JUAN CARLOS PAJARES
Juan Carlos Pajares Iglesias nació en Huelva en 1961, pero ha residido casi toda su vida en León. Es documentalista y colabora como docente en el Área de Biblioteconomía y Documentación de la Universidad de León.
En 1984, en la extinta Editorial Margen, publicó un reducido conjunto de poemas que se titulaban Relatos incompletos o el hundimiento del Kizilirmak. Más recientemente ha publicado en la Revista Internacional de Literatura y Arte Francachela.
La editorial electrónica Badosa.com, ha difundido por entregas su libro El mundo pudo ser una bella verdad. Está publicado en una Sección de dicha editorial denominada “Biblioteca J.C. Pajares”. También está disponible en formato electrónico para MS Reader, poemario que fue presentado en la Feria del Libro de León en el año 2002 y del que firmó (procedimiento hasta entonces inédito) ejemplares electrónicos a los lectores. Juan Carlos Pajares Iglesias ha sido también incluido en "Antología impar", una selección compilada por Marta Rialp Cervera de la mejor poesía publicada en Badosa.
En Descalzos sobre las brasas, Colección Ería de poesía de Eje Ediciones, recupera parte de los poemas aparecidos anteriormente y su obra más reciente.
DE El mundo pudo ser una bella verdad
NO ME DEJÉIS SOLO EN DOMINGO,
el domingo militante de la Iglesia
Oficial, de calcetines de encaje
y zapatos de charol, cuando las madres
se embellecen y huelen a Domingo de Ramos.
No me dejéis solo en domingo
que hasta el sol parece el regalo
que nunca tendrás en Reyes,
y las conversaciones dejan el regusto
amargo de la intolerancia y los castigos,
el martini con gas de las tabernas
y el aroma festivo de los calamares.
No me dejéis este domingo electromagnético,
enredado en las ondas que nos traen
goles lejanos y espumas para afeitar
el lunes, los deseos, las esperanzas,
y las promesas inútiles de cada domingo.
No me dejéis solo este domingo
terrible de ateísmo militante.
PLEAMAR
Anochece en Caión
Ha oscurecido y derrama el océano
abierto, apenas visible, otra ola
indiferente sobre la costa abandonada.
La guardaba en la entraña profunda
de su gran estómago, con el brillo
intacto de la luna de una noche
de otro tiempo, y la escupe hoy violento
y despechado, creyéndola ya totalmente digerida.
Así, allá, al fondo de tus ojos,
centelleaba y se abría paso un sufrimiento.
REGALO
No hay zapatos de cristal
para tus pies egipcios.
Busqué sin éxito
la horma del final del día
la máquina de fabricar caribes
la que multiplica por dos el año
un geranio que no se riega
el túnel de ir hacia atrás
y vengo a tu fiesta
sin nada que ofrecerte.
LLEGÓ EL BESO COMO SE POSA LA HOJA,
imprevisible, revoloteando indecisa
en el camino, hasta que un golpe de viento
la desplaza con desdén hacia cualquier
parte, descubriendo el hueco cálido
donde se guarece la alimaña.
NO VENDRÁ EL DÍA NI LA ESCARCHA
a nuestros cuerpos si obstinado, amor,
no duermes. Si esperamos dulcemente,
un beso gris de antenas, pájaros, motores,
la mañana traerá con sus espejos.
Escaparé con sigilo, a las paredes pegado,
porque nadie robe, amor, el reflejo
que en mis ojos de ti guardo.
Que no me busque nadie, que he de destilar
este raro jugo que apenas gozado ya se añora.
LA CAZA
No estaba Dios en los espacios abiertos
ni en los sótanos o en los asilos
no se Le hallaba en los campos de minas
en los ministerios o en las guarderías en las cárceles
o en los edificios inciensados No Estaba.
Procesiona el hombre insomne, en su boca
llagas, delira en la fiebre del abandono,
tropieza con los otros.
Y Dios no estaba en las fábricas
o en las escuelas o en los restaurantes
en la Ronda Gatt ni en los hospitales No Estaba.
Sólo hombres con detectores, armados, enfurecidos,
formaban batidas, enviaban perros contra el viento,
lanzaban señuelos, acampaban en la noche,
se cruzaban con otros hombres a los que herían
o mataban, hombres que también buscaban.
Y entre todos no hallaron a Dios
Ni rastro de Él ni Huellas ni Heces
o ramas Rotas o restos de Su piel No Estaba.
DESPACIO,COMO EL QUE CONSTRUYE
un nuevo mundo, como únicamente
se ama, desmontando meticulosamente
la maquinaria, aprendiz de relojero
—grano a grano— de la arena
de los días, y el miedo a que resbale
por la angostura la última brizna.
NO QUIERO PALABRAS
sólo un haz de luz brillante
por el que transiten suspensivas moléculas de polvo
no quiero palabras que me sepulten.
REGALO
No hay zapatos de cristal
para tus pies egipcios.
Busqué sin éxito
la horma del final del día
la máquina de fabricar caribes
la que multiplica por dos el año
un geranio que no se riega
el túnel de ir hacia atrás
y vengo a tu fiesta
sin nada que ofrecerte.
TRAFALGAR
Al pie del faro hicimos un refugio con piedras
y nos abrazábamos desnudos y cerrábamos con fuerza los ojos.
Todo giraba y se descomponía,
una plancha de plomo que temblaba,
el aliento caliente de una gran turbina,
no había insectos, no volaban pájaros, las adelfas sacudidas.
Mientras la arena nos cubría
qué indefensos y minúsculos en la dulce perfección de nuestro abrazo.
LLEGÓ EL BESO COMO SE POSA LA HOJA,
imprevisible, revoloteando indecisa
en el camino, hasta que un golpe de viento
la desplaza con desdén hacia cualquier
parte, descubriendo el hueco cálido
donde se guarece la alimaña.
BAILE LENTO DE DÍGITOS
se apaga el mundo
tu voz es entonces un susurro estrenado
tu cuerpo es un espacio por el que orbitando van
ingrávidos mis adentros.
Descalzos sobre las brasas, Colección Ería de poesía de Eje Ediciones.
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