Leonardo Pez
Es un exponente ariano cosecha 1986. Nació en Santa Fe, ARGENTINA, hijo de madre alemana y padre árabe. Escribe poesía, estudia comunicación, incurre con frecuencia en la radio y en cierta clase de fanatismos tales como la natación, el fútbol (Colón) y el vino blanco. La historia oficial dice que: “Es autor del libro ‘Querés un mate? Diálogos e-pistolares’ (Ediciones UNL, 2012). Ha obtenido distinciones en certámenes literarios provinciales, nacionales e internacionales. Algunos de sus textos han integrado antologías nacionales e internacionales”.
Su casilla de e-mail no es nada original: leonardopez@gmail.com
Probabilidades
Si abro la rosa en cien puñales
no será un descuido de la naturaleza
o un abuso de la estética
o una pena tan pero tan grande
como la que siento a estas horas
cuando me asalta el desconcierto
la alevosa certeza o el incalculable destino
o me asiste la razón
o me olvidan los demás
porque seamos sinceros
nadie desea a nadie
ni al peor de sus enemigos
la condena de saberse
hecho de dudas
o roto en mil mares
o caminos de ripios
que no alcanzan para manchar
de sangre o de litio
o de salud
a la hoja en blanco
o en negro o en nada
pero en fin vacía
Otoño en la oficina
El café caliente articula
lo que vendrá:
el jefe creciendo en furias
los fantasmas de cada expediente
la luz miope del atardecer
cae el día desde la ventana
que da al sur
o al norte
nadie lo sabe en la oficina
a nadie le importa
más que cumplir
con el deber
de hacer pasar el tiempo
como la lluvia
que cae-corre
y se filtra por el ventiluz
que da al norte
o al sur
o todo lo contrario
21/6
Fue un desayuno frugal.
Mermelada de membrillo
sobre dos trozos de pan
de noche.
Érase una mañana de otoño.
El diablo del frío aún no se atrevía
a cascarnos la piel.
Blues del blues
Sé de un blues que acaricia como pocos.
Su cuerpo es una gran mancha parda,
Tal como una nube rebelde en la tormenta.
Su voz parece un himno mudo,
Una luz que trasciende la noche y la hace olvido.
Tiene un sabor a despedida, a atardecer demorado,
Como un lenguaje de pocos días.
Ése blues tiene un tiempo propio
Que late en su garganta, en su caparazón.
Cada vez que ese señor de la calle Mendoza
Hace sonar los acordes, la belleza, el blues,
Es como si todos recordáramos de repente
Que esa maquinita informe que se llama vida
Gime y vibra dentro, fuera y dondequiera
Que haya un hombre a bordo de un sueño.
Henry, su manifiesto inventariado
Usted, que se dice escritor de lo escrito,
-ya que si osáramos entrar en el fangoso terreno de lo escribido
debería ser llamado “escribidor”-
Usted, entonces, que se dice escritor, hágalos hablar,
Crúcelos entre sí, involúcrelos en el argumento,
Hágalos partícipes, hombre,
Aunque más no sea: ignórelos,
Súmelos, réstelos, ampútelos, exprímalos,
Aplástelos y confúndalos,
Asfíxielos, abduzca la porción rubí de sus discursos, abárquelos,
Hágalos sonar, reír, cantar, sacúdalos dentro de un frasco,
Hágalos hablar, coincidir, coexistir,
Eso, coexístalos, que hablen, hombre,
Que entre ellos, que alrededor de ellos, que a sus espaldas y dentro de ellos,
Se arme un gran rumor, un quilombo, una concurrencia,
Como un concierto, de la soledad de los solos nacerá la música,
Ni más ni menos, el elemento común, lo mágico, el instante,
De las partes nacerá el todo,
Cuando haya caos seremos
La llorona
Cierta noche de invierno, mamá y los otros llegaron a casa.
Por esos días sentía que la noche no era la alfombra del día,
tal como tío Alberto solía contar en sus emocionantes fábulas.
La infancia no me alcanzaba para diferenciar lo efímero de lo eterno.
Entonces arribó mamá sin previo aviso.
Los otros eran cuatro o cinco durante el día, pero crecían en la noche.
No era extraño recostarse con una centena y amanecer con un millar.
Era triste, claro, pero era la única manera en que mamá podía ser feliz.
Son como mis hijos pero etéreos, decía ingenuamente.
Los otros, en cambio, despreciaban a mamá.
Ahí va “la desgreñada”, susurraban a mis espaldas.
Ignoraban mis diálogos matutinos con las paredes de casa.
Cuando osé decirle a mamá lo que pensaban de ella, se enfadó.
Me mandó al infierno ida y vuelta, y me lanzó uno de sus típicos
adverbios de mar.
-Vete de casa, niña, ya eres grande. Déjame sola con mi muerte.
Desde ese día y hasta el fin de los tiempos, vivo llorando lágrimas truncas.
/Un poema llamado Aparajita/
Habrás de hacerle unodós unodós
al ratón eléctrico.
El ícono blanco de Word 2010
mutará a una gran hoja en blanco.
Dolor inoxidable deberás soportar,
quince-a-treinta segundos
de dolor.
Comenzarás a escribir,
lo aprendiste en la escuela de periodismo,
siempre hay que escribir
aunque no haya nada que contar.
Palabrita + Palabra Larga + Palabrita
es el método.
El indiscutible tris, dirá uno de tus versos.
Avanzarás, así, sin advertirlo.
El método es simple: artículo, adjetivo, sustantivo,
aunque la fórmula habilita
ciertos deslices.
Alguna vez dirás Un samaritano bebe
y eso estará bien.
Tecla va, tecla viene
llegarás al límite de la página en blanco.
Estarás a pocos renglones de tu cometido.
Posarás tu dedo índice sobre el lomo del ratón,
oh bello roedor de las autopistas electrónicas,
pintarás de azul o celeste todo el texto.
Optarás por una forma discreta,
privada,
Aparajita, la séptima entre todas las fuentes.
Te sorprenderás cada vez que el corrector
señale ese nombre
que office incluye, de buena gana,
en tu M. Word 2010.
Tu estupor durará quince-a-treinta segundos,
luego sobrevendrá el hastío
escoltado por la fiel compañía
de la pereza y la apatía,
y ya nada tendrá más sentido
por los siglos
de los siglos.
Sin título
las noches de verano son como fiestas paganas
un hombre del tercer piso destapa
el porrón tibio que duerme fuera de la heladera
desde hace menos de una hora
el calor y la soledad son así
arden pero no extinguen
la niña Laura sabe que éstas fueron las últimas fiestas
con sus papás juntos y de la mano
después vendrá otro hombre otro nombre
que le dirá tantas veces Laura te quiero mirá lo que te traje
que ella crecerá llamándolo papi
este año será igual para el hombre del séptimo
hace días que lo abandonó su rubia nuez
enero es una cruz en el pecho y en la sien
lo sabe
va a misa todos los santos días
no cree en diosito ni en la gloria
sólo tiene penas que contar
en la planta baja viven mis recuerdos
la tevé dándole cuerda a un benny hill
cada vez más aburrido
se parece al zumbido de las chicharras
porque es verano y ellas son su orquesta
desde aquí
la voz de mi padre
y el llanto de su guitarra
encienden los pulsos del gramófono
siempre en off
para que la llaga no se expanda
como un imperio
o como la luna
que miente cuando mengua
(en) su fulgor incesante.-
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