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lunes, 2 de agosto de 2010

685.- ANA PÉREZ CAÑAMARES

Ana Pérez Cañamares nació en Santa Cruz de Tenerife en 1968. Es licenciada en Filología por la Universidad Complutense de Madrid.

BIOGRAFÍA LITERARIA

Atrincherada entre mantas los sábados por la mañana, devoraba uno tras otro los libros de los Cinco, Los Cinco en el páramo misterioso, Los Cinco tras el pasadizo secreto, que me permitieron por primera vez vivir aventuras sin salir de las fronteras de mi cama, y tener la impresión de ser consumidora habitual de cerveza de jengibre, cuando hasta la fecha no he podido saber a qué coño sabía o cuál era su porcentaje de alcohol.

Hasta la adolescencia me escoltó Herman Hesse, susurrando en mi oído –ya a la luz de la lámpara de noche- que, a pesar de todo, no se está tan solo cuando uno empieza a plantearse qué es el alma, el destino o la propia soledad.

A los dieciocho llegó Oscar Wilde trayendo de la mano a Dorian Gray, ese yo que escondí en el armario para expiar el acné, las culpas, las responsabilidades. Por ellos me compré un abrigo negro hasta los pies –mi versión ochentera del dandismo- en el que hubiéramos cabido yo, mi parte oscura e incluso Oscar Wilde. Y muy cerca de Oscar, Virginia Wolf, con su habitación propia y el andrógino Orlando, que me animó a pretender ser todo, por mucho que la Selectividad me obligara a elegir carrera.

Más allá de los veinte, en conversaciones de bar de facultad, tuve que seguir eligiendo: ¿los Rolling o los Beatles?, ¿Borges o Cortázar? Opté por Julio y busqué su espíritu por los bares de jazz, empecé a fumar porque las jam-session se me hacían interminables y me mudé a casas tomadas por fiestas que a las cinco de la mañana podían pasar por parisinas.

Cuando la adolescencia empezaba a parecer lejana, vino Salinger para dejarme recuperarla, porque mientras transcurrió no pasó de ser un sueño o una pesadilla. Aún tenía sentido su desprecio por todo lo que sonara a “mayor”, la afectación, la mentira, la domesticación, como lo tenía ese empeño por querer saber a pesar de las dudas y las incertidumbres, por querer vivir las cosas hermosas del mundo y las trágicas que a veces, mierda, tienen también un filo hermoso.

Más rebeldía: Henry Miller y sus libros manoseados, leídos al principio de polvo en polvo y tiro porque me toca, tan bestia y a la vez con ese aire ingenuo de caca, culo, pedo, pis. Filosofía a pie de la vida, y muchos orgasmos. Y Truman Capote, romanticismo caústico, ironía y mala leche en un rostro aniñado, la excusa perfecta para llenar el cuarto de fotos de Marilyn Monroe, tratando de descubrir el secreto de la belleza y el misterio de una rubia de bote.

De vuelta a casa, Marsé me permitió identificarme con todos sus Pijoapartes, huérfanos de profesión, siempre queriendo ser otra cosa de lo que se es, espiando a los ricos y guapos y envidiando sus casas junto a la playa. De él atesoro una frase que ha ido pasando de un cuaderno de notas a otro: “Lo poco que hubo de solidario y civilizado en mi primera juventud se lo debo por entero al trato con los cuerpos desnudos y a cuanto hay en ellos de hospitalario, a un poco de alcohol y a cierta natural y obsesiva predisposición a lamentar no sé qué tiempo perdido o no sé qué bello sueño desvanecido”.

Y más recientemente: Paul Auster, Nabokov, Carver y Chéjov, preguntas en ruso que se contestan en inglés o viceversa, un gran viaje que pasa por dachas en medio de bosques tan grandes como países, para llegar a los drugstores, los moteles, las callejuelas de aristas afiladas de Nueva York, lugares sórdidos donde también habita lo conmovedor y lo humano.

“Yo me jacto de aquellos que me fue dado leer...” Cuánta razón tenía Borges, aunque, lo siento, maestro, yo nunca quise elegir, las circunstancias me obligaron: y he de reconocer que en el fondo de mi corazón sigo prefiriendo a los Beatles.

LIBROS PUBLICADOS:
Alfabeto de cicatrices. Poemas (Baile del Sol)
La alambrada de mi boca. Poemas (Baile del Sol)
En días idénticos a nubes. Relatos (Baile del Sol)


A SALVO EN LA DERIVA

Me quito el reloj:
me suelto las esposas.
El día deja de ser
un mar señalizado por balizas.
Como bancos de peces
bajo mi cuerpo
pasan las horas.



*******


Borracha de rostros, acentos, ruidos
de tonos de móvil, de escaparates
de luces, reclamos, conversaciones
de gritos, de frenazos, de esperas
llego a casa, abro una cerveza y otra
bebo y bebo hasta que vuelve a mí
la sobriedad.


