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martes, 17 de agosto de 2010

799.- LAURA WITTNER

Laura Wittner nació en Buenos Aires en 1967. Es Licenciada en Letras y trabaja como traductora. Publicó Pintado sobre una jaula (Grupo Editor Latinoamericano, 1985), El pasillo del tren (Trompa de Falopo, 1996), Los cosacos (Del Diego, 1998), Las últimas mudanzas (Vox, 2001), La tomadora de café (Vox, 2005) y Lluvias (Bajo la luna, 2009).


POEMAS DEL LIBRO "LA TOMADORA DE CAFÉ"

Dentro de casa

17.


Están volviendo
todas las historias infantiles;
todo está siendo sometido a juicio,
ya nada es pintoresco, material para poesía.
Los padres son los imputados
y parecen culpables;
nosotros ya empezamos
a parecer culpables.

18.

Se me dirá: doméstico es cualquiera.
Yo no lo niego, pero no puedo
dejar de advertir algunas cosas.
Grito entonces si la silla con rueditas
pasa por sobre el gancho imantado del morral
y observo cómo la cafetera
empieza a aparecer por todas partes
ostentando sus dibujos de vapor interno,
su cáustico fondo fangoso.

22.

Pensar en parques, en sonidos,
y añorar. Cuidar la fiebre,
querer con todo el corazón,
y envolver con todo el cuerpo.

23.

Yo me pierdo en las connotaciones,
dudo de la existencia
de las palabras; lo mismo
con la veracidad de ciertas caras.
Del otro lado de la puerta
mi hijo aprende todo
y se me hierve el agua del café.

24.

La coca chisporrotea
en un vaso
en la oscuridad.

40.

Fui y me creí todo,
y eso me hizo feliz. Vi
dos mariposas prendidas en el sweater
de la chica sufriente, que se había quedado trabajando
en la penumbra, y fue perfecto, me dije, porque
el entero sentido de esa escena
podía condensarse en, y deducirse de,
las dos mariposas en el pecho, en diagonal.



Cambios de luz

Las nubes deciden lo que nos hace esta penumbra, parece
que toda una familia de nubes migra
en una sola noche y por eso se apuran
una tras otra en esa línea de vapor mutante
que por fortuna atraviesa la luna
y es el apuro lo que las hace ir cayéndose, desprenderse
de cualquier forma en un instante, metiéndonos ideas
en la cabeza a vos y a mí que musitamos la palabra
de lo que vemos y en la segunda sílaba callamos
porque no es eso, está siendo otra cosa y así
no hay diccionario que resista.


La tomadora de café

...

2

Ilustración de la teoría del esfuerzo.
La necesidad del merodeo y la confinación,
de la queja, mirar la tele y aceptar que llueva
durante días. El aroma, la escalera que lleva al ventanal en L
y a la mesa con mantel azul serán una elección y no un refugio.
A esto lo llamaremos "proceso de mejoramiento":
con pocos trazos se compone una imagen
por la que hasta es posible caminar.
Una curva en la costa, tejados rojos,
un potrillito cómico que apura el tranco
para no perder de vista a su mamá. A la noche
veremos una estrella fugaz en el momento esperado.
Durante tres segundos se caerá del cielo,
y nos dejará en penumbras, en ascuas
bajo el resto de la vía láctea.
....

4

Otra vez sólida y eterna
en la oscuridad del microcine.
Cuántas películas sirven para que una mujer
vaya volviéndose linda: si tiene tacos, si no,
si tiene la nariz medio ganchuda pero esa
esa sonrisa a medio armar
y esos miedos poéticos que un buen director
sabe enmarañar con uno o dos
mechones sueltos cuando se trata de su actriz
o de su espectadora, a quien sin conocer
ilumina y maquilla,
dejando que se entregue
a voluntad
al deleite, en la oscuridad.
...

7

Se despertó el mundo. Se despertó la percepción.
Hicieron facturas en la panadería
antes del amanecer, y al kinoto le salieron cosas blancas.
Todo emana un perfume repleto y activo:
no se le puede dar más tratamiento
(un tratamiento mejor) que percibirlo.

....


