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sábado, 27 de julio de 2013

FLORENCIA ABADI [10.250]

mandinga las chicas
                                       Lara Segade, Florencia Abadi y Guadalupe Wernicke

Florencia Abadi nació en Buenos Aires, Argentina en septiembre de 1979. Publicó los libros de poemas malaluz (Persé, 2001) y Otro jardín (Bajo la luna, 2009). Sus poemas han sido traducidos al alemán y al inglés y han sido publicados en diversas antologías y revistas literarias. Es doctora en Filosofía por la Universidad de Buenos, becaria posdoctoral del CONICET, y docente de Estética (Universidad de Buenos Aires).





otro viento

es un accidente disfrutar del miedo
defiendo eso de hamacarnos hasta quedar muy cansados
sin restos de ferocidad





mirar atrás

considero que igual no quedé tan dañada
y mi gota de terror en el mundo
no me está perturbando





conducción

no me entierren sin mi triciclo
sin la niña al volante
de mi muerte
también


Otro jardín, Bajo la luna, 2009.





I

Qué dirá el primer poema que escriba
ahora que murió mamá.
Ese libro envejeció en un instante,
una llamada de mi hermana en el teléfono.
Antes no estaba tan lejos el pasado.



II

Igual que el vidrio
en miles de pedazos
mi biografía
astillándose
la cabeza entiende veloz
la respuesta de mi hermana,
salían después palabras
de mi boca
yo no las controlabaaydiosaydiosaydiosaydiosaydiosaydiosaydiosaydiosay




III

Decir cómo miro ahora el balcón y la planta y el cielo
las cosas sin tu mirada.



IV

Respecto de las plantas
siento algo distinto en las flores.


V

Viene rasgada ahora
la felicidad
resiste.
Puedo abrazarte en sueños.



VI

Estuve probándome tu ropa
la remera color salmón, la del cuello celeste, la japonesa
nada como ellas para conservar
la forma de tu cintura,
grabada sólo a medias
en la mía
estuve mirándome
en el espejo
estuve probándome
tu cintura,
todavía no quise tocar los zapatos.




VII

Algo pasa cuando tardamos
en encontrar su lápida
(siempre tardamos)
hay cientas ahí, chatitas, sin ningún relieve
vamos leyendo nombres
hasta que alguien la encuentra
acá, dice.
Mi hermana no llora como antes
el gesto de su boca es diferente
siempre me desesperó verla llorar en serio
y ahora
con la boca así.

Si froto el mármol
si froto fuerte
tal vez.




VIII

Te adoraré
como se adoraba al sol
para arrodillarse
no hace falta la fe.



IX

Yo uso tus zapatos
me gusta usarlos
la forma de tu pie en mi pie
Sara dice que no puede ponerse zapatos de otro,
siente que se mete en su camino
que lo violenta
cuando se ponía las chinelas de la hermana, para salir al patio nomás,
sentía que le robaba la vida
presta toda la ropa menos los zapatos,
es distinto, me dice.
Ella también les saca fotos antes de tirarlos
no podíamos creer la coincidencia.
Pero meterme en tu camino
me gusta
y si lo violento
si te robo la muerte
voy a caminar con ella
abrigándome los pies.



Navidades

Allá el arbolito era de verdad
–un pino enorme–
y poníamos los adornos subidos a una silla.
Allá eran de verdad el brindis, los regalos.
En casa en cambio no había nada
ni siquiera una cena especial
por eso nosotras pedíamos ir allá
creo que pedíamos
pero no sé.
Con arbolito y todo, es hostil estar lejos, en González Catán,
aunque te disfraces de princesa y haya un papá noel
que sorprenda a los niños
más niños que uno.
¿papá noel llega con princesas?
queríamos que fuera de verdad
todo.

A nosotras nos tocaban los peores regalos, no es lo mismo
ser parte de la familia
igual nos compraban una bombacha
o un caracol
qué tenían que regalarnos ellos, que no tenían tele,
pero no es lo mismo
la familia
te vino a buscar tu mucama
yo explicaba que era como mi abuela, pero no era
parecida a mis abuelas,
ni tan abuela al final del día
(el cementerio está lejos, no fui nunca)
no era de verdad
mi abuela.

A la noche, después de los regalos, mamá y papá llamaban por teléfono
preguntaban cómo nos había ido con los disfraces.
La navidad, el arbolito, no eran para nosotras,
los muñequitos todos juntos
la madre, los reyes, el bebé.
Ese día éramos invitadas, mi hermana y yo, de gente pobre
nos daban de comer, a nosotras, las ricas,
nos dejaban adornar su pino
y mirar sus gallinas y temer su perro
festejábamos el nacimiento de un dios ajeno,
y ni siquiera éramos judías de verdad.



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