Miroslav Válek
(17 Julio 1927, Trnava – † 27 Enero 1991, Bratislava, ESLOVAQUIA)
Fue un destacado poeta eslovaco del siglo XX, cuya obra continúa evocando vivas resonancias. Ya la crítica de los años sesenta del siglo pasado le consideraba como a un autor que enriquecía el contexto universal de la poesía. Su obra ha sido traducida a más de 14 idiomas.
OBRA:
1966 – laureát štátnej ceny Klementa Gottwalda
1972 – vyznamenaný Za zásluhy o výstavbu
1974 – Pamätná medaila k 30. výročiu oslobodenia ČSSR Sovietskou armádou
1975 – zaslúžilý umelec
1977 – národný umelec
1977 – nositeľ Rádu práce
En una tarea marginal como la poética no deja de ser llamativo el gesto o el intento de poner de relieve tal o cual tendencia, estilo o autor; parece como si quisiéramos que asomara la cabeza para inmediatamente ahogarlo. Pero si por algo se caracteriza la poesía es precisamente porque se empeña en aparecer una y otra vez, también en plena crisis económica, de valores y de identidad europea. Así, el panorama poético español, unas veces minusvalorado por chovinismo, otras veces automarginado por orgullo, siempre maltratado por la lógica del mercado, aislado en cualquier caso respecto de todo lo que no fueran los principales centros de producción de cultura, intenta hoy salir poco a poco del aislamiento.
En este proceso cada publicación, cada aparición, cada nuevo empeño, como decía antes, es importante: este es el caso de la poesía eslovaca, que de ser desconocida ha pasado a entrar en contacto, en un intercambio real, con la española. El número 19 de la revista Nayagua, del Centro de Poesía José Hierro, recogía en enero de este año un dossier de Alejandro Hermida con los poetas jóvenes más destacados: Peter Milčak, Eva Luka, Nóra Ružičková, Ján Gavura, Peter Bilý (que cuenta con un libro en español y eslovaco, El cautiverio de las imágenes, Amargord, 2012) y Pavol Garan. Y en septiembre, hace sólo unos meses, aparecía en Ediciones Xorki, una de cuyas líneas editoriales se centra justamente en la literatura eslovaca, Del agua. Seducciones de Miroslav Válek (1927-1991), con prólogo de Ján Zambor, traducción de Valeria Kovachova Rivera de Rosales e ilustraciones de Isabel Pardo Arenas, libro que merece ser destacado sin duda alguna.
En Válek encontramos a un autor comprometido políticamente, que llegó a ser ministro de cultura de Checoslovaquia entre 1969 y 1988, y que, sin embargo, supo escapar a la tentación de la estética del realismo comunista de esos años. Su vasta obra poética, desde los años cincuenta hasta los ochenta, apuesta más bien por una lírica intimista cargada de simbolismo y atravesada por la angustia, la fatalidad y el erotismo.
Como al alcohol, me habitué
a tu rostro. Y nunca es suficiente.
Sin embargo, insomnio es su auténtico nombre.
Tomé un sedante, pero no desperté.
El imaginario simbólico parece sencillo, en este comienzo del libro. Sin embargo, a medida que desgrana la metáfora, a medida que el lector profundiza en el imaginario, se revela que hay algo más que esa metáfora, que la imagen no remite sólo a aquello que parece remitir. Válek exige una lectura atenta, en la que no sirven ni la desesperación que lo interprete como un absurdo, ni la primera interpretación. Este laberinto es lo que recorre al propio yo poético, lo que provoca la angustia ante el recuerdo o la visión de la amada:
Y tú de repente te echas a llorar
como si dentro de ti llorase un extraño.
Como si fuera otro lugar, desde otro tiempo,
así, ausente, cruza el umbral.
Como se ve en sus poemas más logrados, como el poema IX de este ciclo, el laberinto cierra el poema, le da una unidad o un sentido: hay un tema, pero se ve asaltado por una temporalidad pasada, por una futura, por elementos absolutamente ajenos que Válek, y aquí reside su principal virtud, consigue hacernos leer como alegorías o variaciones del tema. Imágenes y asociaciones comunes para la poesía –la noche, la luna, el misterio, la muerte- son radicalizadas mediante el recurso a imágenes cercanas pero no tan habituales (la mudez, el hollín, el túnel) y enriquecidas gracias a la interferencia de elementos absolutamente ajenos, en el sentido que le daba con aquel “extraño” que venía del propio interior (la paloma, el terciopelo…).
En este campo, más hermético o más abierto y cotidiano, lindando siempre el caos, el intimismo y el erotismo se presentan como salidas, también desesperadas y atravesadas de angustia. “Ella” no deja de irrumpir en el poemario, pero siempre se escapa –quizá de ahí la seducción y el agua que aparecen en el título. Se escapa a través del tiempo, de ese tiempo que fluye, marcando de amargura las horas de la noche que deben cobijar a los amantes. El canto poético –o el llanto- es entonces un canto de la ausencia.
El silencio nocturno se derrama sobre las aguas,
el tiempo fluye y el amor no llega.
Pero se escapa también porque el tiempo está dentro (es curiosa la repetición de la fórmula “está lleno de ti, está lleno de sí mismo” a lo largo de todo el ciclo, como si dentro y fuera significaran sólo dos caras de la misma moneda).
Allí el sol esparce las joyas de oro,
los amantes no tienen espacio donde meterse.
Ella le escribió una carta terriblemente triste
y la leyó ante el espejo, desconsolada.
Ella es así. Y cambia tan deprisa
que teme que algún día no se reconozca.
Las cosas las agarra desde dentro. Nerviosa.
Y no deja dentro de él piedra sobre piedra.
Dejarse seducir por la lírica de Válek implica aceptar la desesperación y la miseria, pero también acompañarlo en la búsqueda desesperada del amor, en la integración en el canto de cada elemento de la naturaleza, desde el más pequeño detalle hasta el sol o el agua, que mece, erosiona, sacude el poemario, en una huida del tiempo que se sabe imposible y que, a pesar de todo, como la poesía misma, insiste en retener, aunque sea fugazmente, las imágenes y los cuerpos.
Del agua. Seducciones. Miroslav Válek. Ediciones Xorki, 2013. Portada e ilustraciones interiores de Isabel Pardo Arenas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario