"A veces tiemblo sobre la página blanca
y escribo en tercera persona para sentirme menos
y sé que hay pies que no saben pisar la arena
y que mi corazón no cabe en un sólo poema"
Grisicitudes. Pag. 19
*****
Puedo decir alto y claro:
no sé a dónde me dirijo,
me pesan los párpados,
a veces exploto y, otras,
tengo sequía de impulsos;
me marean las líneas del metro,
estoy harta de las hormonas,
los cambios y ser pezón y curva.
***
Te he imaginado muchas veces desnudándome
despacio, desabrochando los botones
de mi chaquetón y dejándolo caer
al suelo.
Te he imaginado kamasutreándome,
agarrándome con fuerza, besándome
con violencia y llenando las habitaciones
de recuerdos.
Acariciando mi piel, tocándome los pechos,
pasando la lengua por todo mi cuerpo
y compartiendo el primer café
de la mañana.
***
Pierdo la noción del tiempo.
Desaparecen las farolas
y edificios. La gente se disipa.
Todo se queda en silencio.
Entonces sólo estamos tú y yo.
Somos labios que hacen su trabajo
y besan, se aman, se demuestran;
también somos manos que recorren
los típicos caminos color carne.
Somos aquella pareja ausente,
ajena al vecino que sale
a tirar la basura, debidamente clasificada;
aquella pareja que llega tarde a todo,
menos a los besos y abrazos,
que siempre se está despidiendo
porque el adiós no les gusta,
porque despedirse no es sencillo
aunque mañana se vean de nuevo.
Porque decir adiós
suena a ruptura.
Porque decir adiós
no es sencillo.
AHORA LO ENTIENDO TODO
Es más fácil esconderse tras la cámara,
ser una fotografía. Vivir la vida
como si fuese una película.
Medir las palabras en píxeles abiertos
o cerrados que juegan a la ruleta rusa.
Ahora lo entiendo todo
y, por eso, me marcho.
Saray Pavón Márquez en Grisicitudes
(Cangrejo Pistolero Ediciones, Sevilla, 2009)
Me gustaría ser lesbiana
Me gustaría ser lesbiana para decirle a mi novio
otra excusa mejor que el “me duele la cabeza”.
Me gustaría ser lesbiana porque a los heteros
no le preguntan sobre su sexualidad.
Me gustaría ser lesbiana para tener el doble de posibilidades
de encontrar compresa si me pilla de sobresalto la regla.
Me gustaría ser lesbiana para no gastar
tanto dinero en preservativos.
Pero, sobre todo, me gustaría ser lesbiana
para discutir con mi padre y, por lo menos,
tener algo sobre lo que hablar con él.
Ars Amandi :
(el arte de amar)
Hay músicas, hay versos
condenados a conservar
el influjo de poetas
que descansan entre libros.
Lenguaje, métrica, temas...
palabras inusitadas
como el odio de Marinetti
hacia la dulce luna.
Rotos vínculos con lo real,
una destilación de sentimientos,
del fuego poético,
de poemas que son
y no dicen.
Arraigada evasividad
pese al pesimismo patente
en pasajes pasados.
Mas tú,
ese tú de carne y hueso,
de cuerpo y alma;
ese juego de oposiciones,
esa jubilosa fluidez
de versos libres.
Ese universo ajeno,
esa poesía desnuda,
ese sesgo entre pétalos y espinas.
Tú,
mi inspiración literaria,
mi anhelo del amor.
Tú,
palmo a palmo,
en cada verso,
en cada beso.
El verbo se hace carne:
La curva del mundo son tus labios moderados,
tus ojos, de la poesía sin viento, parte;
tu nariz, el ingrediente secreto, sería ya
y tu alma aljibes de claridad y de silencio
y las páginas que siguen, estimado lector.
Tus manos son las telarañas deshabitadas,
las dueñas de experiencias de paso, con mis huellas;
tu espalda corresponde a ese camino indirecto
del arte, la armonización de dos lenguajes,
mientras tu pelo es la vulnerabilidad pura.
Las vetas de la madera son tus dedos suaves,
tu saliva es un corazón de tinta, palabra
a palabra, aquella envoltura no carnal;
tu piel tan sólo va cubriendo aquella desnudez,
tu mirada es el efecto eco de los fragmentos.
Tu vientre es mi piano fetiche donde el ombligo
es el botón de apagado de historias de cuerpos,
tus dientes son la pasión que no piensa en nada,
que va de incisivo a pezón porque en tu boca o voz
el verbo se hace carne.
Soledad doblada:
Ya voy desmontando ese telón rojo,
quitando los paneles del tablado
y todos los hierros que lo soportan.
Recojo las copas, manteles y luz,
apago los altavoces, la tele
y mis ojos de mirada intrigada.
Limpio el suelo, los cristales y mi voz
que tiene tu nombre cosido a fuego.
