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lunes, 2 de agosto de 2010

684.- CARLOS SALEM

CARLOS SALEM SOLA nació en Buenos Aires en 1959 y estudió Ciencias de la Información en Córdoba, Argentina. Allí escribió y dirigió programas de televisión y más de medio centenar de anuncios publicitarios. Hasta los treinta años compaginó su labor periodística con diversas actividades: camarero, taxista, librero, conserje de hotel, creativo publicitario, operario en fábricas clandestinas, guionista y locutor de radio, maestro pizzero y vendedor a domicilio deproductos desinfectantes contra cucarachas. Desde 1988 reside en España y dirige diarios como El Faro de Ceuta y El Telegrama o El Faro de Melilla.Ha publicado los poemarios Te he pedido amablemente que te mueras (1986), Foto borrosa con mochila (2005) y Poemas al otro lado de la barra (2007), y sus relatos han sido recogidos en diferentes revistas y antologías de España, Argentina y México. En 2007 publicó su primera novela, CAMINO DE IDA (Memorial SIlverio Cañada 2008 de la Semana Negra de Gijón a la mejor primera novela negra publicada en 2007), y en 2008, la segunda, MATAR Y GUARDAR LA ROPA,ambas con la Editorial Salto de Página.
Cracovia sin ti 2010
Yo lloré con Terminator 2: relatos de cerveza ficción 2009
Pero sigo siendo el rey 2009
Orgía de andar por casa (2009. Albatros, Ginebra)
Si Dios me pide un Bloody Mary (Ed. Ya lo dijo Casimiro Parker, Madrid, 2008).




LECTURAS PELIGROSAS

En la cama que olía a la sorpresa de los cuerpos
volví a entrar en tu libro
lentamente
besé cada palabra lastimada
te supe invicta a pesar de los empates
te vi abierta de piernas a la vida.

Me desnudé como un lobo:
para leerte mejor
lamí la mano que te saludó por dentro
y amenacé empalmado al espejo del techo.
No tuve que tocarme
lo hacias tú
con versos como gotas de un chubasco de sudores
con dedos de domingo
con tu boca que se asusta de besar
hasta que empieza
con tu coño
sonrisa sin mordiscos.

No me corrí hacia fuera:
el placer de torturarme con demoras.
Pero mientas escribo esto
en un locutorio mal ventilado
y camino del aeropuerto
me sigo corriendo.

(Voy a llevarme tu libro en este viaje
volveré a abrirte
mientras calientan los motores
y te dedicaré la cara que ponga la azafata
cuando venga a abrocharme el cinturón.)


POEMAS AL OTRO LADO DE LA BARRA



Domingo de resurrección

Pertenecer
ser miembro de una tribu
un club de fútbol
o una asociación de vecinos
en la que no sea siempre el raro
el sospechoso.

Inaugurar rituales del afecto que sobrevivan sin oxígeno
plantas que florezcan aunque no las riegue
un ordenador portátil que me preste su memoria
una piel ajena que no acabe por sobrarme.
Algo
alguien
más que yo
a quien odiar los domingos por la tarde.

Este vacío está repleto
es un ascensor que avanza de costado
un tren submarino
un avión recorriendo la carretera secundaria
por la que hago auto estop
con las manos en el bolsillo
para maldecir sin ganas
a los coches que no paran
que no adivinan adónde quiero ir
para ignorar a los que se detienen
y me ofrecen un viaje hacia el pueblo
que ya no me interesa visitar.



Solo.

Porque no aprendí
a pertenecer del todo a nadie
y siempre me pareció una cursilada
el asunto del zorro y el principito.
Puede que muera solo
pero eso de dejarse domesticar
como requisito para ser querido
me sigue sonando a trueque
en el que alguien pierde
y casi nunca soy yo.

Sólo.
Aunque esta noche la memoria de tu cuerpo lata pegado al mío
y me muerda los labios para no rogar
que te quedes
que te marches para siempre
que nunca hayas venido
que me abras otra vez
ese refugio de sangre envuelta en gemidos
y me encierres en él
durante cinco eternidades

Cuando te vayas
cierra la puerta al salir
querida.
Soy inmortal pero a veces lo olvido
y tú me lo recuerdas
cuando es demasiado tarde.

Ya no estás.

Y sigo solo.

No se está tan mal
si logro sintonizar una radio
con canciones que me digan quién soy
si me reconozco y me saludo
y decido caminar lo que me queda de domingo
sin suicidarme.

