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martes, 17 de agosto de 2010

806.- CHARLES SIMIC


Charles Simic nació el 9 de mayo de 1938 en Belgrado, Yugoslavia. En 1953 emigró de su país con su madre y hermano para reunirse con su padre en los Estados Unidos. Vivieron en Chicago y los alrededores hasta 1958. Publicó sus primeros poemas en 1959, a los 21 años.En 1961 fue reclutado por el ejército estadounidense y en 1966 recibió su grado de Bachelor en la Universidad de Nueva York. Al año siguiente se publicó su primera colección completa de poemas, What the Grass Says. Desde entonces ha publicado más de 60 libros en los Estados Unidos y en el exterior. Entre ellos, Jackstraws (Harcourt Brace, 1999), fue nominado como Libro Notable del Año por el New York Times; Walking the Black Cat (Harcourt Brace, 1996), fue finalista del National Book Award en poesía. Le siguen A Wedding in Hell (1994); Hotel Insomnia (1992); The World Doesn't End: Prose Poems (1990), por el cual recibió el Premio Pulitzer en Poesía; Selected Poems: 1963-1983 (1990); y Unending Blues (1986). También ha publicado muchas traducciones de poesía francesa, serbia, croata, macedonia y esloveca, y cuatro libros de ensayos, siendo el más reciente, Orphan Factory (University of Michigan Press, 1998). También ha sido editor invitado de The Best American Poetry 1992. Elegido Canciller de la Academia de Poetas Estadounidenses el 2000, sus muchos premios y distinciones incluyen los de la Fundación Guggenheim, Fundación MacArthur y National Endowment for the Arts. Desde 1973 vive en New Hampshire, donde es Profesor de Inglés en la Universidad de New Hampshire.






La silla

Esta silla fue una vez alumna de Euclides.

El libro de sus leyes reposa sobre su asiento.
Las ventanas de la escuela estaban abiertas,
De suerte que el viento volteaba las páginas
Susurando las gloriosas pruebas.

El sol se puso sobre los dorados tejados.
Por todas partes las sombras se alargaron,
Pero Euclides no dijo nada de eso.

(De "Hotel Insomnia", 1992)



Guante perdido

He aquí un guante negro de mujer.
Debe haber significado algo.
Un considerado extraño lo dejó
sobre el buzón rojo de la esquina.

Por tres días el cielo estuvo agitado,
luego, hoy día, cayeron algunos copos de nieve
sobre el guante que alguien,
en el intertanto, había dado vuelta,
de modo que sus dedos podían cerrarse

un poco... sin formar un puño todavía.
Yo, en tanto, esperé, con la noche que venía.
Algo me dijo que no me moviera.
Aquí donde las llamas se alzan de los tarros de basura,
y los sin casa duermen de pie.

(De "Hotel Insomnia", 1992)




Primavera

Esto es lo que vi: nieve vieja en el suelo,
tres mirlos acicalándose,
y mi vecina que salió en camisa de dormir
a tender en la cuerda las camisas de su marido.

El viento matutino hacía difícil engancharlas,
levantó el vestido tan por encima de sus rodillas
que tuvo que dejar de hacer lo que estaba haciendo
y dio una buena carcajada mientras se cubría.

(De "Hotel Insomnia", 1992)




Escena callejera

Un muchachito ciego
con un letrero de papel
prendido en su pecho.
Demasiado pequeño para estar fuera
mendigando solo,
pero allí estaba.

Este extraño siglo
con sus matanzas de inocentes,
su vuelo a la luna,
y ahora él aguardándome
en una ciudad extraña,
en una calle donde me perdí.

Al oírme aproximar,
se sacó un juguete de goma
de la boca
como para decir algo,
pero no lo hizo.

Era una cabeza, la cabeza de un muñeco,
muy mordisqueado,
la levantó para que la viera.
Los dos sonrieron con una mueca.

(De "Hotel Insomnia", 1992)



Pirámides y esfinges

Hay una calle en París
llamada rue des Pyramides.
Una vez me imaginé que estaba llena
de arena y pirámides.

El domingo que fui allí a cerciorarme,
una pobre anciana que cojeaba
chocó conmigo sin verme.
Podría haber sido una egipcia
por su avanzada edad.

Apoyándose en un bastón y a prisa
pasó por las fachadas de las tiendas cerradas
como si hubiera un desfile en alguna parte,
o una ejecución para ver,
¡una cabeza ensangrentada sujeta por el pelo!

