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sábado, 16 de marzo de 2013

CARLOS ETXEBA [9568]



Carlos Etxeba (seudónimo de Carlos Sáez Echevarría) es poeta, pintor, actor, autor dramático y políglota. Nació en Bilbao el 10-3-1929.

     Ha publicado seis libros de poemas y dado recitales poéticos con sus propios poemas tanto en emisoras de radio como en entidades culturales, siendo traducidos sus poemas al italiano. Es fundador de Publicaciones Edertasuna, que se dedica a la publicación de obras dramáticas y de poesía. Ha recibido numerosos premios internacionales. Por su comedia Una Estrella de Cine, por su monólogo La Mala Vida y su obra de teatro breve La Crisis del Teatro fue distinguido en Italia con el Attestato di Merito de la Accademia Ferdinandea y del Periódico Il Messaggero del Sud de Catania, habiendo sido nombrado Accademico Benemerito. Ha recibido el Premio de Teatro Mínimo «Rafael Guerrero» de Chiclana de la Frontera por su otra Historia mínima de un recién nacido en Mozambique en el año 2000. Posee numerosos premios de la Accademia Ferdinandea de Italia, como el «U Liotru» y «La Siccula Athenae», Premio «Catania e il suo Vulcano», premio «Catania Duomo», premio «Primavera Catanese», premios a los que da el autor una significación especial por venir de Italia, un país donde se ha originado gran parte de la cultural mundial. Es colaborador periodístico del Norte Cultural de Argentina y está incluido en el Who is Who International de Cambridge.

     El día 2 de noviembre de l999 leyó su sainete Música de Piedra en la Asociación de Autores de Teatro de Madrid, actuando de crítico Patricio Chamizo. El día 6-6-2000 se efectuó una lectura dramatizada de su sainete El Trabajo Fijo, de sus monólogos El Conde Drácula tiene Sida y Monólogo Total, así como de su teatro mínimo Historia Mínima de un recién nacido en Mozambique en el año 2000 en los salones del Boulevard del Arenal bilbaíno, actuando los actores de la Sociedad Artística Bilbaína, emitiendo un informativo con imágenes del acto el Canal de Televisión ETB-2. En estos mismos salones y dentro del programa del Maratón de las Artes, se han efectuado lecturas dramatizadas de sus sainetes Música de Piedra y Merengue con Coco, interpretadas por los mismo actores. Su obra dramática Las mujeres de Mahoma, publicada en el año l992 en Publicaciones Edertasuna, tiene la característica histórica especial de un tema cultural que hunde sus profundas raíces existenciales en nuestro idioma y en nuestra peculiar idiosincrasia, por más que pretendamos olvidarlo o pasarlo por alto, como de hecho sucede muchas veces.

     En el libro Una Estrella de Cine abarca un tema de plena actualidad en la realidad española. Los artistas de cine siempre han sido unas de las claves principales para interpretar una sociedad en una de sus vertientes más llamativas: el ocio. Lo que hacen los españoles principalmente en sus momentos de ocio, es contemplar a los artistas de cine, admirarlos y en cierto sentido, procurar imitarlos, ya que dentro de toda admiración va implícita una emulación encubierta.

     Ha escrito como dramaturgo las siguientes obras teatrales:

Aspasia o la Liberación de la Mujer (l983).
La Salvación es la Música (l985).
Un Aprendiz de Macarra (l986).
Las Mujeres de Mahoma (l992).
Una Estrella de Cine (l995).
La Crisis del Teatro (l995).
En el Holding la Masa hasta el amor se traspasa (l997).
La Mala Vida (Monólogo) (l994).
El Amor a los Hijos (l990).
Música de piedra (Sainete) (l998).
Merengue con Coco (Sainete) (l999).
El Diván (comedia) (2000).
Monólogo total (2000).
La Cuerda del Reloj (2000).
Historia mínima de una recién nacido en Mozambique en el año 2000.
Monólogo del mendigo.








A mi planta

No sé cómo te llamas, planta mía.
Eres carne sin hueso,
dedos sin uñas, ojos sin pestañas,
cuello sin hombros,
pero vives para mí en mi ventana.

No me pides nada
a cambio de regalarme tu silueta entretejida,
estrenada cada mañana.

Te yergues orgullosa, al sentir mi sombra
soslayada y repetida en la ventana.

En el hueco de tus hojas desfondadas,
amontonas presurosa mis miradas
y te estremeces por la tarde calurosa,
orgullosa de tenerme enamorado por tus flores,
cuando el sol toca tus alas.

