Janet Val Triboullier, 1964, Quetzaltenango, Guatemala.
Reside en Madrid, España.
Maestra Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid.
Miembro de Enterarte, grupo de trabajo comprometido con el arte y la educación.
Bibliografía:
El olor de las Huellas en Cuadernos de Pedagogía Num 390 Mayo 2009
Proyecto Trans-senses en Cuadernos de Pedagogía num 368 Mayo 2007
La metáfora y la poesía en la revista In-fan-cia de Rosa Sensat
Espacio para el silencio; relaciones sensibles en la revista In-fan-cia de Rosa Sensat num 121 2010
Colaboración en el libro sobre la educación artística en España "Esferas de Vida": educacionartisticaenespania.blogspot.com/
Colaboraciones en la página web Educared con diferentes experiencias educativas entre ellas una referencia a las Esferas de Vida.
Es miembro del Directorio REMES: redescritoresespa.com
http://lawebdelagua.com/portal/index.php
"Niños amando el agua"
Nada mejor para conocer a Janet que con un poema suyo:
Viste con tu lengua mi cuerpo
de silencio perpetuo
de palabras sin contenido
invisibles,
inútiles,
extensas de espacio,
palabras húmedas doradas por sus comas,
pausas de mis pensamientos
y de los tuyos.
Recorre con ellos mi frente
saborea la piel y el destino
como si la luna se filtrase
dando brillo a la belleza
en la víspera de los días
en el que la inocencia
permanecía de pie y sonriente.
Aquellos días de madrugada lenta.
Las palabras no se acuerdan de una despedida
llenas de arena, medio dormidas y
simulando no estar presentes.
Ahora tu lengua absorbe fragancias de ese verde
y de un canto matinal
entre
pieles y sueños.
¡Recorre mi vello!
impregna ese silencio dulce entre mis dedos
y mis codos.
Clava la lengua en mi oído
para entender mejor los opuestos y
hacer la cama con ellos.
La noche gime, inundado un corazón
que no perdona y ama
o no ama y perdona,
porque no sabe,
porque su alma no se acuerda
o porque no hay limites en los pensamientos.
Lame las orillas con tu silencio
refresca mis dudas.
Borra las palabras dichas
y las que podrías decir
para no decir nada
para tapar el lunes
donde requiebras mi pecho
y besas mi ombligo.
Ese es el espacio de la nada
lleno de confianza amorosa,
silencio húmedo, tarde canela.
¡Recorre mis venas!
deja huella
con el blanco del silencio
y queda atrapado en su borde,
en la frontera de lo que somos.
Aferrados vivimos en las palabras del pasado.
Ausentes.
Aquellas palabras que se quedaron en un paseo nocturno
en las tardes de sacristía.
Entre lluvias, viento y luna llena.
La misma luna al otro lado del borde efímero del tiempo.
De una realidad espesa,
densa,
ahora cuajada de presentes,
selladas en la líneas de mi mano.
Dos posibilidades bajo la misma luna
pero opuestos a los ayeres
y a los deseos.
Deseos opacos y gastados roídos en los bolsillos,
ya ni siquiera se agitan
para fundirse con el silencio.
En una sola respiración,
la que rebota contra tu pecho.
Esperando que el aliento lo diga todo una vez más.
Que se aferre a una sonrisa
y al abrazo cómplice
de las almas extraviadas
de las miradas hambrientas.
No hay mayúsculas
tan solo tacto.
El roce suave de tu silencio sobre mis labios
y la peregrinación de mi pulgar bajo tus pestañas.
No hay lugar para acertijos,
ni preguntas,
sobran las letras
que alguna vez quedaron tatuadas sobre tu espalda.
Cierra los ojos
deja que te mire por dentro
y mientras me muerdo la lengua
te conviertes en el espacio
donde ocurren todas la cosas.
En esta página en blanco
donde un beso es la entrega del amante
quisiera ser besada con palabras
que recorren
aquellos caminos de migas de pan.
Senderos invisibles absorbidos entre los árboles,
palabras deshechas
que recorren el destino
del que busca su espejo,
su verdad en un abrazo.
Al final del camino de migas agotadas
y aún hambrienta
persisto en la entrega
sin más destino
que no ser de ti
como el único saber.
