Horácio Costa (Sao Paulo, 1954) es un poeta, traductor y ensayista brasileño. Fue profesor de la Universidad Autónoma de México (Unam) y actualmente lo es de la Universidade de São Paulo. Ha publicado los poemarios 28 Poemas / 6 contos (1981), Satori (1989), O Livro dos Fracta (1990), The Very Short Stories (1991), O Menino e o Travesseiro (1998) y Quadragésimo (1999), así como el libro de ensayos Mar abierto (1999). Esta traducción de su poema “2 de noviembre – 2 de febrero”, es parte de la que realizara el escritor colombiano Antonio María Flórez del libro Satori, en 1989, y sería presentada a Costa en 1995 durante un acto en la Casa de México en Madrid. Es la primera vez que este poema es presentado en español.
Un poema de Satori
Traducción: Antonio María Flórez
2 de noviembre – 2 de febrero
Estoy muerto
no hay como escribir que estoy muerto
único habitante en el silencio de estos páramos
fardo inane entre el devenir y las cosas
sordo_mudo
en esta espera
hay una isla hacia la cual navega el barco
hay salitre pegado a mi boca
hay caries
creciendo en mis dientes
moho entre mis dedos
sabor a madera por todo el cuerpo
azucenas
que brotaron por las órbitas
ojos de corcho
nariz ya mineral
pecho ametrallado por estrellas
palabras resecas pegadas a la garganta
un banco de memoria atascado
en este bote
como un barco un meteoro
hay una isla
posada en el altiplano en compás incandescente
polo claroscuro contra el cielo del crepúsculo
fluctuante peñasco
que navega hacia un cuerpo
por cuyo dorso resbala hecha sudor la parafina
de mil velas encendidas que a mí llegaron antes
escritura de luz
que me considera intermitente
abandonada por mil manos en la costa de esta isla
que revive cada año
y hay una iglesia y un cementerio
gente de cristal que atraca en el varadero
con más velas en las manos
comida y alcohol en el fardo
de cristal son los hombres
torres y cruces de cristal
en este cementerio más real que los visitantes
por la luz que a la cima van llevando atravesados
de un inmenso ahora refulgentes emisarios
para el vientre de la noche
que no se deja visitar
De las márgenes de este lago
oscuro espejo del espacio
vienen los barcos cargados de ofrendas
colores
ritmados por remos barredores de galaxias
espirales en el agua reflejadas
de donde parto
hacia el inicio de un sueño vacío como un pájaro
que en su vuelo se siente como el aire inconsistente
plumaje de relevos
que desafían a la noche y a la muerte
radical y pleno vuelo
protegido por los muertos
que en mi piel y mis huesos sus labios pegan y ordenan
deriva y ascensión por sobre el continente
viaje
de invento y buena voluntad
y veo la isla que es sólo brújula
como un iceberg apartándose de mí en la noche inmensa
y las ciudades y los volcanes son un vitral iluminado
que sobrevuelo abandonando partes de mi cuerpo
anábasis del silencio y aurora del presente
Caen los restos de mi carne putrefacta
la meta es soñar libre de la vida y de la muerte
aquello que veo inventarse a mi paso
ruinas que la oscuridad habita de ruidos
desdoblando ruinas anteriores a las ruinas
y oigo voces que se repiten detrás de otras voces
a mi paso el espacio es una sonora caja abierta
donde repiten generaciones que entre sí se confunden
habitantes del vacío siempre con los mismos gestos
Ve al plancton dibujar de istmo a los límites
iluminando como fósforo los dos océanos
penetro en regiones donde resbalo altas montañas
que se transparentan en cuanto se deslizan como olas
entre nieve y floresta caen mis huesos uno a uno
pulverizados ya sobre lechos y aldeas
uno a uno se desprenden los dientes de mi mandíbula
transformados en tubérculos de la noche en tierra escarpada
verdes mamelones de la paz
estoy libre de mí
y mi cráneo se hunde en el lecho de un río caudaloso