POEMAS AL OTRO LADO DE LA BARRA



Infancia

Un cardúmen de homigas coloradas
devorándome el brazo.
La operación de amígdalas
y el médico sonriendo como un chef
que me mostraba una bandeja
con dos albóndigas crudas
que sacó de mi garganta.
La mañana en que mi viejo
me asesinó el triciclo
con las ruedas del camión
y se asustó tanto por mí
que me pegó dos cachetadas.
La imagen de gardel
que sonreia como el doctor
en los espejos de todos los colectivos
de buenos aires.
El nombre de perón pronunciado en voz baja
como el rezo a un dios improbable.
Las tardes en que se rompía la tele.
Mi falta de pericia para romperme un brazo
como los otros chicos del colegios.
La idea de que alguna vez
mi abuelo iba a morirse.
La maestra antisemita
que casi me arrancó una oreja
sin que pudiera decirle
por orgullo
que ni siquiera era judío de verdad.
La vez que metí la cabeza
entre la heladera y la pared
para ver que había detrás
y creí que me quedaba atrapado para siempre.
El perro que me mató un camión
igual al de mi viejo.
Las mudanzas.
La gente que me miraba desde arriba
y parecía esperar algo de mí.
La condena de la siesta.
Los mofletes como manzanas.
Mi voz de pito.
Los gritos de mi tía cuando me encontró
con mi prima
jugando al papá y a la mamá en su cama
y no saber en realidad que estaba haciendo.
La nena de las trenzas
que me dejó tocarla ahí por diez caramelos
que me mostró las bombachitas por siete caramelos
que iba a bajárselas por doce caramelos.
Y me quedé sin caramelos.

La lentitud del tiempo
y su caravanba de lombrices.

No me vengas con que la infancia
es un jardín bucólico.
Casi siempre es un campo minado.

POEMAS AL OTRO LADO DE LA BARRA





Ya no

Ya nunca perderé del todo
el miedo a los perros
por culpa de uno
negro
que quiso morderme los huevos
cuando yo era pequeño.

Ya no podré recorrer europa
con la mochila al hombro
y una foto de mujer sin rostro
en el bolsillo.

Ya no enseñaré el abecedario a mi hijos
para que puedan dejar constancia de las decepciones
que les debo.

Ya no seré el primer astronauta argentino
en pisar la superficie de venus
y plantar en ella la gloriosa bandera
de boca juniors.

Ya no moriré de amor
ni de cirrosis
(los sintomas son bastante parecidos).

Ya no haré una revolución armada
si no me obligan a ello.
Tampoco tengo edad para empezar a creer
en un dios que no me mate.
Se me pasó la hora de lo heróico y lo estúpido
y apenas me queda tiempo
para acariciar recuerdos.

Me creo sabio
sin serlo
porque ya sé
lo que no podré hacer:
me bebí todo ese tiempo
y todavía
me queda un trago
para apagar incendios
mientras me retiro
sin quejas
por la calle mal iluminada de ese barrio
alambrado de sueños
en el que todos duermen
salvo yo.
Y los perros.

POEMAS AL OTRO LADO DE LA BARRA



Lo que falta

Ya nunca perderé del todo
el miedo a los perros
por culpa de uno
negro
que quiso morderme los huevos
cuando yo era pequeño.
Ya no podré recorrer europa
con la mochila al hombro
y una foto de mujer sin rostro
en el bolsillo.
Ya no enseñaré el abecedario a mi hijos
para que puedan dejar constancia
de las decepciones que les debo.
Ya no seré el primer astronauta argentino
en pisar la superficie de venus
y plantar en ella la gloriosa bandera
de boca juniors.
Ya no moriré de amor
ni de cirrosis
(los sintomas son bastante parecidos)
Ya no haré una revolución armada
si no me obligan a ello.
Tampoco tengo edad para empezar a creer
en un dios que no me mate.
Se me pasó la hora de lo heróico y lo estúpido
y apenas me queda tiempo
para acariciar recuerdos.

Me creo sabio
sin serlo
porque ya sé
lo que no podré hacer.
Me bebí todo ese tiempo
y todavía
me queda un trago
para apagar incendios
mientras me retiro
sin quejas
por la calle mal iluminada de ese barrio
alambrado de sueños
en el que todos duermen
salvo yo.
Y los perros.




El ladrón

No pasa un día
sin que me atraque la sospecha
de que algún ladrón
cabrón
le guinda del bolsillo a mi reloj
un par de horas.
No hay noche en que no despierte
de repente
para sorprender en pleno acto de rapiña
al artesano cruel
que le saca punta al minutero.
Duermo con un martillo bajo la almohada
o un libro amigo de tapas duras
que viene a ser lo mismo.
Tengo conciencia atómica del sonido baboso
que producen al alejarse mis segundos
pero sólo logro adivinar con quién se van
cuando se han ido.
Me he reconciliado con mi sombra
al comprobar que la pobre se mueve
cada vez
un poco menos
y se esconde asustada
entre mis pies
cuando llega el mediodía.
Dice mi doctora que es normal
y que me ve mucho mejor
cuando acudo atardecido a su consulta
e insiste en que no deje las pastillas.

