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sábado, 28 de agosto de 2010

957.- RUSSELL EDSON


Russell Edson, poeta americano, nació en el 1935 en Connecticut. Edson ganó una beca de Guggenheim en el año 1974, y ha publicado once libros de poemas, de prosa y una novela.




Angeles

Tienen pocos usos. Sirven sobre todo como objeto de martirio.
A ningún gobierno le preocupa lo que haces con ellos.

Como pájaros, y sin embargo tan humanos…
Se aparean mirándose mutuamente por un instante.
Sus huevos son como caramelos de goma blancos.

A veces se dice de ellos que impulsan al hombre a hacer con su vida más de lo que esperaba.
Pero ¿qué es lo que tiene que hacer un hombre con su vida?

… Arden maravillosamente en una llama azul.

Su llanto es como el chirriar de un gozne diminuto. Como el grito de un murciélago. Nadie lo oye.









Muerte de una mosca

Érase una vez un hombre que se disfrazó de mosca y fue por el vecindario depositando sus excrementos.
Bueno, algo ha de hacer, ¿no? le dijo alguien a alguien.
Por supuesto, le dijo alguien a alguien.
Entonces, ¿a qué viene tanto protestar? le dijo alguien a otro alguien.
¿Y quién protesta? Yo sólo digo que si no se baja de la pared de ese edificio la policía le disparará.
Ah, eso, por supuesto, no hay nada más atractivo que una mosca muerta.
Me encantan las moscas muertas, el modo en que me recuerdan a los individuos que han encontrado su destino.









El suelo

El suelo es algo contra lo que tenemos que luchar.
Aunque parezca una mera plataforma para que el ser humano adopte una postura, es ese lugar al que los hombres caen.
No estoy mareado. Me elevo como una torre, como un faro; el pálido rayo de mis sentidos fluye de mi rostro.

Pero si me marease me estrellaría contra el suelo; mi rostro daría contra él; mi atención sangraría entre sus grietas.

Querido lugar horizontal, no quiero ser una alfombra. No tires de la difícil cabeza, del oscilante bulbo de espanto y sueño.







El piloto

En lo alto, una ventana sucia en una habitación oscura es una estrella que un anciano puede ver. La mira. Puede verla. Es la estrella de la habitación; una peca eléctrica que ha caído de su cabeza y se ha clavado en la suciedad de la ventana.
El anciano piensa que esa estrella puede guiarlo. Piensa que puede usar el respaldo de una silla como el timón de una nave y conducir su habitación a través de la noche.
Se dice a sí mismo ¿tienes miedo, valiente capitán?
Sí, tengo miedo; no soy tan valiente.
Sé valiente, mi capitán.
Y toda la noche el anciano conduce su habitación a través de la oscuridad.








Tarde solitaria

Desde que el helecho puede ir al fregadero a beber agua, de buena gana me he impuesto la tarea de llevar dos vasos al fregadero.
Y así nos sentamos, mi helecho y yo, bebiendo juntos agua a pequeños sorbos.

Por supuesto, soy más complejo que un helecho, tan lleno de profundos pensamientos estoy, pero los arrincono a favor de la agradable compañía de una amistad vespertina.

No me importa beber agua con un helecho, es más, si por mí fuera cruzaría el cielo hasta Estocolmo bebiendo un bloody mary con un chorrito de lima.

Y así nos sentamos, bebiendo agua juntos en una tarde solitaria. El helecho contemplando sus frondas, y yo las mías.









La razón por la que el hombre armario nunca está triste

Ésta es la casa del hombre armario. No hay habitaciones en ella, sólo pasillos y armarios.
Las cosas ocurren en habitaciones. A él no le gusta que ocurran cosas… Armarios… se saca cosas de ellos, se guarda cosas en ellos, y no pasa nada.

¿Por qué tienes una casa tan rara?

Soy el hombre armario, puedo ir y venir, y nunca estoy triste.

Pero ¿por qué tienes una casa tan rara?

Nunca estoy triste…







Otoño

Érase un hombre que encontró dos hojas y entró en la casa sosteniéndolas con los brazos extendidos y dijo a sus padres que era un árbol.
Ante esto ellos dijeron entonces ve al jardín y no crezcas en la sala o tus raíces arruinarán la alfombra.
Él dijo estoy bromeando no soy un árbol y dejó caer las hojas.
Pero sus padres dijeron mira es otoño.








Autopsia

En un cuarto trasero un hombre realiza la autopsia de un viejo impermeable.
Su mujer aparece en el vano de la puerta con una lámpara y pregunta ¿cómo va eso?
Aún falta, aún falta, todavía voy por el forro, murmura él con impaciencia.
Sólo quiero saber si has encontrado algún coágulo de sangre.
¿Un coágulo de sangre?
Para mi collar.






Los filósofos

Pienso, luego existo, dijo un hombre, y de inmediato su madre le dio un golpe en la cabeza diciendo le doy un golpe en la cabeza a mi hijo, luego existo.
No, no, lo entiendes todo mal, gritó el hombre.
Entonces ella le dio otro golpe en la cabeza y gritó luego existo.
No es así, no es así; se supone que tienes que pensar, no dar golpes en la cabeza, gritó el hombre.

…Pienso, luego existo, dijo el hombre.
Doy golpes en la cabeza, luego ambos existimos, el que los recibe y el que los da, dijo la madre del hombre.
Sin embargo, llegados a este punto el hombre había dejado de existir; inconsciente, ya no podía pensar. Pero su madre sí podía. Entonces pensó, luego existo, y luego soy mi hijo inconsciente, aunque él no lo sepa.


Versiones de Jonio González

[http://campodemaniobras.blogspot.com/2011/01/russell-edson-tres-poemas-3.html]


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