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domingo, 5 de septiembre de 2010

1128.- LUIS ARMENTA MALPICA


Biografía de Luis Armenta Malpica:
Nació en Ciudad de México en 1961. Es poeta, traductor y director de Mantis editores. Ha ganado cuarenta reconocimientos nacionales e internacionales en poesía, cuento y novela, entre los que destacan los premios “Clemencia Isaura”, “Efraín Huerta”, “Ramón López Velarde”, “Alí Chumacero”, “Benemérito de América”, “Amado Nervo” e iberoamericano de poesía “Continentes”. Expremio de poesía Aguascalientes, en 1996.
Libros y poemas de su autoría han sido traducidos al inglés, francés, alemán, italiano, catalán, rumano, portugués, árabe y ruso.
Autor de 13 poemarios publicados: Voluntad de la luz, Cantara, Terramar, Des(as)cendencia, Vino de mujer, Nombradía ―desde el hielo anterior, Ebriedad de Dios, Luz de los otros, Ciertos milagros laicos, La pureza inaugural, Mundo Nuevo, mar siguiente, Sangrial y El cielo más líquido.




A espaldas de Dios

ω
Du reste, toute parole étant idée,
le temps d’un langage universel
viendra! …Cette langue sera de l’âme pour l’âme,
resumant tout,
parfums, sons, couleurs…
Rimbaud
(Carta a Paul Demeny, 15 de mayo de 1871)


La lingua ch’io parlai fu tutta spenta
innanzi che al’ovra inconsummabile
fosse la gente di Nembròt attenta:
Ché nullo effetto mai razionabile,
per lo piacer uman che rinnovella
seguendo il cielo, sempre fu durabile.
Opera naturale è ch’uom favella;
ma così o così, natura lascia
poi fare a voi secondo che v’abbella.
Dante




α

Al llegar a hombre
Dios se puso de espaldas a sí mismo.
La tierra de sus manos era la única tierra
sin embargo existían otros mundos
de un recuerdo deshabitado aún.
Este hombre estaba solo entre las solas cosas.
Se deshacía en crear sus nuevas piedras
y árboles
y no encontraba sombra que dejara
a la luz echar raíces.
No había amor en sus labios
el corazón del ojo andaba ciego
y sorda la nostalgia le frenaba el instinto
de amanecer un día siendo piel
en la vida de otros hombres.
Tarda muerte el olvido volaba
entre los pájaros.
Urdimbre de vocablos con un trino
por inmediata brújula
vértebras impalpables en las lamias
que engendrarían dragones
y sirenas
si existiese un larvario en el amate.
Pero escribir del reino de la vida
no formaría la vida
sin un grano de sal pulverulenta
sobre la hoja vacía. Sin
las arboladuras celestes de las olas
que desgastan la voz
contra los riscos del silencio
y el hambre
(tardo olvido la muerte).
En ese primer día de la marea
Dios recogió del barro la figura
que antes hizo en el sueño
y la puso en su trono para no estar ausente.
Así bajó a la tierra
que desbordó sus manos.

β

Abetos. Focas. Nieve.
En qué lugar estaba Dios
que todo yacía blanco y silencioso
igual que él estuviera entre las nubes que había
dejado lejos.
Lo llamaban Atlántida las olas
pero el hombre no podía articular esa palabra
sin que sintiera el frío más secreto
de los peces. Una espina
en sus venas. Musgo que parecía gatear
bajo los arrecifes de sus dientes.
Qué lugar tan sin dios
y con este hombre a cuestas de su paso.

γ

Acto de fe lo llama este hombre:
cuando quiso decir el nombre de los mares
todo cubrió de verde
levantaron el vuelo las palmeras
y anidó entre las rocas el recuerdo
de lo que había en la Atlántida.
Humareda de fe que se levanta
de la misericordia
del inicio del agua y del retorno al vna.
Aquí no es más la angustia la que rueda
porque te miro —los ojos ya lavados—
y te arropo con un silencio limpio
antes de acomodarte
entre mis sueños.

ν

Por la espalda de Dios nacen los niños.
Al costado del hombre, las mujeres.
Su boca es la del pez.
Sus ojos, aves.
Sin embargo la música le llega de los sueños
que tocan los amantes cuando comparten cama.

ξ

Este plato donde todos los días
comulgamos la sopa
—su grito más entero y mineral—
se hizo con una arcilla milenaria
(tenazas de crustáceos)
que camina en los dedos
al tocarnos.
Es el amor (la ternura caliente)
lo que desborda el plato.