Besas, sin tener labios carnosos,
hablas, sin tener boca entreabierta,
tocas sin tener dedos ni brazos,
solo flores diminutas,
como velas, como llamas.

Y pasas tu ingravidez silenciosa,
tu esbeltez de tierra electrizada,
firmando en el aire mariposas
de colores de amatista encarnadas.

¡No necesito conocer tu nombre!
Tu nombre no me dice nada.

Pero sí necesito contemplar tus flores,
al pasar suavemente mi mirada sobre ti cada mañana.





A todos los poetas del mundo

 La poesía divina (Jesucristo)
se reunía con los apóstoles (los poetas)
para recitarles los versos del amor (el evangelio)

Los poetas (los apóstoles)
escuchaban las profecías (los poemas)
rimando consonantes y asonantes interiores del corazón.

Las poesía humana va siempre de incógnito
sin corona, sin manto de púrpura,
sin pasar por la peluquería,
para no llamar la atención
porque sabe que es criticada y perseguida constantemente
por las damas empingorotadas
y habla siempre en metáforas
para que la entiendan solamente los elegidos
que se ocultan humildemente en sus casas.

-No temáis poetas del mundo,
cuando a cuenta de mi amistad os dijeren los hombres:
¡Están locos! Gastan el dinero en cosas inútiles y superficiales.
Yo os digo que vuestros nombres están inscritos
para recibir el premio de consolación de la cultura.

No temáis, poetas del mundo,
cuando a cuenta de la poesía os torturen los hombres, diciendo:
¡No sirven para nada! Son unos parásitos.
Son unos imbéciles.
¡Mejor harían en ir al boxeo o al fútbol!

Yo en verdad os digo que a cada uno de vosotros
le sonreirá el prestigio en esta vida
y en la otra os entregaré entradas
para ver los ojos azules de la Esperanza
que en el teatro del universo estelar
canta divinamente con el Ideal
la danza del Progreso junto con los coros de la Certeza,
la orquesta sinfónica de la Fantasía
y el cuerpo de baile del Delirio,
todos dirigidos por el gran Maestro Universal.

¡Ah, se me olvidaba!
El primer bailarín es el Desarrollo
y la primera bailarina es la Prosperidad.

A aquellos que os critican les espera una vida prosaica
donde solo se oirá el llanto de la mediocridad
y el crujido de dientes del materialismo
y no sabrán distinguir entre una jota una ge,
una uve y una be.

Esto dijo la Poesía
y poniéndose la dorada corona de laurel
que le quedó un poco ladeada,
pegó un portazo, al salir con paso solemne
y mirada furibunda del Salón de Actos del Círculo Cultural
de la Buena Voluntad.

Como resultas del portazo se cayeron al suelo
y se hicieron añicos los retratos de los directores
de grandes bigotes y gesto ceñudo de la galería de retratos.

Una señora de la limpieza que por allí pasaba,
los barrió a todos y los echó al cubo de la basura,
mientras la Poesía bajaba con paso solemne
por la escalera principal
diciendo a grito pelado:
¡Pandilla de majaderos!

Y ya no volvió por allí más.





Al escondite

¿Dónde se esconde el amor?
Detrás de todas las puertas,
fisgonea importuno
y se agazapa, se acurruca
invisible para que no le veas,
disfrazado de primavera calurosa.

Abres la puerta y no le ves,
Pero ahí estuvo él
y puede ser, que todavía esté.

¿No sentiste la corriente de viento cálido
que cerró violentamente la ventana?
¿No sentiste como unos pasos
en el piso de al lado,
como una voz que intentó decirte algo por la calle,
como una llamada sofocada por la brisa?

El amor estaba allí, escondido, disfrazado, agazapado,
para que no notases su presencia.

Pero un buen día, a plena luz de un sol
cubierto de oro y pedrería,
o una noche sofocante de enigmas celestiales
y de delirios de estrellas,
o una tarde arrebolada de luces extrañas,
se presenta el amor, sin tarjeta de visita,
de improviso, súbitamente, como una aparición.

Es como un ladrón furtivo
que te empuja al pasar y te roba la cartera,
al tropezar.

Es como un asalto en plena calle
rodeado de un gentío
y no aciertas a comprender,
por qué te asaltan a ti y no a los demás.

Es como un perfume de rosas,
de un jardín inexistente
exhalado por el aire, al contacto de tu boca.

Es como el sonido de una voz
que desconoces y que canta una canción
que no comprendes y que te hace suspirar.

