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sábado, 2 de febrero de 2013

MARIO PERA [9263]



Mario Pera
(Lima, PERÚ 1981)

Escritor, diseñador y abogado. Ha publicado en poesía Preparaciones anatómicas (2009) y Ruido Blanco (2011), y en ensayo Fare l’America or learn to live in it? Italian immigration in Peru (2012), además, mantiene inédito el ensayo Los apellidos: origen, evolución y significado. Ha sido editor del sello Magreb.



Poemas


De: Preparaciones anatómicas (2009)


Ecos desde la tumba

Te pido ayuda, oh Dios, y no
respondes,
te suplico y no me haces caso.
Job 30:20

Cómo se llama aquella vieja plegaria
vestigio de una nación extinta,
rezo que murió abatido
por el síncope de una retórica baldía.
Debo decir que
mi lacerada boca
intenta deletrear
Kyrie Eleison
Kyrie Eleison,
más aquella suplica
aquel canto al Padre,
se trenza con la decadencia de mi fe
y rueda por mi lengua
hasta deshacerse en mis labios.

Cómo se llama aquella plegaria
eco que repica ronco en una tumba,
y que luego
es elevada al Padre
al Hijo;
rezo cuyo nombre se fermenta en la homilía,
cuya bendición se pudre agria
tras la lectura del evangelio y
como una hostia bañada en vinagre
y hiel,
aceda el credo
durante la eucaristía.
Plegaria de tenue compás
de nombre proscrito,
¿será alguien capaz de decirme
el derrotero de tu desdicha,
o el sepulcro en el que yacen enterrados
los claveles negros que lloran tu muerte?
¡Hijos de la sacra carne, díganme!
¿Por qué huyen de su credo?
¿Por qué le permiten a la angustia caminar
asida de su mano?
¿Son tantos que escuchan mi clamor, y ninguno
que pueda revelarme su nombre?

Kyrie, rex genitor ingenite, vera essentia, eleyson.
Kyrie, luminis fons rerumque conditor, eleyson.
Kyrie, qui nos tuæ imaginis signasti specie, eleyson.

Ahora lo sé,
plegaria sólo eres:
la espuma que descansa tumbada
en la comisura de mis labios,
vagando
a orillas de la muerte.






El emisario de Dyaus Pitar

¿Qué harás, Señor, cuando yo muera?
Soy tu cántaro (¿y cuando me quiebre?)
Soy tu bebida (¿y cuando me agrie?)
Soy tu traje y tu oficio;
conmigo pierdes el sentido.
Rainer María Rilke

Cada mañana,
cada Octubre de feria y procesión
rezos y símbolos sagrados evidencian que
el hambre y la sed no se marchan con una alabanza,
no te liberan
nunca,
del abrazo desnudo de la muerte.

Allí donde la ira de Dios duerme ahíta
y oscila
como una barcaza que muerde las aguas con frenesí,
dejo reposar tímidamente mi cabeza
deseando pausar tanto dolor,
tanta desolación
que con cada crepúsculo
camina a rastras,
encadenada
bajo el dintel de mi pecho.

¡Oh Padre!, tú lo sabes bien
he sido la oveja más obediente del rebaño,
tu hijo predilecto,
el ángel mas pulcro y eficiente;
el canto que arrullaba a los cadáveres
cuando éstos despertaban hambrientos
picoteados por los buitres.
Incluso creé para ti
un paraíso guarecido
al interior de un duro roble,
lavé la sangre que tú esparciste
sobre las baldosas del edén,
¿y qué obtuve?,
¿cuál es mi recompensa?
Una retahíla de nonatos a quienes debo ahorcar
con una cuerda oxidada,
que tensa y estéril
azota las yemas de mis dedos.

Por ello, con cada sol cuento miles de cuerpos
que yacen tendidos en mi patio trasero
clamando venganza,
anhelando ser
la gota de ponzoña que me paralice;
el sable que
me fragmente y esconda
del amor de tus labios.

Es ahora que a ti acudo mi creador,
habiendo rendido mi entereza
permitiéndole descansar
a mi ego de ángel,
¿y cómo te encuentro?,
¿cómo es que me agradeces?
Observándome displicente sobre tu hombro
dándome la espalda y besando
a tu nuevo hijo querido:
Mashit;
y soy yo quien nuevamente
debe decidir la manera de ultimar
a aquellas ánimas sin carne,
y debe ejecutar fielmente
aquello para lo que tú usas finos guantes.
¿Qué he de utilizar entonces?
¿La espada?,
¿la seda?

