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viernes, 13 de agosto de 2010

751.- DENISE LEVERTOV

Denise Levertov. Poeta y escritora estadounidense de origen británico. Nació en 1923 en Ilford (Inglaterra), y se formó en su propio hogar. Su madre leía para toda la familia obras de Joseph Conrad, Charles Dickens, y Leo Tólstoi. Su padre, un judío ruso convertido en sacerdote anglicano, fomentó su interés por el misticismo de los hasidim. Cuando contaba 12 años remitió algunos de sus poemas a T. S. Eliot y este le respondió ofreciéndole su consejo. Su primer libro de poemas, La imagen doble se editó en 1946. Se casó con el también escritor estadounidense Mitchell Goodman en el año 1947, viajaron a Estados Unidos en 1948 y adoptó la nacionalidad estadounidense en 1956. Su segundo libro de poemas fue, Aquí y ahora (1957), al que siguieron, A las islas por tierra (1958), Con ojos en la nuca (1959), La escalera de Jacob (1961) y Gustar y ver (1964). La guerra de Vietnam hizo que se apoyara la causa pacifista, como conferenciante y escritora. Por entonces escribió su principal libro de poesía, La danza de la tristeza (1967), donde expone sus sentimientos de dolor ante la guerra, y también ante la muerte de su hermana mayor. Publicó La respiración del agua (1987), Una puerta en la colmena (1989), Tren de la tarde (1992) y Ensayos nuevos y escogidos (1992). Murió en Seatle (E.E.U.U.), en 1998.



JULIO 1968


Altas hojas de un roble joven,
un joven arce,
son rojas, un rojo delicado
casi carmesí.
No soy joven,
y aún no soy vieja. Lo bastante joven para no ser capaz
de imaginar mi propia vejez. Algo en mi
saca hojas nuevas que son rojas también,
delicadas, fantásticas, en junio,
inicio del verano, primavera tardía en el norte.
Vivimos un tiempo sombrío. Se pensaría
que no hay verano. No hay hojas rojas.
Se pensaría que no hay
un alzar de celosías en la mañana
a un prado despierto con flores.
Sin embargo con mi penacho de hojas nuevas
despierto en ese prado,
una mujer loca de deseo.

(Traducción de Diana Bellessi)





Para Antonio Machado

Aquí, en el bosque de la montaña
una pequeña fuente furiosa
se canaliza a través de jóvenes árboles huecos
hacia un gran tanque de madera biselado con musgo,
y desde allí se desborda a una cisterna de cemento
y desde la cisterna, apaciblemente
en modestos arroyuelos
a la pradera donde pastan las vacas
y encrespados claveles salvajes, blancos y dulces
crecen al borde del sendero.
Machado,
viejo hombre,
hombre muerto,
quisiera que estuvieses aquí, vivo
para beber de la fría, fiel primavera con sabor a tierra
recibir las numerosas voces
de este arroyo,
ver sus danzas
de furia y ternura,
y escribir el austero poema
que hubieras visto en él.

Brunnenburg, 1971

(Traducción de Diana Bellessi)




LA CERTEZA

Han perfeccionado los medios de destrucción,
la ciencia abstracta casi visiblemente brilla,
tan refinadamente pulida. Armas inmateriales
que nunca nadie podría tener en las manos
se abren paso por la oscuridad, atraviesan grandes
distancias,
abriéndose paso por laberintos para llegar
a blancos que son conceptos—

Pero una antigua certeza
se mantiene: la guerra
significa sangre que se derrama de los cuerpos vivos,
significa extremidades cortadas, ceguera, terror,
significa duelo, agonía, huérfanos, hambruna,
prolongada desdicha, prolongado resentimiento y odio y culpa,
significa todo esto multiplicado, multiplicado,
significa muerte, muerte, muerte y muerte.

(Traducción de Cynthia Mansfield)




EL CRECIMIENTO DE UN POETA

VI

Hacer poemas es encontrar
una silla vieja en una zanja,
y traerla a casa
a la cueva del desván;
un caballo extraviado del corral,
un barco a la deriva en las malezas de la orilla,
fosforescente.

Luego en la mecedora rota
escaparse —a la realidad—.
Al reino de ambrosía y mendrugos
no se llega con esfuerzo y ahínco.

Recién cuando los pies comienzan
a danzar, cuando la silla
cruje y galopa,
se abren las puertas
y uno
se descubre
adentro
del reino sin rey.

(Traducción de Cynthia Mansfield)





DOMINGO EN LA TARDE
(México)

Después de la Primera Comunión
y el banquete de mangos y
pastel de bodas, las hijitas
de los comerciantes de café se acuestan
a dormir una larga siesta, y sus vestidos blancos
están acostados junto a ellas con quietud
y los blancos velos flotaban
en sus sueños mientras zumbaban las moscas.
Pero cuando la tarde
terminaba de quemarse se levantaron
y corrieron por el vecindario
entre las quintas a medio construir
animadas, animadas, pateando una bola de basket,
con otros vestidos nuevos, de terciopelo rojo.

(Traducción de J.C. Urtecho y E.Cardenal
Antología de la poesía norteamericana, Aguilar,
Madrid, 1962, Edición no bilingüe)




EL SECRETO

Dos niñas descubren
el secreto de la vida
en un repentino verso de
poesía.

