Olga Acevedo (1895-1970). Poeta Chilena. Fue una de las fundadoras de la Alianza de Intelectuales de Chile para la defensa de la cultura. Autora de: “Los cantos de la montaña”, Editorial Nascimento, Santiago de Chile, 1927, “Siete palabras de una canción ausente”, (prologo de Aída Moreno), Imprenta El comercio, Santiago de Chile, 1929, “El árbol solo”, Editorial Nascimento, Santiago de Chile, 1933, “La rosa en el hemisferio”, Editorial Nascimento, Santiago de Chile, 1937, “La violeta y su vértigo”, Editorial Nascimento, Santiago de Chile, 1942, “Donde crece el zafiro”, Editorial Nascimento, Santiago de Chile, 1948, “Las cábalas del sueño”, (Ilustraciones de Susana Mardones), Editorial Nascimento, Santiago de Chile, 1951, “Isis”, Editorial Nascimento, Santiago de Chile, 1954, “Los himnos”, (Prologo de Tomas Lago), Ediciones Sech, Imprenta Arancibia Hmnos, Santiago de Chile, 1962, “La víspera irresistible”, (prólogos de Pablo Neruda y de Juvencio Valle), Editorial Nascimento, Santiago de Chile, 1968. En 1949 recibió el Premio Municipal de literatura. Su obra se encuentra publicada en diversas antologías chilenas..
Los Malos Vientos
Yo venía rosada de fresca adolescencia,
por la campiña verde, bajo el azul de Dios…
Yo venía cantando mi sana florescencia
con el cristal sonoro de mi cándida voz.
Yo venía rosada. Yo venía fragante
oliendo a agüita clara y a risueño botón…
Tú estabas a la vera de mi huella triunfante
para torcer mis pasos hacia tu corazón!
Y como fascinada yo seguí el laberinto
de tus suaves pendientes todas ellas de Amor…
Yo venía rosada con olor a jacinto
Yo venía cantando sin saber del Dolor…
Y hoy… que un viento de olvido sacudió mis hondores
vengo triste y velada por mortal palidez…
Yo venía rosada con mis sueños cantores
y hoy me vuelvo amarilla de temprana viudez…
Serenata
(Para ti… Luna de mis silencios… Luna de mis tristezas).
Rayo de luna suave que llegas a mi estancia…
Entre tus velos blancos mi Carne disolved!
Este espíritu puro puede ser la fragancia
del espíritu blanco de tu buena merced!
Rayo de luna suave que llegas a mi estancia
a ponerme de blanco «la tristeza de ser»…
Ya que en tus albos tules soy como una fragancia
¡hazme como una nube que no pueda volver!
Llévame entre los pliegues de tus rasos plateados!
Tómame con tus manos que son flores de amor…
Vedme como una novia con los velos rasgados
y con los azahares deshojados en flor!…
Rayo de luna suave que llegas a mi estancia…
¡Vedme como una novia que no habrá de ser más!
Ya que en tus blancas gasas soy como una fragancia
¡hazme como una nube que no vuelva jamás!
Sitio
Me veo aún, asegura de la mano de un ángel,
liviana, livianísima, como sobrevolando por extraños follajes.
Me perseguía un viento negro de cuchillos y lágrimas.
Volaban por el aire mis camelias deshechas.
Y con horrible estruendo se abrieron cráteres y abismos
poblado del duro instante de escalofriantes máscaras.
Amenazada con su propia madriguera la víbora
silbaba agudamente (también inútilmente).
Las corrientes de fuego arrasaron con todo.
No hubo límite en pie. Copa, raíz y báculo
cayeron con gran desgarrarniento.
Hasta donde mirábamos se elevaban ardiendo los torrentes siniestros.
Nos perseguían encarnizadamente, nos cerraban el paso.
Su flecha envenenada me buscaba el corazón, la vida.
Algo me hirió por fin, y estallé en ese llanto
silencioso y humilde que me sé desde siempre.
Quise saber el nombre de ese extraño suceso
e interrogué llorando a los dulces guardianes de mi alma.
Largo tiempo tal vez me sostuvo en su nimbo
el mayor de los ángeles que vigilan mi casa.