Pero alguien
se está quedando con mi tiempo
para venderlo los domingos en el rastro
y lo peor es que sospecho
de mi complicidad en el asunto.
No pienso denunciar el robo
pronto
se quedará sin nada que quitarme
pero resulta insoportable
la sospecha de que conozco al delincuente
casi tanto
como creía conocerme mi mismo.

Estoy considerando
seriamente
empezar
a beber
otra vez.



Una fábula
Vida de un deportista


Tras perder
la última carrera
la liebre abandonó la competición
se casó con una coneja millonaria
e hizo que le planchen
cada arruga.
Por las mañanas
descansa en su mansión
y algunas veces suspira solidaria
mientras desayuna
sopa de tortuga.



Desaforismos y fabulimias
Credo


Llevo 49 años sin creer en dios
pero a veces pienso
que él cree en mi
(si no, no se explica)


Biografía

Nació con los ojos abiertos
mirando hacia arriba
vivió mirando de frente
lo enterraron con los ojos abiertos
mirando hacia arriba


No lo dijo El Principito

La verdad
es
una mentira
a-bor-ta-da



Por favor

Quiéreme casi tanto
como me quiero a mi mismo
pero no me perdones
los olvidos


Coartadas

El torturador
siempre
tiene
una excusa
la víctima
no


FABULIMIAS

Esopo en crisis

¿Cómo le sentará a previsora la hormiga
que nadie la respete
dormir oyendo gritos
cubierta de cartones
cuando la sacrosanta economía
tire por el retrete
todos sus ahorritos
de los cojones?


La buena bestia

Se quedó dormido a orillas de un sueño de cristal
y despertó cubierto por escamas
de cinc
de cobre
y de tungsteno.
Y desde entonces caza mucho menos
porque en el bosque los bichos ya lo oyen llegar
y bailan catalá y otras danzas olvidadas
antes de que él inunde en llamaradas
todo el claro.
Un par de ardillas ya han echado los papeles
para que le concedan el subsidio que corresponde
a todo dragón que se ha quedado en paro.


Dolce far niente

El verano en que cumplí los 18
supe que debía dedicar mi vida
a no hacer nada.
Dejé de perseguir a las muchachas
de mi barrio
y de los barrios adyacentes
abandoné mi promisoria carrera
de ladrón de coches
sin afán de lucro
renuncié a idear el futuro
como un ascensor sin botones
postergué mi sueño de una revolución
más sexual que comunista
y me arropé con la sombra de un árbol
a la orilla de mi río de deshielos
para leer las memorias de neruda
y otros libros vagamente prohibidos.

A la hora de comer
robaba unas manzanas
o cocía un arroz con huellas de carne y tomate
mientras alrededor
el resto de viandantes asaba vacas lentamente
a la sangre de las brasas.
Y sólo algún amigo fiel lograba invadir mi sombra
para planificar algún proyecto delirante
como el de construir un coche con desechos
y los motores de tres motos diferentes
o dotar de propulsión a vela unas cuántas bicicletas
para recorrer las cercanías.

Yo asistía a todo aquello desde lejos
y sin soltar mi libro por si acaso.
Dejé de pelearme con mi viejo
y de preocuparme por mi hermana
mi único esfuerzo vital consistía en leer
y en evitar que los demás que arrebataran
la delicia de no hacer
nada de nada.
Las muchachas que antes perseguía
y escapaban
comenzaron a rondar mi árbol
atraídas por mi ausencia.
En ese verano me surgieron tres trabajos
y no acepté ninguno
se me ofrecieron seis muchachas
y sólo rechacé a una
que era hiperactiva.

Se me ofreció el suicidio
me dio pereza
y le pedí que volviera
cualquier otro día.
Creo que me bañe en el río un par de veces
que no escribí ningún poema
que dejé de robar cubos de basura por mi barrio
para encenderlos en pira funeraria
a las tres de la mañana
y la gente que en primavera se quejaba
de mi andar interminable en busca de problemas
se preocupaba ahora por mi abulia.

Imagino que todo lo bueno tiene su telón
y el mío tuvo un color
tirando a verde oliva militar
Cuando llegó el otoño me reclutaron
para el servicio obligatorio
me extirparon del árbol
del río
y de la sombra
y si no me pegué un tiro
en la mitad del aquél infierno
por que supe recordar ese verano
el tiempo
en qué más cerca estuve
de la gloria.



Si muero antes de tiempo
(otro añejo, de "Foto borrosa con mochila")


Si muero antes de tiempo
de mi tiempo
-que será en domingo
sólo para fastidiar a los amigos-
que alguien se encargue de mi cuentas
que el hígado lo donen a la ciencia
y hagan con los poemas
papiroflexia.

Pero como me iré sin previo aviso
o sin reconocer avisos previos
ruego que alguien termine ciertos cuentos
y busque un sobre con el final de mis novelas
eternas inconclusas
seguramente inéditas.