Tras tantas muertes, ¡Oh Padre!,
puedo decir que por ti soy
hermano de la muerte.






Efecto Nueva Zembla

Provengo
de donde el sol no tiene frontera
y muere rectangular.
He nacido
hijo de un espejismo y un carpintero,
milagro pagano hecho verdad
en los labios agrietados
y el agarrotado corazón
del Holandés Errante.
Mi revés y mi fortuna
es la del peregrino que,
abatido sobre la sábana blanca,
rasga con una pluma
el arpa septentrional.





Roma (S•P•Q•R•)

Camille,
¿estás segura que tras deshojar cinco tréboles,
il Colosseo revivirá su antigua esencia letal?
He advertido,
que soñaremos con extender nuestros brazos
entre la inmensa multitud que exige:
¡panem et circenses!,
y que luego rozaremos
las copas de los árboles cercanos
hasta rasgar nuestras manos asidas
por todas las almas que en la arena perecieron.
Considero,
aunque quizás resulte que únicamente te expongo aquí
un cruel anhelo mío,
que los antiguos arcos del Ponte Sant’Angelo conservan
la forma perfecta de las caderas de una mujer.
Hace dos noches
mientras tus parpados se cerraban
y ponían fin a tu existencia diaria,
escuché el quejido tosco de los cascos de un caballo,
no era un equino cualquiera observé era
misteriosamente
la encarnación y mejor gloria de la cuadriga,
un habitante desconsolado del vecchio Palatino
que ante mí acudió
a suplicar borrase de sus herraduras
cualquier rastro de sangre de antiguas batallas.
J'adore ma belle Camille,
despertar besado por el pico de una paloma hambrienta,
transitar por la Piazza del Popolo
con ambos brazos liados y
los dientes contritos
rezando:
¡sacro popolo romano!,
¡voglio esser il tuo più caro figlio!;
pues ésta es,
la ciudad parida de la traición de Amulio;
la ciudad que vive de lamer
la sangre envenenada del gran Eneas.
Henos aquí entonces mon adorée,
sin un cuarto de denario en el bolsillo
sin historia, norte, cultura o nación
que nos reclame hijos suyos,
no siendo sino bastardos en desamparo
que exigen –o imploran–
ser reconocidos como miembros de la romana estirpe.
A capite ad calcem
alios ego vidi ventos; alias prospexi animo procellas
beatus ille quem vivere in locus amoenus et carpe diem.
Docta ignorantia
reductio ad absurdum
maior sum quam qui mancipium sim corporis mei.
¡Romanus!,
Deus vult
alea iacta est…
morituri te salutant.
Gigni de nihilo nihil
 in nihilum nil posse reverti.
He podido observar,
que de cada ciento cuarenta y dos visitantes,
uno mordisquea levemente el Obelisco Flamineo.
He ahí pues,
el génesis de su inexorable destrucción.
Caminamos ma belle Camille, caminamos
mientras vemos pasar el invierno
entre las grietas de nuestros pechos
con un poco de pasto seco, vino y fango en las botas,
convalecientes de una extraña enfermedad
que ataca únicamente
a los peregrinos romanofílicos como nosotros.
¿Recuerdas que días atrás viajábamos hacia esta ciudad
enredados entre los bosques y la luna?
Mis manos eran plumas que escribían el otoño de tu cuerpo,
y tus labios
dos preciosas rayas de cebra pintadas en tu rostro.
Y fue aquel pordiosero tuerto
quien labró muy quieto,
en el lodazal de nuestra mente,
una frase abandonada al simbolismo:
tutti siamo morti,
pronti per cambiare il corpo
ed esser battezati dal fuoco.
L’ingresso all’inferno non è nella porta seguente,
ma è scolpito negli occhi del gufo.
La nuestra, Camille,
es una historia tempestuosa de amistades predilectas;
de un amor no consumado y mantenido
como una conserva
en una lata de atún podrido.
Pese a todo,
nuestras suelas han devorado juntas, muy unidas,
cada pedazo de la Via del Babuino;
y llegaremos,
sólo hasta donde tú lances los dados.
Pero no me mientas, Camille,
fuiste tú quien dejó de vigilar la Kerkoporta
allá en Constantinopoli,
¿y así planeas ser la guardiana de los sueños de la cristiandad?,
¿la dueña perpetua de las llaves de la Basilica di San Pietro?
Cuán lejano se vislumbra tu deseo si es así,
pues aunque tu sollozo ablande nuestra sentencia
tus lágrimas no hacen sino
ensanchar el cauce ya casi marchito del Tíber;
entonces,
déjalas huir por la ventana
ya que son lluvia que riega un terreno estéril.
No obstante,
tampoco rías con menos esperanza,
ya que tarde
más allá del minuto sesenta,
recogeremos las cruces en las que has sido clavada
y las rocas con las que comenzaron a lapidarte
y las convertiremos todas
en muebles de cocina.
El Viejo Mundo no te condena,
es solo que cada tanto
tu nombre confunde la confianza
con la que los nuevos etruscos te admiran
y pierdes los papeles,
tornándote en una niña que gruñe amargamente
cuando no tiene entre sus manos
su preciado juguete.
No temas, mon amour,
que esto discurrirá lento
como aprender a declamar el mejor poema,
y es que en el fondo, lo sabemos bien,
todos quieren ser como tú o como yo,
brioso Carro de Helios
que se lleva consigo la claridad
y devuelve el ocaso al horizonte.
¿Dejaremos entonces que Roma viva siquiera un segundo sin nosotros?
Belle Camille,
¿permitiremos que la historia nos juzgue como unos malos hijos,
fracaso de una educación inapropiada de estilo luxemburgués?
Lo sabemos bien
puesto que es lección ya aprendida:
ambos somos el cometa que arremete contra la galaxia
y causa el pánico silente en los humanos.
Escucha, mon aimée,
llegan a nosotros aires de antaño,
es el murmullo de los magnos gladiadores
que rezan al filo de sus espadas
mientras sus escudos palpitan,
señal clara de que nos esperan
para iniciar la eterna Munera.
En el Coliseo
aún se vislumbra cómo las galeras ondulan sus maderos;
renace así la naumaquia,
se desatan los nudos del infierno y
despiertan, finalmente,
los demonios de Nerón.
Camille, ¿mi corazón bastará para ser templo de tu amor?
Ne me mentez pas, s'il te plaît.
¿Roma y los romanos serán los inequívocos elementos
cuya grácil conjugación
traerá como resultado
que el territorio baldío que es tu pecho
se deje irrigar copiosamente por la lluvia que,
en acompasado desfile,
resbala de mis angustiados iris?
Estoy seguro,
Roma hallará en sí la fortaleza
para ser la manzana que me ofrezcas a morder
y consolidar, así,
la máxima traición.
El triunfo de la mala vida
ha dado como divino corolario,
que todos los caminos
conduzcan a Roma.
Roma quadrata
ma péniblement belle Camille,
nostra Cittá Eterna.

