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lunes, 3 de marzo de 2014

ENRIQUILLO SÁNCHEZ [10.626]


Enriquillo Sánchez

Enriquillo Sánchez Mulet (República Dominicana,  1947-2004). Reconocido poeta, narrador, articulista y publicista dominicano.

Nació el 25 de agosto en Santo Domingo. Hijo de José Aníbal Sánchez, fallecido, y Evangelina Mulet. Realizó sus primeros estudios en el Instituto Escuela que dirigía Abad Henríquez, después en los escolapios y más tarde los amplió en Puerto Rico, Canadá y Francia. Se licenció en Letras por la Universidad Autónoma de Santo Domingo, de la que fue profesor, investigador y miembro del Centro de Estudios de la Realidad Dominicana. En 1966 y 1971 ganó menciones en los concursos La Máscara. Perteneció al grupo El Puño, del que formaban parte Miguel Alfonseca y René del Risco Bermúdez.

En 1966 ganó mención honorífica en el primer concurso dominicano de cuentos, el primer premio de poesía del Movimiento Cultural Dominicano y el segundo en ambos géneros convocado por el periódico La Noticia. El 8 de noviembre de 1976 fundó junto a Guillermo Piña Conteras la revista ¡Ahora! dedicada a las letras y la cultura nacional bajo título dePalotes. Desde 1977 la dirigió solo hasta su desaparición en 1979.

En 1983 obtuvo el Premio Anual de Poesía Salomé Ureña de Henríquez y dos años después el Latinoamericano Rubén Darío, concedido en Nicaragua. Como articulista publicó numerosos trabajos en la prensa nacional recogidos en el volumen titulado Para uso oficial solamente. Murió de un paro respiratorio el 13 de julio a los 57 años de edad.

Bibliografía

Epicentro de la bruma, Santo Domingo, 1966.
Un paso adelante, dos atrás, Santo Domingo, 1968.
Teatro para una inacabable cacería, Santo Domingo, 1971.
Pájaro dentro de la lluvia, 1983.
Sherif (c)on ice cream soda, 1985.
Convicto y confeso, Santo Domingo, 1991.
Musiquito, Santo Domingo, 1993.
Memoria del azar, 1996.
Germán E. Ornes: Una vida para la libertad, 1999.
Para uso oficial solamente, 2000.
Rayada de pez como la noche: cuentos completos, Santo Domingo, 2006.





artesanía

Este hombre hacía
nísperos, manzanas de almíbar,
claveles del color de la tarde,
santos de palo cuyo único
milagro era la belleza;
palomas de espuma,
muñecas de azúcar o guarapo,
goletas de canela o cabuya
para mares de música,
llenos de barquillas,
buzos, girasoles.
Podía hacer
que el sueño de los niños
cupiera en un pétalo,
o que la tristeza concluyera
como concluye un güiro:
en danzas de flor y de acordeón.
Este hombre apareció,
cuando más leve fue la madruga,
en esta cuneta
que él pobló de enredaderas.
Con su muerte
concluyen los prodigios.



licencia sin sueldo

Azul que lima el azul,
el mar se cambia de ropas,
eleva su mástil, su velamen,
inicia una flor en la solapa,
desliza una canción,
se marcha de paseo,
listos el bastón, la leontina,
la rosa en el ramo y la tarjeta.
Encontró en su baúl más hondo
—solemnes las anclas,
verdes las arenas—
en baile nuevo.
Se lleva los arrecifes,
se lleva los perros que acostumbran
acompañarlo cuando el alba,
se lleva el coral y los recuerdos.
Parte en un corcel de sal y caracoles.
Tardará mucho en regresar.
Prefiere su viejo aire
de caballero decoroso.
No concilia con la voracidad
y la estulticia de los hombres.
Ahora el mar toma su asueto,
olvida el hambre,
ignora apetencias y premuras.
Va a descansar.
El mar ceremonioso
se inclina
—es su más reciente
galanteo—
ante una isla extraviada
en el océano,
y le besa las manos y la frente,
y se la lleva a bailar a las verbenas.



lópez de cervato

Bueno, los negros
ya están en el palenque.
Preparen los perros,
las lanzas, el fuego.
Preparen las horcas.
El látigo, pronto.
La armadura.
Nos vamos: se hace
tarde
para triturar el marfil
y la paloma.
Las mordidas, la pólvora.
Esta sangre nació encadenada.
Que nadie se precie de piadoso.
No quiero negros vivos
en el palenque que han armado,
aunque mañana mis nietos
sean sus nietos,
y recuerden que el abuelo
quemaba á los abuelos.




estuve en tu seno como una fiera muda

Estuve en tu seno como una fiera muda.
Estuve en tu seno como un ángel hambriento.