Yo que no conozco el
secreto escribí
el verso. Ellas
me dijeron
(a través de un tercero)

que lo habían encontrado

pero no qué era
ni siquiera
qué verso era. Sin duda

ahora, más de una semana
después, han olvidado
el secreto,
el verso, el nombre del
poema. Las amo

por encontrar lo que no
puedo encontrar,
y por amarme
por el verso que escribí,

y por olvidarlo
y así
mil veces, hasta que la muerte
las encuentre, puedan

descubrirlo otra vez, en otros
versos
en otros
hechos. Y por

querer conocerlo,
por

asumir que hay
tal secreto, sí,
por eso
sobre todo.

Traducción: Florencia Fragasso



HIMNO A EROS

Oh Eros, silencioso sonriente, escúchame.
Deja que la sombra de tus alas
me acaricie.
Deja que tu presencia
me envuelva, como si la oscuridad
fuese un vellón.
Déjame ver esa oscuridad
lámpara en mano,
esta patria se convierte
en la otra patria
sagrada para el deseo.
Amodorrado dios,
detén las ruedas de mi pensamiento
para que sólo escuche
la nieve silenciosa de
tu abrazo.
Encierra a mi amado conmigo
en el anillo de humo de tu poder,
para que seamos, el uno para el otro,
figuras de fuego
figuras de humo
figuras de carne
vistas nuevamente en el ocaso.





SOBRE EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN

Es cuando por un momento enfrentamos
lo peor de nuestra naturaleza, y nos estremece
saber de la mancha en nosotros mismos, ese espanto
rompe la cáscara del entendimiento y penetra el corazón:
ni a una flor, ni a un delfín,
a ninguna forma inocente
sino a esta criatura vanidosa, segura
de que ella y no otra fue hecha a imagen de Dios,
Dios (compadeciéndose de nuestro vil
fracaso para evolucionar) nos confía
como huésped, como hermano,
a la Palabra.




CANCIÓN PARA ISHTAR

La luna es una puerca
que gruñe en mi garganta
Su enorme brillo me atraviesa
y el barro de mi agujero reluce
y estalla en burbujas de plata

Ella es una puerca
y yo una cerda y una poeta

Cuando abre sus labios blancos
para devorarme le devuelvo el mordisco
y la luna se sacude de risa

En lo oscuro del deseo
nos estremecemos y gruñimos, gruñimos y
brillamos




CAEDMON

Los demás hablaban como si
la conversación fuese una danza.
Yo, campesina, iba a romper la ronda
con mis pies torpes.
Pronto aprendí
a agazaparme
junto a la puerta:
cuando la charla empezaba
me despintaba la boca escabulléndome
de nuevo al establo
con las cálidas bestias
muda entre los ruidos corporales
de los simples.
Veía
al agitarse el aire iluminado
las motas de oro
moviéndose de la sombra a la sombra
lentas en ese despertar
de suspiros serenos.
Las vacas
masticando o revolviéndose o quietas. Y yo
en casa y sola a la vez. Hasta que
el ángel súbito me aterrorizó – una luz que borró
mi rayo endeble,
un bosque de antorchas, plumas de fuego, chispas volando:
pero las vacas tranquilas
como siempre, y nada se incendiaba
excepto yo, cuando esa mano de fuego
tocó mis labios y abrasó mi lengua
y arrastró mi voz
hasta la pista de baile.




CONTRABANDO

El árbol del conocimiento era el árbol de la razón.
Es por eso que probarlo
nos arrojó del Edén. Esa fruta
era para secar y moler hasta volverla un polvo fino,
un condimento para usar una pizca a la vez.
Probablemente Dios tenía pensado hablarnos
más adelante sobre este nuevo deleite.
Con él nos llenamos la boca,
atragantándonos de pero y cómo y si,
y de nuevo pero, sin saber.
Resulta tóxico en grandes cantidades, los vapores
se enroscaron en nuestras cabezas y en torno de nosotros
formando una nube densa que endureció como el acero,
un muro entre nosotros y Dios, Que era el Paraíso.
No es que Dios no sea razonable, es que la razón
en semejante exceso era tiranía
y nos encerró entre sus límites, una celda pulida donde
se reflejaban nuestros propios rostros. Al otro lado
de ese espejo vive Dios,
pero a través de la hendija donde la valla no alcanza
a tocar el piso, se las arregla
para colarse – una luz que se filtra,
esquirlas de fuego, una música que se oye
luego se pierde, y luego se oye otra vez.




ESPERO

En los bancos, en las esquinas
de las salas de espera de la tierra,
al lado de árboles cuya savia se eleva, se eleva
para escapar en hojas grises y perderse
en el aire último.

Espero
por quien viene al fin,
tarde, perdido, por siempre
añorado, caminando
no mi camino sino cruzando
la esquina donde yo espero.





EL GOLFO II
(Fines de diciembre, 1968)

Mi alma es un muchacho negro con un largo camino
que recorrer,
un largo camino para saber si lo negro es hermoso.
¿Pero no vuela tu alma, no sabes quién eres?

Vuela, ha volado, sí, poemas y alabanzas
lo atestiguan, pero como un gastado barrilete,
la seda vieja remendada con papel,
resiste al viento, tropieza, se ladea,
está cayendo.
¿Y hablaste de ella
como de un muchacho?
Aquel muchacho con largos, fríos
tallos de gladiolos robados doliendo en sus brazos:
sin lugar adonde ir.


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