David Wapner. Nació en el barrio de La Paternal (Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ARGENTINA), en 1958. Cursó en forma parcial diversas carreras (medicina, musicoterapia, profesorado en historia) y llevó adelante distintos proyectos como poeta y músico. En 1982 fundó la banda Gutural, que tuvo varias formaciones hasta su disolución en 1990. Su contribución a la ficción y poesía para niños es reconocida por la crítica a través de los años con premios y ensayos en revistas especializadas, libros y conferencias. Entre los años 1995 y 2006 editó la hoja literaria Extremaficción (a partir de 1998, Correo Extemaficción, e-zine), en la que publicó un seleccionado de los principales poetas jóvenes de aquellas décadas. Desde 1998 vive en Israel. Publicó entre otras obras: Bulu - Bulu, Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1987; El otro Gardel (relatos para niños), Libros del Quirquincho, Serie Negra, Buenos Aires, 1989; Tragacomedias, Trompa de Falopo, Buenos Aires, 1993; El águila (nouvelle), Libros del Quirquincho, Buenos Aires, 1994; Violenta Parra , Del Diego, Buenos Aires, 1999; Algunos son animales, Norma, Buenos Aires, 2003; Los piojemas del piojo Peddy, Ediciones del Eclipse, Buenos Aires, 2004; Una novela de mil páginas, Siesta, Buenos Aires, 2007; La noche (cuentos - reedición), Eloísa Cartonera, Buenos Aires, 2007; Tierra metida (crónicas), Macedonia, Buenos Aires, 2009; Mardablogues, Imprenta Argentina de Poesía, Buenos Aires, 2010 y Perrupagia Amoghino Búnfeld (poesìa), Alción, Córdoba, 2012.
La situación de los poetas en Israel
Alarma la situación de los poetas en Israel. A dos cuadras de mi casa, cavaron un agujero de poetas y la situación empeora. En Tel-Aviv, hace dos semanas, me puse a buscar una situación que pueda ser contada. Me encontré con cuatro o cinco pero, y tengo que pedir disculpas, no las pude asir. A cincuenta metros de altura, una situación de los poetas quedó colgada de una antena de microondas. En Jerusalén, en cambio, la situación de los poetas es antagónica a la situación de la poesía. Son dos situaciones que se repelen y, por ahora, no hay nada que hacer. En Beer Sheva nacieron dos situaciones y murieron tres. El promedio de mortandad de situaciones de los poetas es relativamente alto aquí. Las situaciones mueren por enfermedades endémicas como, por nombrar una, la situación de los poetas. También hay altas tasas de suicidio. Y los automóviles suelen matar una docena de situaciones de los poetas al mes. En una explosión reciente, murieron diecisiete situaciones de los poetas de interés.
DAVID WAPNER
CANCIÓN DECIDIDA
Todos los días
apenas salga el sol
saldré a la calle
a gritarle al mundo
que soy feliz
que la vida es bella
y que en su homenaje
me pondré a bailar.
Aunque creo más prudente
dejar pasar unas horas:
saldré a las diez de la mañana
cuando todo el mundo está despierto
y va de un lado a otro
por aquella calle
a la cual saldré
y gritaré al mundo
que soy feliz
que la vida es bella
y que en su homenaje
me pondré a bailar.
Quizás convenga más
salir después del almuerzo
cuando la gente tiene
sus barrigas llenas
y está más predispuesta
a oírme gritar
que soy feliz
que la vida es bella
y que en su homenaje
me pondré a bailar.
En realidad esperaré hasta la tarde
cuando el sol está más bajo
y no afecta la digestión
de las multitudes
que pasean por la calle
en la cual estaré yo
diciendo con todo mi pecho
que soy feliz
que la vida es bella
y que en su homenaje
me pondré a bailar.
Ni de día ni de tarde:
no hay nada mejor que la noche
para salir a la calle
y susurrarle
a cada peatón
mientras regresa de su trabajo
y piensa en una rica cena
que soy feliz
que la vida es bella
y que en su homenaje
me pondré a bailar.
