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jueves, 12 de agosto de 2010

740.- IVES BONNEFOY

Yves Bonnefoy nació en Tours (Indre-et-Loire) el 24 de junio de 1923. Es, sobre todo, un poeta y prosista francés de primera importancia. Pero, además de ser un gran crítico literario, Bonnefoy ha escrito ensayos fundamentales sobre arte y artistas del Barroco y del siglo XX, sin olvidar a Goya.

Poesía y relatos:

Traité du pianiste, 1946; ampliado en 2008.
Du mouvement et de l'immobilité de Douve, 1953.
Hier régnant désert, 1958.
Anti-Platon, 1953.
Pierre écrite, 1965.
L'Arrière-pays, 1971.
Dans le leurre du seuil, 1975.
Rue Traversière, 1977.
Poèmes (1947–1975), 1978.
Entretiens sur la poésie, 1980.
Ce qui fut sans lumière, 1987.
Récits en rêve, 1987.
Début et fin de neige, con Là où retombe la flèche, 1991.
La vie errante, con Une autre époque de l'écriture, 1993.
L'encore aveugle, 1997.
La Pluie d'été, 1999.
Le théâtre des enfants, 2001.
Le cœur-espace, 2001.
Les planches courbes, 2001.
La longue chaine de l'ancre, 2008.


El adiós

Hemos vuelto a nuestro origen.
Fue el lugar de la evidencia, aunque desgarrada.
Las ventanas mezclaban demasiadas luces,
Las escaleras trepaban demasiadas estrellas
Que son arcos que se hunden, escombros,
El fuego parecía arder en otro mundo.

Y ahora hay pájaros que vuelan de una habitación a la otra,
Los postigos se cayeron, la cama está cubierta de piedras,
La chimenea llena de restos del cielo que van a apagarse.
Allí, por las tardes, hablábamos casi en voz baja
Debido a los rumores de las bóvedas, allí, sin embargo,
Formábamos nuestros proyectos: pero una barca,
Cargada con piedras rojas, se alejaba
Irresistiblemente de una orilla, y el olvido
Depositaba ya su ceniza en los sueños
Que sin fin recomenzábamos, poblando con imágenes
El fuego que ardió hasta el último día.

¿Es cierto, amiga mía,
Que no hay más que una palabra para nombrar
En la lengua que llamamos poesía
El sol de la mañana y el de la tarde,
Una para el grito de alegría y el de angustia,
Una para el desierto río arriba y los golpes de hacha,
Una para la cama deshecha y el cielo tormentoso,
Una para el niño que nace y el dios muerto?

Sí, lo creo, quiero creerlo, pero ¿qué sombras
Son ésas que se llevan el espejo?
Y, mira, la zarza crece entre las piedras
En el camino de hierba aún apenas abierto
Por el que nuestros pasos iban hacia los jóvenes árboles.
Hoy me parece, aquí, que la palabra
Es el pesebre medio roto del que se escapa
En cada amanecer de lluvia el agua inútil.

La hierba y en la hierba el agua que brilla, como un río.
Todo está siempre a la espera de que una vez más se lo ate al mundo.
Sé que el paraíso está diseminado,
Es tarea terrestre el reconocer
Sus flores dispersas en la hierba pobre,
Pero el ángel ha desaparecido, una luz
Que no fue, de golpe, sino un sol poniente.

Y como Adán y Eva caminaremos
Por última vez en el jardín.
Como Adán el primer pesar, como Eva la primera
Osadía, querremos y no querremos
Pasar por la puerta baja que se entreabre
Allá a lo lejos, en la otra punta del ronzal, coloreada
Como auguralmente por un último rayo.
¿Se toma el porvenir en el origen
Como cabe el cielo en un cóncavo espejo?
¿Podremos recoger, de esa luz
Que fue de aquí el milagro,
En nuestras sombrías manos la simiente, para otros charcos
En el secreto de otros campos "cercados de piedras"?

Por cierto, está aquí el lugar para vencer, para vencernos,
El lugar de donde salimos esta tarde. Aquí sin fin
Como esa agua que se escapa del pesebre.




La rapidez de las nubes

La cama, la ventana cercana, el valle, el cielo,
La rapidez espléndida de esas nubes,
La súbita garra de la lluvia en los cristales
Como si la nada rubricase el mundo.

En mi sueño de ayer
El grano de otros años ardía a fuego lento,
Sin calor, en el suelo embaldosado.
Descalzos, lo apartaban nuestros pies como un agua límpida.

¡Oh amiga mía,
Qué distancia tan débil separaba nuestros cuerpos!
La hoja de la espada del tiempo que merodea
Hubiese allí buscado en vano lugar para vencer!




Noli me tangere

De nuevo en el cielo azul vacila el copo
De nieve, el último copo de la gran nevada.

