PACO BENAVIDES
In Memoriam
(San Gabriel, Ecuador 1964 - Suiza, 2004). Poeta y sociólogo. En la década de los ochenta formó parte del taller literario Matapiojo. Sus textos se han publicado en revistas nacionales como La joven motocicleta y Línea imaginaria. Opinando sobre Tierra adentro, la poeta Aleyda Quevedo, señala: "Es un libro hecho a la luz del talento de los orfebres. El lenguaje demuestra que son años y años de trabajo." Deja los siguientes libros de poesía: Historia natural del fuego (Quito, 1990); Viento sur (Quito, 1995); Tierra adentro (Quito, 1997); Canto XI de la Odisea (Quito, 1997).
POEMAS
I
Charlábamos, paseando, viendo, yendo por las calles entrando y saliendo de los bares, o echándonos el último cigarrillo cerca de la estación. Acordándonos. Del vellocino olvidado a la intemperie. Luego un sorbo y otro hasta un punto yermo y ferruginoso. Entonces la creciente nos hacía huir hacia las montañas. Otros ponían canciones y otros pura lata pero incluso así, participativos. Nombrando nombres agudos y rostros tostados y callosos, completábamos la broma. Enumeraban barrios, collados, recintos y monedas locales. También se acordaban de los ojos, como decía uno de aquellos acordándose de la muerte. Las historias escabrosas fueron contadas a corro. De repente vimos humo. La ciudad se incendiaba. La ciudad parecía más real, menos abstracta, con tanto civis romanus gritando como locos, yendo de aquí para allá, sin saber donde meterse. Se tiraban al lago, forzaban los sótanos. Fue en ese momento que describiste las colinas, los huertos, la fauna. Después llovió y la lluvia triste nos dispersó. Unos se fueron por los valles, otros cogieron tierra adentro; los más, se quedaron, “por si las moscas”. Nunca supiste hacer, digamos, una canción prolija.
V
Eres como esa ciudad: ónice negra, que da tristeza y pesadillas; veyentana que resiste el fuego haciéndose fuego. Abraxas, mirada de carbón de los durmientes. Callejones que dan vuelta alrededor del paseante. Renegridas torres, ventanas ovales cuyo valor es nocturno. Apostadero donde se oye muchas lenguas polvorosas. Black-out sibilino, hermético, enigmático, cabalístico, opioso. El ágaro en cenizas. Ovejita negra virgen ctónica. Vellón de Kali. Sable. Eres la decimotercera. Parirás. Te multiplicarás en más sombra. Ibant obscuri. Iban ocultos. Contento de verte aparecer con tus crines negras. ¿Quod Ursa fuit? Boca de sombra. Fauces de la Osa. Quimera negra harpía negra gorgona negra sirena negra coatlicue negra. Honra diverso a tu encanto oscuro el río lodoso que cuece mis versos.
VI
pero qué puedes tú ofrecer oh progreso
en una ciudad con gatos castrados
y un campo lleno de alcantarillas
entre los pinos.
IX
a)
El Santo Día de las palabras. Criminales y verdugas, llenas de esplendor. De clemencia, de profanación. El fasto del lenguaje su dispendio verbal. La cópula de los signos el sentido esotérico de cada sintagma: zona de turbulencia, campo minado. Credulidad en las palabras infidelidad de las palabras. Leve disolución de la lengua.
b)
Y las trataba, a las palabras, como borregas negras.
c)
Y vió la página en blanco:
choza nipona
delicado barroco del vacío.
Publicado por Casa de las Iguanas
De Viento Sur (1997)
III
el verano ha sido un espejismo
incapaz de abrirme los ojos
o de encarnar las palabras
mientras paso por la noche
hacia un lugar que conozco
ninguna huella en la niebla
solamente el olor de las hojas
me guía a tientas
has entrado antes del alba
y ella duerme maravillada
de entre las últimas voces
sobreviven en ti algunas:
hablan solas cálidas por tu lengua.
XVI
Pero qué sé yo en este momento
apoyado a la barra de este bar
de esta ciudad escandalosa
y clara
sinuosa
si no fuera porque nos gusta
hablar a ti y a mí sobre todo
lo mortal:
esta señorita que se aleja
y se disipa (y la seguimos más allá
por donde vaya redimidos)
esta cerveza tú sabes
sutil que nos embala
o estas voces hablando del instante:
hablando en blanco
volando
en círculos
cayendo de tumbo en tumbo fue entonces
cuando la percibimos
más alta que su prestigio
la Novia venía con su espumoso vestido
te das cuenta como si nunca
la hubieras poseído poblada
por nuestra lenta tímida cosmogonía.
XXV
Nadie queda en la ciudad
sólo las lámparas
alumbrando la lluvia.
Silencioso,
tus pasos nocturnos
vigilados por los gatos.
Por fin duermes
y tu mente se despeña
se despierta por tu lengua.
RONDA NOCTURNA
A los seis ya veía bajar por los potreros
prietas pantorrillas arriando la madrugada
alguien lloraba y se le saltaban los mocos
a través de la de dedos de rosa
quien traía cada día más tiznadas sus mejillas.
Al amanecer tiritando y siempre cuchicheando
alguien servía un café insípido mas
humeante. Frugales fueron aquellos
banquetes en las afueras del palacio.
Los grandes grasosos señores grandes
bailes ofrecían y en uno que otro daban
las sobras por las puertas traseras
de las puertas de servicio.
Entre lágrimas algunos pedos y demás
fluidos de la plebe la ciudad irreal
otra vez despertaba y el canto de los gallos
mandarines de Vésper encendían las calles.
Todo saluda al día nuevo; un nido de abejas
eran sus bocas, hijueputascarevergas
maricones tam cabrones tam viracochas tam.
Eran las potencias del hablar materno.
Vírgenes de formas plenas presidían los altares
y apenas recogida la estera preparaban el carbón:
gentil ídolo del bruno lugar natal ¡escucha!
crepitaba tragando su descendencia.
Súbito viene eso por lo cual la tierra espera
hacer aderezos con nuestro seso; en el
trovar de la cantina era sabio decir:
«aguarda la alta costumbre de procurarte frutos»,
«quiebra maqui de guagua». Ara vos prec,
no vaya a ser cosa que atine a columpiarse
en ese país «irreal limitado por sí mismo».
[Publicado por Dicción Desnuda]
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