Un poco verde, verde, muy verde

Agosto

Tras las lluvias, palomas empapadas aterrizan en la baranda del balcón.
Hay dos que intentan cortejarse, se cortejan.
El resto las repudia: ¿Cómo puede ser...?
Pero enseguida sus miradas fulminantes, sin elasticidad,
cambian de dirección. Con ellas van también
los negros – funestos – pensamientos.

Septiembre

Cayeron los primeros kinotos. Hubiera querido
tener un rincón donde quemarlos, mirarlos, esperar
que esta misma quietud traspasada de ácido y naranja
ardiera en el carbón, íntima pero invasiva.
En cambio hay dos frutos redondos
en silencio posados en la tierra.

....


Luna de miel

¿Qué croaba esas noches? ¿Ranas en semejante ciudad?
Volvíamos entre jardines, pero entrábamos a grandes edificios
para subir altísimo, fumar en los ventosos balcones,
dormir sin sueños, hasta la hora de desayunar.



Equilibrio

En los aviones y en los trenes, uno
se siente sólido y eterno.
Juan José Saer
(Dylan Thomas in America)



Tres versiones

Cheever vuelve de Manhattan y se acuesta

Camino y camino.
En calle Cincuenta y tres elevo una plegaria,
después almuerzo y veo el partido.
Vuelvo a casa en el tren,
tomo un poco de gin
y estudio italiano.
Me despierto a las tres de la mañana
paralizado por el pensamiento de lo que no hice
– mis dientes, por ejemplo. Y de pronto
creo ver con claridad
el pasadizo (en las relaciones humanas)
donde la línea entre creatividad y luz y oscuridad
y desastre
es fina
como un pelo.Y pienso
que es una carga heredada,
que mi madre ya cargaba con ella,
y que, como en todo, la luz
triunfará. Me parece ver el rostro seductor
de la sabiduría, la articulación, la poesía.
Algo que se puede cultivar, hacer que florezca
como una perversa tentación:
una cadena de falsas y suaves promesas,
una tierra artificial de leche y miel.
Digo entonces: que hay un gusano en la rosa
pero que no es fatal. Preferiría, sin embargo,
no tener esta visión de desastre.
Rezo por eso,
o por una comprensión más completa y relajada
de que la fuerza vital casi siempre está en disputa.



Irving intenta emocionar hablando del invierno

Delante de los focos, la nieve parpadea
como si esas dos que pasan arrojaran diamantes.
El llanto perpetuo de un bebé, la voz inquisitiva de un chico,
el frío agreste que se aleja
con su olor a manzanos sin plantar,
y su necesidad
de meter la pala en la tierra
para ver cuán profundo se retiró la helada.
Esperar, a ver qué pasa.
Esperar y ver qué pasa.



Mansfield y el tema de "pararse a mirar"

Después paseamos calle abajo.
Del brazo. Hacía calor.
Vos te apantallabas con el catálogo
y repetías: "mirá, mirá",
y nos parábamos 100 años a mirar,
para después seguir nuestro camino.



Otra ciudad

Cuando levanto la vista veo nieve,
nieve refulgiendo desde el televisor.
Como siempre, titilan sobre el mapa
los lugares donde una no está.
Seguro extrañaría el mercado de flores
y despertar en este piso octavo
que se abre desafiando al viento.
La verdad es que hubo un solo día de nieve
y que hay una posible segunda versión
para las cosas conocidas.
Las valijas están hechas desde siempre
y además están sobre el sofá
en posición de espera.
Ese momento dura, se sostiene,
es una manera de estar:
estar a punto de ser abandonado.
El pozo negro de las valijas hechas,
reverso del desembarco:
el deseo humano por lo incompleto
que se refleja, dicen,
en la predilección por lo pequeño,
lo breve, el fragmento.

De "La tomadora de café", Ediciones Vox, 2005



CERTEZA

No tengo idea dónde estoy;
perdí toda referencia. Lo único
que te puedo decir es que el rectángulo
de esta ventana apiña árboles
entre los que distingo una palmera,
una magnolia y varios tipos de coníferas,
y que todos se están balanceando con las ramas hinchadas
mientras emiten un uuuuuuu bastante agudo
incentivado por un espeso viento: lo único
que te puedo decir es que se viene
y que voy a ver llover en algún lado.