(Roma)






Teosofía

A Dios
he de observarlo escrito,
pues erguido como está mi cuello,
aún soy diminuto.

(Praga)





Mirmillón: requiescat in pace

Solo soy
uno de los barrotes de tu prisión,
que observa cómo
con el correr del tiempo,
se desgasta tu rostro y
se descascara
tu mirada.

He sido testigo,
de cómo el follaje vasto que eran tus expresiones
se ha arrugado
y ha envejecido
como un anciano
mientras floreció el otoño.

Largos años cautivo
te han deformado el rostro.
Tu triste cosecha
ha madurado y
ha nacido,
entre aplausos y vítores,
seca y sin nombre.





De: Ruido Blanco (2011)



Ausencia de otoño
/giro del destino /

Mi madre no se llama María
no es virgen, ni hubiese permitido que me flagelaran
tolerándolo en sosiego.
Pero
como María
se adhirió a mi flanco con un lirio entre sus labios
y dijo:
Tú eres El Profeta.
El Profeta de la orfandad.
Mi sangre dejó de dar vida
se hizo un río de muerte que corona el Gólgota
tierra donde Adán permanece
entronizado en su vergüenza.

Se extravían mis pasos
por cuarenta noches
y otros tantos días
pues fue crítica la memoria del Levante
una épica justa de orfandad
librada sobre mis huesos de serpiente
que penden como candelabros 
de la higuera donde incógnito
el dedo del limbo muerde la rueca.

Relincho mordiendo las faldas de mi madre
guardo en mi sangre
la sombra de un destino ulcerado
y solo puedo susurrar
la merma de mi odio:
tú no cambias.
Eres oscura.
Oración del clochard moribundo

Tres manchas de mierda
develan mi rostro mejor que cualquier fotografía
al menos ese soy yo, digo
un adorador egocéntrico
la lepra en el culo de mi familia
el rosario de mi madre
que arde bajo mi almohada

y todas las cruces
resbalan de mi cogote desorientadas
mientras oigo caer sus oraciones en saco roto
y en mi sueño más calmo
veo que Lima arde, mi familia arde
este poema entre tus manos
arde
mis huesos se ampollan
y mi sangre adelgaza hasta convertirse
en cuerdas muy delgadas que me ahorcan.