Pero yo optaré por la madrugada
cuando no hay un alma en la calle,
todo el mundo duerme:
yo también duermo,
así que
mejor me quedo en la cama
y sueño
que soy feliz
que la vida es bella
y que en su homenaje
me pondré a bailar.
(del libro-álbum "Canción Decidida",
con ilustraciones de Cristian Turdera, 2002,
Pequeño Editor, Buenos Aires)
con ilustraciones de Cristian Turdera, 2002,
Pequeño Editor, Buenos Aires)
El felino urbano:
El felino urbano
El puma de la ciudad
El gato, la fiera de los hogares y las calles.
El que cambió selva y monte
Por baldoza, cemento, ladrillo,
Por tela y almohadón.
Ha comprendido que no basta ser gato
Para seguir siendo gato.
No es que el gato renuncie a ser gato,
En cada forma nueva que adopta,
El gato sigue siendo gato:
Cada vez más gato
En cada forma que adopta.
Y ahora, que un gato flota
Por encima de mi mesa
O que otro zumba
Alrededor de mi plato de pollo
Me siento en la obligación de mostrar
Cómo estas criaturas han mutado
Para ganarse la vida
Moscatos
En cambio, a los moscatos,
Que algunos confunden con vinos,
Yo los confundía con moscas,
Gigantes, del tamaño de un gato
"Pequeña Guía de la Gaturbe",
libro álbum en co-autoría con Ana Camusso, 2009,
Ediciones del Eclipse, Buenos Aires.
1/
EL TEXTO
El rey es adecuado.
Aunque no lo justifico.
El tema
En el borde de la calle, al costado de la salud, se ha negado un
principio elemental. Un hombre no puede pertenecer a nadie, ni siquiera
a sí mismo. ¿Qué hace el hombre? Mira la tormenta y dice ¡ay! ¡ay! ¿Qué
otra cosa puede hacer? El lamento, la danza, la risa. Todo sirve para
evitar la tormenta: alabanzas a la tormenta, diatribas a la tormenta,
reflexiones acerca de la tormenta --ahí están los meteorólogos. Ya nada
duda de nuestra soledad. Salvo, a no ser que. Puedo tener alegrías.
Puedo engendrar palabras que conducirían a sentimientos alegres. Puedo
decir "otros ya han experimentado esto y cosas mucho peores ". Y ya no
están. Puedo decir que el fin del mundo ya sucedió y por lo tanto no es
nada improbable. En diferentes escalas. Desde el cataclismo universal
que experimentaron los dinosaurios hasta la muerte de Teresa en
Cutralcó. En el medio están los holocaustos. Los judíos seguimos siendo
judíos pero a algunos nos han salido plumas, los labios se ven
perturbados por sustancias córneas; algunos hemos logrado volar,
estrellados a veces en el océano, otros, desplazados de un hemisferio a
otro.
El refugio
Los gatos, en tanto, sienten que están en peligro.
No bien encuentran un hueco nuestro, allí se meten.
¿Los perros? Van detrás de los gatos.
La filosofía se hace trizas. Vengan, animales míos, a mis brazos. La
casita de ustedes, qué felices son bajo un techo.
¿Y los pájaros? Los pájaros, ya lo dije, son los dinosaurios.
Escribir como modo de pensar, este invento de la especie, a veces nos es
grato, para qué decir cosas de las que luego nos arrepentimos. La saga
humana, la gran historia multiestilística.
Sin embargo, parece que no. Un enviado me ha dicho que tiene noticias.
Algunas son novedosas; otras, en cambio, son la retahíla de siempre,
aquel concatenamiento de acoconteceres llamado acontecer. ¿La vida es
así? ¿Mi mano cuando se estira te alcanza? ¿Comprendés mi sintaxis?
¿Puedo hablarte sin que me malentiendas? Mi corazón late y, aún así,
llega un segundo después.