PACTO

La noción de que Popeye coma espinaca
siempre al límite, cuando ya no da más
y lo van a vencer, incluso salpicado
por unas cuantas gotas de ponzoñosa humillación,
que una querría limpiar
y esconder ante Olivia y ante el niño que admira,
igual que se repasa la mesada a cada rato
de migas, recurrentes almíbares, hasta hormigas a veces,
y todo se resuelva con ese ¡ting! del músculo
que responde en el acto (¿por dónde fue la fuerza,
por la sangre? ¡qué rápido llegó!), esa noción, pensaba,
en diversos momentos de la vida
se vuelve irrefutable.


(De: "Huecos", en: Lluvias)



EPIGRAMA

Dijiste algo y entendí mal.
Los dos reímos:
yo de lo que entendí,
vos de que yo festejara
semejante cosa que habías dicho.
Como en la infancia,
fuimos felices por error





LUNA DE PLÁSTICO

Estamos en un living oscuro
donde quiero todo menos lo que tengo.
Sin zapatos, en el piso, tomando vino
en vasos de cristal, ponen música fuerte
y me pregunto: ¿por qué nosotros nunca
ponemos esta música?
La posibilidad del placer me está haciendo levitar
y la imposibilidad del placer me marea.
Voy a asomarme a la ventana a tomar aire,
pero no hay más, aquí, que la estrecha confluencia
de patios traseros y escaleras para incendio,
la ausencia de sonido mordazmente agitada
por la música mágica, una oscuridad de afueras de ciudad
apenas conocida. Así que necesito ir a la calle.
Me pongo los zapatos, salgo,
bajo la luz marrón que el piso a cuadros se chupa como esponja,
y mientras tanto pienso, pienso.
¿Por qué nosotros nunca ponemos esta música?
Me paro en la vereda congelada. No hay olores.
No puedo distinguir la ventana
de donde vengo. Un grupo de hombres en las sombras
me vuelven al temor. Ay, pero, gracias.


TE DIRÉ DE QUÉ ESTÁBAMOS HABLANDO

me preguntaba
cómo podíamos mantener
una conversación tan tonta
toda la noche narrando
las proezas de la adolescencia
pero hoy al leer esta reseña
sobre una novela de Ridgeway
de pronto lo comprendo
te diré
de qué estábamos hablando:
del amor en habitaciones
tomadas por asalto
del amor cálido y seguro
todavía lejos
de la primera descarga de tristeza




A la noche va a llover

Lo dijeron en la tele;
lo dice el cielo que evidentemente
se va preparando pero sin apuro:
formula nubes blanduzcas
cada vez más opacas
y cada vez más dueñas y señoras:
levan, intentan hacer del cielo un techo,
exhalan ese perfume promisorio
transformador del tono molecular del aire.
Lo publicaron en el diario
con el dibujo de la nube gris
atravesada por el rayo;
sólo queda esperar, disimulando,
como si la certidumbre de la lluvia
no se volcara sobre nuestros actos
renovando del todo su carácter.


De noche de día

Sólo un cauce logró atravesar la persiana
y estamparse en el vidrio, que está sucio
de gotas anteriores, agrisadas, resecas.
Llegó triunfal, rebotó varias veces
y ahora es sendero oblicuo de lunares
acuosos casi sin profundidad,
milímetros de diámetro.
Aquí reventé, y me multipliqué,
dice el chorrito mañanero,
un poco confundido porque siendo las 11
el cielo es negro y no hace más que cernerse
en los sentidos 5 y 8 de la Real Academia.
Llover suave y menudo.
Amenazar de cerca algún mal.


Casa en el bosque

Afuera, restos de agua
cuelgan de las piñas que cuelgan de las ramas.
Varias formas ovales proponiendo desprenderse:
todo baja.
Acá, un silencio excelente. Ráfagas breves
de gotas de último momento sobre techos y vidrios.
La nube, que termina de exprimirse
y manda optimistas latigazos.
Un calor raro, sobreinducido,
para marearnos por la noche,
ahora, con el alerta de las naranjas y el café,
casi nos hace estallar de expectativas.
Coronando actividades mudas,
motores y fluidos que sabrán lo que hacen:
lo hacen, supongo, por nosotros.




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