Y entendí en mi inocencia que entonces, en ese preciso instante,
adonde fuera el alma con sus rosas de fuego,
me hallaría sitiada por rabiosos espectros y mortales enigmas.
Hasta que vino el día que alumbró cielo y tierra.
Se limpiaron los suaves horizontes. Una paz de ala blanca
se esparció por los ámbitos más íntimos del alma.
Y aunque herida, enlutada por la prueba más dura,
el mayor de los ángeles que vigila mi casa
me reveló el secreto. Y me colmó de estrellas,
de fulgurantes dones y apasionados frutos.
Oh Madre soledad, déjame ahora y siempre
adentro de tu espíritu de nardos y de lámparas,
bien segura, bien firme, como en caja sellada
donde no alcanza nada, ni nadie halla la puerta.
HIMNO 1
1-Este es Maestro, el punto exacto de aquel vórtice herido, no olvido un solo detalle de ese dédalo inextricable, conservo aun la sangre seca entre los dedos y el amargo sabor de aquel llanto sin consuelo.
2-Confieso que antes vi aparecer y desaparecer tu rostro como una larga amatista fulgurante, pero no quise entender tu palabra.
3-Sin embargo, y aunque el aire iba llenándose de plúmulas heladas, yo crucé resueltamente, luchando entre la vida y la muerte hasta llegar a ese punto exacto.
4-Qué mar de lívidos fantasmas y qué silencio de alas muertas de muy adentro de las islas, de los ignotos cráteres polares, venían barcos livianísimos que pasaban a la deriva como alados témpanos solitarios, perdiéndose con extraños mensajes hacia los últimos resplandores de la vida.
5-Ataviada enteramente para esa muerte, mi corazón jugaba a los hechizos sin mirar nunca de qué lado vendría el cataclismo, con cuanta ingenuidad levantaba el ruedo de aquella grande ola contenida en su vértice!
6-He dicho que recuerdo hasta el menor detalle de aquel dédalo inextricable, no exagero en lo más mínimo si declaro sentir aun en la obscuridad el chasquido de su látigo odioso cayendo pesadamente sobre el alma y veo saltar mis lágrimas al suelo como una copiosa reventazón de estrellas.
7-Ah, que vértigo de cumbres y de abismos, qué locura de amor y de sacrificio a las puertas mismas de la muerte.
De pronto era la mies ahíta y una hoz de relámpagos de fuego caía fulminantemente hacia la noche.
8-Oigo nítidamente ahora aquella tu voz de monje ausente, azotado de músicas y estrellas, tu manto azul, mojado, como recién salido de la muerte y todo el tiempo mirándome...
9-Herido por mi pena, quería tal vez sujetar mi espanto, huyendo cada vez más despavoridamente entre túneles ciegos, colgándose hacia atmósferas, pobladas solamente de halos pálidos y secretos intentos.
10-Qué viento negro arreaba mis amarras? ¿Hacia que túmulo preciso enfilaban las brújulas? yo nunca supe nada y aunque estabas tú conmigo velando tiernamente al pie de mi desdicha, pasé no obstante inconteniblemente hacia adelante.
11- Aquello fue naturalmente, como un tajo de luz hasta más allá de mi sombra, todo se perdió en el vacío de improviso y yo quede como una pobre lumbre sola colgando hacia el infinito, desde entonces no pude ser la misma.
12-Alguien se reía de mi observándome atar y desatar violetas con una seriedad de muchos siglos, ¿para que serviría todo eso?
13-Pero como todavía había un nudo entre las manos y una pesada ajorca en los tobillos, yo defendía mi secreto.
14-Largo tiempo estuve entre la vida y la muerte, girando vertiginosamente en un solo circulo restallando entre látigos y lágrimas, a espada limpia con los centinelas.
¿Que se proponía el destino?
HIMNO 2
1-Grande oleaje, a la hora de los musgos, apaga tú también los faros delirantes.
2-Retira de mí esos símbolos con que me acoges y devoras en silencio.
3- A los densos naufragios del espanto, sigue el carro de llamas con que me arrollas y me escudas.
4-He ahí las cálidas vertientes, los largos sueños abismados, su amapola nocturna, suspensa como un centinela.
