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miércoles, 8 de diciembre de 2010
2573.- ALFREDO CHACÓN
Alfredo Chacón nació en San Fernando de Apure, Venezuela, en junio de 1937. Poeta, ensayista e investigador. Presidente de la Biblioteca de Ayacucho. Entre sus libros de poesía publicados, se encuentran, entre otros: Saloma (1961); Materia bruta (1969), Principio continuo (1982); Actos personales (1986); Entre afueras y centros (1991); Palabras (1992) y Obra elegida (1997). Por el libro Palabras asaltantes, recibió en 1991, el Premio de Poesía, Bienal Literaria Mariano Picón Salas. Otras obras: Cultura y dependencia. Ocho ensayos latinoamericanos (Compilador). Monte Avila, Colección Letra Viva, 1975; La pasión literaria (1959-1985), 1988; Poesía y poética del Grupo Orígenes (Prólogo, selección, cronología testimonial y bibliografía), Caracas, Biblioteca Ayacucho 182, 1994.
INMIGRACIÓN
Oh estremecido enmudecimiento. Deshilvanados, todo confluye cerca de adonde habremos de tornar. Amanecerá. La noche alcanza júbilo en el lucimiento de la flor que a espaldas de la noche se me entrega. Solícito albedrío ¿cuánta espera es de soportar, si aún no hemos llegado al punto de partir? Más vale menos cuando el ávido pregunta, y para transitar primero se desdice.
A la memoria de Vicente Gerbasi
LO QUE HABLA
Antro que cuando se desborda, habla. Lo que habla, habla lejos de la boca incapaz de atenerse al soplo que la entreabre, pobre deseosa siempre de alguna otra materia donde se pueda arder sin desistir. Donde pertenecer al reino de las carencias excedidas. Lo que habla desde aquí ya no es de nadie pero nos une el deseo que se profesan su voz y su palabra (y el que yo siento por ellas).
A la memoria de Ida Gramcko
PERDER TIEMPO
Todo límites transijo Doy el paso Toco lo otro Nada que no sea lo mismo El mismo hueco sin orillas
Todo al límite transige Se abre a lo que oculta su osamenta He aquí el parto Sólo a esto venimos
A cargar la armadura A ocultarlo A que ella cargue con nosotros A negarlo A ser carne y hueso sin nada que nos sangre
A hundirnos en el espeso líquido más rojo Sin saber cómo viene ni a quien asusta su abundancia
Todo como aquel pobre entusiasmo del que hablábamos para ir poco a poco olvidándolo por la misma razón que hoy me detestas tanto como te detestas
Deja ver cuánto aguantas Hazme saber cuánto soporto la mirada que envías Cuánto miramos cada uno hasta el próximo cruce de miradas
¿Qué hay en ti cuando tú dices yo? ¿Qué hay en mí cuando yo digo yo? ¿Y cuando yo digo tú? ¿Y cuando tú dices tú?
Pues si en estos lugares no estamos ni nunca hemos estado ¿qué nos retiene afuera?
A la memoria de Juan Nuño
1
Clamando al sesgo de las vértebras, fíjate. Esa articulación lozana como el cuerpo del lance en una escultura de Negret, cala hasta el pliegue que realzas. Paso de largo pero me sostiene una aureola de tibieza, de luz apacentada, de la porosidad del sonido disuelto en lo que dura el salto lento de mi exaltación.
A la memoria de Oswaldo Trejo
Este olor en los dedos
Vivamente escuchamos
abre un poco las piernas
tal como ágil la respiración nos permite decir al mismo tiempo y el impulso obediente sin tiempo se acopla
a cada uno despejando el camino de las manos
la desatada oscilación
la fiesta momentánea que siembra este olor en los dedos esta primicia incapaz de durar que la doble respiración acompasada ahora nuevamente voraz
huele mientras se va borrando.
Una orquídea avileña para Mallarme
Como si su mirada fuese el ultimo rincón del recinto de solo ventanales que hace siglos empezó a construir
José Asunción Silva se distrae de la siembra del poema
olvida todo lo deseable
y comienza a escribir que mientras algo de todo esto no se haya convertido en patio traslucido contorneado de orquídeas y siga siendo imposible trasplantarlo nada
Borrado con la mano
La superficie del papel gira de nuevo Un poco Lentamente No se desplaza sobre algo Permanece irradiando su blancura en las mismas coordenadas Es dentro de superficies que se mueve
Apenas disimula Algo queda brillando un poco mas hacia este lado Desde el ángulo mas cerca de mi mano No se oye nada parecido a recorrer una distancia No sigo el recorrido de mis ojos pues no hay mirada para la blanca patina sensible sino balbuceo del mirar Con una que otra luz que parpadea y atraviesa sin tiempo para que se vuelva a ver
El papel contiene Pero no absorbe sino el tiempo que tardaría en ser vista la luz que pasa una vez mas Es una nueva superficie Que mueve pero no desplaza Que reaparece bajo el roce de mi mano en el momento de emprender un nuevo giro.
A las pinturas de Sigfredo Chacón
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