Es todo lo que anhelas,
todo lo que tocas,
todo lo que lloras,
todo lo que sientes,
todo lo que imaginas,
todo lo que sueñas,
todo lo que ves.

No le podrás cerrar la puerta.
Con un golpe de viento abrirá tu balcón,
y entre las cortinas alborotadas
se meterá de rondón
y se esconderá, como siempre jugando al escondite
con tu asombrado corazón.

No te servirá de nada fingir que no lo has visto,
porque, si se marcha, sin decirte adiós
llorarás como un chiquillo por su falta de atención
y si no se vuelve a presentar,
recordarás cada instante de tu vida
a aquel ladrón furtivo
que te empujó al pasar
y te robó la cartera, al tropezar.





Callejones solitarios

Callejones solitarios,
barrios bajos cavernarios
entre casas derruidas
y ventanas carcomidas.

Faroles que se desmayan
por el paso de los años.
Sombras que pasan unidas
cual si presintieran años.

Una belleza morena
destocada la melena
hace sonar sus tacones
debajo de los balcones.

Se pasea solitaria
cual la luna imaginaria.
La luz entre los faroles
urde encajes de arreboles.
En el puerto está la luna
fisgoneando importuna.

- ¡Marinero, si tú quieres
te ofrezco mi amor sensual
como quien pone una rosa
y un clavel en el ojal!

¡Marinero, si tú quieres
te ofrezco mi libertad
encadenada en pasiones
que esconde mi talismán!

La luna lanza miradas
de platino y de coral
desvelando los secretos
de la noche sepulcral.

Coge un manojo de nubes
hace de ellas un sofá
y se tumba taciturna
soñando en el más allá.

-¡Marinero, solitario
de los ríos, de la mar
besa mis labios sedientos.
Yo te amaré de verdad!

-Esos amores que ofreces
son mentira, nada más,
oro falso que se oxida
antes de ponerse a amar.

¡Una moneda de plata
que vale solo el afán
y el placer de unos instantes!
Esa es toda la verdad.

La morena se la acerca,
saliendo desde un portal
y el marinero se marcha,
silbando alegre un cantar.

Un perro ladra a la luna.
Le fascina su beldad.
La noche roba a las almas
la paz y tranquilidad.

Y en el callejón oscuro
destocada la melena
mientras suenan sus tacones
debajo de los balcones,
una belleza morena
lanza miradas al mar
donde están los marineros
que apenas llegan, se van.





Canción china de Nanking

 En Nanking tuvo un desliz
la hija de un mandarín,
al bordar una perdiz
con aguja de marfil
una mañana de abril.

Sobre un dorado tapiz
se pinchó en la nariz
y su cara se tiñó
de un suave color añil.

Un gran grito de dolor
se escuchó por el jardín
y una lágrima cayó
sobre el dorado tapiz.

Otro imprevisto desliz
tuvo al andar por Nanking.
La hija del mandarín
Se enamoró del perfil
del hijo de un albañil
que dormía en un atril.

Se desmayó en un cojín
con ribetes de marfil
y ya no quiso salir
ni a ver las flores de abril

O le traían allí
al hijo del albañil
que dormía en un atril
o no saldría al jardín,
bordando siempre el tapiz
con ribetes de marfil.

El doctor del mandarín
le dio un té color carmín
con flor de pitiminí
y hojitas de perejil.

La hija del mandarín
no podía poner fin
a la ansiedad de su amor
por aquel guapo perfil
y su cara se tiñó
de un fuerte color añil.

El mandarín requirió
al hijo del albañil
para que fuera hasta allí
con aquel guapo perfil,
pero él no quiso ir,
porque odiaba al mandarín
y era temido en Nanking
de uno al otro confín.

-¡Le castigaría así
con furioso frenesí!

Y la princesa murió
por pincharse en la nariz
con la aguja de marfil,
mientras bordaba un tapiz
un atardecer de abril,
al volar un pavo real
sobre el florido jardín.





Caricias

(Soneto)


Pétalos blancos, rosas suaves, flores,
tiene tu tacto, cándida caricia,
beso de dedos, cálida delicia
que multiplica todos mis ardores.

Solo tus dedos quitan sinsabores
que la sonrisa trémula propicia,
cuando me miras con esa malicia
que de mis penas roba los temores.

Pasa tu mano cálida en mi frente.
Rompe de mi amargura las cadenas,
acariciando dulce y suavemente.

¡Desaparecerán todas mis penas,
como se van las aguas de un torrente,
dejando florecer las azucenas!