El día era frío. Ella pronto desapareció,
mientras yo examinaba un letrero de circo medio despegado
bajo el cual había otro
con la cabeza de una esfinge que me miraba.

(De "Hotel Insomnia", 1992)



La araña ausente

He aquí su tela, pero nunca vi una araña allí,
excepto una falsa, ésas hechas de goma
que se venden el fondo de una tienda
con adornos para peceras y juguetes para la bañera.

Queríamos una araña para asustar a Mary,
pero en cambio le compramos una serpiente de cascabel.
Se veía real. Se veía absolutamente mortal
con su lengua bífida saliente.

Ella gritó. No pensó que fuera divertido.
Su hermano lanzó la culebra a lo alto.
Se enrollaba y desenrrollaba como si tratara de volar.
Un árbol la enganchó. Le lanzamos piedras pero sin resultado.

Cuando llegó el invierno y el árbol perdió sus hojas
vmos la culebra agitándose en la rama
como si tuviera frío. La araña estaba
donde estaba
atrás en la tienda.

Era negra. Incluso sus ojos lo eran.
La tienda no tenía clientes para Navidad.
Los cientos de muñecas baratas en los estantes
precían asombradas, rosadas y desnudas más
allá de lo creíble.

(De "Hotel Insomnia", 1992)



Hotel Cielo Estrellado

Millones de cuartos vacíos con televisores encendidos.
No estaba yo ahí aún, pero vi todo.
El Titanic en la pantalla como un
pastel de cumpleaños hundiéndose.
Poseidón, el recepcionista nocturno, apagó las velas.

¿Cuánta propina deberíamos dar al botones ciego?
A las tres de la mañana la máquina vende-chicles
en el lobby vacío
con su espejo recién trizado
es la nueva Madonna con su niño.

(De "Hotel Insomnia", 1992)




El Tigre

En memoria de George Oppen

En San Francisco, ese invierno,
había una pequeña y oscura tienda
llena de Budas somnolientos.
La tarde que entré
nadie vino a saludarme.
Estaba parado entre los sabios
como si tratara de leer sus pensamientos.

Uno era enorme y hecho de piedra,
unos pocos eran del tamaño de la cabeza de un niño
y tenían manchas de color sangre seca.
Incluso había otros no más grandes que un ratón,
y parecían estar escuchando.

"Los vientos de marzo, vientos negros,
los arenosos vientos", escribió el poeta muerto.

Al ocaso su calle estaba vacía
excepto por mi larga sombra
abierta ante mí como tijeras.
Su casa estaba donde yo conté la historia
del soldado ruso,
ése que parecía chino.

Yacía herido en la cama de mi padre,
y yo le llevaba agua y fósforos.

A cambio de eso me dio un pequeño tigre
de marfil. Su hocico estaba abierto de cólera,
pero no tenía rayas.

Hubo una noche en que yo pinté
sus ojos de negro, su lengua de rojo.
Mi madre sostenía la lámpara para mí,
preocupada por el tipo de suerte
que esta bestia podría traernos.

El tigre en mi mano rugió suavemente
cuando estábamos solos en la oscuridad,
pero cuando puse mi oreja en la puerta del poeta
esa tarde, no escuché nada.

"Los vientos de marzo, vientos negros,
los vientos arenosos", escribió una vez.

(De "Hotel Insomnia", 1992)




En la Biblioteca

Para Octavio

Hay un libro llamado
"Diccionario de Ángeles".
Nadie lo ha abierto en cincuenta años,
lo sé, porque cuando lo abrí
sus tapas crujieron, las páginas
se derrumbaron. Allí descubrí

que los ángeles habían sido una vez tan numerosos
como especies de moscas.
El cielo al ocaso
Solía estar espeso de ellos.
Había que agitar las manos
para mantenerlos apartados.

Ahora el sol brilla
a través de las altas ventanaaas.
La biblioteca es un lugar apacible.
Ángeles y dioses se apilaban
en libros oscuros no abiertos.
El gran secreto está
en algún estante junto al cual la Srta. Jones
pasa todos los días en sus rondas.

Ella es muy alta, de modo que mantiene
su cabeza inclinada como si escuchara.
Los libros están susurrando.
Yo no oigo nada, pero ella sí.