ο

a Emilio Alanís Covarrubias
El silencio se instala en la más tierna cáscara
de un niño.
Ni los responsos pueden borrarle la sonrisa
que se quedó en el rostro
para pasar la vida
porque se echó a volar
tras un cometa.
Ahora el niño y sus padres envuelven una lágrima
en los suaves pañales de Lisboa
mientras con voz de leche
Dios escribe un poema
en las bardas
del cielo.

π

Ni el salmón está triste
ni el pescador contento.
La muerte, mientras tanto
navega
silenciosa
por otras manos secas.
El mar no se ha enterado de los dramas del mundo.
Los niños que seremos
miran caer el agua
de un poema.
Y Dios se va a buscar al hombre amado
mientras se cierra el cielo.

ρ

Dios no deja de pensar en estos hombres
que se hacen uno al otro
mientras se aman.
Y no se siente Dios.
Nada fue hecho por él que no se le parezca.
Es
tan solo
un espejo ya
quebrad
o.

σ

El hombre también es otro dios
adolorido
por todo lo no creado.

τ

Dios descubre su nombre ante los ciegos.
Antes que reverenciarlo
lo construyen
de un silencio de greda.
Cabe Dios en la flor
que pueden leer las manos si lo siembran
con su misma caricia.
Pero no dicen flor ante los hombres que la miran
porque pudieran derribarla.

υ

Cuando Dios se cree Dios
es menos hombre.

φ

Hizo
efímero
al hombre
en un instante
eterno.
Al herirse el costado anidaron dos rosas
en sus ojos
y acompañó a su sangre
un aleteo de buitres que intentaron asirlas
entre gritos.
Dios vive de nacer entre los hombres
si al observar su llaga ven las flores más rojas
y espantan a las aves
a costa de su vida.
Luego vendrán los hombres que traen
un buitre al hombro
y no creen en las flores
porque no hay sol en lo alto.
La noche los alumbre con sus sombras.
Al igual que las flores, el hombre
proporciona su perfume
cuando muere.

χ

para Antonio Porchia

Más llanto que llover
es observar los ojos de este Dios inundado
de los muchos recuerdos
que no sabe.
Su dolor va adelante: hace sombra a los otros
que lo han amado exiguos con sus cuerpos
arropados en la oración nocturna
los hábitos de la ira
la tormenta.
Llevan su dios al diablo del pecado
para crucificarlo muchas veces.
Para el hombre, la cruz
la forma el ser bienquisto
que lo abraza.
Dios lo atestigua
y ríe.

ψ

Para mostrar su existencia, Dios
se hizo hombre.
Y descubrió en el hombre su vocación
de luz.
Siempre apagó su fuego
cuando otro aceite ardía
entre la soledad, los sueños, la nostalgia.
Hoy desanda los pasos que asombraron
la nieve de la Atlántida.
Van sus puños vacíos para guardar
lo que contuvo en ellos:
el fósforo
naciente
de su voz
en la tierra.
Solo a Dios le fue dado conservar tal pureza.

ω

Vuelve a su trono el hombre
a la diestra del sueño que lo hace renacer
cada mañana.
Se ha olvidado de Dios
y de la tierra nueva que descubriera
un día en la espalda
del otro que dijera llamarse como él mismo.
Y por si falta
hiciera
toma un poco de la mínima luz
que agoniza en sus ojos
y la siembra en sus labios.
Por si el amor florece también en las alturas.







__________________________________________




Éste será después: un poema sin hombre
no es poema
y sin el pan transustanciado
las migas de la infancia
son la sed infinita
que ahora es
carcho.

Corcho y botella
sin abrazo de vino.
Porque se va la luz tras nuestros ojos.
En los trastabilleos
de la voz sale un pájaro
similar al que anduvo con su nombre
y sus venas.









Tengo ambición de cura
y sin herida en sangre
recibir las limosnas
los diezmos
la boca agradecida del huérfano
quizás en penitencia
y un futuro de armiño
en el armario.
El rezo nos reprueba
y pasa
a nuestro lado la imagen
que nos da
santo y seña de dones recibidos
niños en graduación
o nosotros
los de la herida abierta
sin sangre delatora
porque existe el curita.








Este cuerpo después
nos reivindica.
Inalcanzable sombra
qué sollozo de Dios habita en mí
si lo desando.

[Al fondo del jardín mis los otros hermanos
consumen la malagua de una tumba
abierta en lo reciente.]