Hoy barro la sombra, el miedo y tus labios.
Despacio, sin despertar a la noche,
cierro la puerta y voy por las lustrosas
veredas, con la soledad doblada
y las partículas del corazón
que van creciendo, lentas,
por mis manos.
De cuando estuve frente a ti:
Las palabras se quedaban sin pulso,
el jazz se me escurría por los dedos;
tenía la nuca empapada de ti,
y, de mis poemas, eras el centro
de gravedad.
Los cuerpos eran instantes sin uso,
mi voz buscaba, a mil kilómetros,
tu guerra; tan dormida hablaba de ti
mi boca e inerme latía el lucero
de soledad...
...que
mis lunares buscaban autobuses
de encuentro y, de espacios, más toboganes;
el verbo inspirado era nuestro aliento
sin mañana y tenía en mi costado
tus suspiros.
Mis manos temblaban como esas luces
de farolas, canciones y lugares,
y en nuestros pechos crecían, de viento,
tatuajes; tu voz tenía alma y fado,
y vacíos...
...que
tejían todas las noches de insomnio,
de un susurro, apagado, con Sevilla
en el paladar, con ese jazz suave, y
por mi escote se te escapaban ganas
de morderme.
Mi voz buscaba en ese diccionario
cómo hundirse en tu camino, en tu villa
o, quizá, en cada una de tus aves y
astillas ancladas en sábanas
sin simiente.
Las venas se quedaban sin palabras,
los dedos se escurrían del jazz sado;
te empapabas de mi nuca sudada
y mis poemas eran ese centro
de gravedad.
Los usos eran instantes sin cuerpo,
a metros, tu guerra de sábado
buscaba mi voz y la sal gastada;
mis mantas, tus piernas y mi lucero
de soledad.
Pero, tranquilo, que nada queda ya
de cuando estuve frente a ti.
Diástole:
Diástole
en el mundo de las letras,
vivo contraste de tinta
roja y negra.
Que caigan los telones,
que quiero ver como sale
el Sol en tu pelo negro,
ese ensamble de fuego y aire.
Para el zapping a la vida
y los días tropezando
unos con otros, vayamos
al refugio de canciones.
Que se acaben los inviernos
por los andamios aislados,
que la piel se curte lenta
si de mi mano te coges.
Quememos esas barreras,
si se mueve o si se esconde
el viento que nos impulsa,
si vienen nubes de paso.
Diástole,
que el mundo late de nuevo
y somos cuerdas vitales,
risas, mañanas.
El exilio
El exilio es terrible para el escritor
pues va tan inmerso en la naturaleza
de su tierra, que refleja su identidad
en relación con su ciudad, lenguaje
de sueños tan reflejo a su alma de letras.
Porque no es sólo escribir, es ver y sentir,
seguir con la mirada pasos ajenos,
darse cuenta del musgo que va creciendo
en una grieta de la roca; es hilvanar
los amaneceres.
El destierro implica volver a lo esencial,
al buen uso del vacío, del trayecto
sentir tantas pérdidas y que ya no sonríe
la luna en la estación del ferrocarril.
Viaje en duermevela, cigarros que matan
el hambre. Saber que los últimos versos
que te escribo, Sevilla, estos son; pisando
en esta tierra, tan tuya como mía.
Implica trenzar las hebras de las letras
para formar las palabras como cardos.
Porque el desarraigo temprano implica
hacerse mayor sin más delicadezas,
de golpe llegan las termitas del tiempo
y se filtra la alegría, los colores,
los atardeceres.
Saber que todos los gritos son sonidos
que el ser humano, con sus cuerdas vocales,
hace para ser escuchado en su pena;
que en la desolación los momentos en dos
se parten, se deshilachan con prisa.
Confesiones nocturnas
I
Empieza el juego de frío o caliente
y aún no se si vestirme de labios
sin dirección, tener una patria
de saliva y excesos, o ser una más
de tus prolongaciones sevillanas.
Mientras tu desnudez viste tu cama
y sólo se habla de ti en la trastienda
de mi paladar, le hago confesiones
nocturnas a la tristeza callada
de esta soledad tan mal compartida.
De tanto entregarme con cuentagotas,
de libido sin usar se me mancha
la sangre y la luna mira a lo lejos,
sorprendida. A cada paso esta vida
pierde más su autenticidad, su aliento.
II
Tan sólo quiero una breve narcosis
que nunca termine, relámpagos
de alcohol y garabatos de nubes;
o entregarme sin adornos, ni pinzas,
en poemas de versos contenidos.
Estas calles tienen ya demasiados
nombres y noches que respiran, lentas,
como los naipes de los jubilados;
pero confieso que me quiero libre
para enredarme, otra vez, con tus dedos.