(De "Gods and Devils", 1990)





El significado

Oculto como aquel niño pequeño
que no pudieron encontrar
el día que jugaba a las escondidas
en un parque lleno de árboles muertos.

¡Nos damos por vencidos! Gritaron.

Estaba oscureciendo.
Tuvieron que llamar a su madre
para que le ordenara salir.
Primero ella lo amenazó,
luego tuvo miedo.

Al fin escucharon una ramita
Quebrarse tras sus espaldas,
¡y ahí estaba!
el enano de piedra, el ángel de la fuente.

(De "Gods and Devils", 1990)





Carta

Queridos filósofos: me pongo triste cuando pienso.
¿A vosotros os pasa lo mismo?
Justo cuando estoy a punto de hincar los dientes en el noumenon,
alguna novia antigua me viene a distraer.
"¡Ni siquiera está viva!" grito a los cielos.

La luz invernal me hizo tomar ese camino.
Vi lechos cubiertos con frazadas grises idénticas.
Vi hombres de mirada sombría sosteniendo mujeres desnudas
mientras las maguereaban con agua fría.
¿Era para calmarles los nervios o castigo?

Fui a visitar a mi amigo Bob quien me dijo:
"Alcanzamos lo real cuando vencimos la
seducción de las imágenes".
Yo estaba dichoso, hasta que me di cuenta
de que tal abstinencia nunca sería posible para mí.
Me sorprendí mirando por la ventana.

El padre de Bob llevaba a su perro a pasear.
Se movía dolorosamente; el perro lo aguardaba.
No había nadie más en el parque,
sólo árboles desnudos con una infinidad de formas trágicas
que hacían más difíciles las cosas.

(De "Gods and Devils", 1990)





Shelley

Para M. Follain

Poeta de las hojas muertas barridas como fantasmas,
llevadas como multitudes pestilentes, te leí por primera vez
una noche lluviosa en la Ciudad de Nueva York,
con mi atroz acento eslavo,
recitando los melifluos versos
de un volumen desgastado, muy manchado
que había comprado temprano ese día
en una librería de libros usados en la Cuarta Avenida
administrada por un iniciado de los maestros de lo oculto.

El poco dinero que tenía casi lo gasté todo,
caminé por las calles con mi nariz metida en el libro.
Me senté en una sucia cafetería
con las moscas del verano pasado sobre la mesa.
El dueño era un ex marino
al que le había salido una joroba en la espalda
mientras contemplaba la lluvia, la calle vacía.
Estaba contento de verme sentado y leyendo.
Me volvía a llenar la taza con un líquido oscuro como el río Estigia.

Shelley hablaba de un rey loco, ciego y moribundo;
de gobernantes que no veían, no sentían, ni sabían;
de tumbas de las que un glorioso Fantasma podía
irrumpir para iluminar nuestro día tempestuoso.

Yo también me sentía como un glorioso fantasma
yendo a cenar
en un restaurante chino que conocía muy bien.
Tenía un mozo con tres dedos
que me traía mi sopa y arroz todas las noches
sin decir siquiera una palabra.

Nunca vi a nadie más allí.
La cocina estaba separada por una cortina
de cuentas de vidrio que sonaba débilmente
cuando quiera que se abría la puerta de entrada.
La puerta de entrada se abrió aquella noche
para admitir una pálida muchachita con anteojos.

El poeta hablaba del universo eterno
de las cosas... de destellos de un mundo más remoto
que el alma visita en el sueño...
De un desierto poblado sólo por tormentas...

Las calles estaban salpicadas de paraguas rotos
que se veían como fúnebres cometas
que esa muchachita china podría haber fabricado.
Los bares de la calle MacDougal se estaban vaciando.
Había habido una pelea.
Un hombre se apoyaba en un poste de luz con los brazos extendisos
como si estuviera crucificado,
la lluvia lavaba la sangre de su cara.

En un callejón débilmente iluminado
donde la acera brillaba como un espejo de sala de baile
a la hora de cierre...
un hombre bien vestido sin zapatos
me pidió dinero.
Le brillaban los ojos, se veía triunfante
como un maestro de esgrima
que recién había dado una estocada mortal.

Cuán extraño era todo eso... los desechos del mundo
esa oscura noche de octubre...
El amarillento volumen de poesía
con sus Esplendores y Penumbras
que yo estudiaba a la luz de las vitrinas:
farmacias y barberías,
temeroso de mi pequeño cuarto sin ventanas
frío como una tumba de un emperador niño.