De tu seno a tu seno hay un camino.
De tu seno a tu seno hay dos delfines.

Tu seno derecho navega hacia el izquierdo.
Tu seno izquierdo navega hacia el olvido.

No tengo boca para el delfín.
Me sobran ojos sobre la rosa.

Estuve en tu seno como una lluvia rota.
Estuve en tu seno como una daga fina.

En la ribera del viento están tus senos.
A la orilla de un potro que galopa.

En mis ojos navegan y a mis ojos regresan.
Navegan desde un puerto que el agua interroga.

Son dos rincones de pez nadando hacia mi lengua.
Son dos islas de sombra con que el tigre retoza.




a buen tiempo

Está servida la comida
El potaje está servido
Están servidos el tomate                       las frituras
el pastel de queso y el bistecito con cebollas rojas
están servidos en mi mesa de pobre
o en mi mesa de rico
o en mi mesa de triste
La nostalgia está servida
El mar
con sus víboras de nieve
está servido ante mis ojos y calla
Todo el pasado está servido
Amor                       tus ojos y la lluvia
y mi pudor también está servido
La infancia está servida
(La infancia
Con sus traganíqueles la infancia
con sus indios y sus chirimoyas)
La infancia está servida
Bilita y Mamama                       estáis servidas
Pero el olvido asimismo está servido
y está servido el armario en que me entierro
Los parques
aquella bicicleta que corre en otra sangre
en otra herida
los libros
el mucílago infinito del Instituto Escuela
las primeras camisas con botones en el cuello
el muñeco de nieve que me saqué en el Jaragua
una prima noche de Navidad ante el espanto
                     de mis primos
las guaguas de dos pisos que mi padre nunca asaltó
porque era niño
el boulevard de París en que pude perder la inocencia
la esquina donde llueven todavía nuestras manos
está servido tu sí
está servido el azul
los años
está servido el amor
la brisa está servida





llovizna

Uno abre los armarios
A veces uno abre los armarios
buscando no se sabe qué cosas          qué fotografía
qué monedero roto en que no cupieron las monedas
Ya no quedan monedas          Uno sabe que ha sido pobre
durante noventa años de lluvias y golondrinas
Quizá encuentre uno polainas que no resistieron la muerte
los polvos de una abuela que nunca fue a desfiles
tijeras que recortan la tristeza
y el hábito de la tristeza
la presumible flor en las páginas de un libro
que nadie leyó porque los novios ya se fueron
trajes que están bailando un vals de naftalina
espejos de media luna y espejos de gorrión nevado
quizá una mariposa que no sabe cómo volar
dentro de las páginas de un amor que encuadernó el otoño
relojes que dan la hora y buenos días
cuadernos escritos con tinta y caramelo
que devoran diminutas hormigas cantarinas
títulos de una propiedad que el Estado no ha reconocido
los quesillos de almendra que Bilita guardaba en su gaveta
los pagarés          los recibos          las llaves
del paraíso o de la cuartería o del olvido
la infancia archivada como un expediente de la brisa
los labios de una muchacha que dijo sí toda la vida
las notas del Instituto con la conducta en rojo
castigos que uno ha perdonado
a pesar de la locura de su dueño
Uno abre los armarios
a veces uno abre los armarios
como si abriera la nostalgia
y salieran hablando los espejos





