Luis de Lión
Luis de Lión, nacido como José Luis de León Díaz (San Juan del Obispo, Sacatepéquez, 1939- 6 de junio de 1984) fue un escritor guatemalteco secuestrado el 15 de mayo de 1984 por elementos de inteligencia del ejército de Guatemala y desaparecido desde entonces. Su novela póstuma El tiempo principia en Xibalbá está considerada como una pieza fundamental en la narrativa centroamericana contemporánea.
Nacido en el seno de una familia kakchiquel, el trabajo de su padre (policía en la época del dictador Jorge Ubico) le permitió acceder a una educación básica que, posteriormente, completaría en Ciudad de Guatemala, obteniendo el título de maestro de educación primaria.
Desempeñó su labor educativa en varios puntos del país hasta que ganó una cátedra de literatura en la Universidad de San Carlos. Afiliado al Partido Guatemalteco del Trabajo (comunista), como dirigente magisterial, defendió el acceso general a una educación de calidad como garantía para la mejora del nivel de vida de la población guatemalteca. Así, en su pueblo de origen, San Juan del Obispo, fundó una pequeña biblioteca en la que alfabetizó a varios de sus vecinos.
El 15 de mayo de 1984, un grupo de hombres armados vestidos de civil lo introdujo a la fuerza en un automóvil sin placas, mientras se dirigía a su trabajo en el Centro Histórico de Ciudad de Guatemala, engrosando las filas de los cerca de 35.000 desaparecidos por los gobiernos militares guatemaltecos durante los años 1980.
No se supo nada de su paradero hasta 1999 cuando su nombre apareció en el Diario Militar, un documento que contiene fotografías e información sobre las capturas y ejecuciones de cerca de 200 personas, y en el que figuraba con el número 135. Así se supo que fue asesinado el seis de junio del mismo año.
En 2005, el gobierno de Guatemala, encabezado por el presidente Óscar Berger, reconoció la responsabilidad estatal en la muerte de Luis de Lion y le rindió un homenaje póstumo en su casa museo de San Juan del Obispo.
Legado
La Casa Museo Luis de Lion se encuentra en San Juan del Obispo, pueblo natal del escritor. Conserva su obra, exhibe sus pertenencias personales —incluyendo libros y apuntes— y mantiene la pequeña biblioteca pública que él mismo fundó, y que es dedicada a la atención de la población infantil del lugar.
La figura literaria de Luis de Lion se estableció con la publicación póstuma de su única novela El tiempo principia en Xibalbá, que vio la luz en 1985. En ella inserta la cosmogonía maya en el relato contemporáneo, reconfigurando así toda una época de la narrativa guatemalteca.
Obra Publicada
Los Zopilotes (cuentos) (Editorial Landivar, 1966)
Su segunda muerte (cuentos) (Editorial Nuevo Siglo, 1970)
Poemas del volcán de Agua (1980)
Pájaro en mano. Certamen Permanente Centroamericano "15 de septiembre" (Editorial Serviprensa Centroamericana, 1985).
El tiempo principia en Xibalbá (Editorial Serviprensa Centroamericana, 1985)
La puerta del cielo y otras puertas (Editorial Artemis Edinter, 1998)
Poemas del volcán de Fuego (Bancafé, 1998)
El poema y el poeta
Tú me pides
un poema
y yo te digo:
amor,
si tú lo eres.
Cada parte tuya
es una estrofa
y todo el conjunto,
poesía.
Para escribirte
habría que volver
a la poesía clásica,
habría que volver
gimnastas a los versos.
Escribirte
en verso libre
no es correcto
y yo no puedo
escribir
a la manera clásica.
Mejor déjame
entonces plagiarte
con mis besos,
déjame sentir
toda la resonancia
de la estrofa,
pues de todos modos,
amor,
si tú eres el poema,
yo soy el poeta.
El enfermo
Si tus labios en verdad fueran de azúcar
y no solamente dulces,
hace años que habría muerto...
¡Tú sabes que yo soy diabético!
La lluvia
Así me gusta tu pelo,
tendido y húmedo
como una lluvia.
Ah,
qué infinidad de delgados ríos
se derraman sobre tu espalda,
qué inagotable fuente,
qué cielo el que se deshila.
Si tu pelo no fuera negro,
si fuera transparente
como esta gota,
diría que el día de hoy
principió el invierno
y correría descalzo
hasta empaparme
y vigilaría el momento
en que estallara la primera flor
e insurgiera la primera hierba.
Si tu pelo no fuera negro,
sería la primera cabellera
de este invierno.
