Luis Alberto Carro nació en Colonia del Sacramento (Uruguay) el 22 de octubre de 1952.
Es periodista, poeta e investigador histórico. Escribe para las publicaciones “Diario La República”, Semanario “Vamos”, Revista “Estampas Colonienses” y Revista “La Voz de la Arena”. En la emisora de radio local CX 159 Radio Real conduce el programa “Gente en Obra”, dedicado a actividades culturales y de organizaciones sociales.
Es co-fundador de la Revista Cultural “U”, que difunde poesía, narrativa, notas históricas y comentarios de Arte.
Tiene en su haber dos libros de poemas, “Instrucciones en caso de alegría “, del año 1994, y “Perro de Balcón”, de 1998. Prepara la edición de su próximo poemario “Diario del sitio de Ur”.
Junto a los historiadores Heroídes Artigas Mariño y Sebastián Rivero participa de conferencias sobre historia local y regional, en centros educativos, instituciones culturales, etc.
lucarrode@adinet.com.uy
Cada palabra…
Cada palabra que toco
está
en su sitio
desde antes de nacer.
Una
no se sostiene sin la otra.
No alumbra sin su igual
o su enemiga.
No es nadie
si no acepta sus espejos.
El único terror
será el cristal vacío,
pero también la ausencia
está prevista
con su palabra exacta.
Regreso
Tropezar
con una vieja silla
en la penumbra,
después de media vida
en vuelo.
El ronronear de un gato
contra las piernas
que ha reconocido.
Y al final de la casa
la misma voz
de mujer
que pregunta la hora.
Puede llevarte media vida más
aceptar
que esto es volver
a Itaca.
A las seis de un otoño…
A las seis de un otoño.
Hay quien va en autobús a las seis
de un otoño.
Un libro suspendido en otro aire,
los ojos húmedos,
caídos,
sobre esa línea
que habla del amor vulnerable.
Sin misericordia.
Hay quien viaja sin misericordia
por su propia ciudad.
Lo persiguen sus lluvias,
sus preguntas,
mordiéndole la espalda.
Tropieza y cae,
se levanta y cae,
reanuda cartas nunca comenzadas.
Olvidos.
Cruje olvidos
que incluyen avenidas , casas de la niñez,
atardeceres
atestados de ángeles.
Los ojos
desarmados
del amor vulnerable
a las seis de un otoño.
El viaje
Estar solo a esta hora duele más
que morirse.
Pero la fila es larga,
demasiado larga.
Hoy no es tu día, sabes?
No eres el próximo en subir a ese tren
condenado.
(Ya volverá por ti, no te preocupes...)
Ahora es preciso darle cuerda al reloj,
escarbar
en la tierra más oscura de la memoria
para saber si aún están, si estuvieron
alguna vez,
al cabo de tanto vendaval y baile,
la silla en la cocina,
la camisa escolar,
la madre –o al menos una rosa de ceniza-,
un nombre,
un día cualquiera,
otro olor que no sea el de las mismas
deudas pendientes,
para seguir el viaje.
____________________
PREGUNTAS AL QUE REGRESA
poemario (selección)
entre dos luces al caer...