(De "Gods and Devils", 1990)





La Fiesta de Compromiso

Encontré una llave
en la calle, la llave
de la casa de alguien
tirada allí, destellando,

hace mucho tiempo; aquel
que la perdió
no se a acordar de ella
esta noche, como yo.

Era una ciudad enorme
de muchas ventanas oscuras,
columnas y domos.
Yo estaba allí pensando.

La calle frente a mí
sombría, llena de peligros
ahora que sostenía la llave. Uno o dos

transeúntes nocturnos
sin prisa y graves
a la vista. El cielo encima de ellos
de una claridad no terrenal.

La eternidad celosa
del momento presente,
¡qué me ocurrió!
Y entonces el momento se había acabado.

(De "Gods and Devils", 1990)





La Gran Guerra

Jugábamos a la guerra durante la guerra,
Margaret. Había mucha demanda de soldados de juguete,
aquellos hechos de arcilla.
Los de plomo los habían convertido en balas, supongo.

¡Nunca se vio algo tan bello
como aquellos regimientos de arcilla! Solía tirarme al suelo
por horas mirándolos a los ojos.
Recuerdo que me miraban a su vez maravillados.

Cuán extraño deben haberme sentido
parados tiesos en atención
ante una enorme e incomprensible criatura
con un bigote de leche.

Con el tiempo se quebraron o yo los quebré a propósito.
Había alambre en el interior de sus piernas,
dentro de sus pechos, ¡pero nada en las cabezas!
Margaret, me aseguré.

Nada, ninguna cosa en las cabezas...
Sólo un brazo, de vez en cuando, el brazo de un oficial,
enarbolando un sable en una grieta
del suelo de la cocina de mi abuela sorda.

(De "Gods and Devils", 1990)





Supervisores Celestiales

¿Cuentan mis pasos meticulosamente?
¿Han llegado a una cifra
de muchos ceros separados por puntos?
¿Podría yo haber caminado hasta la estrella más cercana?
Rememoradme, por favor,
uno de mis primeros pasos,
quiero el traje planchado que usaba ese día
quiero que mi madre me coja la mano firmemente.

Esa debe ser mi abuela ahí
en el ataúd abierto. Sus manos están agrietadas
de tanto fregar
el suelo por el que caminamos con zapatos negros.

Los tres pasitos que di entonces
para que pudiera ser levantado y besarla,
y los tres igualmente pequeños que di para retroceder...
¿Todavía resuenan en magnitudes que retroceden eternamente?

¿Podría este perrazo sentado como una esfinge
junto a la gris costa atlántica
todavía oír crujir mis zapatos nuevos
al otro lado del mundo?

(De "Gods and Devils", 1990)
(Traducción Oscar E. Aguilera F. © 2001)





SENOS

Me gustan los senos firmes,
los senos rebosantes
protegidos por un botón.

Surgen en la noche.
Los bestiarios de los antiguos
que incluyen al unicornio
los han dejado fuera.

Perlinos, como el este
una hora antes de que se alce el sol,
dos hornos para la única
piedra filosofal
por la que vale la pena molestarse.

Llevan en sus pezones
cuentas de suspiros inaudibles,
vocales de deliciosa claridad
para la pequeña escuela roja de nuestras bocas.

En otras partes, la soledad
hace otra entrada tenebrosa
en su libro mayor, la miseria
pide prestada otra taza de arroz.

Se acercan: presencia animal.
En el granero
la leche se estremece en el cubo.

Me gusta llegar a ellos
desde abajo, como un muchacho
que se sube a una silla.
para alcanzar el jarro de compota prohibido.

Suavemente, con mis labios,
aflojar el botón.
Hacer que se deslicen en mis manos
como dos cubiletes de cerveza recién vertida.

Escupo sobre los tontos que no han incluido
los senos en su metafísica,
sobre los astrónomos que no los han enumerado
entre las lunas de la tierra...

Le dan a cada dedo
su verdadera forma, su alegría:
jabón virgen, espuma
en la que nuestras manos son lavadas.

Y cómo honra la lengua
a estos dos panecillos agrios,
porque la lengua es una pluma
mojada en yema de huevo:

Insisto en que una muchacha
desnuda hasta la cintura
es el primer y el último milagro,

que el viejo portero que en su lecho de muerte
pidió ver los senos de su mujer
por última vez
es el mayor poeta que ha existido.