Los creadores
Los hombres sentimos envida de los dioses:
ellos están en el cielo y nosotros, en la tierra,
ellos vuelan sin necesidad de alas
y nosotros tenemos que hacerlo sobre aviones,
ellos hacen los milagros y nostros tenemos que adorarlos.
Pero cuando tú y yo formamos la figura de un pájaro
volando sobre nuestro propio cielo
-alas son nuestros brazos-
y tu vientre se llena de la más perfecta creación,
son los dioses los que sienten envidia de los hombres.
Acerca de la ternura
Si no hubiera conocido tu piel,
si tus ángeles y sus pájaros
-morenos, desde luego-
no hubieran sido acariciados por mí,
si no hubiera tocado la ternura
de sus cantos y sus arpas
y la seda de sus plumas,
seguramente,
mi mano,
esta mano
tendría la dureza
de una piedra.
Poemas del volcán de Agua (1980)
poema para el niño del volcán de agua: El volcán era su casa. Y el volcán «es casado por dios y por los hombres / y es fecundo con su esposa / y quisiera serlo con la tierra». El niño «deposita gotas de trabajo / en las alcancías de la iglesia, / pues cree aún que no hay aquí posibilidad de paraíso. / (…) siembra de todo para cosechar de todo, / pero más siembra esperanza y cosecha desconsuelo».
poema para mi cielo: El cielo era «niño» y «virgen», cuando creció «se pobló de flores» y de «vírgenes» y luego se hizo viejo y se volvió «prolongación d otros cielos».
mi casa: Su casa clara y limpia, pura y de cielo en don «navegaba feliz sin ahogarme, / como un pez».
poema a una señorita: La señorita dentro de la iglesia «convocaba / a las fiestas» y la misa. Todos querían subir para tocarlo y beber su «miel».
poema a mi barrilete
(...)
hasta que un día,
de una hoja de periódico
pude construir una paloma-barrilete
que volaba,
que metía su poquito en el cielo
para aplacar su sed
y seguir volando,
y se volvió mío todo el infinito,
y me sentí dueño
de todos los arco iris,
mi alegría
se volvió un carrizo de hilo
largo, largo,
y pude enviar a mis hermanos
que vivían en las nubes,
según decía, llorosa, mi madre,
todos los telegramas
que quería.
la alfombra: La alfombra era el barranco de «peces de los montes», «flores coquetas», «bosques y bejucos», de ilusión y esperanza, el volcán del niño y su algarabía, etc. hasta que llegó el hombre que «no amaba más niños que los suyos» y la «alfombra fue deshecha»:
los abuelos decían que no era verdad
y contaban una historia de vergüenza y despojo.
el rey: No hay más rey que el de los trompos y el que enseña «que todo lo que había en las corolas / se volvía música».
el ojo de agua:
(…) y me lanzaba adentro de sus aguas.
claro que nunca me secaba.
de sus aguas,
yo salía transparente.
como una gota de rocío
al que sólo un rayo de sol le hiciera falta
para convertirse en pájaro.
poema a mi niño: El niño que fue y lo que pasó, la vida campesina como «bestia de carga». La tristeza y el sufrimiento de lo que se vivió y permanece aún como hombre.
poema de la niña
a mayarí, verdadera autora de este poema.
a mafalda, cuya lectura me ayudó a escribirlo.
sus ojos eran vírgenes.
en su aldea
había visto las noches de diciembre
y ahora,
en el fondo del valle,
miraba la ciudad.
era de noche.
la niña alzó la vista
y el cielo estaba limpio:
pensó que las estrellas
se habían desprendido.
poema del que pretendió ser novio: El hombre aceptó la campana como «señora», como «la mujer que ha sido madre» y ya no como «una explotadora, una extraña, una vieja». Aceptación de la cristiandad dentro de su mundo ¿?
el poema viejo
hace años pensé escribirles un poema a los cipreses,
pero, fundamentalmente,
a estos que forman la alameda.
el motivo del poema
no era porque fueran árboles,
sino porque, según yo, se parecían a los hombres.
los héroes: Campesinos descalzos luchando contra «los dueños de la casa de tejados» con zapatos de cuero en la «alfombra verde» que conocían mejor que nadie:
nuestros pies se movían en el campo de fútbol
como peces en el agua
y frente a los zapatos que molían nuestra piel
para vencernos,
nuestros pies se morían de la risa.
el jefe: Cunado eran niños, el único jefe era el que mejor sabía jugar cincos. Lo único necesario y justo para ejercer el poder…:
por eso era nuestro jefe.
era un artista del pulso,
un poeta de su técnica.
era un estratega de los cincos.
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