O puede que no tarde en sumergirme
en el levante que me toca el alma,
o que me embarque, hoy, en una partida
de ajedrez imposible; o tal vez vuelva
con el peregrinar simbólico: tú.
III
A veces me decido a sobrepasar
la luna que se vuelve alcohol, le hago
el amor al verde azulado del mar
mientras pienso en ti. Tu cuerpo y ese deje
argentino que tienen tus pupilas.
Y quisiera quererte sin palabras,
que me sacases del sopor con tu voz,
que, sin compasión, abrieses mis poros
con un soplo de aire fresco; que con jazz
en tus ojos calmases mis latidos.
Pero ya, mi boca, hace las maletas
harta de sentirse desatendida,
suspira un puede que eso sea parte
del trato y deja caer tres miradas
de soslayo.
IV
Sigue el juego y yo... no se si continuar.
Me enredo a una mirada que gatea,
que salta mis barreras y pretende
que sepa, de nuevo, que hay razones
para amar, para otro tú que no eres tú.
Luego, sin más, le busco las cosquillas
a Granada, planeo viajes sin fin,
comienzo, ni motivos de antemano.
Camino con metáforas-garabato
y las reglas claras de ojos caídos.
Y digo tonterías y sonrío
demasiado, recito a Cortázar,
leo a Benedetti y vomito a Miguel
entre mis versos. Digo tonterías,
sonrío, pero pierdo el apetito.
V
Se que ya no hay narcosis posible,
que aquellos puntos y coma pretenden
inundar cada pliegue de mi cama;
que mis palabras salpican esquinas
de tu escala de valores, sin pleno.
Se que de nada me sirve la falta,
que no tengo, de motivos, coraje
e impulso para arranques de locura
transitoria, para llenar de fango
hasta mi alma o mi cintura de avispa.
Pero, a apagar el letrero de neón,
aún no me he decidido, ni a espantar
las polillas nerviosas e inseguras
que se esconden tras mi ombligo de luna,
cuando te escuchan hablarme sin tu voz.
VI
Mi boca, de ti sedienta, ya muerde
mis labios en pasión contenida,
mira, tiembla y baja la persiana
de mi cuarto para que no descubras
los matices de mis ojos marrones.
Mis dedos suspiran y piensan en ti,
quisieran un poco más de aire fresco,
del que sabe a ti, a tu cuerpo; pero no,
mi pelo se enreda y traga saliva
porque, ya, no te encuentro en mis espejos.
Mis paredes se llenan de tu nombre,
se rompe la complicidad de tu ojo
en mis labios, de mis versos en tu piel
y del despertador con tres miradas
de soslayo.
No queda tiempo
Un golpe de ataúd en tierra es algo
perfectamente serio.
Antonio Machado
Cuando no queda tiempo,
ni para llegar tarde,
ella baja por el río
y las escaleras.
Nos hace perdernos
de vista y tacto,
pone una mordaza
en nuestra boca,
arranca el pasado
y el presente
de cuajo.
Entonces sólo queda gente
yendo y viniendo,
subidas y bajadas
de tensión.
Entonces sólo queda el río
como mayonesa cortada,
cuerpos con tinte gris mortuorio
y el silencio de las palabras.
De Ese asunto pendiente
Se podría decir que he estado a punto de
no conocerte varias veces, que la huella
que aquellos años de infancia
me dejaron se reduce a una esquelética numeración
me dejaron se reduce a una esquelética numeración
de fechas,
a un cúmulo de vivencias, apasionadas
a un cúmulo de vivencias, apasionadas
y contradictorias;
que ando perdida cuando todos los llantos
que ando perdida cuando todos los llantos
que no lloré me muerden, patalean contra
mi cuerpo o me absorben.
A veces tiemblo sobre la página blanca
A veces tiemblo sobre la página blanca
y escribo en tercera persona para sentirme menos,
y sé que hay pies que no saben pisar la arena
y que mi corazón no cabe en un solo poema.
Pariré mis versos
A Pedro Luis Ibáñez Lérida
Las ambulancias lloran
y tu voz se apaga,
pero te escucho
amortiguando mis golpes,
los tuyos.
El mundo duerme
en su carne
y en nuestros párpados.
Pero pariré mis versos
en forma de nana,
acunaré la cordura
para que no te escapes
por los agujeros
de la poesía.
y sé que hay pies que no saben pisar la arena
y que mi corazón no cabe en un solo poema.
Pariré mis versos
A Pedro Luis Ibáñez Lérida
Las ambulancias lloran
y tu voz se apaga,
pero te escucho
amortiguando mis golpes,
los tuyos.
El mundo duerme
en su carne
y en nuestros párpados.
Pero pariré mis versos
en forma de nana,
acunaré la cordura
para que no te escapes
por los agujeros
de la poesía.
Grisicitudes, Cangrejo Pistolero
No hay comentarios:
Publicar un comentario