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domingo, 21 de noviembre de 2010

2206.- SILVIA RODRÍGUEZ BRAVO


SILVIA RODRIGUEZ BRAVO : CHILE, San Javier 1964, Diplomada en humanidades en la Universidad de Talca, con estudios de teología en la Universidad Católica del Maule, las oficia de Secretaria. Se inicia en su Profesión de Poeta en 1992, participando en la antología “ Voces de la Ciudad ”, con ocasión de los 250 años de la Ciudad de Talca. A colaborado como Cronista y Critico Literaria en los diarios regionales “ La Mañana “ de Talca, (1993) Diario “ El Regional” ( 1994 a 1996) y “ El Trueno, de la misma ciudad, (1995).

En 1993, autoedita su libro “ Entre la Poesía y Yo”. En l995, es incluida como narradora en el colectivo “ Entre Cuento y Cuento “ de la SECH. Maule, En 1998, con ediciones Safo, publica su poemario “ Versóbulos” y en 1999 es antologada en el poemario “ Poetas del Maule”, el 2000 aparece en el libro “ Travesía por el río de las Nieblas” y el 2002 con Mosquito, publica su libro “ Profeta de Bares “ , participa como guionista del programa “Claroscuro” de TVN. Y es antologada en Madrid ( España ) en el libro “Primavera Eterna” , el 2003, vuelve a ser considerada en Madrid en el libro “Penumbras y Sombras”.

La poesia de Silvía, que nace en 1992 provincianamente en las orillas del Rio Maule , comenzó a crecer desde su inicio, para tener en la región un alcance local y permanente y situarse hoy como un aporte literario a las letras nacional e hispanas.




PROFETA DE BARES

Mosquito Editores, 2002
(fragmento)



Trapecio de lo Infinito

Por sombrero tengo el trapecio de lo infinito
la dulzura oxidada de saberme viva,
en la antesala de la muerte.
Bendecida desde el nacimiento,
confieso que mi templo es este bar.
Por amigos tengo el azar de del momento
y una hoja donde trazo líneas sin sentido.
No procuro amigos, amantes ni eternidad
así vivo y soy feliz con mi estrella humedecida
en esta jarra de vino.
Pronto cerraré la puerta que abrí al nacer,
mientras la cierro existo entre victorias y derrotas
impuestas por el destino, por el tiempo insensible
que vuela sin confesar el misterio que nos sostiene.
Es aquí cuando entiendo que infierno y cielo
no están después de morir
existen como yo, a diario, en cada noche
por eso ya no sufro y tan sólo bebo.
No quiero sentirme culpable
de cómo vivo, siento y pienso,
sencillamente olvido la recompensa de ser triste
y reemplazo mi salvación por esta jarra de vino.
Vivo en este bar necesario para la locura
para la sabiduría que no conozco ni poseo,
pero soy feliz entre sus paredes
entre la distancia valedera, misteriosa que hay
entre esta copa de vino y mis labios.





El que no tuvo infancia

En una noche de abril cuando las hojas
caminaban tras el aroma de las golondrinas
un trozo de nostalgia maduró en mis pupilas.
Era la uva de mis antiguos sueños,
eran los juegos que tuve con mi hermano,
vi la inocencia que el tiempo ha venido matando
y contemplo la gestación de mis fantasmas.
Pienso que al menos tuve un hermano
pero ese niño no tuvo con quien jugar,
no ensució con lodo sus ropas,
no robó frutas, ni tiró piedras al agua,
se perdió la emoción del primer beso
y aún así no fue
la Primera Persona de la Trinidad.
Desde entonces su mirada le duele
y comprendo que el dolor de sus ojos
no es por el pecado del hombre
es por el duelo de la infancia.
Ese huérfano me entristece.
Hubo de llamar Padre a un Carpintero,
llamar Madre a una mujer clonada
por el espíritu santo
Espíritu personificado en una paloma
que tan sólo quería volar.
Me confiesa que le cansa ser modelo
se fatiga de tanto exhibirse en la cruz
para cumplir la palabra de su padre
quien nunca le preguntó
cual era su verdadera voluntad.
Le cuento lo divertido que fue
jugar a las visitas o al doctor,
entristece y me dice que a esa edad
él estaba en el templo
enseñando a los fariseos.
Está agotado, apoya su cabeza en mi falda,
le hago dormir como hice con mi hermano,
que no llevan una corona de espinas.

