Julián Centeya
Julián Centeya (1910-1974), seudónimo de Amleto Enrique Vergiati fue un destacado poeta, recitador y letrista de tango argentino, conocido por sus poesías y textos en lunfardo. Era llamado El hombre gris de Buenos Aires.
Amleto Vergiati tomó su seudónimo junto a la primera canción que escribió, la milonga "Julián Centeya", con música de José Canet:
"Me llamo Julián Centeya
por más datos soy cantor
nací en la vieja Pompeya
tuve un amor con Mireya
me llamo Julián Centeya
su seguro servidor."
Amleto Vergiati nació en Borgo Val di Taro, provincia de Parma, Italia. Cuando tenía un año, su padre, un periodista de ideas anarquistas, debió huir de su país, emigrando a la Argentina, a donde arribó en 1912. La familia se radicó inicialmente en San Francisco (Córdoba) y en 1923 se radicó en Buenos Aires,. estableciéndose en el barrio de Parque Patricios.
Amleto realizó sus estudios primarios en la escuela Abraham Luppi, en el cruce de las calles Caseros y Labarden y fue compañero de banco de Francisco Rabanal, quien años después sería Intendente de la ciudad. Cursó sus estudios secundarios en el colegio Nacional Rivadavia, en la esquina de Chile y Entre Ríos, pero no los pudo terminar al ser expulsado por mala conducta en tercer año.
Amleto estableció una profunda relación afectiva con la ciudad, y en particular con su barrio, Boedo, de donde se consideraba oriundo (« pa'ver si se enteran que yo soy de Boedo»).
Su primer libro de poemas fue El recuerdo de la enfermería de Jaime escrito en 1941, y firmado con el seudónimo de Enrique Alvarado. Escribió letras de tangos con importantes músicos como Enrique Pedro Delfino, Enrique Francini, Lucio Demare y Hugo del Carril.
Se desempeñó también en la radio particularmente en Radio Colonia (Uruguay), con su programa En una esquina cualquiera y en Radio Argentina, con su programa Desde una esquina sin tiempo. También escribió artículos para los diarios Crítica, Noticias Gráficas y El Mundo, así como en las revistas Sábado y Prohibido.
En 1969 publicó La musa del barro, con prólogo de César Tiempo, considerado su mejor libro. Ese mismo año grabó en "RCA Victor" varios de sus poemas, incluyendo "Atorro", un descarnado poema en el que desnuda su soledad y su tristeza («negao a todo/piantado de mí»).
En 1971 escribió su única novela, El vaciadero, sobre los "quemeros", los hombres, mujeres y niños marginados de su barrio, que concurrían a "la quema", donde se incineraba la basura, en busca de objetos de valor. Centeya sostenía que el escritor debía estar comprometido profundamente con lo que escribía: «para escribir hay que vivirla; si no nos acunamos en el camelo literario».
Obra
La musa mistonga (frag.)
Yo canto en lunfa mi tristeza de hombre
ando la vida con mi musa rante
ella es así de maleva y yo atorrante
camina a mi costado y tiene un nombre
nació conmigo en Boedo y Chiclana
y se hizo mansa a juego de palmera
nunca una bronca, siempre cadenera
vivo con ella muy a lo banana.
Poemas
Alguno de sus poemas más conocidos son:
"Sigo pensando en vos, negro", dedicado a Louis Armstrong
"Atorro"
"Mi viejo" («Verlo a mi viejo/un tano laburante que la cinchó parejo, limpio y largo/y minga como yo
un atorrante»)
"Pichuco" («Y yo desde el hueso/bato/que sos El bandoneón Mayor de Buenosaires»)
"Muerte del punga" («La muerte lo pungueó en el conventillo»)
Tangos
"Claudinette", con música de Enrique Pedro Delfino
"La vi llegar", con música de Enrique Francini
"Lluvia de abril" con música de Enrique Francini
"Lison", con música de Ranieri
"Más allá de mi rencor", con música de Lucio Demare
"Julián Centeya" con música de José Canet
"Felicita" con música de Hugo del Carril
"Este cuore" musica de Daniel Melingo
Libros
El recuerdo de la enfermería de Jaime, 1941
La musa del barro, con prólogo de César Tiempo, 1969
El vaciadero, 1971
Póstumos
La musa maleva", 1978
"Piel de palabra" o "El ojo de la baraja izquierda", 1978
Discos
Julián Centeya, RCA Viktor, 1969
Habré de inventarme una puteada esdrújula
Habré de inventarme una puteada esdrújula
para arrojarla contra la vidriera del mundo
y contársela después a Cendrás y a Rimbaud
que tan mierdamente vivieron como yo
Habré de entender algún día que esto no tiene remedio
que uno pudo nacer pez espada ejecutivo delator
tener una religión prestada carecer del ojo izquierdo
y vivir esperando que mongo me cite en el Ecuador