Que le digan a mi padre que lo quiero
y a mis hijos que mejor no pude hacerlo
a Ella no le digan que estoy muerto
sólo más distraído menos despierto.
Y por favor suplico algún respeto
para este domicilio de mi cuerpo
no lo quiero enterrado ni a cubierto
soy un pésimo abono estoy seguro
y detesto los nichos- casillero.
Tampoco creo en dioses
y si muero antes de tiempo
que no les den trabajo por mi alma
que ni ellos existen ni yo tengo.

Y ya que lo de irme en un polvo
sería necrofilia a esas alturas
que me quemen y polucionen otro poco
el cielo al fin y al cabo sólo es humo
y yo seré un esmog muy educado.

Y las cenizas que siempre voy dejando
serán entonces residuo y testimonio
que las echen al océano y si estoy lejos
-siempre lo digo y nadie me toma en serio-
que desde un inodoro me despidan
y tiren sin dudar de la cadena
para llegar al mar
me las arreglo.
Me va a sobrar el tiempo.


Para cruzar un charco
(Tan viejo que casi me provoca ternura)

Hay que saberse el charco
temerle tempestades
dibujarle el contorno
y no pensar jamás
en sus profundidades.

Teólogos que abundan
de la charqueología
afirman que rodearlos
es más limpio y correcto
pero callan
por antiguas cobardías
que un charco no es un charco
sin el salto y el riesgo.

Tampoco valen puentes
ni cuerdas
ni tablones
que un charco que se precie
no admite condiciones.

Si acaso y sólo a veces
un sendero de piedras inseguras
en el que cada paso
es una duda.
De modo que cruzar un charco
no es una ciencia exacta
ni es un deporte olímpico
ni un hobby para yupis.
No hay nada en Internet
ni en tertulias de radio.
Lo ignoran
-como no-
los gobernantes.
Y es que cruzar un charco
to be or not to be
sigue siendo algo que se hace
o no se hace
Que usted lo salte bien.


Lo que sobra

Ahora que todo
ha quedado en nada
me sobran los dedos que hasta hace poco se turnaban
para buscarte resortes y cosquillas en la compleja maquinaria
que ocultas entre las piernas

Ahora que todo
ha quedado en nada
mi boca sólo sirve para boquear besando al aire del cigarro
o masticar alguno de tus platos favoritos
como si te masticara
Y no es lo mismo.

Ahora que todo
ha quedado en nada
mi sexo se convierte en un absurdo artilugio para mear
llorando
una molestia que me impide dormir de lado
un polo de ceniza y fresa
un tizón helado

Ahora que todo
ha quedado en nada
los poemas que escribo me suenan a declaración de la renta
y en cada verso me defraudo
y en cada verso te desgravo
intento la venganza de un soneto
pero siempre me rima con “afrenta”
y todas las palabras se me deshacen entre los verbos

Ahora que todo
ha quedado en nada
mis ojos son tajos en la cara
que froto contra la pantalla de la tele
o en tu inolvidable sonrisa que se burla en cada foto.

Ahora que todo
ha quedado en nada
me sobra todo.
O tal vez no.
Creo que no.
Seguro que no.
No me sobran ni los dedos ni la boca ni los versos
ni los ojos ni la polla.
Me sobras tú.
Por eso me pido otra cerveza
y espero ver entrar por esa puerta
a la mujer
que te borre para siempre
esa jodida sonrisa
de las fotos.



Lo que queda

Me rompí los ligamentos
cruzados
del pié izquierdo
tratando de ganar
un campeonato de karate que mi importaba una mierda
de no ser por la rubia
del cinturón amarillo
que al final se fue con otro
que no ganó ni nada
pero tençia moto.

Me rompí el hueso del nudillo pequeño
por no romper una puerta
y no romperle la cara a Sandra
que había dejado de quereme
y ella no lo sabía
todavía
mientras ganábamos el mundial del 86.

Me rompí los mismos ligamentos
cruzados
del pié izquierdo
(y uno más)
al saltar al pavimento
desde una camioneta
la segunda vez que volví a la Patagonia
en busca de una juventud que había perdido
y no lo sabía
todavía.

Me rompo los pulmones fumando
lo que nunca digo
me rompo el hígado lavando surcos
en la arena de la que siempre estuve hecho
me rompo en los bostezos
en las menitras que me quiebran
en las esquinas que ya no me esperan.

Lo triste de volverse viejo
me digo algunos días
es que sólo sé que sigo vivo
cuando palpo el borde
de mis heridas.




Dos poemas viejos

Personajes


Soy un ladrón de cuerpos
lo confieso
y temo que ni siquiera un buen ladrón
de guante blanco o navaja precisa.
Digamos ladronzuelo de momentos
cambiarles el nombre
vestirlos con palabras
o recuerdos
y sentirme dios por un momento
poniéndoles un charco en el camino.