Cuánta celebración por una ausencia:
hambre que acuna al niño
hembra que lo devora.
Leche de noche bebo
antes (después qué importa)
de lanzarme hacia el Sena.




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ELEGÍA SEGUNDA

Del viejo azufre del olvido en los balaustres
se sostiene esta casa.
Orilla demorada del sudor
y el cansancio sensual de ser feliz
por modestas victorias.
Esta piedad que se derrama en las soberbias
ánforas con vino hospitalario
sirve para brindar otra palabra al verso,
otro silencio al alba.

Turbia cruel desazón la del recuerdo
que se ha quedado fuera
que no llega a dormir ni en los dinteles
pero tampoco avisa que se cambió de calle,
de país, de memoria.
Este gusto amarillo, hermético en los ojos
que destilan los labios al pronunciar
las letras cabalgantes
penetra por la piel, la afina y rasga
con el suntuoso aceite de los sueños concluidos.

Basta decir, callar, trasponer un acento,
modificar un punto
exponer una rima, enrocar los pronombres,
sentarlos en el viejo sofá
de entre las sienes, para que el vino amargo
se haga dulce
y cambien los sulfuros por tialina
y esta casa renueve sus tapices,
las orlas del mantel, el parqué
de la entrada. Y que la boca vuelva a sentir
ese perfume a tiempo
mucho antes que la luz alcance al hombre
que recarga su mano en el balaustre
porque se siente viejo al no escribir.
Al no llegar a casa.
Al no tomarse un trago de su amorosa vida.









ANTES QUE LA LUZ

Miro un melocotón.
Tus labios lo aprisionan.
Escurre el zumo por tu cuello descalzo
(la cabeza hacia atrás)
con sus gotas minúsculas, guerreras.
Qué sucede allá abajo, en un bosque
conífero imposible
si la nieve domina el horizonte.
No lo sabe la luz
el aroma rojizo que despierta a la tarde
de su aridez profunda
ni la nube de pájaros que buscan su semilla
bosque adentro.
Solamente el deseo
que se muerde los labios
antes de que la lluvia derrita la pureza
de una trusa
y el fruto de los hombres llegue al cielo
por la vía más sagrada.








BOSQUE ADENTRO

Para todos los que eres
con tus vastos azoros, tu redondez salvaje
y misteriosa
que alabo y apaciguo entre las sombras
tengo un árbol de otro árbol
sus escarchas y nidos, la esquina
de su noche y un sol de ramas altas.
Nombre y fecha cruzados por la jara
de esta ciudad a medias
y su homenaje al oro
resultan inauditos para el follaje seco
que nos mira elevar una oración de savia
en la raíz más rígida del cuerpo
sin explotar
en lumbre.









UN SOL DE RAMAS ALTAS

El ansioso diciembre de mis pasos
no lo sintió llegar, oh
miserable.
Para este lento adiós no tengo abrigo
(continúa en el perchero)
ni sílabas de nieve.
Un sol ateo
se desvela mientras alumbro
lo que mi piel despide:
el cortejo de una sombra enterrada
bajo el césped
el rumor de la charla entre los grillos
un arrollo de orugas sobre esta hoja de maple
que renuncia a sus alas
de colores...
tanta vida entre las ramas tibias
de tu nombre









SOBRE ESTA HOJA DE MAPLE

Emparedado, sobre una hoja
el amor
va en hombros de la hormiga.
Se necesitan cientos
docenas de centenas de rojas coterráneas
de glóbulos en orden por la sangre
para llegar al sitio que lo salva.
Nosotros somos dos
(mucho mayores)
y a veces no podemos ni con las hojas
en las que damos cuenta de la hormiga
ni con el propio
pecho
del contrario.









PARA LLEGAR AL SITIO

Cuando se vaya el cuerpo
que desciende de su cabalgadura
¿se irá también el árbol que lo enlaza?
¿El bosque y el arrollo? ¿Este canto que sobre
el agua dejo?
Para llegar a Dios puedo viajar
sin cuerpo y sin montura, sin paisaje, sin ojos.
Porque el canto es mi vuelo aunque no exista
el ave








AUNQUE NO EXISTA EL AVE

Sordo aletear de mí bajo la lámpara
se afana en revelarme
su silencio.
La luz de mis mayores se erosiona
sin el agua del tacto
en el poema.
Mi bisabuela muerta sabe las demasiadas veces
que lo he escrito en las aves.
Y nunca se han quejado las palomas
en la jaula del cuerpo.
Pero el árbol se cansa de enjaular en su nido
mis cantos funerarios.










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