entre dos luces al caer la tarde el viajero desciende del autobús
en ese pueblo insomne esa escenografía suspendida
del aire después de haber cruzado carreteras desiertas
de polvo acre quemándole la garganta camina
pocas cuadras y se detiene frente a una puerta igual
a la puerta de calle de su casa de infancia
imagina a su madre en la honda sombra de los dormitorios
un revuelo de gatos déspotas entre malvones
presiona el picaporte se dispone a entrar y de pronto
retroceden los relojes la luz las casas todo se vuelve
pozo de neblina
y ahí va otra vez viajero atornillado a ese asiento
de autobús que pasa como flecha perdida por carreteras
fugadas de los mapas sólo va en ese inacabable tránsito
nadie al volante la radio encendida con la misma música por horas
la voz del locutor que anuncia el nombre del próximo pueblo
___________________
cuentas
johnny weismuller me dijo anoche que se acordaba bien
de mí lo dijo mientras alzaba su brazo izquierdo y hundía el derecho
en el agua marrón de la madrugada
eras dijo
el que ocupaba una butaca en la segunda fila del cine
el que iniciaba batallas de papel en el preciso instante
en que yo hacía el ridículo colgado de una liana
aullando como bestia idiota
después de veinte veces de repetir
la toma en las selvas de hollywood sin otra
pretensión que hacer más leve tu hastío de domingo pueblerino
tenías
siguió diciendo johnny que flotaba aferrado a mi cama
novia primera trueque de besos y maníes calientes
sin importarte que yo luchara
con serpiente
o pantera
pero has visto cómo todo llega cómo no fue en vano
nadar tanto tiempo para encontrarte
así
cara a cara
sin pantalla con telón verde que pueda protegerte
sin linterna que se encienda en la sala ni puerta
que te ayude a escapar
no te parece
que llegó el momento dijo johnny weismuller
de considerar cuentas
pendientes
________________
una opinión de viejo
a la muerte hay que mirarla a los ojos
bien
a los ojos justo allí en ese punto exacto
donde guarda su brillo más débil
es cuestión de ganarle de mano no dejar que imponga
condiciones como es su costumbre desde que
trabaja de muerte
quién es ella para echarse a bailar
en la esfera de tu reloj
a los ojos
allí tendrás que apuntarle la mirada
sostenerla
sin que te tiemble el miedo
te lo dice la voz
de la experiencia muchacho
esa es la única oportunidad que tienes
de hacerla recular
que se enrede en su propia telaraña
no darle ni un segundo para que pueda pensar
qué me pasa cómo salgo de este atolladero
a los ojos
perdona mi insistencia pero los viejos
somos de repetir
a los ojos
o trata
de recordar al menos cómo
comienza
el padrenuestro
Cada palabra…
Cada palabra que toco
está
en su sitio
desde antes de nacer.
Una
no se sostiene sin la otra.
No alumbra sin su igual
o su enemiga.
No es nadie
si no acepta sus espejos.
El único terror
será el cristal vacío,
pero también la ausencia
está prevista
con su palabra exacta.
Regreso
Tropezar
con una vieja silla
en la penumbra,
después de media vida
en vuelo.
El ronronear de un gato
contra las piernas
que ha reconocido.
Y al final de la casa
la misma voz
de mujer
que pregunta la hora.
Puede llevarte media vida más
aceptar
que esto es volver
a Itaca.
A las seis de un otoño…
A las seis de un otoño.
Hay quien va en autobús a las seis
de un otoño.
Un libro suspendido en otro aire,
los ojos húmedos,
caídos,
sobre esa línea
que habla del amor vulnerable.
Sin misericordia.
Hay quien viaja sin misericordia
por su propia ciudad.
Lo persiguen sus lluvias,
sus preguntas,
mordiéndole la espalda.
Tropieza y cae,
se levanta y cae,
reanuda cartas nunca comenzadas.
Olvidos.
Cruje olvidos
que incluyen avenidas , casas de la niñez,
atardeceres
atestados de ángeles.
Los ojos
desarmados
del amor vulnerable
a las seis de un otoño.
El viaje
Estar solo a esta hora duele más
que morirse.
Pero la fila es larga,
demasiado larga.
Hoy no es tu día, sabes?
No eres el próximo en subir a ese tren
condenado.
(Ya volverá por ti, no te preocupes...)
Ahora es preciso darle cuerda al reloj,
escarbar
en la tierra más oscura de la memoria
para saber si aún están, si estuvieron
alguna vez,
al cabo de tanto vendaval y baile,
la silla en la cocina,
la camisa escolar,
la madre –o al menos una rosa de ceniza-,
un nombre,
un día cualquiera,
otro olor que no sea el de las mismas
deudas pendientes,
para seguir el viaje.
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