Foto hecha por la fotógrafa Laura Covarsi
José Manuel Díez (Zafra, Badajoz, España 1978).
Autor de los poemarios “42” (Ed. Nuevas letras, 2004) y “La caja vacía” (Ed. Visor, 2006).
Galardonado con distintos premios nacionales de poesía: “Premio nacional de poesía joven” (Lorca, Murcia, 2003), “Premio de jóvenes autores Asociación de vecinos de Santa Marina” (Badajoz, 2003), “Premio conmemorativo Luis Rosales” (Madrid, 2004), “Premio Vicente Aleixandre” (Madrid, 2005) y “Premio Cáceres, Patrimonio de la Humanidad” (Cáceres, 2005).
Textos suyos han aparecido en publicaciones como Árrago, La Regenta, ABC cultural, Mercurio, Asociados, Avuelapluma, Baluerna, Rutas Literarias o Ciudad abierta.
Compagina la poesía escrita con la poesía visual, el relato corto, el artículo periodístico y la música. Es intérprete y autor del grupo musical El desván del duende, con el que ha publicado dos discos hasta la fecha: “Eres buena gente” e “Increíble, pero cierto”.
Colaborador habitual en distintas webs literarias. Hace más de cuatro años que firma un blog personal sobre arte y cultura, con el nombre de Locura ordinaria:
(http://josemanueldiez.blogspot.com)
Actualmente trabaja en una recopilación de relatos cortos y en un audiolibro de poesía con música.
MACETAS DE COLORES
La noche está manchando las paredes,
con pompas de jabón y chocolate.
Por Cáceres revientan los claveles
para gritar que no, que ya es bastante.
¡Extremadura!
La noche está manchando las paredes,
con pompas de jabón y chocolate.
Debajo de la piedras los claveles
gritan que no, que ya es bastante.
Las faldas de mi niña están colgadas
de la copa de un pino piñonero.
Le sobra a la mañana una cigarra,
y dos cencerros, y el sol de enero.
Siento que la vida es diferente aquí,
y busco el color de su mirada.
La luz que invento,
la luz que salta cada día,
el sueño que se abalanza.
El chaparrón regando tagarninas,
una vieja que baila por las esquinas,
debajo de macetas de colores
para gritar que no, que ya es bastante.
Se trata de vivir enamorado.
Te doy un puñadito de palabras.
Se trata de la lluvia en los tejados,
y una guitarra, esta guitarra.
Siento que la vida es diferente aquí,
y busco el color de su mirada.
La luz que invento,
la luz que salta cada día,
el sueño que se abalanza.
(Canción incluida en el disco “Eres buena gente”)
EL OBJETO Y SU CREACIÓN
Hay un hombre sentado en esta silla.
Hace ya mucho tiempo la creó con sus manos.
Pero, ¿le pertenece?
Él mismo, con su esfuerzo,
taló el roble propicio, apuntaló
la homónima madera,
urdió con gran pericia la trama de su asiento.
Pero, ¿le pertenece?
Hay un hombre sentado en esta silla.
Sobre esta silla cumple su descanso.
Sobre esta silla apoya
sus largos pensamientos. Sobre ella
morirá cualquier día.
Pero, ¿le pertenece?
Otro hombre vendrá a sentarse en la silla.
(Poema de La caja vacía)
LOS CONTRARIOS
Tu voz, con su opinión, es respetable.
La contraria, también.
Nunca lo olvides.
Por sobre las palabras se alza el vuelo
de cuanto las palabras nos revelan.
Y este vuelo es plural, de ahí su hermosura.
Debajo del amor, el amor canta
con la misma verdad que el odio mismo.
Y este axioma es preciso, aunque nos pese.
Es por eso que -de manera exacta-
los dioses que inventamos nos inventan.
Y la luz, sin la sombra, no sería.
Afortunadamente,
tu voz, con su canción, es respetable.
La contraria también, con su silencio.
(Poema de La caja vacía)
CONSTRUCCIÓN DEL SONETO
Nos brinda el verso primo chispa escueta
para incendiar sin labios el soneto,
corona del amor y del respeto
del vivo y puro oficio del poeta.
Prosigue la escritura hasta el cuarteto
segundo, que encabalga y se completa
sin alcanzar su ingenio justa meta,
pues a la norma restan dos tercetos.
Así culmina el alma la alegría
de hallar papel y tinta donde abarca
su inspiración la estrofa de Petrarca:
Catorce endecasílabos, poesía
colmada en tal extremo de grandeza
que hasta el punto final cumple belleza.
(inédito)
JUSTICIA POÉTICA
Aguarda este poema a ser escrito
desde el 12 de agosto del 1630.
Aquel día, una anciana
se arrodilló a los pies de la reina de Francia
rogándole piedad para uno de sus hijos,
condenado a la horca por maldecir al rey.
La reina respondió con gesto indiferente:
La ley debe cumplirse.
También yo iría a la horca si maldigo a mi esposo.
La anciana alzo la vista envuelta en lágrimas.
Usted podría hacerlo, mi señora,
pero mi hijo es mudo.
Dos guardianes hicieron que la anciana callara.
La reina dio la espalda y se alejó.
(inédito)
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