se hunde en silencio para que yo oiga sólo mi sien
La línea del ecuador por un instante milimétrica
simetría me presta y veo a la tierra como un fruto
cuyos sabores gustan sus ácidos contrastes
en lo recóndito de la tumba
me derivo en partículas
no soy más que humus y deseo en formación
y a la lluvia espero
los peces hacen de mi vuelta
piedra de molinos y sus volutas me definen
deslizándome a través de siglos de nada
y soy lo que era antes y otro más que nunca fui
por renacer del mismo ombligo y de nuevo experimentar
el continente que de mi piel afelpada
se irradia como un símbolo en respiración
constante
sigue alto el vuelo y en el horizonte veo luces
en medio de otra noche que me lleva a la misma aurora
ya nuevo en mi mismo viejo cuerpo
abajo un pájaro
me recibe vestido de ciudad y el mar me señala
con su pico reluciente
y cruzo el espacio sobre sierras
y las ciudades gemelas del príncipe del viaje
Es de mañana y aterrizo entre gentes iguales a mí
que al mar vinieron a agradecer de la vida a la espuma
en la arena enterramos velas blancas por millares
Cantamos a Yemanyá
Yé-Yé
que va a salir
del medio del mar
contra mi pecho mueren las olas
todo mi cuerpo vibra
pleno soy por un momento
vestimos de blanco
a los barcos despachamos al unísono
cargados de vidrios y flores y perfumes
somos uno
dejamos que el mar nos bautice con su sal
el agua me disuelve y el ahora donde preparo mi regreso
a la estación de Pátzcuaro desde la estación de Guaruja
late el pulso del continente en esta vía circular
No hay nada como escribir que estoy vivo
estoy vivo.
Ciudad de México, 1984/New Haven, 1986.
Satori, 1988, pp 94-98
http://www.letralia.com/transletralia/costa/index.htm
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CAJA DE AGUA AZUL
Entre el ramaje del árbol desconocido,
Caducifolio, ni de Jessé ni genealógico,
Un volumen azul sobre una losa, caja de água
De polietileno o poliuretano.
Notación distante en el paisaje urbano,
Obsedante recordación en el ahora-ahora,
Calle Río Poo 108, Colonia Cuauhtémoc,
Suites Parioli, México, Capital.
El mar, no. El mar, no. El mar, no. El mar, no.
Un exagero de zéfiros, entonces: el expreso
Bajaba la Sierra en Simcas-Chambord tangerina,
Rumbo a la bahía divisada entre montañas:
A lo lejos, el puerto y las torres, grúas y playas;
Al pie la pantanosa tierra, como espaguete húmeda.
El talento de la octava real quisiéramos,
Su siempre inmarcesible horizonte.
En el seguía la señora dos veces por año,
Cual el orden de las vocales, de los ritos identitarios,
A las vilegiaturas; se le había encogido
El mundo a la mínima posible trashumación.
Más allá del paisaje, a solas aúlla el ingenio,
Aquello que en lenguaje transforma la lengua.
El árbol que se agita en eterno leño
Arraiga en el presente el espectro que mengua.
Iba la señora, ojos de paloma, un único anillo
De coral: se cruzó la muerte entre ella y el poema.
El mar, no. Caja de agua azul entre predios ajenos.
Este el horizonte, marchetado en fragmentos,
Reducido a un puzzle en el que el montador
A si se ve como una de las piezas que faltan.
El ahora no sabe qué dice: memoria vincitrix.
Baja una vez más el expreso la carretera de Santos.
EN LA MESILLA DE NOCHE
A Maria Aparecida Santilli
En la mesilla de noche,
Un ejemplar de la edición de Os Lusíadas
De aquel viejo profesor secundario de Oporto,
Remember, abundantemente comentada
Y un guía del estado de Chiapas
Elaborado después del EZLN, por tanto
Tan preocupado en describir las fachadas barrocas
De San Cristóbal de Las Casas como
En hablar de las tribus coloridas &
Perseguidas.
Que mundos se juntan en cuarenta centímetros cuadrados,
El viejo Camões sufriendo quizá por la vecindad
Insospechada (Chiapas
No es Melinde ni Calecut).