Siempre fui un mal hijo
soy agnóstico y me masturbo, pero
mi sangre jamás nutrió
el ideal de otro cuerpo.

Un buitre viejo me observa
y canta un estribillo alegre
donde se yergue el árbol de Judas
yo también soy un traidor, respondo
vendí mi nombre y mi voz
la enclaustré eternamente
en el llanto de mi madre.

Por primera vez
suda frente a la Cruz
un hombre que ya ha muerto.





Auto de fe

Qué soy que no puedo
separarme de mis huellas
ni despojarme de mi piel
para empezar a vivir en carne viva
este abismo que crece tan ciego
raíz de un arbusto 
que se entierra en su muerte
sin saber que fluye
por los otros caminos del planeta
hundiendo su tiempo
en el tiempo de lo divino.

Extraño la vida.
El Pensativo dirá que me escondo tras la sombra
de un caracol hambriento
o tras el andamio  ampliamente cansado
que mantiene en pie mi cuerpo
y avanza hacia atrás
con el corazón infartado de dolor, pero
toda flama arde por mi fuego
por mi ausencia
y besa conmigo este mundo
que ha nombrado con horror
¡mujeres de alegría tan distinta!
Como aquella que terminó por parirme
sin aceptar el consejo de su propia voz.






Oración del clochard moribundo

Tres manchas de mierda
develan mi rostro mejor que cualquier fotografía
al menos ese soy yo, digo
un adorador egocéntrico
la lepra en el culo de mi familia
el rosario de mi madre
que arde bajo mi almohada

y todas las cruces
resbalan de mi cogote desorientadas
mientras oigo caer sus oraciones en saco roto
y en mi sueño más calmo
veo que Lima arde, mi familia arde
este poema entre tus manos
arde
mis huesos se ampollan
y mi sangre adelgaza hasta convertirse
en cuerdas muy delgadas que me ahorcan.


Siempre fui un mal hijo
soy agnóstico y me masturbo, pero
mi sangre jamás nutrió
el ideal de otro cuerpo.

Un buitre viejo me observa
y canta un estribillo alegre
donde se yergue el árbol de Judas
yo también soy un traidor, respondo
vendí mi nombre y mi voz
la enclaustré eternamente
en el llanto de mi madre.

Por primera vez
suda frente a la Cruz
un hombre que ya ha muerto.






Raison d'être

Si es la esquina
donde duerme el sauce escindido
o el ángulo herrumbroso donde sueña la Muerte
dime, entonces, quién canta allá afuera
y obra su muerte a cincel.

Proyección orwelliana:
un perro negro se acerca al sepulcro
un hilo desciende de su boca
y lanza una amenaza:
fulano de tal murió
por ser incapaz de vivir una vida común
(de rutina)
y porque no le impidieron vivir.

Desterrada silba una canción de cuna
en tono maternal
cadencia en que la Muerte nos cobija
como una garza dentro de sus alas
eternamente hambrienta
mientras
el perro negro balancea su sombra 
sobre la tierra del sepulcro
 que como última ofensa
termina por cubrir la semilla.







Después del caos

Jardín tejido en la amplia incertidumbre
Edén desecho a golpe
de palabras enfermas
y epitafios.
Un cuervo habla de cenizas por la mañana
de amenazas que chillan como grillos en la cabeza o de
preces pálidas que recoge la hoguera clerical.

Sin embargo
en el sucio jardín la vida evade la sangre de la hoja
que rancia cae
en la grietas del árbol.
Saber que en el mugroso vergel
un viento pasajero permite robar
un último atisbo al cielo  un delirio
nube negra que restriega su forma desgajada
sobre mis ojos de siervo del abismo.

Caravana de casullas y estolas adiestradas
adoban con embustes los cerebros.
He caminado esta calle solo
y me enorgullezco
absolutamente solo he jurado
que no soy el vino agrio de mi especie
que todo mi mareo no es más que la oscilación
de mi alma caída en un cuerpo que nació exhausto.

Ceremonias de la infancia
que urden en la fe
una celda.
Poesía incrustada en un duelo sin memoria
ni resurrección
salmo de una sirena muerta
que hernia la Creencia.

Rehacer la fe y la eternidad
sobre los muros desordenados del Edén
esa es mi pequeña labor.



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