Habré de cagarme ordenadamente en los gerentes bancarios
y sentado sobre la piedra de un tiempo que se televisa
escupiré sobre el rostroculo de mi vecino este rencor
Claro que habré de inventarme una puteada esdrújula
porque yo me he desentendido de un dios
que permitió que César Vallejo se muriera de hambre
la tarde de un día gris que contabilizaba sus piojos
Habré de inventarme una puteada esdrújula
Usted dese por invitado
Se lo merece
Que no haya nacido en Boedo importa poco o nada; Julian vivió (del tiempo "respiratorio" del verbo vivir) en Boedo y fue suya la aventura de transitar los paisajes que Homero Manzi devolvió en "Sur". Y así, le verseó a su barrio querido, aquel del ancho cielo compartido que un día se les haría canción:
Enumero una ordenación de esquinas contra el cielo,
desando lonjas de calles con memorias,
me instalo en patios familiares, íntimos,
procuro una sucesión de horas,
me detengo en una desangrada tarde,
de antiguas imágenes me renuevo,
reconstruyo albas,
fijo noches habitadas de arboles en silencio,
de retazos de lunas caminadoras,
de almacenes brumosos como puertos
y un viento sin donde me pone entre las manos
la voz gemidora
de una guitarraa goteándome un tiempo
de ochavas y de hembras
Entoces me nace el compadre de adentro
y bato esta sed que me crece de carne
pa'ver si se enteran que yo soy de Boedo.
Había nacido en Italia, allá por 1910, en el pueblo de Borgotaro, en la provincia de Parma, la última ciudad -recordaba él- que se rindió al fascismo. Mi viejo -recuerda Julián- Carlos Vergiatti, era periodista; trabajaba en el diario socialista "Avanti", del cual era jefe de redacción Benito Musolini, quien andaba en amores con una rusa Angélica Balavanof.
Después de la marcha sobre Roma, 1920, la represión se descargó sobre la izquierda en Italia y el exilio se ofreció como única posibilidad de subsistir. Mi viejo tuvo que venirse como refugiado político con mi vieja, mis dos hermanas, yo y un perro que llamábamos Pri Pri. Y al mentar a su viejo, Julián se amasija en el recuerdo, como reclamando la posibilidad de volver a verlo, siquiera un minuto, como antes.
Mi viejo
"Quisiera amasijarme en la infinita
ternura de mi barrio de purrete
con un cielo cachuzo de bolita
y el milagro coleao del barrilete
Verlo a mi viejo
un tano laburante que la cinchó parejo, limpio y largo
y minga como yo
un atorrante
que la va de "sover"
y se hace el raro
Vino en "Conte Rosso
fue un espiro
tres hijos, la mujer, a más un perro
como un tungo tenáz cinchó de tiro
todo se lo aguantó: hasta el destierro
y aquí palmó
aquí yace adormecido
mi viejo, el pobre tano laburante
se las tomó una noche de descuido
y nos dejó un recuerdo lacerante
Qué mundo habrá encontrado en su apoliyo
si es que hay un mundo pa los que se piantan
quizás el cuore cuyo se hizo grillo
y su mano cordial es una planta."
Con el tano laburante y su familia llegó a la Argentina en 1922,cuando tenía 12 años. Primero intentaron suerte en San Francisco (Córdoba) donde el viejo "paraba la olla" trabajando la madera, enfrentando las dificultades siempre con alegría, con optimismo.
"El viejo carpintero fue mi gringo
grandote, bonachón, siempre polenta,"
Pero la miseria los cerca y los atrapa.
"Mi madre aguantiñó la mishiadura
ni una sola palabra
siempre chanta
el dolor le había puesto una dulzura
en los ojos tan claros de ternura
me daba pena verla siempre en yanta".
Ya no había lugar en la Argentina agraria para estos inmigrantes "de última" y bien pronto debieron instalarse en el conventillo de Buenos Aires, detrás de cuyo pintoresquismo - el patio con malvones, el farol alumbrando la milonga - escondían sus terribles rostros, la tuberculosis, la promiscuidad, el hambre.
"La vida fué pa' ellos strafute
cinchar y mal vivir, duro programa
el destino jugó de farabute
y la miseria cruel se mandó el tute
Me vas a hablar a mí de cinerama"
Frustrado estudiante secundario, mandadero de comercio, jugador de fútbol, taquígrafo y mas que nada vagabundo, experto en el oficio de no hacer nada para encender los primeros versos.
"Por el duro empedrado de Famatina al este
la novia quinceañera con cita de portón
y el corralón que tuvo la chatita celeste
y la luna de siempre plateando el paredón
Qué fue de la muchacha aquella que me amaba
Celina, aquella rubia, Celina se llamaba
su nombre era de cielo. Recuerdo que la amé."