5-Algo cae en los vidrios de la angustia y un ala rota se deshace por sus aguas.
6-Yo camino en el aire, con las manos tendidas al silencio como una sonámbula.
7- Con que hechizo me llamas? ¿Con qué cábalas me resucitas y me alumbras?.
8- Ay, es la hora del tiempo sin retorno, cuando todo perece y se desliza por las piedras como un agua callada.
9-Viajo desde remotos tiempos, en un vértigo amarrada a sus brújulas quemantes, adentro de su imán, su volcánico anhelo, fijo en mi como una mirada.
10- y ya no sé sino su nombre poderoso, su arcoiris atando mi soledad de cabo a cabo, toda entera en su signo.
11-Ay, y ahora donde moras, qué ciñes o desciñes? Te veo entre mis bosques silenciosos como un minero avasallante, desafiando alturas y raíces, tenso el oído fino sobre el temblor inaccesible, buceando.
12- Del lado de los ríos tormentosos, vienen las pálidas columnas deshojándose.
13- Altas, sin embargo, sus voces resurgidas, desandan las secretas estaciones con su cauda de símbolos y música.
14- Mas ay, no lo intentes
15-Sientes cantar a la que sueña, sentada en lo alto de su sombra, su esperanza entre los mástiles como la estrella hacia la noche?
16-Sientes rodar, venas abajo, sus suaves cauces desprendidos, vertiéndose a los fuegos caudalosos como corolas?
17-Oh batalla de amor siempre ganada, su regocijo entra en mi soledad como el primer abanderado para establecer su poderío y renovar sus medallas.
18- A menudo es la que llora sin consuelo, su vestido flota entre los túneles ocultos como el de ánima en pena, y su sollozo nutre los pechos amanecidos de la noche, detenida en su duelo, vastamente.
19-No detengas a la que vaga, sueño adentro, y canta, atada aún a su destino, entre los árboles de la noche.
20-Oh, apaguemos las altas luces, que ahí viene, en silencio…
HIMNO 3
1-Va cerrando sus párpados la noche y el naufragio viene despeñándose como un río, tormentoso y sin fin…
2- Débil pájaro herido, el alma corre azotándome contra las piedras en su propio oleaje turbulento.
3-.Y su esperanza estéril sigue por entre los dédalos siniestros impelida a madrigueras y trampas.
4- Qué de congojas mutiladas y qué lágrimas de sangre tras las vanas imágenes, el estruendo no logra apagar el desafío, ni ahogar la lengua pavorosa.
5-Alguien va echando los candados en el silencio y camina en puntillas por los portales húmedos.
6- Y siempre es la misma sombra que conspira y acecha, la que cae como un paño mortuorio sobre los débiles pasos.
7-Ay que mundo alucinante, en qué vértigo de tóxicos se sucumbe, tras qué vanos espejismos se muere?
8-Pobre ánima en pena, ahíta y acosada en sus fiebres, harta ya de nauseabunda y larga muerte, en descubierto y desvalida en sus tinieblas, oh llanto de ángel caído, hijo prodigo, golpead no obstante en la ancha puerta.
9- Cómo retumba el alto oleaje, las grandes mareas se ciñen y levantan en terrible imprecación y desafío.
10- Ay esas manos heladas anillándose como serpientes hasta el último latido, mientras la danza macabra sigue.
11- Y su despavorida contorsión duele como una vergüenza, los negros esqueletos cimbran sus cenizas impúdicas, tan dignas de lastima y socorro..
12-Pareciera todo perdido porque todo tiende hacia abismos y zonas pétreas, todo es vértigo y fatiga, y la angustia crece con velocidad hacia la más profunda muerte.
13-Oh, puede venir ya la noche pavorosa, la jauría acecha en los recodos, y los lobos en grandes manadas aúllan como nunca antes en las distancias.
14-Y más lejos, entre los altos muros, los magos negros apresuran sus alquimias infernales, imprecaciones estallan en la atmósfera sorprendida, siempre en pos de su pretenciosa y absurda muerte.
15-Ay, por qué mundo alucinante, en qué vértigo de tóxicos se sucumbe, tras que vanos espejismos se muere?
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