Y es como si en el jardín entrase aquella que
Bien había debido soñar lo que podría ser,
Esa mirada, ese dios simple, sin memoria
Del sepulcro, sin otro pensamiento que la dicha,
Sin otro porvenir
Que su disolución en el azul del mundo.

"No me toques, no", le diría él,
pero hasta el decir no sería luminoso.


Traducción de Carlos Cámara y Miguel Ángel Frontán




PERO QUE SE CALLE ESA QUE VELA

Pero que se calle esa que vela todavía
En el hogar, su rostro caído entre las llamas
Que permanece sentada, careciendo de cuerpo

Que habla de mí con los labios cerrados,
Que se levanta y me llama, careciendo de carne,
Que se aleja abandonando su cuerpo dibujada,

Que ríe siempre, habiendo muerto la risa hace tiempo.



A MENUDO EN EL SILENCIO

A menudo en el silencio de un abismo
Oigo – o deseo oír , no sé-
Un cuerpo que cae entre las ramas. Larga y lenta
Es esta caída; ningún grito
Viene nunca a interrumpirla y darle fin.

Entonces pienso en las procesiones luminosas
En un país que no nace ni muere.




LA IMPERFECCIÓN ES LA CIMA

Sucedía que era preciso destruir y destruir y destruir,
Sucedía que la salvación sólo era posible a ese precio.

Arruinar el rostro desnudo que asciende en el mármol,
Machacar toda forma , toda belleza.

Amar la perfección porque ella es e umbral,
Pero negarla una vez conocida, olvidarla muerta

La imperfección es la cima.




TE ACOSTARÁS SOBRE LA TIERRA

Te acostarás sobre la tierra sencilla,
¿Quién te dijo que te pertenecía ?

Desde el cielo inmutable, la luz errante
Volverá a comenzar la eterna mañana.

Creerás renacer con las horas profundas
Del fuego negado, de fuego mal extinguido.

Pero el ángel vendrá con sus manos de ceniza
Para calmar la fiebre del día que nace.




FÉNIX

El pájaro irá al encuentro de nuestras cabezas.
Para él se alzará un hombro sangriento.
Cerrará alegre sus alas sobre la cima
De tu cuerpo, el árbol que tú ofrecerás.

Cantará largo tiempo alejándose entre las ramas
La sombra vendrá a marcar los límites de su grito.
Pero rechazando toda muerte inscrita en sus ramas
Se atreverá a traspasar las crestas de la noche





El libro, para envejecer

Estrellas trashumantes; y el pastor que se inclina
Sobre la dicha de la tierra; y tanta paz
Como ese grito irregular de insecto
Que un dios pobre modela. De tu libro
Subió el silencio hasta tu corazón.
Corre un viento sin ruido en los ruidos del mundo.
Lejos sonríe el tiempo, por dejar de existir.
Sencillos en el huerto son los frutos maduros.

Envejecerás
Y, al perder tu color en los árboles,
Al formar una sombra más lenta sobre el muro,
Al ser amenazada la tierra, al fin, de alma,
Retomarás el libro donde lo abandonaste,
Y dirás: Eran ésas las últimas palabras oscuras. -




*****


¿Qué asir sino lo que se escapa?
¿Qué ver sino lo que se obscurece?
¿Qué desear sino lo que muere
Sino lo que habla y se desgarra?

Palabra próxima a mí
Qué buscar sino tu silencio,
Qué resplandor tan profundo
Tú amortajada conciencia,

Palabra, ¿dique material
Sobre el origen y la noche?

(De Du Mouvement et de L`Immobilité de Douve, 1953 )




Para la Tierra del Alba

Alba, hija de las lágrimas, reestablece
La habitación en su paz grisácea
Y en su orden al corazón. Tanta noche
Pedía al fuego que decline y se acabe,
Más nos vale velar cerca del rostro muerto.
A penas se ha movido… ¿El navío de las lámparas
Entrará al puerto que lo había llamado,
Aquí, sobre las tablas, la flama hecha ceniza
Crecerá más alta en otra claridad?
Alba, toma, levanta el rostro sin sombra,
Colorea poco a poco el tiempo recomenzado.




TENDRÁS QUE ATRAVESAR LA MUERTE PARA VIVIR

La luz profunda necesita para mostrarse
de una tierra aplastada y crujiente de noche.
Es de un tronco tenebroso que se exalta la llama.
La palabra misma necesita una materia,
Una ribera inerte más allá de todo canto.

Tendrás que atravesar la muerte para vivir,
La más pura presencia es una sangre derramada.



UN PAÍS QUE NO NACE NI MUERE

A menudo en el silencio de un abismo
Oigo –o deseo oír, no sé-
Un cuerpo que cae entre las ramas. Larga y lenta
Es esta caída; ningún grito
Viene nunca a interrumpirla y darle fin.
Entonces pienso en las procesiones luminosas
En un país que no nace ni muere.

A menudo en el silencio

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