Pero quien junta a los objetos soy yo,
Quien lee estos libros simultáneamente
Es este nómada dado
A la teatralización de lo mínimo.
Tal vez de este encuentro fuera del azar
No pueda surgir buena poesía.
En las estanterías conviven en orden alfabético
El Mein Kampf y el Manifiesto,
Un tratado sobre botánica y uno sobre la amistad,
La locura de Aliosha y el êxtasis de Santa Teresa de Lisieux:
La contigüedad bibliográfica
Prevee terremotos para quien se detiene y reflexiona
Mirando el lomo de los libros.
Pero en este hotel no hay estantes:
Hay una especie de mesilla de noche
Que atestigua cómo se babelizan y se relamen –
¿Habrá bacanal más sorprendente?-
Los protegidos de Las Casas y el bardo lusitano
2x1 (“n˜ua mão a pena e noutra a lança”).
En el caracol del oído distinguo
El ritmo que ejecutan
En su vital promiscuidad –
Bailando no sobre la cabeza de un alfiler de plata
Mas sobre una mesilla de noche.
AUTORRETRATO EN UN ESPEJO DE HOTEL
Desnudo, toalla ninguna amarrada estratégicamente
En la cintura, la barba enrollada en caracolitos no
Sino dibujada como la de Prince, primer
Role-model,
Incide la luz como tiene que ser: de la derecha inferior
Y se difunde para quien me ve como una aparición
Poderosa, un Andrea Doria overweighted
Pintado por Bronzino no
Mas visto a través de los lentes
De una Diana Arbus
Compasiva.
“Ventripotent”, aprendi cuando no tenía panza
En la Alianza Francesa; luego después los burgueses
De Hals me enseñaron que se puede parecer borracho
Y próspero. Pero mi color
Raramente transparece la rosácea
Que florece en la derme holandesa:
Soy de la tez, de la consistencia
Del Bacchino Malato de Caravaggio,
Del dudoso color de los romanos
Del Sodoma.
Un cuerpo que fuera bien torneado
Se piensa Tritón, ostras y mariscos
Congándosele por el torso, por ti
Sorprendido frente al espejo.
Se piensa Tritón, se ve Neptuno:
Nada mejor que la ténue
Ala de la mitología
Para encubrir
El color, el tiempo, la panza.
LA RANO
Sí, en aquel volet gauche
De la visión terrible del Bosco
Allá en las Janelas Verdes,
Sobre el Mar de Paja,
Sí, en Lisboa,
Ulisipona, Lixbona,
Allá vive sustraída del paraíso
(En el volet droit)
Y en un delirio de deslugar
Sin topografía ni imaginario
Mas con epistemé epistemé,
Allá, en fin, vestida de batracio,
También de medio ostra
O pro-dinosauria,
Sólo que con las alas arrancadas
Y más aún con pielecita
Color de rosa y clorofila,
Las plumas rasuradas
Por un profesional de la imagen,
Con la boca que Ud. conoce,
Baconiana sí,
Bien baconiana,
Sin cerebro,
Estricnina,
La-que-regresa-siempre,
La-más-presente-que-la-aspirina,
La-post-impoluta,
La-de-la-abadía,
La-del-burdel,
La-que-dijo-que-dice,
La lenguaraz,
Densa de glosolalia,
Diosa de la glosolalia,
La Rano.
También vive en la ecuación común,
Fractal.
A veces me visita.
En zuecos. Siempre en zuecos.
Después de comer mucho ajo,
Mucho ajo siempre.
Y exhala:
A veces me quedan caligramas,
Si no los olvido
O los sublimo.
La Rano no me quiere
Ni a tí
Ni a sí
Ni a nadie.
Cuando me visita
Se me borra el mosaico aguacate,
Los pies de la niñita,
El formulario.
Y desisto
Del agua.
Creo que
Eso le da gusto:
Me mantiene con la boca reseca
Y sin beber
Y cuando le lamo
Sus flancos rociados
La rano se retuerce de gozo.
http://www.antoniomiranda.com.br/iberoamerica/brasil/horacio_costa.html
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