El que va atado a las caricias
y a la sonrisa
es el alma del que ama,
el que se ve con los signos
de aquella página…
esperando a que sea el silencio, la mirada y el tacto
o quizás sólo besarte el pretexto
para recuperar la prenda perdida
de lo que te doy
a salvo de los alfabetos y puntuaciones de otra vida.
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Una carta cerrada
Una vez cerrada la carta
¿Cómo se puede volver a amar?
Ya no hay refugio
ni papel
ni más palabras,
sólo momentos raptados
donde los cuerpos se hacen sonoros
mediante el temblor del agua
y la contemplación de auroras.
Carta cerrada
con retazos de vida,
textos incompletos,
dispersos,
algún delirio febril,
alianzas con los tiempos concedidos,
vida impresa a mano
grabada con las otras vidas paralelas
de hambre y sed,
de infancias robadas,
la insensatez propia del rostro humano.
¿Alguna vez amé
con afirmación y encuentros gozosos,
recogiendo miel
y perdiendo el alma
hasta quedar deshilachada o tejida a una estrella?
Sí hablaran las violetas y el grano
harían de las palabras un canto
que aliados con los segundos
serían frutos de letras silvestres
y vivas,
casi pueriles,
capaces de estremecer el vientre del hombre
para engendrar nuevas almas en un diminuto
punto en el espacio
apenas Nada,
pero suficiente como el silencio
capaz de mantener el orden interior
de los cuerpos,
de recordar que hubo un pacto
entre la naturaleza y el hombre,
de descubrir la ternura de los poetas,
el olor de los amantes,
ese sonido inequívoco de las caricias
para confiar en el milagro
de una simple bendición;
un beso.
La boca del viento
En las burbujas, el tiempo
se dibuja en el aire, breve.
Como los sueños
y las caricias.
Como cuando me reconoces triste.
o te reconoces enrojecido
en un suspiro.
Uno de tiempo breve
y sueños de aire
de dulces encuentros
en tus pupilas
de llanto y
un hasta aquí
por la petición de un beso.
Para aferrarme y aferrarnos
a la vida de tiempo suspirado,
como el único cantar posible.
El único reloj.
La verdadera oración
en un encargo tardío
y la huella del deseo:
pequeño,
con fuerte olor a canela.
¡Descúbrete!
lleno de ceniza de mariposa
casi transparente
bailando con los muertos
embadurnado de sombras.
Mientras en la mesa
el silencio paraliza las palabras huecas
y las letras minúsculas se escapan en una tirada.
Hoy supe
que murió la mirada
para dar la bienvenida
a las manos piadosas
y a las preguntas indecentes.
Aquellas que revuelven la sonrisa
para entender que tus cosas son las mías.
Y es aquí donde
crucificamos el tiempo
ordenando de nuevo las estrellas
reventando el destiempo
del hombre nuevo.
El que vive al borde de la constante
sequía de espíritu.
Entrampado en la niebla
de una ficha personal.
Incapaz de sentir más allá de los montes,
o de la noche (que no tiene)
o de la mitad de su cabeza,
o del consentimiento de las letras
encostrado en su puta vida.
Almas presas
que aúllan en la oscuridad.
Dame la mano,
ven conmigo
rescata el viento y el mito
para repartirlo en varios susurros
al oído
y en la desembocadura
de un posible beso con alas.
Ese beso capaz de recorrer los hombros
y lamer los colores espléndidos
que salen del ombligo;
humos valientes, llenos de desvelos y
sueños escondidos.
¡Anticipémonos a lo bello
implorando que sea cierto!
Mañana
quizás me de cuenta del espejismo.
Daré vueltas a la presencia y a la ausencia.
Girando sobre sí mismo percibiendo
lentamente como desaparece.
Mañana
quizás me consuele con el enigma
del giro como si sólo fuese un juego.
Mañana
quizás
sean solo los pensamientos los que giren
en vibrante laboriosidad.
Subrayando la demencia.
En cualquier caso
mañana
estaré forzada a comparecer
en un encuentro sutil y en la cama
recordaré
que no hubo beso,
lo breve que es el tiempo nuestro,
lo vacías que quedan mis manos.
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