*******


Entonces ¿tú también me ves así?
¿Tú también me ves fuerte?
Porque le echo cayena a la comida,
porque bebo como un hombre
(un hombre que bebe mucho)
porque me he horadado el cuerpo
-y el cerebro-
porque he parido a cuatro patas
como una hembra en su guarida
porque okupé en Londres
porque he hablado en público
y he lavado y vestido a mi madre muerta
porque me he rapado el pelo
y lo he teñido de amarillo
porque he dormido sola en el monte
y he puesto a conversar
mi oscuridad con la oscuridad de fuera.
Así que tú también me ves fuerte.
Serás de los que te sorprendas
el día que me desplome;
insistirás en que nunca me viste
dar una señal de debilidad
o de abatimiento.
Te equivocarás como todos
y no podré culparte:
toda la vida llevo apoyándome
en esta fama de fuerte.
Sólo yo sé que la fama camina
sobre muletas podridas.

(Ana Pérez Cañamares, La alambrada de mi boca, 2007)


EL CONTRATO

A todo me he entregado
como si fuera a durar.
Con cada persona
cada casa
cada ciudad
firmé un contrato
escrito sobre la piel.
Para decir adiós
he tenido que arrancarme
las cláusulas
a tiras.
Así ha sido
una y otra vez.
con cada persona
cada casa
cada ciudad.
La letra pequeña
se esconde ya
entre cicatrices.


LA TRINCHERA

Lo malo de la trinchera
no es su húmeda estrechez.
El barro y la sangre abrigan
somos muchos aquí
y las fotos que nos mandaron desde casa
nunca se desgastan.
Siempre hay tiempo para una partida de cartas.
Para el momento íntimo y juguetón
de despiojarnos.
Alguien que baila al ritmo
de los tableteos lejanos
de las ametralladoras
o un buen imitador de generales
que nos hace reír.
Lo malo de la trinchera
es que no sabemos cuando
tendremos que abandonarla.


****



CON PULSO de artificiero
escojo las palabras.
Manejo con tacto
la nitroglicerina de cada sílaba.
Por culpa de palabras mal usadas
a mi corazón lo cruza


*****


Hija, si en algún momento,
mientras estás ocupada en crecer,
-dura y lícita tarea-
puedes mirarme a los ojos,
hazlo.

No te dejes las preguntas
para cuando sea la misma voz
la que cuestione y la que responda.

Mira que en esta familia
tenemos la dolorosa costumbre
de conocernos mejor de muertos.





SALVAR LA PRIMAVERA

_____Para Antonio Martínez i Ferrer

Está la ciudad que estalla de brotes
y tulipanes. Pero los ojos de los adultos
se cierran en el mismo sueño.

Despiértame de esta madrugada
que no se acaba nunca.

Tenemos que correr delante
arrancar para ellos las cortinas:

los niños no se bastarán solos
para salvar la primavera.


ALFABETO DE CICARICES ( Ed.Baile del Sol,2010)


PERDONADME QUE AHORA JUEGUE

"Perdonadme, guerras lejanas,
por traer flores a casa"
W. Szymborska

Cuando veo fútbol, tenis
carreras de fórmula 1
no olvido que en otras cadenas
siguen los telediarios.
Mientras gritamos gol
otro coche bomba explota
en un mercado; antes
de que acabe el set
habrá diez palestinos menos;
se apaga el semáforo
y una vida más en Guantánamo.

Mis padres llamaban
partes a los telediarios.
Ellos sabían que la guerra
no había terminado:
mientras en el salón la tele
vomitaba metralla,
la radio en la cocina
escupía recuentos de muertos.

Perdonadme que ahora juegue:
el dolor fue una institutriz severa.



* * *


DURANTE las vacaciones
recogemos las piedras
que el mar nos regala.
Son las piedras con las que luego,
en el invierno,reconstruimos
las ruinas de nuestras guerras.
No sólo les pedimos
que resistan.
También que nos recuerden
que el mar existe.





MI PADRE SE LLAMABA DANIEL

Lo primero que pensé fue:
se ha muerto solo
(acompañar en la muerte
es el mejor bálsamo
para la culpa)

Lo segundo que pensé:
no me ha devuelto
mi última llamada
(nunca nos planteamos
que el deseo de independencia
también puede ser hereditario)

Lo tercero: ya no tengo padres
(y al mirar atrás descubrí
que hace ya mucho tiempo
que ninguna mano
sujeta la bici que monto)

Ahora no puedo dejar de pensar:
padre, yo no estoy muerta
pero también me pierdo muchas cosas.

Ya no estoy enfadada contigo.
Cada vez que te pienso
es domingo por la mañana.
Me llevas sobre los hombros
y yo sé que vas a invitarme
a un batido de chocolate
en el bar de la barra de zinc.
Después tu mano grande se abrirá
frente a mis ojos, y me mostrará el tesoro:
una chapa de mirinda y otra de pepsi.

Cuarenta años para descubrir
que allí estaba todo ya dicho.




HAIKUS

dice mi hija:
a color rojo huele
la amapola


***

Tiempo de poda:
caen pesadas las ramas.
Adiós, pasado.


***

voces lejanas:
cuánto lazo y cariño
que me es ajeno


***

abre paréntesis
tañido de campanas
cierra paréntesis


***

silla de piedra:
subiendo por la espalda
un hielo seco

***


madre montaña:
en parto sin dolor
pares colores.


***

sobre la cara
las agujas de lluvia:
acupuntura


***

El corazón:
tormenta solar que rige
mi universo


***

Cielo y vencejos:
agujas que enhebran
el atardecer



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