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lunes, 3 de marzo de 2014

ARIADNA VÁSQUEZ GERMÁN [10.627]


ARIADNA VÁSQUEZ GERMÁN 

(República Dominicana)
Ariadna Vásquez Germán (República Dominicana, 1977). Ha publicado los poemarios El Libro de las Inundaciones (Atarraya Cartonera, Puerto Rico, 2011; y Literal, México, 2012); Cantos al hogar incendiado (Praxis, México, 2009), La palabra sin habla (Tintanueva, México, 2007) y Una casa azul, (Ángeles de Fierro, República Dominicana, 2005); la novela Por el desnivel de la acera (Praxis, México, 2005) y el relato Vulnerable en voz alta y otros cuentos premiados (“Premio Nacional de Cuento Joven de la Feria del Libro 2010”, Ferilibro, 2011, República Dominicana). En el 2012, recibió el Premio Nacional de Poesía Salomé Ureña de la República Dominicana por su poemario inédito Debí dibujar el mar en alguna parte.

En febrero del 2012, la revista Punto de Partida de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) publicó su antología “A la garata con puño”: muestra de poesía dominicana actual, que la conforman doce poetas jóvenes de la República Dominicana. Sus poemas han sido publicados en varias antologías, las últimas: Hijas de diablo hijas de santo: Poetas hispanas actuales (Revista Latinoamérica La Raíz Invertida, 2013) 4M3R1C4: Novísima poesía latinoamericana (Ventana Abierta, Chile, 2010), y Presencias Reales: poesía dominicana actual (Revista Ping Pong, Rep. Dom., 2011). Su relato “Náufraga en Náxos” fue seleccionado para la antología El fututo no es nuestro, nueva narrativa latinoamericana, publicado en Argentina, Bolivia, Chile, Hungría y Estados Unidos de América.

Realizó la maestría en Creación Literaria en el Centro de Cultura Casa Lamm de la ciudad de México y la especialización en Literatura Mexicana del Siglo XX en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).






Cascada

(fragmentos)


I

Vine porque las aguas trazan el camino
también los astros
traigo tanta sed en la garganta.

Hace unas noches seguí las luces en el cielo
no sé si eran estrellas o guijarros elevados por la tormenta.



VI

El agua es certera
señala siempre el despeñadero, la cascada,
el río, su navegación de cuerpos perdidos.

Hay agua en los rincones de todas las cosas.
Tomemos juntos entre las manos poco a poco cualquier gota



VIII

Ningún animal ninguna cosa
nadie nunca siguió las señales 
el camino
estuve siempre solo
levanté con los ojos algunas casas.
En los sótanos envidié a las arañas.



IX

En el manglar conocí a una mujer ahogada
era morada su piel y no blanca
sobre su cuerpo las aves 
anunciaban sus últimas migraciones.

Inicié un grito por ellas canté 
todos los hombres extraviados.

X
El hombre sediento 
sabe hacer un viaje 
persigue edificios clausurados
inundaciones
ríos aparecidos
gente misteriosa que habla en otras lenguas para no mostrar las salidas.

Conoce la noche sola de los parques.



XI

Una noche vi una humareda saliendo de un templo
y me detuve.

Al menos cien palomas volaron camino hacia el incendio
recuerdo el azufre
olor a tierra estéril antigua 
aún hay plumas esparciendo sus restos calcinados.



XII

Subí y baje los puentes lanzando monedas en los ríos
era verde el agua y no cristalina

y aunque solté barquitos de papel sobre todas las aguas
nadie dio conmigo
y aunque escribí el nombre de mi padre sobre los muros
y arriba de las marcas que dejó la última subida de las aguas en las columnas
y anuncié que quería ser encontrado
nadie dio conmigo.



XIII

Yo vi incinerados los rostros de mis padres
y escuché mi nombre en sus lamentos
pero escapé al impulso de salvarlos
y me volví un hacedor de llamas en el sótano
hay quien todo lo asesina todo con el fuego.



XV

Hace siete noches tocaron a mi puerta
y me volví un hombre agradecido
ahora soy el hombre más sediento de estas tierras
soy tan digno y llego a la ciudad y tengo lumbre y pan
y el vino
y logro llegar a los arrabales
embriagarme
escuchar allí historias sobre orfandades
padres que abandonaron
ser allí un asesino silencioso
alejarme sin miedo
con el gesto de quien esconde una navaja.