Me dormí junto al pequeño
al despertar ya no estaba,
en su reemplazo me dejó en la pared
a un hombre crucificado.
Desde entonces cuando veo un Cristo
lloro por el niño suicida.
A veces llega sin aviso y me despierta,
juega con mis peluches y salta en la cama,
también hablamos de la existencia.
Cuando lo hacemos
Él me habla desde su calvario
Yo desde el silencio anónimo del poeta.
Somos buenos amigos y jugamos
a que Él atrapa almas para su padre
mientras Yo
invento abecedarios para la poesía.




Vuelvo de mis noches

He vuelto de mis noches neuróticas
para romper el vacío que me gobierna
y buscar los ideales olvidados
en el mostrador de este siglo.
En medio de hamburguesas y completos,
camino sorda a las ofertas de hombres
prostitutas y niños,
camino inmune a la bilis de la ciudad
al cosmos de intermitentes y semáforos
camino aspirando el humo de mi cigarro,
sólo el humo de mis viejos cigarros.
Sostengo el gordo aliento de la sangre
disparo besos, tristeza, alegría
a la pupila insensible,
al cemento de la boca,
a la trinchera indolente
del humanoide.
Qué importa si el software de mi PC es añejo
como esta copa de vino,
qué importa si estoy conectada a internet o TV cable
qué importan los avances si no me conecto conmigo?





Paseo de media noche

Al caminar veo a la que huye y se esconde
en los acantilados de un silencio dividido
Veo soles escarchados en el seño de los árboles,
recuerdos jugando en el patio de la luna.
Las nubes impasibles no miran,
no se detienen ante nostalgia ni misterios
avanzan irrepetibles sobre la soga
de nuestra memoria que teje momentos.
Sé que muero a cada segundo mientras vivo,
por eso respiro sonrisas y tiempo degollado,
por eso guardo la transparencia del día
en el bolsillo de mis ojos.
Delante de mí misma camino,
doy media vuelta para recibir
a la que he venido siendo.
Me reconoce, le sonrío
caminamos bajo luna y nubes
envejecemos
irremediablemente envejezco
en este paseo de medianoche.







Fotografía visceral

Tengo voz con gusto a sitio común
manos de pueblo con aroma a tilo
un brasero donde quemo ausencias
o algún trozo de cielo cansado.
Tengo sabor a vino
-lo siento por mis pretendientes-
pero huelo a vino, café, cigarro.
Además, soy de piel celulítica,
de cadera ancha y tetas caídas.
Tengo la costumbre
de caminar hacia el día
con pasos de toronjil,
y llevar en el ombligo
el remitente de quien soy:
una mujer común con sabor a mate
alguien que sin usar ni vender
máscaras rosadas,
es femenina y misteriosa
como la poesía.







AMOR FUGAZ

Mi animal fue un gusto conocer la cálida brutalidad de tu gemido, sentir tu boca en el océano polvoriento de mi isla náufraga.

Mi Divino Endemoniado, eras una tragedia imposible de evitar, enfermedad y remedio, muerte y resurrección, un niño insano, un hombre bestia, que humilla y enaltece al ser amado.

Eras filosofía ardiente, yo la eternidad fugaz de una noche.
Ambos con una falsa identidad humedeciéndonos hasta enloquecer en este anonimato.

Mi animal, olías a niebla, yo a misterio. Ambos buscando un albergue carnal donde satisfacer el aroma febril de nuestra lengua.

Y te amé con oficio de puta. Con caricias maternas besé cada hemisferio de tu carne aún sabiendo que es inútil la entrega, pero te amé bestial con carne de loba y besos de inocencia.

Mi leproso, la infección de tu alma fue un brebaje divino para mi alma-útero, me entregué cuanto quise y como quise a la furia de tus enjambres, mientras la bestia de tus caricias paseaba por la jungla de mi cordillera.

