(Madrid, 1968) vive entre Madrid y Ginebra. Hizo estudios de derecho en la Universidad Complutense de Madrid y una maestría en la Universidad de York. Es traductora de la Organización Mundial del Comercio y profesora en la Universidad Nacional de Educación a Distancia.
Ha publicado: Libro de la niebla, Ediciones Amargord, Madrid, 2013.
Dos cartas a Lucio
1
Ten en cuenta esto, Lucio.
Tus obras huérfanas de ti
habrán de defenderse solas.
La muerte es un mecenas
que sólo acepta la excelencia:
desprecia las causas,
sólo atiende a los efectos.
Un mal verso es inmortal
por abrasadora que fuera
la dicha que envolvía.
Sucederá que escribas
nocturnos resplandecientes de verdad
y amanezcan
convertidos en garabatos.
No te apene tirarlos;
desprecia el frufrú de las palabras.
No seas oscuro.
Lo oculto y lo abstracto
son atajos hacia una representación del mundo
sin necesidad del mundo.
Es preferible
la palabrfa justa
para designar las cosas
que son
como son.
Agua debe querer decir
agua
no la líquida disonancia
de un pensamiento.
Prefiere lo menos.
Rehúye la tentación
de hacer explícito el daemon.
2
A mitad de la vida
uno debería poder
encamarse con su memoria
una mitad para entender
una mitad para contar
es un buen acuerdo
pero si te dieron por muerto
si resucitaste por milagro
a mitad de la vida
si cuando tendrías que ser más sabio
has perdido
la facultad de nombrar
porque no distingues ya la virtud
del vicio, la verdad
de la mentira,
porque demasiadas veces
has visto cómo intercambiaban
sus motes,
cómo se parecen
sus máscaras mortuorias,
entonces
tienes trabajo todavía
armar un arca
introducir en ella
una a una las parejas de palabras
con sus significados nuevos
para que el diluvio
si otra vez llega
no te pille por sorpresa.
Libro de la niebla
Ediciones Amargord, Madrid, 2013.
Canción de la santa bebedora
1
Mi camino trata de encontrarme pero yo he mordido mis huellas.
2
Éste es el ángel de las malas compañías
-dicen que ando con malas compañías
dicen que ya soy una mala compañía-
el ángel que nace de la noche de un oleaje de trigo
cuando escucha la niebla avanzar a tientas
hacia las puertas abiertas de nuestro miedo
ángel de herrumbroso vuelo ángel de encías peladas
el que con una mirada de sus ojos ferales
transforma las voces que el loco oye en un relámpago quieto
el que entra en el corazón del abandonado
y le saca la nieve con una pala
el que abre la cerradura del que nunca habla
y enciende una lumbre de palabras
el que entrega al que perdió la esperanza
una nueva nave y un sinfín de islas
este ángel que nos abandona
cuando canta el gallo de las cinco
dicen que nos hace mala compañía
pero quién de nosotros le evitaría
al ver en lo oscuro su sonrisa centelleante.
La casa
No tener nada en propiedad
no deber nada.
En tiempo de desolación
hacer mudanza.
No poseerla
para que nada me poseyese.
Poder empezar
en cualquier otro sitio
poder vivir
bajo los párpados
de un dios
menos severo que mi infancia.
Por eso vendí la casa.
Plegaria
Tú que hablas con los vencidos
cuando regresan huecos
en el metal oscuro de la noche
Tú silencioso comensal nuestro
que escuchas la jerigonza de los hijos
de la locura como si comprendieras
Tú que secas las llagas que escarban
las lenguas saladas de los muertos
Tú que también has querido ser
el escombro de la marea
y el limo de la nieve en las aceras
Tú que eres también esa hormiga
que arrastra a su hermana
y los ojos nublados del perro
Tú que elegiste un esclavo
un desierto y una cuadra
para granar nuestros sueños
Tú que nos concediste que algún día
en algún lugar que tú escogieras podríamos
entrar con los ojos abiertos
en ese espacio ya dentado por la sombra
Tú que diriges el índice de las estrellas
Rey menesteroso
dime cómo respira el ahogado,
protégeme de mí,
descánsame de mí.
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