Sully Prudhomme
Premio Nobel de Literatura en 1901
René François Armand (Sully) Prudhomme (París, Francia, 16 de marzo de 1839 - Châtenay-Malabry, Francia, 6 de septiembre de 1907) fue un poeta y ensayista francés, ganador del primer Premio Nobel de Literatura en 1901.
Prudhomme originalmente estudió para ingeniero, pero cambió a la Filosofía y posteriormente se consagró a la poesía. Al escribir esta última declaró que su intención era crear una lírica científica e impersonal para los tiempos modernos: canta las emociones y los sentimientos, pero sin personalizarlos jamás. Desbordaba arte y pesimismo y compuso estructuras de grandes pretensiones, aunque un poco frías, como en las Stances et Poèmes, las Épreuves, las Solitudes ("Soledades", 1869), La vie intérieure, las Vaines tendresses o La felicidad (1888). Obtuvo el premio Nobel de literatura en 1901.
Anécdotas
Sully Prudhomme ocupó el sillón 24 de la Academia Francesa, en el que se han sentado entre otros el también escritor y ensayista Jean de la Fontaine y el matemático y físico Henri Poincaré.
Bibliografía
Poesía
Stances et Poèmes, 1865.
Les Épreuves, 1866.
Les Solitudes, 1869.
Les Destins, 1872.
La France, 1874.
Les Vaines tendresses, 1875.
La Justice, 1878.
Le Bonheur, 1888
Épaves, 1908
Prosa
Oeuvres de Sully Prudhomme (poesía y prosa), 8 volúmenes, A. Lemerre, 1883-1908.
Que sais-je? (filosofía), 1896.
Testament poétique (ensayos), 1901.
La vraie religion selon Pascal (ensayos), 1905.
Journal intime: lettres-pensées (diario), A. Lemerre, 1922.
A la orilla
Sentarse los dos a la orilla del agua que pasa
y verla pasar. Si se desliza una nube en el espacio,
verla, los dos, deslizarse.
Si en el horizonte humea un tejado de paja,
verlo humear.
Si alguna flor perfuma los alrededores,
perfumarse en ella también.
Si nos apetece algún fruto
que prueban las abejas,
probarlo.
Si en los bosques que lo escuchan,
canta algún pájaro,
escuchar.
A los pies de un sauce
donde el agua murmura,
oír el agua murmurar,
y no sentir pasar el tiempo
mientras dura ese sueño,
ni poner una pasión profunda
más que en adorarse.
No preocuparse de las mundanales querellas,
ignorarlas.
¡Y, solos, felices sin cansarse ante todo lo que cansa,
sentir, ante todo lo que pasa,
no pasar el amor!
Versión de Max Grillo
Aquí abajo
Aquí todas las lilas
en la tarde fenecen,
todos los cantos de las aves pasan.
¡Yo sueño con estíos que perfuman
eternamente!
Aquí los labios besan
con un calor muy breve.
Yo sueño con besos que no terminan jamás...
Aquí a todos los hombres
esclaviza la muerte,
todos lloran amores o amistades.
Yo sueño con lazos que perduran
eternamente...
Versión de Max Grillo
Cadenas
Queriendo amarlo todo creció mi desventura,
y así de mi martirio multipliqué las fuentes.
De mi ser parten lazos frágiles y dolientes
hacia todas las cosas, para toda criatura.
Mi corazón atraen con igual atractivo
la Verdad con sus faros, lo Ignoto con sus velos;
por un rayo de oro van al sol mis anhelos;
voy, en la blonda red de una estrella, cautivo.
La cadencia es cadena que mi alma esclaviza;
encadenan mi mano los pétalos que toca;
a mis ojos, cadena les pone una sonrisa,
cadena es en mis labios el roce de una boca.
De tan caducos lazos mi existencia va uncida;
ser cautivo de todo lo que adoro es mi suerte;
a su menor quebranto suspensa está mi vida
cual si diera llamadas en mi pecho la Muerte.
Versión de Carlos López Narváez
Combatientes íntimos
¿Y pasto del amor serás inerte?
¿Ni voluntad bastante
tienes para pugnar osado y fuerte
y a la insana pasión sobreponerte
con ánimo arrogante.
Cual sobre el tigre el domador se asienta.
Habiéndole rendido,
y con mano terrífica y sangrienta
le mantiene postrado, ¿y le amedrenta
aun después que ha mordido?