Les tengo miedo
doméstico y cercano
pero miedo
porque los personajes
que me tienen
se me parecen en rencores y perezas
son vengativos
sin mancharse la conciencia
y cuando matan no tienen pesadillas.
Entonces si una noche
se pusieran de acuerdo
para cobrarme afrentas y fracasos
amores negados
torpezas impuestas
si una noche
decía
decidieran
pasarme la factura a tanta deuda
me apuñalarían de adjetivos
me castrarían los verbos
me envenenarían de diálogos insólitos
me torturarían con el filo de una esdrújula
o peor aún
mucho peor
me escribirían a su antojo y semejanza.

A partir de hoy
seré un buen dios
para mis personajes
nunca se sabe.


Ojos

Ojos de buey rajados
de horizonte aceitoso
de cristales salados
de ola en reposo
de metal oxidado
de barco anclado.
Ojos de ver el mar
ojos sin ojo.

Ojos de parabrisas
de café calentado
de masticar con prisas
de periódico ajado
de semáforo en rojo
siempre en rojo.
Ojos de trabajar
ojos sin ojo.

Ojos de ventanal
de cuánto hay hasta abajo
de no lo pienso más
de me importa un carajo
de carta en el bolsillo
¿me tiro o no me tiro?
Ojos de terminar
ojos sin ojo.

Ojos de no me olvides
de esta noche te llamo
de mano que despide
de sabes que te amo
de paisajes borrados
de ya se ha terminado.
Ojos de tren que va
ojos sin ojo.

Ojos de calendario
de parque atardecido
de culos solidarios
de recuerdos vencidos
de inventar batallitas
de espiar jovencitas
Ojos de la vejez
ojos sin ojo.

Ojos de buey rajados de ver el mar
Ojos de parabrisas de trabajar
Ojos de ventanal de terminar
Ojos de no me olvides de tren que va
Ojos de calendario de la vejez

Ojos de la ciudad
ojos sin ojo.



Milonga del sombrero negro
(por petición de Lady N.)

Llevo 20 años sin responder
la pregunta del dilema:
volver o no volver
volver adónde
volver a qué.
Si todavía albergo en la nariz sin olfato
el aire de eucalipto en diagonal
de ciertos otoños de neuquen
y en el dedo medio de la mano izquierda
me sigue quemando el asombro feliz
de la entrepierna
de una muchaha inolvidable
que
creo
se llamaba mabel.
Volver adonde
volver a qué
Si aqúel sombrero negro
de imposible vaquero
que me arrebató el viento
el verano del 86
no ha dejado de volar con sus alas de cuero
entre puerto madryn y esquel
Y el nene de mofletes colorados
que escapaba de un perro negro
en una bicicleta de mujer
sueña algunas noches cuando tiene miedo
con el perro aquel.

Volver adonde
volver a que
si en cordoba hay un empedrado con las huellas de mi cara
y las viejas que vivían a la vuelta del estadio de Talleres
siguen hablando de las noches en que una novia
loca
me perseguía desnudo hasta la calle
para dejarme entrar
una hora después.
Si floté en la nada de las aguas
de las termas de rio hondo
a los trece y a las dos de la mañana
y no quise dejar de flotar
desde esas vez.

Volver adonde
volver a qué
si cuando me enfado digo jilipollas
pero cuando me enculo
se me escapa un pelotudo
que rescata todos los acentos olvidados
en la pe
y tengo las mismas ganas de ir al baño
que aquél dia
que llegué a barajas y corrí a tirar de la cadena
para ver si lo de corilis era cierto
o solo otra mentira de la cia.

Volver adonde
volver a qué
si en ceuta sembré un hijo africano con ojos de cometa
y en melilla una hija con alas en los pies
y no supe
ni pude
quedarme a verlos crecers
si he nadado en tres mares
si en madrid he dormido
si soñé en marrakesh
y todos los vientos me sonaban
al viento silbador
que me enseñó a escribirme los poemas
mientras volvía andando a casa del colegio
por haberme gastado en cerveza o cigarrillos
la plata para el colectivo.

Soy el que siempre está de paso
soy el que nunca ha venido
soy ese hombre espaldas
tan ocupado en irse
siempre
que nunca tiene tiempo
de volver

Volver adónde

Volver a cuándo

Volver a qué.



Lo que sobra

Ahora que todo
ha quedado en nada
me sobran los dedos que hasta hace poco se turnaban
para buscarte resortes y cosquillas
en la compleja maquinaria que ocultas entre las piernas

Ahora que todo
ha quedado en nada
mi boca sólo sirve para boquear besando al aire del cigarro
o masticar alguno de tus platos favoritos
como si te masticara
Y no es lo mismo.

Ahora que todo
ha quedado en nada
mi sexo se convierte en un absurdo artilugio para mear llorando
una molestia que me impide dormir de lado
un polo de ceniza y fresa
un tizón helado

Ahora que todo
ha quedado en nada
los poemas que escribo me suenan a declaración de la renta
y en cada verso me defraudo
y en cada verso te desgravo
intento la venganza de un soneto
pero siempre me rima con “afrenta”
y todas las palabras se me deshacen entre los verbos

Ahora que todo
ha quedado en nada
mis ojos son tajos en la cara
que froto contra la pantalla de la tele
o en tu inolvidable sonrisa que se burla
en cada foto.