Corazón

 Corazón, ¿de qué te quejas,
si sabes que tu pasión
se alimenta solamente
del fuego de la ilusión?

¿No quieres más ilusiones?
¿Sólo quieres realidades?
¿Quieres comprobarlo todo?
¿Sólo deseas verdades?

Corazón que así te agitas,
averiguando el por qué.
Te cansas inútilmente.
Nunca podrás comprender,
si fue ilusión o mentira,
la realidad o el deseo.

Aunque no quieras creerlo,
te alimentas de ilusiones
como miguitas de pan
que comen los pajaritos
y que volando se van.





Cuando el amor se va

El amor es una catarata de espumas alocadas
lanzada contra ti en plena cara.
Cuando llega el amor todo lo arrasa.
El viento que le empuja,
te alcanza siempre en casa.

No huyas, no podrás escapar nunca.
Quédate, donde estés, sin hacer nada.
Si estás de pie, no trates de esconderte.
Si estás tumbado, refúgiate en la cama.

¡Es el amor que pasa y todo arrasa!
Pero el amor prefiere colocarse
detrás de las puertas, para oírte mejor.
Muy raramente detrás de las ventanas.

Si estás en una playa, escapa de la orilla,
porque vendrán las olas bravas
con una fuerza ingente de resaca.

Si estás en la montaña
escóndete en la cueva más profunda,
para que el rayo del amor no te dé en plena cara.

Si estás en alta mar, ya será tarde.
No podrás hacer nada.
Te volcarán, te agitarán las olas.
No podrás sujetarte a nada.
Serás juguete de los huracanes,
un pez sin rumbo que no supo nadar,
un ave alocada que en vez de volar
cayó en una trampa de agua.

Pero no te preocupes.
Cuando el amor se va, no queda nada.
Solo una herida y una mancha de sangre
aquí en el pecho.

Después de un tiempo ya no queda nada.





Cuando vas a la iglesia

-Mas, cuando vas a la iglesia,
¿por quién rezas, vida mía?

Mientras movías los ojos
más de ángel que de niña,
un hoyito picaresco
apareció en tu mejilla.

-Rezo para que los pobres
no sufran el hambre fría
para que tengan vestidos
que la desnudez alivian...

Y yo proseguí insistiendo
en oír tu letanía.
-Mas, cuando vas a la iglesia,
¿por quién rezas, vida mía?

-Rezo para que en las guerras
no se maten a porfía,
para que el odio se acabe
y las disputas sombrías
y la paz venga a los hombres
dejando ya las envidias.

Y proseguí insistiendo
en oír tu letanía.
-Mas, cuando vas a la iglesia,
¿por quién rezas, vida mía?

Mi miraron tus ojazos
que el gran secreto encubrían
y una lágrima rodando
por tus mejillas corría.

-¡Rezo para que ese chico
de quien me viste prendida
se me declare rendido
y el amor sea su guía!
¡Rezo para que muy pronto
sea su esposa yo un día!

Y cerrando tus ojazos
que el gran secreto encubrían
rezabas, toda tú absorta,
una larga letanía...





De compras

¿Cuánto vale una estrella?
¿Quién me la vende?
¿Dónde se vende el mar?

Si confías tanto en el dinero
¿por qué no puedes comprar el viento,
el huracán, la niebla?

¿Por qué no puedes comprar la nieve
ni el rocío?

¿Dónde se vende el firmamento?
¡Quiero comprar las constelaciones!

¿Crees que el dinero lo compra todo?

-¡Yo compré un día el amor!

-Te engañaron. Ten vendieron solo el odio.

¡Si no puedes comprar ni el amor,
aunque utilices cerrojos y grilletes,
disfrazándolos con terciopelos,
cómo comprar la luz, el sol,
el resplandor sutil de la verdad
y la bondad del corazón
que ilumina el infinito espacio del mundo.





Dadme el yelmo y la espada

Dadme le yelmo y la espada
que quiero defender a una doncella
que anda por este mundo deshonrada.

-¿Pero, hijo mío, no ves que no se estila
ni el yelmo, ni la espada?
¡Que no son tiempos de esas armas blancas!
¡Solo de atómicas muy sofisticadas!

¿Para qué quieres un yelmo tan antiguo?
¿A quién podrás herir con esa espada?

-El yelmo es para defenderme de la envidia,
único mal terrible que me espanta,
herencia de los siglos que en la cuna
se hereda y se amamanta.

La espada existencial de limpio filo
y acero espiritual que corta y saja
es para aniquilar las mil cabezas
de un gran dragón que a las princesas mata.

