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martes, 31 de julio de 2012

7465.- ALFONSO GÓMEZ LÍBANO




Alfonso Gómez Líbano (1918-1988). Poeta Chileno: Autor de: “Brazo de pan”, Imprenta desconocida, Asunción, Paraguay 1942, “Suicidada en las aguas”, (prologo de Jacobo Danke), Ediciones Barvolento, Santiago de Chile, 1948, “Población de la noche”, Editorial Cultura , Santiago de Chile, 1949, “Reunión en otoño”, Ed Renovación, Santiago de Chile, 1954, “Enemiga del sol” Ediciones Caleuche, Santiago de Chile, 1960, “El tiempo de oro” ,Ediciones Renovación, Santiago de Chile, 1968, “El doble o la nada”, Imprenta Arancibia Hnos, Santiago de Chile, 1973. Su obra se encuentra publicada en diversas antologías chilenas.






VORÁGINE INFINITA DE LA SANGRE

Entra en mí
desenfunda tu espada de pestes y malarias
y siémbrate en mi pecho desnutrido:
alúmbrame y descúbreme
tu verde oscuridad
de fabulosas venas,
donde a veces caminan
y germinan
tus ágiles guerreros sorpresivos.

Descansa tu frondosa madurez
de vengadora
y asegura mis débiles soportes
del acecho
de tu ruin jabalí de piel listada,
que tritura el llegar de mis auroras
con su sordo color de sol mojado.

Indícame tus lánguidos remansos,
aléjame la yerba envenenada
que convida
al que pisa recién en tus recintos,
y alíviame el aliento mordedor
de tus caimanes,
y muéstrame el racimo de víboras calientes
que circunda
la estrechez de la atmosfera que aspiro.

Penetra por mis sienes,
haz crecer tu escozor de flores vivas
y aspírame en el polen
de tu araña,
con su fino tejido de membranas;
enrédame en tus hojas de fibras
trepadoras,
desmenuza tus hígados de pulpa
generosa
y arrúllame en tus plantas de gomero,
como plasma de sueño y de resina.

Recógeme en tus aguas,
ahógame en el fondo pantanoso
de tus ciénagas pobladas
de misterio
y arma el vino de mis pálidos
cabellos;
muéstrame la clara dentadura
de tus hijos
y funde en lo rugoso de mi oído
el tatuaje del viento y la lluvia.

Entra en mí,
despedaza tu violencia
abrumadora,
como un remo agotado
en tu ribera;
sorpréndeme de noche,
reconstrúyeme el espacio
y la sonrisa de una hiena,
y dibújame en tu sueño de turbia alegoría;
deja a un lado tu verde sonajera
y sumérgete en lo estrecho de mi sangre:
dame golpes y gritos de pantera
desollada,
rasguña mis vesículas quemadas por el vicio,
y asómbrame de nuevo con la muerte
para escuchar el despertar de un alarido
por el ronco roer de tus hormigas.

Consuélame si puedes,
suminístrame el antídoto del miedo
y hazme ver la costumbre
del que habita con los ojos cerrados
tu raspaje de llaga gangrenosa.

Entra en mí:
define la tristeza de mis cejas
y hospédate en el ruedo de mis botas
arrugadas,
desnudándote al filo de un cuchillo,
antes de herir en tus varices
de musgo
mis nudillos de sed y de tabaco.

Entra en mí,
comunícate y espíame de nuevo,
desencarna mis vértebras de azufre,
desparrama el andar de mi cautela
y hunde fiebre y estiércol de gusanos,
y estrangula en mis venas
la impureza de tu suelo,
por que yo soy el que ha venido
a consumirte,
a violar tus ruinosas madrigueras,
y a escupir la jugosa corteza
de tus troncos,
con el sello inviolado de mi amarga melodía:
que ha cruzado por muelles
y ciudades,
por energicos confines
en la pampa luminosa,
y ha expandido y trotado
la fuerte idolatria
de mujeres,
para entrar en tu selva milenaria
a estrecharse en tus lianas
inmovibles
y a enredar en mi sangre los idilios
de tu fuerte voragine infinita.






TACITURNO SOMBRERO DE NEBLINA

Solucionando,
viendo y murmurando
lo que suelo abarcar en mis miradas,
solo y junto a la espera de unos pasos
temblorosos,
yo, aquí,
con mi negro sombrero ciudadano,
con mi boca roida de malezas
y esta andar ya doblado de cansancio,
permanezco absoluto,
indefinido,
sin tratar de abatir interiormente
este hueco maldito que circulo
y desvela de pronto mi destierro.

Yo no sé como pude alcanzar esta tiniebla,
cómo pude girar y remontarme,
no espantar mi desidia,
contemplar a mi asombro primero,
sigiloso,
y rodar desde mi leve oscilacion
desvencijada,
hasta dar en el diario rumiar de tanta cosa
que me hastia.

Y yo aquí,
en la torpe quietud de los que saben
los que esperan,
con mi duro perfil apasionado por lo nuevo,
me diluyo al rumor de lo yacente;
y este viejo sombrero de neblina
es el muro que nace entre la oscura,
taciturna tristeza del olvido.





LA FORMA Y EL DESEO

Yo quisiera decir qué forma tienes,
qué espacioso mirar te desenvuelve
de mis redes,
o en qué piel de peligro
te acumulas
para entrar de sorpresa en mi candado
de vigilias,
destruyendo reversas que aún conservo
para el musgo de un hilo,
de un cabello de piernas solitarias,
de una estéril cadera sin sonido,
o de un aire de cuencas ya vacías:
engarzadas a un largo cinturón
de gusanillos
que modulan mi andar apasionado.

Yo quisiera saber que me reservas,
qué mordiscos de calles y rameras
te alimentan
y en que forma ordenas
tu lujuria
en la sabana de un sábado podrido.

Yo quisiera decir que te distrae,
o que largo desandar me solucionas,
cuando yo, que apenas soy un extraviado
de los líquidos deshechos
de tu forma,
y en la suave espiral de tus olores,
suelo a veces fundir mi territorio,
solo llego a la pobre lencería
de un pezón deshabitado,
o de un sucio corazón que deshilacha
y hace nudos y cuerpos
juveniles:
donde a veces consumo mi letargo,
porque el rostro del día no es profundo
y la noche es un pálido bolsillo,
en que todo es purísimo y angosto,
como el largo cordón de las veredas
en que suelo pasear sin esperarte;
y al doblar de lo inútil
o del humo,
llego a veces mordiendo tus pasillos
y me pierdo en la forma y el deseo.


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