Ahora que todo
ha quedado en nada
me sobra todo.
O tal vez no.
Creo que no.
Seguro que no.
No me sobran
ni los dedos ni la boca ni los versos
Ni los ojos ni la polla.
Me sobras tú.
Por eso me pido otra cerveza
y espero ver entrar por esa puerta
a la mujer
que te borre para siempre
esa jodida sonrisa
de las fotos.



Hallado Muerto

Hallado muerto en este cuerpo vivo,
signos vitales de que el domingo hace su trabajo
y se aplica en la faena de borrar vestigios
de la semana pasada con alevosía.
Hallado muerto de ilusiones quietas
como cuadros pintados con pinceles leves,
retratos de la vida en óvalo digno y en sepia,
material de tumbas de las de antes,
con epitafio al uso, que diga lo sigue:

“Aquí no yace un hombre
que no supo quedarse quieto
el tiempo suficiente para vivir la vida
y disfrutar la muerte”.

Hallado vivo en este tiempo muerto,
con el ánimo curvado de recuerdos,
el peso del recuerdo,
las fugaces memorias que volaron,
los rostros sin otro rasgo que el gris de las ventanas
que miran y no miran que sigo estando muerto.

Acaso en esta muerte de domingo
se encierren otros fines,
telones que no impiden
que siga la función,
sin esperar aplausos
porque aunque llevo siglos con la misma comedia,
en cada nueva gala sé que lo hago peor.

Hallado muerto en este cuerpo vivo,
harto de cigarrillos, de ceniza y rencor,
contra este cuerpo muerto
de mi propia mentira
y mi propia ilusión.
Hallado vivo en este cuerpo.
Hallado muerto.
Ya no soy yo.



Halloween forever

Soy el bisnieto del monstruo de frankenstein
y mi cuerpo está formado
por los trozos de otros cuerpos
que una noche fueron míos.
Soy el hombre del saco
del saco roto en el que pierdo
todos los consejos que regalo y que no pido
Soy un licántropo calvo
ofendido con la luna
que aúlla siempre hacia dentro
con tal de no fastidiar a los vecinos
Soy una momia educada
(y no la de marcus versus)
mis vendajes están hechos de facturas sin pagar
de contratos incumplidos
y de cartas que me habitan
que no escribo.
Soy un vampiro jubilado
pobre conde sin castillo
ni dinero
para implantarme colmillos postizos.
Soy la cosa de un pantano de cemento
al que le crecen coches como árboles de pesadilla
y vivo en el mismo lodo que mis víctimas.
Soy un zombi con cerebro
que duda todo el tiempo
estoy mal resucitado
y en la tumba algún capullo
me ha cambiado el esqueleto.
Soy un súcubo
o un íncubo
en días alternos
soy un demonio menor
mefistófeles en paro
soy ese terror sin forma que acecha bajo tu cama
aprendiz de Quasimodo sin joroba ni campanas.
Soy el bisnieto del monstruo de frankenstein
y mi cuerpo está formado
por los trozos de otros cuerpos
que nunca han sido fueron míos.

Sólo soy
un engendro ciego en este país de tuertos
y todas mis noches son noches de caza
y todos mis días
son días de muertos.



Soy una mierda de poeta

Soy una mierda de padre
una mierda de marido
apruebo raspando como amante
y siempre cateo como amigo.
y últimamente
he sabido que también
soy una mierda de poeta.
Porque un nenúfar me sigue pareciendo
un coño mustio
más que una sutil alegoría
de las murallas milenarias me interesan
más los triunfos nocturnos
que las brillantes derrotas a mediodía
y de los héroes la duda
y también de los malvados.

Soy una mierda de poeta
lo sé
porque me niego a exprimir mis palabras como piedras
o rocosas naranjas
hasta extraerles un zumo
tan volátil y exquisito
que sólo puedan disfrutarlo un par de selectos paladares.
y apenas me intereso por el sentido de la vida
cuando padezco una bronquitis aguda
o se irritan las ingles
y sus queridos suburbios.
Soy una mierda de poeta
porque dejo sueltas por el patio
a mis metáforas
y luego se escapan o se mueren
porque mi búsqueda del final del universo
nunca llega más allá de tres baldosas
y si la rima se arrima
la dejo seguirme por un rato
y después la espanto
por si acaso.

Soy una mierda de padre
una mierda de marido
apruebo raspando como amante
y siempre cateo como amigo.
y últimamente
he comprendido que también
soy una mierda de poeta.