Por entonces se hace hombre y poeta en el Boedo de fines de la década del 20.
"Yo lo trepé a Boedo
viniendo desde el fondo de Chiclana
y era muchacho
el Boedo legendario el de La Balear y El Aeroplano
el de Eufemio Pizarro y "la chancha" muerto de bala en la ancha vereda de la puerta del Biarritz
y mi junada de asombro entreveró a Gorki con Barletta
a Mario Mariani con Gustavo Riccio, a Chejov con Nicolás Olivari
cuando con dos monedas me compré "Versos de una...", que le editó Zamora a César Tiempo.
Un Boedo con una literatura de fábrica y de tango de gustaciones ácidas. Un Boedo que enarbolaba una literatura molesta para los escritores bien comidos, para la gente sensata de las cátedras de literatura, los editoriales y los diarios serios. A Julián, como a tantos otros, le salió al cruce la estructura cultural montada por la clase dominante.
El quería hablar del punga, del cafiolo, de la piba que lo encandiló (no morfó más que el pan de su sonrisa), de los chorros y los laburantes, de la musa mistonga y la musa de barro. No lo dejaron. Quiso volar como poeta, y lo bajaron enseguida, arrinconándolo en una radio, en un diario, donde el alma se le iba a jirones y donde solo de vez en cuando podía enarbolar un verso. Publicó, sin embargo, varios libros de poemas y una novela: El Vaciadero. Pero lo mejor de él se desperdició en las charlas interminables de la madrugada.
Homenaje a Aníbal Troilo
"con luz de pucho y copa levantada
en el boliche aquel de la cortada
tan cordial y tan nuestro como el Queco".
Por eso fue desparejo como poeta. Por eso le faltó continuidad. Cómo la iba a tener luchando con las cédulas judiciales de desalojo, contra la guita que no alcanza.
"en un mundo, pibe
donde para caminar hay que pisar al otro".
De ahí su desilusión y el alcohol, la amargura y ese himno a la frustración y al escepticismo que tituló como despedida con el nombre lunfardo de la muerte:
Atorro
"Encanutado en la última pilcha
negao a todo
piantado de mí
En la pinchada que da el atorro
como de nada
puesto en el forro
de un jonca e' pino me iré de aquí
Linda sbrufata la de mi vida
me puso chanta "mamá" miseria
si todo ha sido una piojería
no se dió una, siempre en la vía
pa mi cincharla fue cosa seria
Sobre mi llaga pasé la lengua
cuando la chanta se tomó el piro
y en la mentira de otra salvada
me jugué el todo, quedé sin nada
si es de milagro creé, que respiro
"No tuve un llanto que me llorara
y no habrá un llanto cuando finisca
"solari y rosi"
voy de zarpada
y cuando se haga, no habrá mancada
que otro baraje para esa brisca
Algún gomía de esos que quedan
rante y polenta como Barquina
batirá el justo de la pulpeta
y acaso cuente que fuí un poeta
dueño del mundo que da la esquina
y que no tuve más berretines
que los comunes
que fuí sencillo
hecho a ternura, solo en la yeca
con horizontes que me dio el feca
sin otra cosa que un cuore e' grillo
No quiero nada
no se escapelen
paz de lamentos
si me voy piola
En el finirla está la salvada
se va conmigo mi alma cansada
que hace diez siglos no quiere lolas."
Con estos versos pareció que bajaba definitivamente los brazos, derrotado por quienes odian a los gorriones, a los juglares, a los barrios de casitas chatas. Sin embargo, la bronca pudo más y empinándose sobre ella levantó un último insulto para quienes le envenenaron la vida y aún también para aquellos que por miedo o indiferencia resultaron cómplices
Amleto Vergiatti. Para el pueblo: Julián Centeya "el hombre gris de Buenos Aires".
Fuente: www.nuevociclo.com.ar/juliancenteya.htm
LETRAS Y POEMAS
La ví llegar
(1944)
Junto a Luis Alposta en Plaza San Martín (1968)
La vi llegar...
¡Caricia de su mano breve!
La vi llegar...
¡Alondra que azotó la nieve!
Tu amor -pude decirle- se funde en el misterio
de un tango acariciante que gime por los dos.
Y el bandoneón
-¡rezongo amargo en el olvido!-
lloró su voz,
que se quebró en la densa bruma.
Y en la desesperanza,
tan cruel como ninguna,
la vi partir sin la palabra del adiós.
Era mi mundo de ilusión...
Lo supo el corazón,
que aún recuerda siempre su extravío?.
Era mi mundo de ilusión
y se perdió de mí,
sumándome en la sombra del dolor.