Oh, mis queridas, mis pensativas gaitas.
Miren, todos duermen en la tierra.

Ahora, en la absoluta inmovilidad
del tiempo, acercando la cintura
de la que amo hacia la mía

verteré cada seno
como una pesada uva oscura
dentro del panal
de mi boca somnolienta.


Charles Simic

(Traducción de Guillermo Teodoro Schuster y
Juan Carlos Prieto Cané)





ESCOBAS

1

Sólo las escobas
saben que el diablo
aún existe,

que la nieve se pone más blanca
después de que un cuervo la sobrevuela,
que un rincón polvoriento y oscuro
es el lugar de los soñadores y los niños,

que una escoba es también un árbol
en el huerto del pobre,
que una cucaracha colgando allí
es una paloma enmudecida.




2

Las escobas aparecen en los libros de sueños
como presagios de una muerte que se aproxima.
Esa es su vida secreta.
En público se portan como solteronas de senos aplanados
predicando la virtud.

Son enemigas juradas de la poesía lírica
Acompañan al carcelero en la prisión.
Entran a la celda a oír confesiones.

Cuando menos lo esperas
Su estaca te golpea.
Y a solas, detrás de la puerta
de un conventillo condenado,
le susurran a nadie en particular
palabras como virgen viento eclipse de luna,
y el más sagrado de todos los nombres:
Hieronymous Bosch.





3

De ésta y no de otra manera
fue construida la primera escoba ancestral:
Es decir, arrancaron todas las flechas
de la espalda encorvada de San Sebastián.
Las ataron con la cuerda
con la que Judas se colgó.
Las metieron en el zanco
con el que Copérnico
tocó la estrella de la mañana...

Sólo entonces la escoba estuvo lista
para dejar el monasterio.
El polvo le dio la bienvenida;
ese gran pornógrafo
quiso inmediatamente
mirar bajo su falda.





4

La enseñanza secreta de las escobas
excluye el optimismo, el consuelo
de la pereza, los milagros asombrosos
de un vaso de aguardiente añeja.

Ella dice: los huesos acaban bajo la mesa
Las migas tienen sus opiniones propias.
La leche es el semen de ya sabes quién.
El ratón tiene el último chillido.

En cuanto a las famosas teorías
de la levitación, te sugiero recordar:
Sólo hay un Dios
y su profeta es Mahoma





5

Finalmente está tu abuela
barriendo el polvo del siglo diecinueve
e introduciéndolo en el veinte, y tu abuelo arrancando
una paja de la escoba para escarbarse los dientes.

Largas noches de invierno.
Amaneceres con milenios de profundidad.
Ventanas de cocina como cabezas
vendadas por el dolor de muelas.

La escoba barriendo detrás de ellos,
juntando los brillantes granos de polvo
en nítidas pirámides
que llevan tumbas adentro,

ya saqueadas por ladrones,
hace mucho, mucho tiempo.

(Traducción de Guillermo Teodoro Schuster y
Juan Carlos Prieto Cané)



ESTAMPILLA CON PIRÁMIDE

El niño solitario debe jugar sin hacer ruido porque sus padres
duermen la siesta. Se arrodilla en el piso entre las camas empujando
una caja de fósforos e imagina que él va sentado adentro. Hace calor.
Al destaparse, dormida, su madre ha dejado los senos al aire,
como si fuera la Esfinge. El auto, pues eso es lo que es, se mueve muy
despacio porque las ruedas se entierran en la arena.
Adelante nada,
salvo viento, cielo, y más arena.
-"Shhh" -dice el padre severamente al viento del desierto-.

(Traducción de Maria Negroni)



Ejercicio de Sombreo

A esta calle le vendría bien un poco de sombra
Y lo mismo va para ese niño
Que juega solo en el sol,
Que una sombra se dispare sobre él como un gatito negro.
Sus padres siempre sentados con las persianas abiertas.
La escalera al sótano
Ya casi no es usada
Excepto por un vagabundo ocasional.
Como un tropel de actores itinerantes ataviados para hacer Hamlet,
Las sombras nocturnas llegan.
Pasan sus días ocultas en los árboles
Fuera del palacio de justicia.
Ahora viene la parte difícil:
¿Qué hacer con las lápidas del camposanto?
Al sol no le importan las ambigüedades,
Pero a mí sí. Yo abro mi puerta y las dejo pasar.

Traducción: Eberth Munárriz

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