Kurt Folch (Valparaíso, Chile 1970)
Poeta y traductor. Licenciado en Lengua y Literatura Inglesa de la Universidad de Chile.
Participó en la creación y publicación de la revista literaria Licantropía (1993 – 1995).
Becario del Iowa International Writers Workshop.
Poemas suyos figuran en diversas antologías. Actualmente, trabaja como profesor en la Universidad Diego Portales.
Ha publicado Viaje nocturno (Stratis, 1996) y Thera (Calabaza del Diablo 2002).
THERA
Tarde en el sueño
llega el mensaje: dos
o tres
virutas de sal amargas
alivian la boca
del (antiguo) aliento a
légamo
negra miga del sol
de quien vuelve
sediento del claro vino
del otoño derramado al aire
en una solitaria y lenta ceremonia
en lo más alto
de un árido paisaje
materno y azul.
THE SKELETON COAST
"Here you will find peace, they said"
E. Jennings
La blanca herida del sol entre la bruma es el día
sobre el monótono paisaje que aparece
sin principio ni fin tras paredes limpias
de todo señuelo para la memoria.
Desde aquí se distinguen esas altas flores
sin nombre conocido que se alzan
sobre el nivel de la maleza: grietas
extendidas hacia el cielo de la tarde.
Y constante como el cansancio o el hastío sopla el viento
arrastrando oleaje de arena, cuerpos de insectos que giran
en el polvo. No hay caminos,
huellas que seguir o luces en la noche
que señalen dirección alguna.
Da igual. El tiempo
y la soledad no consuelan, ni conceden sabiduría:
desconocemos lo que se extiende mas allá
de esos horizontes de sal. Llegamos
a esta tierra inservible como desterrados
(nos gusta pensar) de algún antiguo imperio
o peces
ocultos en los rincones de un barco hundido
con la única certeza de haber sido la mala sombra
que se abrió sobre la luz del cuerpo amado,
un poco de humo
entre las piedras de cada lugar que pisamos, cargando el fastidio
de un permanente bregar entre pequeñas virtudes y torpezas,
falta de claridad:
no haber callado a tiempo, agostar
la hierba tierna que creció a nuestro alrededor.
En fin, cosas:
trucos simples para malgastar el tiempo: el vino, los amigos:
muletillas de la lengua repetidas hasta el cansancio
en el ocio de la tarde o en un cuarto a oscuras.
Nosotros que amábamos
los bosques y la lluvia,
esperamos
ahora, cada día
para sentarnos al sol
como si la vejez
y el miedo
nos marcaran la frente
pensando en la aridez de los desiertos.
BOCA DE PENUMBRA
Arriba y abajo
de habitación en habitación
cantas bien
junto al desastre. La boca
incrustada de penumbra
derrama sobre la carne el mosto
(su marca) amargo
que dioses celosos de todo
cuanto has perdido
-la alegría de viajes
inútiles, un par de lenguajes extraños;
la delgada sombra azul de los árboles
deshojados en grandes praderas de nieve-
depositaron
tras los huesos: es el relave
de un dialecto de erratas:
ansiedad que florece como un
cascabel de lamentos templados
bajo la luna que toca tu sangre.
Cantas bien
junto al cero
de un rostro. Entreabres
la boca, murmuras
algo irreparable, dices
fastidio, nombras
adoración.
BAJO UN CIELO INCRUSTADO
Bajo un cielo incrustado de nubes
bogamos tragando oscuridad:
mudo follaje (bemoles) que fermenta
en sangres distintas. Yo juego
con instrumentos de tortura. Yo juego,
hablo, golpeo la cabeza contra los muros
de una ciudad extraña. En vano
blanquear paredes. En vano
las oraciones en el erial. Tú
pides limosna, quemas la hojarasca
y entibias tus manos bajo el cielo
incrustado de nubes haraposas.
Yo templo los instrumentos de tortura.
Tú haces la limosna
ofreciendo tajadas del corazón
más triste de la comarca
oscurecido igual que
un espejo cuando cesa la luz.
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