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lunes, 30 de agosto de 2010

1000.- SALAH AL-HAMDANI


Salah Al Hamdani, Bagdad, lraq, 1951- Poeta y hombre de teatro francés de origen iraquí, se exilió en Francia en 1975. Comenzó a escribir en una prisión política en lraq a la edad de veinte años. Fue un opositor a la dictadura de Saddarn Hussein, sus guerras y la ocupación anglo-americana de lraq. Regresó a Iraq sólo después de la caída de la dictadura en 2004. Ha publicado varios libros de poesía, novelas y cuentos en francés y en árabe.





Sólo el viejo tapiz florecía en el suelo

La casa había cambiado de dirección
mi foto había cambiado de sitio
la mesa había sido plegada detrás de la puerta
la silla de mi padre también,
sólo el viejo tapiz florecía en el suelo.

Te encontré al fin
en un jardín desnudo
con tu gran chal negro
el espíritu a la deriva
enhebrado en tus rezos
la edad cosida sobre el rostro.

He creído estrechar una palmera agonizante
después en mis brazos
he reconocido a mi madre.

Salah Al Hamdani, poema incluido en el libro
Bagdad à ciel ouvert, editorial: Êcrits des Forges-2006.






Poemas antes del regreso de Salah Al-Hamdani
pertenecen al libro Bagdad a cielo abierto, editorial:
Ecrits des Forges et L’idée bleue, Trois-Rivières,
Québec, 2006.


Traducción del francés por Myriam Montoya


Poemas antes del regreso


(1)

Después de todos estos años de alejamiento,
creía... como ese barco enraizado en medio
de las rocas,
como esta bandera izada sobre la colina...
Creía... sí, quizá... que había una casa
en la ciudad allá.

Después de la guerra, en alguna parte en una calleja
o en el espejo, alguien me hará un signo...
Una hermana, una muerta, el cadáver de un padre,
un hermano desdentado... Personas me llamarán
por mi nombre. O bien un desconocido con la oreja
cortada y sin sonrisa, me esperará y me dirá:

“La casa de tus padres no es aquí.
Hay que ir todavía más lejos.”



(2)

Los pliegues del rostro, sus arrugas sofocantes
lejos de un vejez serena, estos años que bañarán
de una mirada contemplando el llano,
funden en mí como estrellas.
He prometido de no descargar en nadie mi cólera,
el lenguaje de guijarros de la montaña, el Aubrac
y el desierto... El viaje, la vida, las palabras cortante,
a servidumbre, el trabajo y mi amor por ti.
Todo eso llega naturalmente de un encuentro
con el insoportable recuerdo.

Los días difíciles acompañan mi espera, mientras
que hombres contrahechos, sin corazón, fustigan
con enormes ramas de olivo, el cuerpo de una mujer
que no más sonrisa, rostro, ni mirada hacia el horizonte.


(3)

De nuevo el horizonte ha venido como un difunto
enterrado una mañana de invierno, con su última
palabra íntima al viento. Cosa extraña, vuelvo
a sentir en mí un acantilado que protege este
azar, el rostro familiar de este cielo poniente.
Al destello de reverberos, he cogido la mano
del horizonte, tu cara en la mía, los he arrastrado
detrás de mis valles íntimos. Llegado al rocío
del bosque, al extremo de la tierra, siempre
contra mi cuerpo, los he mecido como una noche
sin sueño, una luna en el corazón de las estepas.
Era dichoso, quiero que, mañana, todo vuelva
a comenzar como en nuestros sueños!

Las guerras, de las guerras para amarrar
en el hormigón.

El elefante se aleja solo para morir, el escorpión
e pica de certeza y el 9 de marzo de 2003,
Saddam caerá quizá.


(4)

En el curso de nuestra travesía
donde dibujamos tantos ríos
y campos gimientes
nuestros cuerpos están abiertos
reteniendo el deseo del pasado

En mi cuarto acogí en plena brazada la tempestad
y he sido aquél que lloraba su vida
en el hueco del espejo.


(5)

Vuelvo a descender al interior de mí mismo.
Abro la ventana y cierro el cielo sin nubes,
de pie, el rostro
en el vacío. Ahora boy a poder reflexionar antes
de ver de nuevo mis semejantes. Antes de este
descenso
en mí mismo, la única cosa que recibí de los otros,
es esta posibilidad de estallar el pasado
como un balón, de dejar correr el contenido
sobre mi cuerpo como un aguacero hasta
el ahogo del pensamiento.

Pronto será el verano allá.
No hay casi más nubes sobre los tejados
de la ciudad, más aire fresco en las miradas
y las palmeras están abandonadas
al espejismo.


(6)

Al incendio que devora
a la caída de la oscuridad
restos de nuestro amor

Tus ojos y mis heridas se acuerdan
de tu mirada de hembra
en este mundo de hombre
cuando la tarde pone al desnudo la memoria
frente a la soledad de un árbol
ahogando en el viento.


(7)

Vivir a la inversa
vivir aferrado
a una esquina del papel
al cabo de un hilo
un fragmento de nube
chocando la ventana.


(8)

Se abalanzan en mi garganta
como una camisa cosida por las mangas

Sí detesto el grito del sol en el plato vacío
y también la muerte que vigila en el árbol muerto

Llueve en mí
aguaceros de sollozos
y allá
a una distancia de lamento
en una maleta
el olvido busca como salir.


(9)

Un Señor aquí es un Dios allá
Nada han previsto para reescribir el dolor
nada para los caminos sin retorno
nada para cubrir la piel de esos días
de los que han arrancado el corazón

Después del nacimiento
desde el exilio
dirijo mis venas para tatuar sobre mi cuerpo
la frontera
mis ojos rampando bajo la tierra

Me agazapo
tendido como una presa
para la tumba
avanzo a contracorriente

Y siempre ese muro.


(10)

En el vientre de la mujer
hay palabras
que
como la palabra de la humanidad
merodean
invisibles
y funden mi grito.


(11)

Desde ese tiempo
doblo mis días
limpio el cielo
y suspendo mi alma
delante de el cementerio de mis hermanos

Sobre vuestra tierra lejana
me balanceo
de una guerra a la otra
de una derrota a la otra
y me deshago de mis heridas
como un soldado busca un abrigo

Sí madre
un soldado ya muerto
no se sacrifica.


(12)

Es así
que el cuerpo del amante se tiende sobre el otro
este otro la piernas ofrecidas al cielo
mientras que la primavera estira sus brazos
hacia el verano que la tierra derrama su polvo
sobre el rostro de la muerte
y que un niño sonríe a los ojos de su madre

Un obrero extranjero se impregna
de un perfume de domingo
penetra aun el cuarto sombrío
donde su mujer llora
mientras que en la lejanía esa noche
se reúnen los hombres
para sembrar el horizonte.


(13)

Oh nube arriba de los alambrados
en la extremidad del invierno
con un viento que se pasea muy alto
Las palabras soplan al alba y dan frío
sin embargo conocemos bien
el lamento del pájaro que anida sobre una tumba
la agitación del día sobre un haz de árboles en el vacío
y la caída de los sentimientos
con ese lago que zozobra en la hierba con furor

Una vez todavía resonarán mis llamados a la nube
a través de los barrotes

Entonces a pie limpio
juego con el columpio
bajo la mirada de una tropa de camellos
que se desvanecen en el espejismo.


Estos poemas de Salah Al Hamdani,
pertenecen al libro Bagdad a cielo abierto.
Traducción del francés
por Myriam Montoya, 2009.







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