Hay un fantasma en la noche interminable.
Hay un fantasma que ronda en mi silencio.
Es el recuerdo de su voz,
latir de su canción,
la noche de su olvido y su rencor.
La vi llegar...
¡Murmullo de su paso leve!
La vi llegar...
¡Aurora que borró la nieve!
Perdido en la tiniebla, mi paso vacilante
la busca en mi terrible carnino de dolor.
Y el bandoneón
dice su nombre en sgemido,
con esa voz
que la llamó desde el olvido.
Y en este desencanto brutal que me condena
la vi partir, sin la palabra del adiós...
Yo
A León Benarós, troesma y gomía
Lo bato sin esparo, claramente,
con el chamuyo que me dio la yeca;
yo soy un cusifai que francamente,
como Discepolín, se hizo en el feca.
De contrapinta se me dio la peca,
con una mina que me puso chanta.
Me la llevó un balurdo. Era una seca.
Deliró por el centro y fue yiranta.
Qué querés, Benarós, que yo te diga;
no me queda del pan más que una miga,
y a contramano un pensamiento fijo.
En la última tela voy jugado
pero habré de salvarme, ya estufado:
una cheno cualunque me amasijo.
En ocasión de una visita a Aníbal Troilo, que actuaba entonces en el teatro Odeón, y llevado por el dibujante Betanín, con la posibilidad de realizar una comedia musical con el autor de Sur, para mi sorpresa, al darme la mano, Aníbal Troilo repitió estas palabras del poema de Julián Centeya: "Que querés, Benarós, que yo te diga…". (León Benarós)
Julián Centeya
Me llamo Julián Centeya
por mádato soy cantor.
Nací en la vieja Pompeya,
tuve un amor con Mirella.
Me llamo Julián Centeya,
su seguro servidor.
Me llamo Julián Centeya,
sí supe ser, más llorar.
En un recuerdo va ella,
compadre no llega mella.
Me llamo Julián Centeya,
no le quiero recordar...
Noche de un tiempo
que ya no vuelve...
Viejos recuerdos
que fui cantando...
Amores hondos
que se me fueron...
Toda tu gloria
la estoy llorando...
En la cortada de arena
con tango de Juan de Dios,
esa vida hechar mi buena,
cuanta en la noche serena.
En la cortada de arena
bailé ganando un amor.
Me llamo Julián Centeya
no se le vaya a olvidar.
Si quiere buscar mi huella,
la encontrará por Pompeya.
Me llamo Julián Centeya
pa' lo que guste mandar...
Noche de un tiempo
que ya no vuelve...
Viejos recuerdos
que voy cantando...
Amores hondos
que se me fueron...
Toda tu gloria
la estoy llorando.
La cana
A la final, ya ves, saltó la bronca
el gil, que se avivó, la fue de esparo
de cruzada un botón lo chapó al monga
y me sirven a mí, si no me paro.
Yo siento que ese fato mishio y raro
de vos me aleja y es lo que más siento
la parlo poco, lo sabés, y claro
y amas te es rejunao mi sentimiento.
Tu breón te cayó en cana, negra amada,
la tasuer me empaqueta de zarpada
y espero una aliviada en la sentencia.
Batile al bepi, que me fui de viaje,
portame entre otras cosas algún traje.
Yo me la aguanto. Vos tené paciencia.
Dante A. Linyera
Cantor de la mistonga vida rea,
frate leal que tuvo mano franca,
embagayao de sueños llevó en anca
la huesuda miseria.
A nadie le guardó una fulería,
pa todos tuvo un cacho de ternura.
Fué su novia mejor la mishiadura,
la huesuda miseria.
Proletario del verso, en la cinchada
puso su corazón limpio y descalzo.
Junto a tu nombre, Dante, sé que alzo
la huesuda miseria.
Era del San Cristóbal de los Greco
yotivenco, palmera, dura yeca.
Iba a entender después que le hizo la peca
la huesuda miseria.
No tuvo más estrella que aquel pucho,
no haber tenido nada fué su todo.
Yo bien lo sé que lo atracó de un modo
la huesuda miseria.
Hermano en Carrieguito y en Florencio,
en Charles de Soussens... Mono Taborda...
entiendo que al morir zarpó de borda
la huesuda miseria.
(De La musa mistonga, 1964)
Pichuco
Tu fueye,
Nada se parece tanto a vos como tu fueye.
Tu fueye.
Algo más: tu palabra,
tu cuore malandra,
tu sangre, tus ganas de nada,
tus curdas
y la cheno blanca
y la copa volteada.
En tu jaula canta llorando el pájaro de la tarde ciego
y yo desde el hueso bato
que sos el Bandoneón Mayor de Buenos Aires.
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