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domingo, 23 de enero de 2011
3058.- YASSER ABDEL LATÍF
YASSER ABDEL LATÍF. Egipto.
ROCK AND ROLL
Poemas de: Yasser Abdel-Latíf
Traducción del árabe por: Ahmad Yamani
“Mantén tus ojos en la carretera
y tus manos al volante”
Ésta agresiva melodía de “blues”
es adecuada para la carretera
y también lo es para mi habitación,
con su polvo y sus tristes libros,
para esconder bajo su salvaje ritmo
los gemidos de su líbido.
Con sólo tocar el botón
irrumpe la música
como un tren en marcha
que por un túnel se dirige a la barranca.
La barranca es invisible
aunque –inevitablemente- venga
de Los Angeles –California-… “The Doors”.
La quería.
Y ella quería a mi amigo.
Él la rechazó y ella vino a mi.
Necesitaríamos medio litro de Tequila
que beberíamos a morro,.
sin sal ni limón.
Necesitaríamos ratas
que se comieran nuestras extremidades.
Necesitaríamos desaparecer,
y ella encima de mí
como si de una herencia de deudas se tratara.
La cogí apresuradamente
en arrebato de amor
y dejando que secara nuestro impresionante fracaso
con un calcetín desparejado entre las sábanas.
La puerta no cierra bien.
y Yo ya no la quiero.
También el equipo de música sirve
-aunque sea “made in China”-
“Mantén tus ojos en la carretera
y tus manos al volante”
Morrison fue plenamente partícipe del delito.
Hay algunos platos con restos de salsa de tomate.
El calcetín voló hasta el fondo de la habitación
y mi padre, desde fuera y feliz,
comía aquel mediodía caluroso del verano de 1997.
ROMANCE
Estatuas diminutas
como la palma de una mano,
de cristal y de mármol reluciente,
caen desde lo alto de una ventana
a las baldosas del jardín.
La reina anda sola,
descalza,
sobre la hierba húmeda,
con su vestido blanco hasta las rodillas
y la luna convierte la noche en un día plateado.
Una gata negra maúlla como una sirena,
atrapada en un patio de rascacielos
cuyas paredes están lisas como un destino inexorable.
¿Serviría el maullido para horadar
el muro de la desesperación?.
Sueño con la gata mientras intento horadar
el muro de mi sueño
por el que pasar al otro lado.
UN ACUERDO IMPLÍCITO
Nuestros ojos no se encontraron como dos cuevas
que esconden los dos monstruos del deseo, despertados sólo con
el enfrentamiento.
Tampoco nuestros cuerpos perturbaron las buenas maneras de un educado contacto, en un tranquilo baile que nunca hemos bailado.
Y ninguno de nosotros se atrevió a dar el primer paso.
Tan sólo me dio su gigante peine azul,
Y me sugirió peinase su cabello.
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