Metido él en la jaula, en sí confía,
y protección no espera;
nadie con él terciara en tal porfía,
ni el tácito lenguaje hablar sabría
con que él doma a la fiera.
Ni hay quien, en pugna tú y el apetito,
te auxilie ni rescate;
nadie, tú bajo el diente, oirá tu grito;
vencerás o caerás, santo o precito,
en singular combate.
Versión de Miguel Antonio Caro
El búcaro roto
El vaso donde muere esta verbena
un golpe de abanico lo rompió
el golpe lo debió rozar apenas,
pues ni un leve ruido se advirtió.
Mas no obstante, la leve rozadura
fue rajando el cristal muy lentamente
y con avance invisible y muy seguro
completamente roto lo dejó.
El agua ha huido, gota tras gota
y el jugo de las flores se ha secado ya
nadie nota la leve rajadura
mas no lo toquéis, está quebrado.
Así también la mano más amada
rozando el corazón hace una herida;
y el corazón, después, por sí se rompe
y la flor de un amor pierde la vida.
A los ojos del amor sigue intacto
pero siente crecer, tan resignado
la herida cruel que lleva allá en su fondo
Mas no lo toquéis: ¡el búcaro roto está!
Versión de Max Grillo
Le vase brisé
Le vase où meurt cette vervaine
D'un coup d'éventail fut fêlé ;
Le coup dut l'effleurer à peine,
Aucun bruit ne l'a révélé.
Mais la légère meurtrissure,
Mordant le cristal chaque jour,
D'une marche invisible et sûre
En a fait lentement le tour.
Son eau fraîche a fui goutte à goutte,
Le suc des fleurs s'est épuisé ;
Personne encore ne s'en doute,
N'y touchez pas, il est brisé.
Souvent aussi la main qu'on aime
Effleurant le coeur, le meurtrit ;
Puis le coeur se fend de lui-même,
La fleur de son amour périt ;
Toujours intact aux yeux du monde,
Il sent croître et pleurer tout bas
Sa blessure fine et profonde :
Il est brisé, n'y touchez pas.
El mejor momento del amor...
El mejor momento del amor
no es aquel en que se dice: «Te amo.»
Se halla en ese mismo silencio que está a punto
de romperse todos los días.
Está en la rápida y furtiva comprensión de los corazones.
Está en los fingidos rigores y en las secretas indulgencias.
Está en el estremecimiento del brazo
en que se apoya la mano temblorosa,
en esa página que volvemos juntos,
pero que ninguno de los dos leemos.
¡Momento único, en que los labios callan
y dicen tantas cosas con su pudor;
en que se abre el corazón,
estallando quedamente como un botón de rosa!
En que el solo perfume de los cabellos
parece un favor conquistado.
¡Momento de deliciosa ternura,
en que el respeto mismo es una confesión!
Versión de Max Grillo
La costumbre
La costumbre es una forastera
que suplanta a nuestra razón,
una vieja ama de casa que se instala en el hogar.
Es discreta, humilde y leal.
Conoce todos los rincones.
Nunca nos ocupamos de ella
porque sus atenciones son invisibles.
Conduce los pasos del hombre
por el camino que él hubiera elegido.
Sabe los fines que este persigue
sin que él haya de señalárselos,
y le dice con voz queda: «Por aquí. »
Trabajando en silencio para nosotros
con ademán seguro y siempre idéntico,
tiene la vigilancia en la mirada
y la dulzura del sueño en los labios.
Pero imprudente aquel
que se abandone a su yugo, una vez conocido!
Esta vieja de paso monótono
va adormeciendo la joven libertad,
y todos los que, insensiblemente,
se han dejado ganar por su fuerza oscura,
son hombres por la fisonomía,
pero son cosas por los movimientos.
Versión de Max Grillo
Las cadenas
Deseé amarlo todo y ahora soy desgraciado,
porque he multiplicado las causas de mis penas.
Innumerables lazos sutiles y dolorosos
unen mi alma a las cosas en todo el universo.
Todo me atrae al mismo tiempo
y con igual atractivo: lo cierto, por sus resplandores,
y lo desconocido por sus velos.
Un estremecido trazo de oro une mi corazón al sol,
y largos hilos de seda lo enlazan con las estrellas.
La armonía me encadena al aire melodioso,
la suavidad del terciopelo a las rosas que acaricio.