primeras letras

Le arreglas los botones del jacket
lo peinas           lo despeinas
le dibujas bigotes de carbón
sobre la boca que mejor dice mal las cosas
le compras una piñata
que está vacía porque hoy no es día quince
ni día treinta
pero que de todos modos está llena de osos y luceros
de fragatas caramelos acordeones
Le muestras la bandera
con que Dios se despide en septiembre del verano
Le pones el perfume
Guerlain o Givenchy
con que acudes todas las mañanas al patíbulo
Le lees las feroces palabras que has leído
toda la vida
Le enseñas un nudo de boy scout
que nunca aprendiste
allá
en el Calasanz de la Independencia y los naranjos
Ya escribe           ya lee           pomo puma pipa
Ya canta
Ya dirige los hábitos del alba
Ya sabe olvidar           mentir           repartir una paloma
Aprendió a crecer silenciosamente
Le colocas la estrella de sheriff en el pecho
y donde pone su nombre tú estás poniendo
la minuciosa sangre           la lluvia minuciosa
Juntos toman un tranvía
que sus bisabuelos mueven desde algún lugar
del corazón o de la tumba
Un espejo de harina le muestra a la niña dos sonrisas
La tuya
de dulce galeote
La suya
de ángel de la guarda





día de compras

De Panamá te traigo este beso
Le compré en un baratillo
a la mitad de su precio
Lo estuvimos probando
la vendedora y yo
ligeramente ruborizados
Está envuelto en el papel de plata
que la llovizna rayó con sus pestañas
El lazo es de rosa como tus labios
en la mañana dulce
Lo pagué de contado
No financian ya los besos
Imposible un adelanto y unos meses
para pagar besos o cacharros
Pero tiene garantía de un año
y clarísimas instrucciones
que tú y yo no estudiaríamos
porque echaremos al cesto los manuales
Ahora bien
hay que tener cuidado
Cuando su dueño te lo dé
porque te lo debe dar únicamente su dueño
saldrá volando hacia Panamá
o hacia la brisa
como una codorniz de humo
que regrese cantando a su ceniza
y se olvide para siempre de sus amos





No sé si bailas o si callas

No sé si bailas o si callas,
no sé si cantas bajo la lluvia de junio amanecido
o si enmudeces junto al pájaro que viaja sin retorno
hacia el final de la brisa donde bailas o callas.

No sé si cubres o desnudas
la luz que circunda tu cintura de níspero jugoso.
No sé si vistes o desvistes
las ebrias aguas que te ciñen sin tiempo ni pupilas.

No sé si apremias o retrasas
la noche en su navío de fiera y aguacero.
No sé si conservas o repartes
tu propio relámpago de fiera que divide la noche en
dos mitades.

No sé si te acercas o si huyes
de la música que dejas a tu paso,
como un pájaro menudo detrás de una guitarra
o una mano de luna suspendida de la rosa.

No sé si tomas o si dejas
el pez que en la lluvia busca tu alimento
de cedro parecido al cedro de tu pecho.
No sé si llegas. No sé si te despides.

No sé si me llamas una noche de humo
o si regresas al agua en que yo no te toco.
Nada sé de tu sombra. Nada sé de la estrella.
Porque sólo te sueño, para que nadie lo sepa.





no cejar, ceja

Después dirán que repartías
migajas de un potro muerto en la luz sin cuartel de la pobreza.

Después dirán que no diste las gracias.

Después dirán que no retornas,
lloviendo como llueves en una locomotora exhausta.

Después dirán que te comías los párpados.
Después dirán que te perdonan,
abeja labradora de colmenas que nadie habita ni el silencio.

Después dirán que la garata con puño,
que una goleta de limo hundiéndose en la tarde,
que aquel similindruño, ábreme el puño,
que la cigua se nutría de música y de polen,
que los guloyas no despiden a nadie,
que cantamos, que cantemos, que cantamos

Y cantamos, Ceja.
Concluyen los limoncillos y cantamos, Ceja.

Ve a noquear a Dios, que te espera con miedo.
Aquí te guardamos los secretos que arrancaste de a poco
Hay un retazo de ring en toda mano pobre,
en toda rosa pobre, en toda pobre cobacha de lucero.
Ella se llama algodón y él se llama no quiero,
madre, hijo, patria pequeña que no late, leve, calladita.
Hemos pactado todos los rounds imposibles de tu ceño
para pelear dondequiera con la muerte.
La campanilla breve apresa tu alegría
y nosotros cantamos por tus puños de azúcar,
Ceja que nos llegas con la guardia en alto
y el mar en alto y la mañana muerta.

Deja que un guloya enfermo diga si amaneces,
mientras convences a Dios de que pegas jugando.

Berlín, 13 de julio 2004





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