mañanas dominicales en la gloria de Candem. Podría extenderme en lo único que me preguntaban
los colegas al volver: qué tal el concierto de New Order, dónde pillaste esa camisa, tienes que contarnos lo de Boy George
el otro día en la iglesia de Picadilly...
Pero prefiero hablar de lo que a nadie importaba: de las manos
que fregaron miles de platos y tenían un aspecto tan lastimoso
que no se atrevían a salir, no se atrevían a salir ni siquiera
de sus bolsillos cuando libraba.
De los menús que serví a tantas turbas de hooligans asociados
para celebrar por todo lo bajo el party de Christmas. De las paradas
y paradas de metro rodeado de currelas por todas partes empezando por la mía. De los humillantes controles de aduana
para entrar en UK y veamos adónde vas y cuánto dinero llevas
y me lo enseña usted si es tan amable
como si no. De los inspectores de inmigración buscando a un tipo
con mi nombre y apellidos porque estaba en la agenda
de una amiga a la que impidieron la entrada en Gatweek.
Del mal trago en el Home Office con el visado.
De la pandilla de bastardos que casi me linchan por español.
De los neonazis en Trafalgar aterrorizando al propio Nelson.
Del paquistaní que me trató tan peor como los ingleses a él.
Del nudo en la garganta con las bombas del IRA en Oxford Street.
De la movida con un maricón en los baños de un cine del Soho.
De la debacle emocional aquel día que aquel hombre en aquel festival en Battersea Park me golpeó con aquella sinrazón evidente.
Del impacto ante los cientos de homeless que dormían al ras de varios grados bajo cero en la estación de Embankment.
Del pánico tantas noches a la altura de Putney.
De tanta desolación.
Que también hubo.
Y nunca lo conté.
DÉJAME QUE TE DIGA
Hay virtudes que te admiran. Decididamente.
Al mundo le gustaría parecerse a ti alguna de sus muchas mañanas
de barbarie. Quiere hablar contigo para que le expliques
cómo se despiertan los capiteles.
Hay novelas que te echan de menos, hay poemas que quieren leerte.
Son la envidia los sueños que acampan en tu paraje.
Y conservas ese don especial para hacer sonreír
a las seis de la tarde.
Últimamente los autobuses se empeñan en seguir tu línea. El metro se hace una medida de tus posibilidades. Hay un cielo que quiere tener hijos
que te cortejen
entre verso y verso.
Y hay un verso dispuesto a tener versos
que te versen y versen.
Que te versen con locura.
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