He hecho de una sonrisa cadena de mis ojos,
y de un beso cadena de mi boca.
Mi vida pende de esos frágiles lazos,
y estoy cautivo de los mil seres que amo.
A la menor sacudida que un soplo les imprime,
siento que se desgarra algo de mí mismo.
Versión de Max Grillo
Las flores
¡Insensato poeta! En todo cuanto ves
prendes una cuerda de lira y nos dices:
«¡Inclinaos, escuchad como todo respira!»
¡Ay! ¡Es cierto! ¡Es la voz!
Las flores no respiran. Un soplo errante
les arrebata su aroma al pasar,
y ese suspiro no pidió nunca gracia para ellas
a los inviernos destructores.
Y, sin embargo, ¡tiene tanta ternura
la belleza de las flores! ¿Será posible
que no tengan amor? ¿No las veis cómo
se tienden al calor y se vuelven hacia la luz?
La ligera risa del alba, que es su madre
y su amiga, despabila su sueño.
¿No habrá causado a la menos dormida de todas
una sensación de despertar?
¿No concebís el alma liberada de ideas,
un corazón completamente puro,
unos labios que sólo se dirigen a la llama,
unas flores que sólo buscan el azul?
En la convalecencia, cuando vivimos como ellas,
dejándonos en las manos de Dios,
el más discreto saludo del sol a las pupilas
nos hace sonreír.
Cuando la vida nos entorna sus puertas,
las plantas son nuestras hermanas,
y entonces comprendemos el hermético sueño de las rosas
y sus vagas dulzuras.
Por débiles que estemos,
sentimos la dulzura de seguir vegetando,
y de dar gracias a un amigo ignorado
por aquel beso recibido.
Lo mismo ocurre con las flores.
Esos frágiles seres tienen también caprichos,
y en su efímera vida hay horas agradables.
No desconocen los placeres.
La planta, resignada,
ama el lugar en que su pie descansa,
y bendice el camino, feliz por abrirse
a todo lo qua la acaricia,
y por perfumar la mano;
por hacer una visita intercambiando un sueño
en alas del aire mensajero, y por ofrecer llorando
lo mejor de su savia a un amante versátil;
por decir: «Tómame: yo lo haré más bonita,
niña que puedes correr; en tus mano podré viajar,
aunque haya de morir después.
«Quiero ir al baile y reinar lánguidamente
en un hermoso búcaro. Ver el mundo, agradarle
y acabar en un éxtasis,
a la sombra, prendida sobre un corazón.»
Versión de Max Grillo
Los ojos
Negros o azules, amados todos, todos bellos.
¡Cuántos ojos que han visto la aurora
duermen hoy en el fondo de la tumba
mientras el sol continúa su carrera!
¡Cuántos ojos se han extasiado
contemplando la noche, más dulce que el día!
Y las estrellas siguen brillando,
pero los ojos se han cubierto de sombra.
¡Oh, no; no! ¡No es posible
que hayan perdido la mirada!
Sin duda se han vuelto hacia otro lado
para contemplar eso que llamamos lo invisible;
y así como los astros al ponerse,
aunque nos abandonen, siguen estando en el cielo,
las pupilas tienen también su ocaso,
pero no es cierto que se mueran.
Negros o azules, amados todos,
todos bellos, esos ojos que cerramos,
abiertos hoy a alguna aurora inmensa,
continúan viendo desde el otro lado de la tumba.
Versión de Max Grillo
Ojos (Otra versión)
Ojos negros, o azules, ojos amados, bellos;
ojos innumerables que iluminó la aurora,
yacen hoy en las tumbas, extintos, sin destellos.
y aún asciende el sol que los cielos enflora.
Noches de más dulzura que los días más rubios
de aquellos infinitos ojos se constelaron...
Aún dan los luceros sus dorados efluvios,
y ha tiempo aquellos ojos de sombra se colmaron.
¡Oh Dios! ¿Cómo pudieron morir esas pupilas,
de toda dulcedumbre vívidos manantiales?
¿Espejo de qué rostros son sus ondas tranquilas?
¿A qué mundo ignoto se vuelven sus fanales?
Lo mismo que de astros ha tiempo fenecidos
pervive su alma lumbre por el éter cruzando,
los ojos adorados, en la muerte sumidos
siguen desde su sombra la nuestra iluminando.