¡El yelmo es la paciencia y la palabra
es la espiritual y fina espada!

-¿Y quiénes son esas doncellas tristes,
desnudas, deshonradas que me hablas?

-Son la JUSTICIA y la VERDAD, desnudas,
sin cadenas, ni hierros que las atan.

Un gran relincho sofocante escucho.
Trote agitado en la noche estrellada
y Rocinante pasa cabalgando
entre espesas tinieblas enlutadas.

Monto sobre él, me pongo la armadura.
Blando en el viento la celeste espada
y comienzo a recorrer el ancho mundo,
defendiendo a las princesas deshonradas.





¿De qué está hecho tu amor?

¿De qué está hecho tu amor,
de oro, de plata
de nobles cuños
o de hojalata
y de terruños?
¿Es amor fuerte
y está seguro
o débil, frágil
y está inmaduro?

¿Es como un viento
que se desata
que arrasa todo
y todo mata
o solo un viento
de primavera
que apenas nace
muere y no queda?
¿Es cual la garra
de los leones
como la espada
de las pasiones
o muda y cambia
en sus intenciones
conforme mueren
sus ilusiones?

¿De qué está hecho tu amor?
De oro, brillantes
y de luceros zigzagueantes
o de palabras
que dan los niños
que son cambiantes
cual los colores
de tus corpiños?

¡Si tu amor fuera
perseverante,
libre, sereno,
centelleante,
te adoraría
titubeante,
me rendiría
tan humillante
que temería
silabeante
morir de gozo
por ser tu amante!





De repente las golondrinas

Las termitas en las nubes
rasgaron de repente el telón del firmamento.
Hicieron una grieta enorme en el otoño amoratado
y de la jaula del viento se escaparon todas las golondrinas.

Con sus levitas ceremoniales
las invitaron a los palacios del sur
donde hay pasteles colgados de las nubes
y caramelos de fresa en las sombras del jardín.

Se quedaron tristes los parques y los patios,
las avenidas y las rotondas, los tejados y los balcones,
los ojos de los niños y las flores.

Escribieron en el aire
una carta de despedida en un idioma extranjero.
La firmaron los saltimbanquis del aire
con exhibiciones de saltos mortales y piruetas de despedida
en el columpio del viento.

Por la emoción y las prisas
se olvidaron las maletas en un rincón de la estación.

Volverán a recogerlas.
cuando les invite el sol
con sus levitas ceremoniales
al palacio de verano,
donde hay bombones colgados
de los rayos de la luna
y una tarta de merengue en la mejilla del sol.

La carta de despedida se perdió
en un arcón de la estación
de los que guardan recuerdos
y declaraciones de amor.





Del mar las espumas

¿Del mar?
Las espumas.
¿Del lago?
Las brumas.
De tu cara hermosa
las sonrisas tunas.

¿Del jardín?
La rosa
¿Del amor?
La diosa.
De tus dulces ojos
la expresión sabrosa.

¿Quién no te supiera
decir la verdad
y no se admirara
de tanta beldad?

¿Quien no te quisiera
tener, sin pensar
que quizás perdiera
toda libertad?

¿Del huerto?
Los brezos.
¿De tu amor?
Los rezos.
De tu ardiente cuerpo
los profundos besos.





Desenredado de la luz del sol

El amor es solo un rayo de sol perdido
que se desprende de su vestido de luces.

¿Qué quedará de mí, si me desenredo de la luz del sol?
Una gaviota perdida en un desierto interminable,
unos ojos extraviados de ave asustada
que no encuentra su camino en el aire.

Encontrar un camino en el aire es cosa de dos,
cuando el amor desnuda su cinturón de besos
donde se oculta el alma bajo un manto de abrazos.

Con la luz de la luna los cuerpos casi ingrávidos
se enredan en las sombras que parecen fantasmas.

La luna falsifica los datos de un pasaporte eterno
que solo sirve para acariciar los cuerpos,
mientras por los caminos
pasan sombras extrañas de momentos felices.

La luna enloquece en su camino de nubes.
Ha vertido en el aire unos brillos extraños
y las manos se extienden sobre el aire inflamado.
Una fiebre de besos electriza el instante
en calenturas de ensueños.

Pero el sol lo descubre al señalar el lecho
de ilusiones revueltas,
pero el amor lo observa con sus ojos de águila,
como la luz de un rayo que se extiende en el aire
en un manto de nubes desenredadas del cielo.