XX

En todas partes algún ahogado resiste la hinchazón de su lengua
es decir 
niego todas las palabras que trae la corriente
aviso que ya no podré ser encontrado

es decir 
algo debe caerse.



XXI 

Todos tenemos un ahogado que sigue siempre su rumbo
su sangre insiste
caliente a pesar de la cascada.

Pero que no entiendo el equilibrio de las aguas y el fuego
o un flotar inmenso de la mujer ahogada
en mi memoria.



XXIII

El dolor aterriza conmigo sobre los puentes
juntos vigilamos el cuerpo de la mujer ahogada
enredado entre las algas haciendo lentamente 
su viaje de canoa hacia la cascada.

(Inédito)







1

El hombre se asoma prudente a la ciudad.
Cada año la tierra se calienta.
Mis pantorrillas cargan la sal fogosa
de la isla como una duda o un dolor pendiente.
Yo vengo siempre del calor.
Yo puedo hablar del calor como si hablara del río o de la noche.
Pero hablo del hombre que es un amante cauto,
temeroso de los puentes.
Él señala discreto en dirección a los parques
y dice que allí está el calor colgando de las esparragueras,
y pequeños nidos incinerados que caen de las ramas.
También menciona las palomas extraviadas
que van por la ciudad con la cabeza baja,
dice que andan prevenidas por el viento
y que en sus arrullos anuncian las peores fiebres,
cantan acaloradas y con migajas de pan en la boca,
y previenen a los viajeros sobre trenes
misteriosos que atraviesan las noches.

El hombre habla de incendios,
imita el sonido preciso de un insecto ardiendo.

Yo aquí espero,
espero la próxima caída,
el traspié preciso para que se rompa la cuerda
y la ciudad caiga rendida al desagüe.
Yo sé que todo tiene que ver con el hombre.
Sé que algún río se levanta con brazos y piernas,
y bocas,
y diálogos de amantes.

Ya está el hombre bien desnudo
y busca poemas en los tanques de basura.
Levanta sus manos y sus latas vacías,
Dice: el poema se queda en el contenedor,
no entra en la boca,
se queda pegado al envase
como bacterias en la saliva.
Él hace un juego con el cuerpo.
Dice que toda la memoria está en el hígado,
que todas las pérdidas se quedan en el hígado.
Yo escribo que hígado es una palabra desorientada,
un muchacho escapando de casa por las noches,
detenido en la estación de gasolina, a oscuras,
con las manos en los bolsillos, y sudor y miedo en el aliento,
un muchacho parado allí,
mirando la noche mientras en su cuerpo se yergue un faro
que alumbra el muelle más lejano.
El muelle crece en su pecho también,
y en sus brazos, el mar lo sacude,
lo vuelve un muchacho siniestro.

El hombre es cada vez más el volcán que esperábamos.
Hay cenizas en mis ojos pero no me asusto.
Le advierto que ya no tengo las manos duras, abiertas, elevadas,
y que ahora sólo escribo escenas que cuelgan de los párpados.
Escribo para que los cardos deshagan mis historias
como pies descalzos,
y ya no crea nada de los caminos.

Dicen que el sol está cada vez más cerca de la tierra.
Yo prefiero al hombre cada vez más cerca de la tierra.
Prefiero el mar que alberga muertos bajo los continentes.
Escribo que los cementerios siempre se llenan de agua,
y una larga alfombra de cadáveres rancios se tienden bajo las islas.
El agua todo lo arrastra.
Escribo que es seguro que la muerte flota,
y el calor
y el hombre.
El hombre anda con la misma canción en el cuerpo
y a veces creo que cree
a veces creo que cree en el sentido…
un sentido en la ciudad.
Dice que cada calle oculta un laberinto bajo sus alcantarillas,
y que él ha visto mujeres como sapos
tomando el camino de los subterráneos.
Dice que de allí ya no regresan,
que las mujeres navegan hacia el mar en unos barcos antiguos,
y van
al encuentro con su iceberg.
¿Qué sería de nuestra navegación
sino fuera por los iceberg?, pregunto.

El hombre habla y no responde nada.
Habla de lo más reciente en esta tarde.
Dice que el calor lo acerca
y que él sabe amar a una mujer con piedras.