Renacimiento
Quisiera olvidar, volver, a nacer
y gozar a ojos cerrados de la novedad,
flor de las cosas, que se desvanece como edad.
Saludaría de nuevo la luz, pero iría abriendo
lentamente mi alma virgen y mis párpados
para saborear mi asombro.
Adivinaría por mí mismo
esos secretos que se nos enseñan.
Yo solo iría hacia los seres que amo
y les pondría nombre; extasiado
ante los abismos azules
en que parece dormir el verdadero Dios;
escondería mis sublimes lágrimas
en versos con cadencia de infinito;
y mi primer poema sería para ti,
¡oh mi dolor amado!
Haría estallar en un grito supremo
un verso frágil como una flor.
Si existe para nosotros un mundo
en el que se sucedan días mejores,
que su faz no sea redonda,
sino que se extienda sin terminar jamás...
Y que la belleza,
de puro sabida olvidada de continuo,
en una sorpresa incesante
nos proporcione una felicidad completa.
Versión de Max Grillo
Un rendez-vous
Dans ce nid furtif où nous sommes,
Ô ma chère âme, seuls tous deux,
Qu'il est bon d'oublier les hommes,
Si près d'eux.
Pour ralentir l'heure fuyante,
Pour la goûter, il ne faut pas
Une félicité bruyante,
Parlons bas;
Craignons de la hâter d'un geste,
D'un mot, d'un souffle seulement,
D'en perdre, tant elle est céleste,
Un moment.
Afin de la sentir bien nôtre,
Afin de la bien ménager,
Serrons-nous tout près l'un de l'autre
Sans bouger;
Sans même lever la paupière:
Imitons le chaste repos
De ces vieux châtelains de pierre
Aux yeux clos,
Dont les corps sur les mausolées,
Immobiles et tout vêtus,
Loin de leurs âmes envolées
Se sont tus;
Dans une alliance plus haute
Que les terrestres unions,
Gravement comme eux, côte à côte,
Sommeillons.
Car nous n'en sommes plus aux fièvres
D'un jeune amour qui peut finir;
Nos coeurs n'ont plus besoin des lèvres
Pour s'unir,
Ni des paroles solennelles
Pour changer leur culte en devoir,
Ni du mirage des prunelles
Pour se voir.
Ne me fais plus jurer que j'aime,
Ne me fais plus dire comment;
Goûtons la félicité même
Sans serment.
Savourons, dans ce que nous disent
Silencieusement nos pleurs,
Les tendresses qui divinisent
Les douleurs!
Chère, en cette ineffable trêve
Le désir enchanté s'endort;
On rêve à l'amour comme on rêve
À la mort.
On croit sentir la fin du monde;
L'univers semble chavirer
D'une chute douce et profonde,
Et sombrer...
L'âme de ses fardeaux s'allége
Par la fuite immense de tout;
La mémoire comme une neige
Se dissout.
Toute la vie ardente et triste,
Semble anéantie alentour,
Plus rien pour nous, plus rien n'existe
Que l'amour.
Aimons en paix: il fait nuit noire,
La lueur blême du flambeau
Expire... Nous pouvons nous croire
Au tombeau.
Laissons-nous dans les mers funèbres,
Comme après le dernier soupir,
Abîmer, et par leurs ténèbres
Assoupir...
Nous sommes sous la terre ensemble
Depuis très-longtemps, n'est-ce pas?
Écoute en haut le sol qui tremble
Sous les pas.
Regarde au loin comme un vol sombre
De corbeaux, vers le nord chassé,
Disparaître les nuits sans nombre
Du passé,
Et comme une immense nuée
De cigognes (mais sans retours!)
Fuir la blancheur diminuée
Des vieux jours...
Hors de la sphère ensoleillée
Dont nous subîmes les rigueurs,
Quelle étrange et douce veillée
Font nos coeurs?
Je ne sais plus quelle aventure
Nous a jadis éteint les yeux,
Depuis quand notre extase dure,
En quels cieux.
Les choses de la vie ancienne
Ont fui ma mémoire à jamais,
Mais du plus loin qu'il me souvienne
Je t'aimais...
Par quel bienfaiteur fut dressée
Cette couche? et par quel hymen
Fut pour toujours ta main laissée
Dans ma main?
Mais qu'importe! Ô mon amoureuse,
Dormons dans nos légers linceuls,
Pour l'éternité bienheureuse
Enfin seuls!
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