Pero si un día
la poesía te pide ser
bufanda y bandera de la gente
lanza con hambre
florete sin bolita de pretextos en la punta
si quiere convertirse en un NO
más grande que un tsunami
y no sabes qué hacer
llámame al móvil
cabrón.
Soy una mierda de poeta
pero puede
que tenga para darte
un par de ideas.



LA PEQUEÑA MUERTE

Algún francés
de mal follar
dijo una vez
que el sexo era la pequeña muerte.

Y me temo que hablaba de su sexo.

Porque la pequeña muerte acecha
en lo pequeño
en el número de teléfono que nunca marcas
aunque debas
en las frases que no sueltas nunca a tiempo
en el telediario de las tres de la tarde
en las noticias de las nueve
en la reseca estepa de los sueños
que más temes.

La pequeña muerte da mordiscos a tu amor
con sus diente de sibila
se desayuna tus ganas de bautizar las mañanas
se nutre de tus fracasos a mediodía
y por la noche te acuna con sus brazos
de autocompasión podrida.


La pequeña muerte
como un pequeño perro feroz y faldero
una piraña solitaria en tu pecera
un miedo enano que nunca te decides a pisar
ciertos olvidos que te inventas
para poder recordar sin consecuencias.

La pequeña muerte sabe
que cuando callas
tus palabras se cocinan en su sopa de saliva
sentencias hervidas o al vapor
condimentadas con la sal que ya no sudas
y crece sin contar las calorías.

Esa muerte de bolsillo
esa pequeña y mala puta con los ojos pintados de ironía
se pone sus mejores bragas
medias tentadoras
zapatos nuevos
y taconea siempre a dos metros de ti
para que puedas escuchar sus pasos
que te acusan y perdonan.

Está en la cola del súper
no paga el viaje en el metro
se cuela en todos los autobuses
y se conoce de memoria el horario tu tren
de cercanías.


Sabe todo lo que pierdes
lo que te aterra conquistar
lo que bosteza cuando quisieras gritar
y no te atreves.

La pequeña muerte cotidiana
avanzadilla de la muerte grande
muestra gratis de la nada
que habita en tu cama en tu cocina
en el atasco de las horas punta
en esas vacaciones que no alcanzan
en la mirada feroz de las vecinas
en los ojos de los otros
de todos los otros
en la tela de araña
de tus propias pupilas

Esa pequeña muerte que nos asesina
poco a poco
día a día
y que no puedes matar cuando la buscas
esa pequeña muerte predadora de migas
ese inocente canario que nunca desafina
esa muertecita de mierda
esa alimaña:
esa enjaulada mascota
que se llama
rutina



Rayada nº 1

Nunca
pasa
nada
hasta
que nada
pasa
me mira
y dice:
"¿Es que esperabas algo mejor?"
"Supongo que sí"
le contesto,
"Aunque algo es mejor
que nada".
"Nunca has entendido nada",
me contesta.
Y nada
vuelve
a pasar
y yo sigo esperando
aunque nunca
pasa
nada
mientras las hojas de los árboles
maúllan
cuando caen
como los ojos sin pupilas
de gatos jubilados
que ya no tienen
nada
que ver




Buscadores de oro

Cuando tenía 20 años o alguno más
trabajé por unos meses
como conserje en un hotel de fracasados.
Y navegaba con la nevera llena de latas de cerveza
todas las noches en el charco de una lámpara.
Además de las putas más leales y los travestis
que no aceptaba casi nadie
la clientela eran viajantes de comercio
sin nada importante que vender
un astrólogo gordo y con dinero
otro flaco y con problemas de conciencia
y una legión cambiante de buscadores de oro.
Me daban pena
los buscadores de oro
que llegaban desde la capital
o desde el norte pobre
en busca del trabajo bien pagado y salvador.
Soldadores de altura,
maestros del cemento en bloques gigantescos
electricistas de cables como brazos
todos llegaban contando las monedas ahorradas para el sueño
mientras en la capital
o en la ciudades del norte calcinado
las familias esperaban y rezaban
como si rezar sirviera para algo.

Yo estudiaba todas las noches
preparando el viaje a una provincia más grande
con mejor universidad
junto a una novia que tenía
el culo más bonito de toda la ciudad.
Hasta que llegara ese día
vendía las cervezas de mi nevera a las parejas folladoras
de primer polvo y última hora
y consolaba con más solidaridad que paciencia
a los buscadores de oro que veían escaparse las pepitas.
La primera semana llamaban a diario
por teléfono
para avanzar en sus casas la entrevista salvadora
al día siguiente
para el gran puesto de trabajo
que les iba conseguir un tipo de corbata
que siempre
se llamaba Néstor.
Después, cuando el dinero se agotaba
y el oro seguía sin salir
llamaban menos
y a veces les dejaba llamar de desde mi mesa
y a veces les invitaba una cerveza
y los mandaba dormir cuando faltaba
una confesión de más para dejar salir las lágrimas.