Después de ti, Mi Venenoso, otro tan amargo no he tenido. Habría sido un pecado no venerar el santuario de tu cuerpo.







TESTIMONIO

Soy Belcebú, el primogénito
la bestia encarnada
la razón del exorcismo
que aspira expulsar mi presencia
con hostia, agua bendita y crucifijo.
Crucifijo, madero del que
he bajado y subido tantas veces
a secar el sudor la sangre
de mi hermano menor.
Somos hijos del mismo padre
Mi hermano es la esperanza,
yo soy la vergüenza,
el maldito rechazado
que copula y engendra
criaturas semejantes a mí.
Nos apareamos para dejar
en la sangre nuestra historia,
para decir lo que fuimos:
Uno; condenado a la cruz
El Otro; al infierno.
Soy Mefistófeles,
la primera creación
el primer cordero.
El destino me hereda
la eternidad del fuego,
a mi hermano el madero.
Nadie comprende el dolor
de heredar y compartir
el trono de un mismo padre.







La casa abandonada

Recojo el tambor grito
de la casa abandonada,
el relámpago oscuro de un crucifijo
que aún sostiene en la corona
el murmullo febril del rosario.
El cadáver del día se viste de tarde,
consumo el poco sol que queda,
desvisto el aire de mis pulmones
para reinventarme un cuerpo sin heridas
olvidar oraciones, súplicas, penitencia.
Me humanizo en cada semáforo.
Son veinte cuadras caminadas
bajo este silencio bullicioso
que me hace entonar otras canciones
para olvidar la casa tambor grito.
Con el amanecer apretado en las rodillas
amanecí con voz fotográfica
en el salón presidencial
donde se archiva el hambre, la miseria.
Estuve en conversaciones donde se resolvió
aplicar impuesto a la risa
subir el precio del pan que fabrica al mundo.
Duermo en el ojo de una secretaria escuálida,
comparto el pan con un minero acabado,
pero detengo el mundo y me bajo del tiempo
para quedarme en el humo de este bar
bebiendo, recogiendo el cariño oxidado
de un compartir la caña
para olvidar lo que fui,
para olvidar la casa tambor grito
que abandoné por cansancio.
Desvisto el aire lluvia que me rodea
camino de bar a bar,
entre copa y copa brindo
por bajarme de la cruz
y abandonar el oficio de ser Dios.







LA QUE SOY

La mujer que soy
vive en acuarelas
donde ángeles embarrados
custodian el vértigo y la razón
de este cáliz.
La mujer que llevo de tanto andar
ha perdido la infancia
en un amanecer sin leyenda,
es vigilia infinita de formas,
grito y lengua.
Busca en el carnet su identidad
reconoce que su nombre
no es sustantivo propio,
es común como ella.
La mujer que soy
es enigma y certeza
se asombra de sobrevivir
y continuar oliendo
a montañas.
La mujer que llevo
le sopla a dios
su verdad fetal:
de nieve más tierra
nace el barro primogénito.






PROHIBIDA ESTOY

Prohibida estoy de librar los tentáculos de mi mente,
las alas de mi lengua arquitectónica,
abrir el paracaídas de mis ojos
y lanzar mis deseos nocturnos a medio día.
Las miradas cercenan el sentido de este grito,
me sancionan si toco el mentón de la muerte,
si atento contra la moral y buenas costumbres
de esta sociedad disfrazada de charol.
Prohibida estoy de amanecer
bajo rocas ensombrecidas de cielo,
pedirte el regreso de mi voz uterina,
la autopsia de mi piel disecada por tu adiós.
Olvido tus manos en mi puerta -te olvido-
reciclo tragedia, rituales y tiempo
en el café bar de mis sábanas
y camino sobre el amanecer que quiere
sobre la noche que quiere
despertar el pulso de mi sangre.

El insomnio me libera y existo en soledad.
En soledad existo sin prohibirme
y no quiero vivir, amar, existir
como ellos quieren que viva, ame y exista.
Aún así,
sé que moriré como todos mueren.


http://www.letras.s5.com/silviarodriguez200303.htm

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