Peter Viereck (Nueva York, 1916-South Hadley, 2006, Estados Unidos). Doctor en filosofía y profesor de historia, publicó los poemarios: Terror and Decorum (1948), Strike through the Mask (1950), The First Morning (1952), The tree witch : a poem and play (1961), Archer in the marrow: the Applewood cycles of 1967-1987 y Door: Poems (2005), entre otros; y los libros de historia, Conservatism Revisited y Shame and Glory of the Intelectual.
POEMAS
¿Quién de nosotros dos?
Cuando por la ternura ambos somos fuertes, demasiado impetuosos
en nuestra unidad como para separarnos o reconciliarnos;
cuando aún el contacto de la punta de los dedos puede sacudirnos
hacia tan oscilante reciprocidad
de opuestos apretados con tanto calor como para fundir un árbol
más unido a su dríada que a su propia, apretada corteza;
cuando ninguno bromea o está desanimado o tan sólo odia
o despierta desenredado del otro;
cuando-más-tibio-que-el-alma y más profundo-que-la-carne-son uno
en matrimonio del esqueleto mismo;
cuando, luego, el suelo despelleja la mera carne de la mitad de este amor
y lo cierra la desvestida mitad de arriba,
¿Quién está seguro de qué lado del suelo se encuentra?
¿He yacido aquí, de este modo, segundos o años?
No estoy seguro de nada sino de la soledad
y la oscuridad. Hay aquí tanta tiniebla como para colmar una tumba,
o es simplemente medianoche en un cuarto no compartido.
Conteniendo mi aliento por temor de haberlo perdido,
inmóvil y temeroso de moverme,
sólo sabiendo que de algún modo te has ido de mi lado.
Aquí yazgo, preguntándome quién de nosotros dos ha muerto.
¿Por qué no puedo vivir para siempre?
La muerte es un flamenco ciego cazando peces.
No quiere decir engullirte a ti o a mí...
Y cuando balancea locamente su pico no desea nunca
asustarnos. ¡Si solamente pudiera ver!
Por la noche atraviesa el oleaje en busca de compañía.
Por eso apesta a sal y a caparazón de ostras.
Su ceguera es lo que lo conserva célibe:
Este chapucero cree besar cuando mata.
Desearía que no nos hiciera morir. Desearía
que una noche desplegase sus alas y volase lejos
hacia los más altos planetas en busca de muchachas y peces.
Pero está habituado a la Tierra
y se propone quedarse.
A los nobles muertos, mis maestros
Tibios murmullos de las épocas, no la época -
y extraviados y pocos resonantes sois-
hacedme aprender más de lo que puedo oír.
Expanded el calado de mi ancoraje.
Exaltadme cuando hurgo demasiado en las tumbas
y vituperadme cuando me tambaleo demasiado sobre los zancos.
Llamadme por todas partes: permaneced dispersos como las olas
y sin embargo únicos y sonoros como el océano
hasta que las vidas sean dulces y descalzas como la devoción
y cada muerte un arroparse con cobertores.
Alberto Girri, 15 poetas norteamericanos. Segunda serie, Editorial Bibliográfica Omeba, Buenos Aires, 1969 (edición no bilingüe)
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