MOISÉS MORI
Moisés Mori nació en Cangas de Onís, Asturias, en el año 1950.
Es profesor de Lengua y Literatura en el Instituto Alfonso II de Oviedo, crítico literario y escritor.
Preparó la edición de Rebañaduras (1986), volumen de artículos de Rosa Chacel.
Ha colaborado y ha ejercido la crítica en diarios y revistas como: Archipiélago, ABC Cultural, Ínsula, El Cuaderno, El signo del gorrión, Revista de Libros, Letra Internacional, Hablar/Falar de Poesía, Solaria o Revista de Occidente.
OBRAS DE MOISÉS MORI
Lo inmortal y otros ensayos de literatura (Los Infolios, 1991)
Estampas rusas (KRK, 1997; 2007)
El nombre es lento (Dossoles, 2004)
Voces de Albania. Lectura en falso de Ismaíl Kadaré (Losada, 2006)
De Büchner a Basarov (KRK, 2007)
Escenas de la vida de Annie Ernaux (Diario de lecturas, 2005-2008) (KRK, 2011)
Arte y romance (KRK, 2013)
Si eres viejo
y tienes gafas
y meriendas bizcocho —¡qué bizcocho!—
en la cafetería,
y tu mujer
—¡qué mujer, qué levadura!—
moja una rebanada en el café
y se chupa los dedos
y las pulseras;
y si (en la cara se te nota)
padeces del corazón
o la sangre apenas circula
(ya se ve que no bebes)
o has superado un trombo
la pérdida del oído
o la muerte de un hijo,
entonces,
mi viejo, mi caricatura
mi infame simulacro,
entonces ¿a qué tomas ese dulce?
¿Qué esperas de la vida?
¿la hora de la merienda?
Y tu mujer —vieja perla de esta estancia—
¿se conforma con relamerse, con ver
la televisión digital
y acordarse de cuando era guapa guapa?
Te contemplo en la cafetería:
la cara colorada, los lentes,
esa inconsciencia
y pienso en mi vida:
tan triste
tan increíble y penosa.
No hay salida —me dices sin querer.
Y yo te creo. Mi rebeldía
es solo vergüenza ajena, amor propio.
Al menos te desprecio. Otra mesa:
una caña, hacer tiempo, mala sangre
picar los cacahuetes (como el mono);
sin embargo no llego
a convencerme
de que escribir versos
ser poeta
—¡qué poeta!—
sea otra cosa
que mojar pasteles
chupar oro, endulzar la píldora.
Intervalo
desgarro
demora
sala de espera
el hocico.
Y risas. Risas.
Arte y romance , 2013
Imagina que eres feliz
que no tienes futuro
ni pasado
que bebes y bailas
y te reúnes a hacer música
con desconocidos
en los bares
que has abandonado a tu familia
sin trabajo
y tu hijo te busca pero no lo encuentras
y tocas la guitarra, percusión
de ritmo endiablado y libre
mestizo, tropical, voluptuoso.
Toda tu vida pende del instante
de la música eléctrica
de tu pelo negro
(tal vez eres negro)
música y vida.
Imagina que has ganado la libertad
del héroe sin culpa
sin ataduras ni carencias
sin cabos ni fronteras
más allá del vacío.
¿Qué eres entonces? Ráfaga sin peso
gas de dolor
conciencia hueca. No eres nada
aliento sin repercusión
todo −y solo− flash y viento.
No suscribes sin embargo esta imagen
dudas
demasiada pompa, me dices,
mucho artificio
renuncias al siniestro trato.
Entonces imagina lo que quieras
suspira
y ponte las zapatillas
con rencor
quéjate del lumbago
lee, lee a Poe
mira a ver a dónde llegas.
Arte y romance , 2013
Jugaba al tenis Pollock.
Ah, no, que no era al tenis.
Jugaba al tenis Ginsberg.
Ah, no, que no era Ginsberg.
Jugaba Rothko al golf.
Ah, no, que no era Rothko.
Alto ahí. Pare. Name-dropping. Basura biográfica. Stop.
Almo reposo.
Melena de campana.
Invidia de las ninfas.
Con sus frescos racimos.
Ay, Panadera.
Y ríase la gente.
Campos de soledad, mustio collado.
Arañas melodiosas.
Quedéme y olvideme.
Buscas a Roma en Roma.
Himno gigante. Trilce. Doña Alda
¿En cuya oreja suena?
Axa, Jaén.
Entonces qué nos vence y nos doblega
qué nos arrastra al (ciego) dédalo
al alfil de Brancusi
y al mester de poesía.
Juego y alma: falacias.
Inteligencia dame. Golf, tenis, voleibol.
No hay huella sin temblor
ni nombre
sin dolor
ni amo sin esclavo.
Green y hierro. Clavel y espada.
Lira, laúd. Presencia, sed, aplomo
Carne, humores, rabel.
Trabajo, yoga, capital.
Imagina, si quieres, en inglés.
Imagine.
A Pollock
con las manos muy pequeñas
y seis dedos, seis padres, y un as de corazones
estampado en la ingle.
Imagina los trapos de Mark Rothko
los pañuelos
de Whitman
las sábanas de Lisi y Juan Ramón
el lecho de Procusto.
Imagine.
Que Celán se ahoga en el Sena
con una espina
que Beuys levanta catedrales
al dios de las cucharas y las enfermedades crónicas
o que Sylvia Plath juega
al tenis
con su bebé (mulato, cholo)
mientras termina el perro de hornearse
y Allen Ginsberg se hunde
entre necios aullidos.
¿No tuvo Juan Ramón siquiera un cocinero?
¿Llegó a manejar Rothko las tarjetas de crédito?
¿el mágico
estropajo?
¿Vivía Galatea de moscas y de avispas? ¿de fados
y de efluvios?
Pues Brecht.
Ah, no que era Brecht.
Y en Roma misma a Roma no la hallas.
Arte y romance , 2013
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