Desterrado del sol y de la luna

La garganta del viento tiene un eco extraño de saxofón.
Me atrae con ritmos modulados convergentes y envolventes..
Abierto siempre al viento, no tengo cerrojos ni en puertas ni en ventanas
y oigo su llamada urgente
para andar, andar, andar
siempre adelante,
para subir, subir, subir siempre hacia arriba,
para bajar, bajar, bajar,
siempre hacia abajo como un escalador
por los precipicios de luz de los balcones de las montañas.

La voz del saxofón comienza ya a sonar de madrugada
desde lejos, desde la luna embrujada disfrazada de lámpara.
Podría divisar desde las montañas los secretos del viento retorcido
y los aleteos fulgurantes de las aves insatisfechas
que protestan contundentes en el sindicato de las olas.

Tengo que seguir la llamada electrizada del saxofón urgente,
sin tropezar con las lenguas de las piedras engañosas
que resbalan,
sin mirar atrás, siempre adelante,
sonámbulo de auroras incipientes,
profeta de poéticas canciones,
ebrio de vanas esperanzas,
encaramado al mundo sobre paredes verticales, .
desafiando con la mirada los huecos abismales.
huido de mí mismo sin retorno.

Tras pasar las montañas tengo que llegar al mar,
esa cárcel de agua que me atraganta,
ese eterno rencoroso que no olvida,
ese furioso vengador de vanidades,
ese impaciente vigilante que todo lo controla.
Cuando llegue a la otra orilla,
abandonado de la aurora,
herido por el resquemor del viento,
desterrado del sol y de la luna,
me vendaré las llagas con la espuma.

En algún desconocido lugar,
escondido en las montañas,
agazapado en las esquinas del viento,
encontraré el saxofón de plata
que me incita desde lejos, incesante,
a andar, andar, andar siempre adelante
sin que pueda resistirme
al atractivo de esa voz envolvente que me llama.





El chal

-¿Qué deseas para abril?
Te preguntó tu galán
y besándole en la boca
respondiste con afán.

-Para este abril pasajero
me regalarás un chal!

Que brille como el lucero
de luz, de mar y de sol,
que la luna nacarada
lo platee de color.

De seda serán sus fibras,
de seda su resplandor.
De raso será el reverso
de raso como mi amor.

Cuando lo ponga en mis hombros
que me aprisione de ti,
que me envuelva de caricias
y de cariño sin fin.

De terciopelo sería,
suave tacto de tus manos
y de bordados y encajes,
suave beso de su labios.

Y ramilletes de rosas
y guirnaldas de claveles
y racimos de caricias
que me desmayan las sienes.

Cuando me envuelva desnuda
en el chal de mis abrazos
me sentiré reposando
entre tus robustos brazos.

Por eso al preguntarte
qué querías tu galán,
al besar sus dulces labios
respondiste con afán:

-¡Para este abril pasajero
me regalarás un chal!





El ladrón, el zurrón y el corazón

Corren sonámbulas las fuentes
y descansan las estrellas sobre las copas del viento.
Se adormece la luna en la cuna de las olas,
mientras un ladrón ágil e inquieto escala
rápidamente, sin hacer ruido, la tapia de mi jardín.

Solo una rana presiente la tragedia
y asustada se esconde de un brinco
en su charco de íntimos delirios.

El ladrón avanza por el corredor
con un puñal escondido en el fajín.
Las largas cortinas de mis ventanales ondulan al viento
y acarician las sombras de seda volátil de las rosas.

El ladrón se introduce en mi dormitorio
y avanza hacia mi cuerpo dormido.
Abro los ojos sorprendido y veo sus ojos feroces
y el relámpago brillante de su puñal afilado.

¡Lo mejor será no decir nada,
fingir que estoy dormido!
El ladrón revuelve furioso los cajones de mi estancia.
No encuentra nada.
Viene a mi cama y me mira con rostro vengativo
Adivino el fulgor siniestro de sus ojos encolerizados.
Finjo seguir dormido y como un relámpago
hunde su puñal en mi pecho asustado,
mete su mano ensangrentada, me roba el corazón
y lo arroja despectivamente al fondo de su zurrón.

Moribundo, apenas tengo fuerzas para verlo escapar
bajando como un loco por la ventana,
escondido en las ciegas sombras de los árboles.

Mi sangre se derrama por las sábanas
y veo una lágrima en la cara de la luna alucinada.

Me despierto asustado por la mañana.
Siento las palpitaciones de mi pecho sobresaltado.