Yo soy una mujer con piedras.
Aquí le espero.
Me desbordo como la ciudad cuando recuerda al río.

de Debí dibujar el mar en alguna parte








Una mujer puede perder la falda en un baño

Una mujer puede perder la falda en un baño. Puede entrar con ella puesta y antes de salir, perderla. Una mujer puede dejar ir la falda por uno de sus huecos, extender el vacío de la prenda, abrir esa puerta. Una mujer es capaz de irse, camino hacia el desagüe de su falda. Después de todo es suya la ropa, es aquello que ella puede quitarse si quiere, desprenderse sin intervenciones ajenas. La falda puede ser su narrativa negativa, su forma de demorarse. Ella puede decir: aquí me detengo. Es decir, la falda es elevada para que ocurra la orina y puede que no regrese a su sitio tras completarse el acto. Se puede, por ejemplo, integrar al cuerpo, volverse demasiado útil para las costillas. Subir y bajar la falda es una forma del tiempo; es abierta la falda, su eternidad está arriba y abajo, también en el instante de su fuga. Es que es ahuecada la falda, se escapa por ambos lados, por ello se pierde, es fácil su extravío.

(Inédito)









CASI SIEMPRE

A Frank Báez

Al principio
Cuando me salgo de la casa
Yo quiero caminar rápido
Como volando
Me dan ganas de saltar y correr delante de toda la gente
Correr hasta que detrás de mi no quede nadie
Ni los cocodrilos
Pero entonces a mis pies les da pereza
Y me pongo a pensar en las hormigas
Y en las moscas
Y en la sopa del otro día que tenía un cilantro
que parecía un pedacito de mierda verde
Así que me pongo a caminar
Mejor
Porque cuando camino es otra cosa la que late
Y sé que sólo podría correr como gacela si no me quedo mirando nada
Y empiezo a tirarle los ojos a las cosas
A alcanzarlas a todas
Y me dan ganas de quedarme parada
Esperando que los flashes se me adelanten
Para quedarme atrás de toda la gente
Y de los cocodrilos
Y mirarlos mientras sudan por pasarme
Y yo sin prisa
Porque la verdad es que no tengo nada que hacer
Más que mirarlos
Y yo no quiero tener nada que hacer







En el baño  del WTC

descubrí un dedo en el inodoro
En la puerta
una señora me había pasado el papel
y yo no lo cogí
y no había nada para secarse
y salí
Volví a la puerta
le dije a la señora que me prestara un pedazo de papel
pero ella no me lo dio
y me miro mal
Volví al baño
y mié
mié muchísimo
y me picaban los pezones
y me rasqué las tetas
y me temblaban las tetas
y no me sequé
y me sacudí
y apreté el botoncito blanco
y cuando el agua sonó
miré otra vez
y el dedo seguía allí








1

Cerca del poste de luz una piraña
me mira con los ojos bizcos
me guiña los ojos
y sus pestañas se abren se cierran se abren
Al otro lado de la calle un señor
lleva las manos en los bolsillos
lleva un llavero
con unas llaves
en una mano que lleva adentro
en un bolsillo
y un sombrero blanco en la cabeza
y cuando lo levanta
y saluda
salen pingüinos blancos
cojeando
y aplauden
cruzando la calle
hasta la otra orilla y yo
miro a los pingüinos agacharse
y envolver pirañas en funditas transparentes
que van vendiendo a los chóferes en el semáforo






2

cuando la ciudad se inunda de humo
es la una de la mañana en el reloj
mi vecina es medusa y sale
a la carretera a tomar bochos
que dicen ocupado
no fume
tengo enfisema pulmonar
cuando la ciudad se inunda
se va la luz en los baños
y las caretas se vuelven verde azul
mi vecino canta opera en su casa
mientras se corta las uñas
la ciudad se inunda
por el desagüe salen alacranes mojados
con mapas de colores
con inciensos púrpuras
con flores negras
y llaveros cool marca que chido
soplando buena vibra
a las vírgenes del Centro
que esperan paradas en las filas
botando humo por las bocas
por las pestañas
masticando monedas
encima de la ciudad






3

un poema que tiemble
un poema con siete ojos
en la boca
que mire que espíe que busque que espere nervioso
mientras se coloca ácido
en los ojos diciendo pop corn pop corn
que explote
un poema que vocee PERO PERO
pujando mientras pare un pulpo
un poema teñido
un poema con carcinoma y sobretodo
con una navaja debajo del brazo
esperando en una esquina
un poema hincado
acechando para exprimirle el cuello a una guinea
un poema con hipo
con taquicardia
derritiéndose mientras huele
cemento, pinol, aguadulce
un poema
uno





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