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jueves, 30 de septiembre de 2010

1539.- MARIELLA NIGRO

Mariella Nigro (Montevideo, Uruguay, 1957) es doctora en derecho y ciencias sociales; ha cursado estudios extracurriculares sobre filosofía del derecho y arte.

Obtuvo varios premios nacionales y municipales, entre ellos, el primer premio de poesía inédita en los Premios Anuales de Literatura del Ministerio de Educación y Cultura, por Umbral del cuerpo en el 2002 y por El río vertical en el 2004; y el premio de ensayo de arte inédito (único, compartido) del M.E.C. (1998), por Dolor de espejos. Apuntes sobre el arte de Frida Kahlo.

Obra poética publicada: Impresionante Frida. Poemario al óleo (Biblioteca de Marcha, 1997), Mujer en construcción (Vintén Editor, 2000), Umbral del cuerpo (Colección Hermes Criollo-La Gotera, 2003) y El río vertical (Artefato, 2005). Y Los cinco elementos, textos del Libro de acuarelas de la artista plástica Cecilia Mattos (2005).

Ha colaborado con artículos literarios y breves ensayos en diversas revistas literarias y publicaciones académicas nacionales e internacionales.


Poemas:


De la muerte y el nacimiento (I)

Aprieta y duele. Un árbol
laúd barcaza pero ataúd,
llegada a la madera, la poeta
en la raíz del viento en el silbido
en la fría humedad de la rotura
en la luna del hueso enterrada la hoz
con su corte en el aire sin remedio.

Ha entrado en la magnolia
a la pasión del árbol lleno de cosas vivas
y de niñas antiguas.

Ahí adentro ella escribe
sobre la flor enorme
con su ala menuda.

De este lado
se caen las piedras de la boca
y se incendia la lengua

y luego la poesía se pone un traje oscuro.

A Marosa di Giorgio,
in memoriam






Cerviz

Esta
la vertical de mí
tallo del pensamiento
esa flor blanca
y abierta.

Desde donde no miro
debajo de la gasa y el collar
quiebra el hilo de plata
el transcurrir del sueño.

Mano que corta la trenza imaginaria
ahueca el hueso
deja roto el carey
en la nuca quebrada.

Y en una pesadilla de ortopedia
apronta Salomé su mano crespa

sostiene desde ya
la blanca flor del cuello.

(De Umbral del cuerpo)








El surtidor del cielo (IV)

El tiempo vuela con el viento de las horas.
Si mañana fuera ayer, si viviera hacia atrás,
si regresara hasta no nacer,
quedaría de a pie, de espaldas a la nada,
suspendida en el minuto como una lágrima.

Pero si ayer fuera mañana
esperaría al hijo con manos arrugadas
bendecido sería bajo el agua de la pila
que inauguró mi vida, hilo de agua clausurada
que bañara su rostro ya arrugado junto a la fuente
que bendijera al hijo de su hijo.
Como si madre se fuera desde siempre
e hijo desde entonces
como si mirara hacia adentro de los ojos
clausurando la noche del tiempo
siempre iluminada.

Así viera su rostro a la hora de mi muerte
como si yo partiera desde la misma cama
que le dio la vida
como si yo lo pariera después de haberme ido
y lo trajera adentro, desde el vientre de mi madre.

(De El río vertical)








El surtidor del cielo (VI)

Que el cuerpo,
como si fuera Ulises buscando su destino
pero al pasado, remando,
construyera hacia atrás su geometría.

Y hubiera llegado el verano
con un frío cuchillo de obsidiana
entre los dientes. Sonreiría ante la muerte
y entonces
brillaría el filo.
Y en la oscura hendidura de lo blanco
una flor siempre negra y mojada
una cosa enterrada
encarnada
recordando al cuchillo.

Pero cae una lluvia sucia sobre el campo del sueño
y la herida reabre.
No celebro el diluvio. Sólo duele la sima profunda
y el recuerdo anfibio de la aleta

y allá arriba la dorada cabellera de Ofelia
aún flotando.

(De El río vertical)







El río del cuerpo (IV)

Así, si en el cuerpo naciera el río,
si la poesía vertical
desgranara en él su pedrería
y voltearan a su paso los recuerdos,
agotadas margaritas
amarillas deshojadas los penares
los dolorosos desmayos como quebrados juncos
alegrías, camalotes brillantes
y espeso plancton, las dudas y temores.

Si pliegues en la ensenada de los años
así en él formaran las arrugas
desesperada la piel en su tersura
desconcertara al tacto, si engañara
la juventud antigua su luna oscura
ese espejo, como el cielo, de la vejez que viene

enjoyada yo andaría
cascando los brillantes abalorios
engalanada entre lo verde y lo fluido
entre las ondas verticales
los erectos remolinos
el elevado albur

allá en lo hondo.

(De El río vertical)



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