¡Todo ha sido una ilusión, un ensueño, una ficción
entre un ladrón despiadado y un corazón palpitante
en el fondo de un zurrón.





El ojo del gallo

El ojo atónito del gallo
es el telescopio que desnuda a la inconsciente aurora
y el caleidoscopio de perfil
que la apuñala con los cristales rotos de su sangre.
¡Es tan fácil asesinar con un grito a la furtiva aurora!

¡¡¡Kikirikí!!!

Apoya el gallo su equilibrio
en una sola pata para observarla de plano
y mueve rápidamente la cabeza
para no perder la luz de sus temblorosos labios.

Solo el gallo conoce la linfa de su iris,
el temblor de su aliento leve
y las sospechas de una furtiva mirada
a los torreones ruinosos de las estrellas.

No le gusta que la noche le acaricie las alas
y llama despavorido a la aurora sobresaltada
desperezando sus tenues rayos
en el horizonte del viento y en la frontera del agua.

¡¡¡Kikirikí!!!!

En el ojo del gallo ha cuajado una mancha de sangre
y un punto azul de noche enterrada.
Un comerciante de Pekín le vendió
sus plumas de mago oriental
y su cresta es la llama de una fragua de Nankin.
Su voz es la espada afilada
que desnuda cada mañana a la aurora despavorida
que escapa de los picotazos de su timbre puntiagudo.

¡¡¡Kikirikí!!

Pero ya es tarde. Su ojo atónito enfoca desesperado
los tenues velos de la aurora casi desvanecida
que ya no volverá hasta mañana.





El tango acecha como un tigre

El tango acecha como un tigre en la maleza musical,
un tigre que alarga su mirada hacia la presa,
que olfatea en el aire imprevisto el revuelo de las notas,
el bullicio de los pies en una jungla de notas que resbalan
y arrastra pesadamente el hocico del instinto
para lanzarse de improviso
y clavar una dentellada de celos en el alma.

A ritmo de pasión estalla el cuello del dolor
como una llaga de notas sincopadas.

Hay hendiduras de abismos silenciosos de angustia
en las manos, de brazos que reclaman ser amados,
de miradas que acechan la venganza,
de palabras que imploran,
gimen, claman.

Hay una voz que se oye como una bocanada de sangre
hirviente de venganza, sobre el sonido de un deseo,
sobre el latigazo de un sollozo.

La música del tango está ahí como un tigre agazapado
en plena jungla musical,
en la maleza de una lágrima.





En la casa de la noche

El edificio de la noche tiene cimientos de viento
en el aire turbulento.

En sus techumbres ocultas tiene zaguanes abiertos.
Por sus pasillos se escuchan pasos que van a la mar
y suspiros abatidos, muchos besos repetidos
del amor que viene y va.

En la cúpula estrellada hay un reloj monacal.
En la casa de la noche no existe ningún portal,
solo un ventanal enorme, sin masilla y sin cristal,
con un solo dormitorio para poder descansar
y cortinas transparentes que se pierden en el mar.

Sobre la cuerda del monte
en las pinzas de las ramas
cuelgan sábanas de nubes
que ventila el horizonte.

Por la frontera del sueño
se producen contrabandos de tinieblas inconscientes
que roban los corazones que viven en soledad.

Junto al borde de la fuente se esconden labios sedientos
y la noche desaloja de todos los pensamientos
unos pequeños momentos de paz y tranquilidad.

Agazapada en las sombras colecciona corazones
que han latido siempre unidos por amor hasta la muerte
y me sorprende en el sueño pensando otra vez en ti.

Hay un brillo en su mirada de zafiros violentos.
cuando arroja hacia las olas mi carnet de identidad
mientras la luna pasea por el bosque ceniciento
con correaje de espumas y una hebilla de metal.

En la oscuridad dormida hay destellos insinuantes
de las fuentes del estanque.
Se ha desprendido una estrella
de sus bordes rutilantes.

En la casa de la noche no existe ningún portal,
solo un ventanal enorme sin masilla y sin cristal
con un solo dormitorio para poder descansar
y cortinas transparentes que se pierden en el mar.

¡Quien pudiera adormecerse en la noche de ensueño
sin temer las pesadillas de aquel viento violento
y soñar entre los astros en tu amor de eternidad!





En la gran inmensidad

El viento da manotazos contra el cielo de cristal.
Con sus puños transparentes se revuelca inútilmente.
Sus protestas siderales rompen ventanas celestes
con su lengua fantasmal.

Hay sombras que se retuercen a la orilla de la luna
y hay aristas sinodales que cortan brillos sutiles
por encima de las olas.