El astrólogo gordo ganaba mucha pasta
y atendía a la gente en la cafetería de la avenida
pero vivía en ese hotel una vez por mes
cuando venía de gira
porque era un maldito avaro
que siempre le ofrecía a las putas
leerles la fortuna a cambio de mamadas.

El astrólogo pobre y con conciencia
tenía la misma pinta que los buscadores de oro
la semana en que empezaba a terminárseles la pasta.
pero siempre les decía algo bueno
y los pobres gilipollas llamaban a casa
asegurando que mañana si
que el lunes
que Néstor iba a recibirlos
y que empezaran a prepararlo todo para la mudanza.
Yo odiaba al gordo pero a flaco lo acusaba
cuando estaba borracho
de regar los sueños muertos de esa gente
y una noche me dijo con gesto serio
que prefería mentir
que contarles las penas
que siempre aparecían en su bola de cristal.

Una noche
un buscador de oro que entendió que nunca encontraría una pepita
se tomó un frasco entero de pastillas
y vomitó tanto que la pareja de adúlteros de la habitación de al lado
dejó el polvo a la mitad para avisarme.
El astrólogo flaco preparó un menjunje
con lo poco que había en la cocina
y se encerró a contarle mentiras felices
para seguir viviendo.
El gordo bajó a quejarse por el escándalo y lo mandé a la mierda
y a la noche siguiente, cuando hizo un viaje relámpago
a una ciudad petrolera
le dejé gratuitamente su cama
al travesti más pobre de la calle.

Por suerte y por horario
nunca los veía marcharse
las putas resucitaban cada noche
y los viajantes seguían viajando por inercia
pero los buscadores
sospechaba
se iban un poco menos vivos
cansados de creer en un dios esquivo
y con corbata
que siempre se llamaba Néstor.
Cuando aprobé los exámenes
apilé mis vaqueros en una bolsa
y cogí un autobús de madrugada
para buscar un trabajo
y una nueva cama que romper
con esa novia
que tenia el culo más bonito de toda la ciudad.
Y no pude evitar sentirme
un buscador de oro
a la caza de un futuro incierto
que nunca iba a mostrarme
ninguna bola de cristal
y dispuesto a romperle la cara
cuando llegara a destino
a cualquier tipo
que llevara corbata
y se llamara Néstor.




Cadáveres exquisitos

Voy con mis muertos a cuestas mis muertos cómplices famosos
que saltaron desde libros de la infancia fiebres adolescentes
insomnios sin dinero ni tabaco o maduros entusiasmos envidiosos.
A esos muertos les canto.
Canto a los que parieron maravillas en mesas de bares y despachos
en trenes estaciones calabozos
(alguna mansión que también los hay con suerte)
románticos violadores de cuartillas.
Esos no han muerto tanto.
Fueron dioses descreídos y sin planos
vanidosos farsantes imprudentes neuróticos viciosos tartamudos
llenos de voces que eran vidas prestadas
y por puro descuido me prestaron.
Con esos muertos canto.
Escritores que atormentan mis intentos
con la impunidad insolente de sus logros
la imperfección inmejorable de sus textos
el privilegio al fin de saberse protegidos
y escoger el final de su argumento.
De esos muertos me espanto.
Cómo igualar de chandler la porfíade cirrótico borracho sin temblores
ebrio de soledad harto de hollywood sin cissy ya
para qué quiero la vida suicidado en la jolla mientras yo nacía.
Cómo copiar de cortázar el delirio de clase media alta afrancesada
capaz de cronopiarse en la distancia
llevar en parís las voces del país que compartimos
y tocarles el culo a las palabras.

Cómo igualar de borges la ironía que lo hizo viejo antes de los veinte
que lo hizo sabio y niño a los sesenta
y lo volvió buen palpador de secretarias (no sólo las palabras tienen culo).
Cómo beber de bukowski la dulzura oculta entre brutales cucarachas
poética entre sabanas pringosas auténtica
en peleas tugurios y borrachas
y seguir siendo un gigantesco caradura.
Cómo tener de neruda la soberbia de jardiel la mínima estatura
de reed la rebelde incoherencia
el complejo que llevó a hemingway tan lejos
de boris vian que me dejen la locura
No me olvido de lorca ni de verne vonnegut dos passos o soriano
hammet bernard shaw o conan doyle manuel scorza
bertold bretch quevedo haroldo conti (siguen las firmas y la deuda crece).
A esos muertos les canto.
Espléndidos difuntos contagiosos viajeros en baldosas y bañeras
acechados por facturas y dragones que ya se sabe
resultan mucho menos peligrosos. y nunca te embargan las princesas.
En el lugar que estén -será una imprenta-
desaparecidos para seguir estando se reirán de sus viudas de papel
de los críticos que los redescubren cada diez años
y de los lectores que a cuestas los llevamos.
A esos muertos les canto.
De esos muertos me espanto.
Esos
no han muerto tanto.




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