Biografía de Vera Pavlova: Nació en Rusia en 1963. Está considerada hoy en su país como una de las mayores poetas de su generación. Cuando aparecieron sus primeros libros Animal Celeste y Segunda lengua, y un poco más tarde El cuarto sueño (que le llevó en el 2000 al Gran Premio Apollon-Grigoriev), su aparición provocó reacciones tan fuertes como diferentes: sorpresa, admiración, pero también altivez, negación, desprecio. “Misterios del sexo” como temas principales de la escritura, vocabulario muy familiar, palabras groseras en poemas de amor chocaron el público, acostumbrado al otro tipo de lirismo, más convencional. Muchos creyeron que la poeta era una mistificación literaria, decían que bajo el pseudónimo Vera Pavlova escribía un grupo de hombres, pues la mistificación correspondía perfectamente a la libertad de expresión, a la escritura aérea de sus textos. Música y musicóloga en su juventud, a los 18 años empezó a escribir poemas y así encontró su verdadera vocación. Todo en la vida, en el mundo entero existe para ella dentro de una mirada de niño y dentro del lenguaje poético. Así, su Diario íntimo de una buena alumna es la crónica de una familia soviética ordinaria y un análisis perfecto de la infancia propia de la poeta, que sorprende por la exactitud de la expresión lírica. La originalidad de su obra no está en sus temas: amor, sexo, fisiología femenina, sino en su manera de presentarlos: ella habla de todo como por primera vez, sin olvidar, no obstante, lo que han dicho antes. Los poemas presentados aquí hacen parte de su último libro Letras a la habitación del lado. Mil y un poemas de amor.
en invierno: animal
en primavera: planta
en verano: insecto
en otoño: pájaro
el resto del tiempo soy mujer
LA JOVEN DUERME ASÍ
la joven duerme así
como si alguien estuviese soñándola
la mujer duerme así
como si mañana fuese a estallar una guerra
la anciana duerme así
como si bastara fingirse muerta
lo muerto y la muerte pasan
más allá del sueño
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Del libro: Letras a la habitación del lado
12
Rompí tu corazón
Ando sobre los añicos
Descalza
16
Estamos separándonos para siempre.
La alegría de oír tu voz
Vale más que la amargura de las palabras.
30
Después de la primera cita
no dormí nada
después de la segunda cita
dormí como muerta
después de la tercera cita
dormí como resucitada
después de la cuarta cita
dormí con mi marido
47
La musa inspira cuando viene.
La esposa inspira cuando se va.
La amante inspira cuando no viene.
¿Quieres que yo haga todo eso al mismo tiempo?
113
El sol me dice:
-¡Qué pestañas tan espesas tienes!
El viento me dice:
-¡Qué cabello tan fino tienes!
La lluvia me dice:
-¡Qué mejillas tan calientes tienes!
-Te amo. Es verdad.
¿Quién es? ¿Quién lo dice?
139
Aprendí a escribir para escribirte cartas
Aprendí a leer para leer tus cartas
Aprendí a contar para contar tus cartas
Aprendí a caminar para no hacer ningún paso hacia ti
189
Voy a escribirte cartas
donde no habrá ni una palabra
de coquetería, de juego, de bravata,
de halago, de mentira, de afectación,
de piedad, de insolencia, de maldad,
de especulación, de alienación…
Voy a escribirte cartas
donde no habrá ni una palabra.
195
Hay que cantar lo más alto posible
la canción de cuna para el amante
para que el amante oiga
una voz que viene de lejos,
Hay que cantar lo más bajo posible
la canción de cuna para el amante
para no despertar al marido querido
ni a los niños pequeños.
219
Me gusta besar los libros.
A ese le beso la pasta.
Y a este, le beso en las dos páginas,
Impetuosamente y tres veces.
237
De todas las interpretaciones que oí
la que está más cerca de la idea del autor,
la más profunda, más fina, más armoniosa, más meditada
es tu interpretación de mi nombre.
281
Ya sé
que la muerte no existe
todavía no sé
cómo
decirlo
a los muertos
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1.
Un roce ligero e inclinado
como caligrafía de niño pequeño:
quitas un cabello de mi mejilla
con movimiento vagamente cariñoso
que se lleva el rostro apenas arriba
y a la izquierda haciendome una geisha.
Inclinado y aún así en línea recta:
el camino más corto y rápido.
2.
El truco está en los sufijos, diminutivos y simpáticos:
disminuir primero, después apapachar
y apapachando reducir a nada
y después buscar aterrada, ¿dónde estás?
¿Te dejé caer en el hueco
que hay entre el cuerpo y el alma?
Y todo mientras tú estás aquí mismo:
en mis brazos. Tan grande, enorme.
3.
Primero, un breve cuidado, de superficie,
ligero, como coloratura, migajas
de pizzicato en sitios que apenas
requieren un trato brusco, tempestuoso,
después con un arco sobre las cuerdassecretas,
las que no se tocaron al principio,
después sobre las cuerdas que no existen
o mejor
sobre esas que nunca sospechamos que existían.
4.
¿Son mis palmas las que acarician tus hombros
o son tus suaves hombros los que acarician mis palmas
haciéndolas más secas, más afiladas, más perfectas?
Cuanto más se repite una caricia, más curativa.
El agua lenta desgasta la piedra, las caricias
hacen al cuerpo ligero, compacto, lo cincelan
como quiere ser
como una vez fue.
5.
¿Quién juega a la gallina ciega con quien tiene veinte,
a las escondidas con los de treinta?
El amor. Los disfraces,
las reglas simples, las apuestas tontas.
¿Es fácil a los treinta y cinco decir
adiós al amor?
Lo es y no por la gran vergüenza que supone
si no porque no hay punto más suave, más rosa,
más escondido que una cicatriz.
6.
Al alcance de la mano el prepucio,
lo sin carne, denso, resonante, sin barreras.
Tocarlo, porque por su naturaleza, forma parte
del misterio del ser sin cuerpo.
Me libero del cuerpo, pero continúa el temblor
y también el dolor y el gozo.
El temblor, el dolor, el gozo que no temen
que nunca vuelva la piel.
7.
Qué suave la sensación de hormigueo
cuántos temblores en lenta progresión.
A algunos les toma cinco minutos
ir de una vértebra a otra.
Durante años una mano gentil los ha entrenado,
los ha hecho ir de un vello a otro
hasta la línea de meta
hasta la locura, hasta… Hey
¿estás dormido?
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