Llueven auroras boreales en las espumas del mar.
La luna sufre mareos y enloquece de repente.
Ha olvidado en los corales una sombra intermitente.

Los capiteles del aire se desploman de repente.
Sin los cimientos de nubes se hunden los arcos celestes
y se esconden peces ciegos en la gran inmensidad.
La noche se descompone en jaquecas de delirios
y va vomitando espumas por su boca de cristal.

-¡Peces buscadme la luna!
¡No me la queráis robar!
Si se pierde para siempre,
me temo que os va a pesar.
¡Haré saltar por los aires
la profundidad del mar!

Por los pasillos del cielo se retuerce el huracán.
Sufre heridas de puñales, mordeduras de serpientes
y una lesión en el pecho que le impide respirar.

Las olas rasgan espumas y un gran telón falaz.
Han descubierto a la luna con un pálido antifaz
sobre los ojos cansados de tan largo caminar.

¡Me parece ver en ella tu figura angelical!
¡Un amor que fue perdido junto a las olas del mar!

¡Ven a mí, amor perdido, imposible amor en paz,
antes que el viento la oprima por la garganta sensual,
antes que muera en el aire
en la gran inmensidad!

¡Creo verte en los enredos de su gasa tropical!

¡Ven a mí, amor perdido, imposible amor en paz,
antes que muera la luna con su pálido antifaz
antes que yazca tendida en la gran inmensidad!





Esta hierba

Esta hierba que se somete esclava,
junto a esta fuente que te sirve diáfana,
este recuerdo sutil que desde lejos
a través de la noche sosegada
te envuelve en sombras onduladas,
esta noche trasnochada,
salpicada de sospechas de miradas indiscretas,
rota en brillos nacarados,
han desatado perfumes y recuerdos ya olvidados.

Han colocado en tu pelo mariposas asustadas,
en tu voz la pasión suelta del viento
y en la fresa de tu boca una gran rosa encarnada,
siempre abierta a mis abrazos y a mis caricias amadas.

¡Yo he visto a la noche querer robar tus ojos!
¡Yo he visto a las sombras querer robar tu cara!





La boca entreabierta

Boca entreabierta al primer beso usurpado.
Besos urgentes desnudados de sí mismos
tras olas exaltadas que se inflaman
y alejan sin cesar en impulsos ingrávidos.

Besos irremediables, pesadillas de carne temblorosa,
ardillas minuciosas que huyen de los labios
para esconderse en el árbol secreto del alma.

En la noche inconsciente y desmayada
hasta las olas besan a las rocas, ebrias de luz,
hasta la orilla besa vanamente al río
que perdido no sabe a dónde va,
mientras se despiden los momentos fugaces de las estrellas.

En un momento el alma se hace un volcán de deseos cálidos
y una erupción de besos derramados en el viento.

Como palomas asustadas que vuelven a reposar,
los besos se estremecen en la lengua de la sombra
que sí sabe a dónde va.

Va a un firmamento enredado en las estrellas y en la luna
que abarca todos los sueños
atrapados en un momento muy corto de eternidad.





La catarata

Nunca es tarde para la aurora que se mece
en el columpio luminoso de la estrella.
Nunca es tarde para la noche escondida
bajo las piedras soñolientas del arroyo,
agazapada en los delirios de las ramas
que nos miran, escondiendo sus miradas.

Ni los montes tienen prisa para nada,
enredados como están entre las nubes.
esperando eternamente mis miradas.
Ni el arroyo tiene prisa, aunque lo veas
reflejar sus tornasoles deslizantes
como eterna llamarada ensimismada.

Pero la catarata refulgente tiene prisa
por el agua eternamente amontonada.
¿Para llegar antes a dónde
en bullicio de protestas alocadas?
¿Para romper sus líquidas rodillas
con puntiagudas rocas encorvadas?

¿Para alejarse sin cesar del cielo
en su caída libre hacia la nada?
¿Para morir cansada entre peñascos,
entre vómitos de espumas afiladas?

¡Solo podrán calmarla en su delirio,
las largas manos de llanuras represadas!
Así pudiera descansar la catarata,
contenida de su vertical asombro,
sin sufrir eternamente despeñada.

¡Viniera un rayo de la luz más tarde
a apaciguar su eterna llamarada!
¡Viniera sin cesar, como testigo,
la caricia de una sombra de llanura apaciguada!

Así pudiera, tal vez, descansar la catarata,
defendida del viento y del torrente,
sin sufrir eternamente despeñada.






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