El estilo
Ahora que lo pienso bien, aborrezco este estilo. ¡Este estilo que te
habla! ¡Lapicera! ¡Perrito! ¡Gatarín y gatarina! Animalitos míos,
querría decirles que los quiero tanto. El sol, al que persigo desde hace
años, a veces está en un rincón incómodo para mí. El sol, a quien busco
interceptar, se merece un cachetazo. Un bife, decía mi viejo. ¡Biflo y
Bifo son hermanos! A Bifo lo inventó mi papá; a Biflo, yo. Sin embargo,
cuando me surgió Biflo, no pensé en padre alguno.
El recurso
No bufles más, digo a perrito. Perrito me dice que él no bufla, que se
trata de una acusación mía que tengo que probar. Perrito, te digo así
porque imagino que sólo perrito puede buflar. Ahora, si perrito es feliz
porque bufla y bufla, no soy quién para obstruir la buflada. Mal que
bien, yo estoy aquí y nadie me ha dicho lo que yo ahora digo a perrito.
Yo, aquí, mucha honra a perrito. Aunque así no se puede pensar. No es lo
mismo y no es discriminación a perrito. Por mí, que bufle lo que quiera.
Nadie impone (a él) un lenguaje determinado, nadie le dice "decí esto y
esto, que eso y no otra cosa es lo que tenés que decir". Un método que
no falla nunca es decirle "perrito, bufle" y perrito no bufla porque
perrito no obedece.
El efecto
Así, entre otras cosas y entretenimientos, se espera que pase una
tormenta. No hay ciencia que impida elucubrar cosas tan fantásticas e
improbables como estas. Nadie hay tan razonable y si lo hay es
impostura. Nadie sabe a ciencia cierta cuál es la razón de la cosas que
hace. Los actos de nuestra vida son en buena parte mecánicos. Lo
comprobé desde muy joven cuando, en trance de fumo, yo hablaba con mi
padre del modo habitual en que lo hacía todas las noches durante su
cena-almuerzo. En forma simultánea, yo mismo observaba y pensaba en el
diálogo que yo mismo entablaba con mi viejo, que jamás sospechaba
mantener charla con un hijo drogado.
El pudor
Hay textos míos de los que me avergüenzo.
Algunos fragmentos de este podrían ser de aquellos.
No, claro, cuando pido a perrito que bufle; tampoco otros. Es que la
literatura es irreflexiva. Al surrealismo, la reflexión acerca de la
irreflexión lo transformó en algo parecido a la idea que el surrealismo
tuvo de sí: gestos, flexiones. Detesto mis reflexiones. No sé pensar y
eso me pone al margen de otros que sí saben cómo estructurar sus ideas y
expresarlas con soltura y virtud. Hay zonas escritas por mí que no
habría que leer. ¿Y por qué, entonces, el esfuerzo para escribir textos
que, incluso a priori, quiero destruir? ¿Existen justificativos para la
literatura? ¿O se es víctima de una compulsión que hay que justificar de
algún modo?
El deseo
Nada nos hace inmortales, ¿qué tipo de inmortalidad es esta, cuando ya
no estamos? La inmortalidad así entendida, ¿es altruista en extremo o
egocéntrica e insoportable?
Quiero tu trascendencia, perrito. Querría que te veas igual que yo
cuando me veía a mí mientras estaba fumado, pensado y evocado por otros,
mientras vos mismo sos el que no está, víctima de una droga de potencia
absoluta.
Resultado
¡Plena alegría! ¡Mínima felicidad! Escándalo de la sangre, ¿por qué
tanto borbotón? Las manos, cuya función es rascar la cabeza, no tienen
uñas. ¡Muy bien! ¿Qué va a ser de ellos, ahora? ¡Plena alegría, mínima
felicidad!
El Texto en "Flora de Selva Negra'Almanaque", junto a Ezequiel Alemián, Manuel Alemián, Sebastián Bianchi, Juan Desiderio, Fernando Neo, Fabián Vique, Federico Silvapintos, Fulvio Franchi, Ana Camusso y Marcelo Tomé.1998, Ediciones Dunken, Buenos Aires.
2/
Barbapungui / Introducción
(Antes de observar o leerse esta obra, el espectador leerá una
introducción narrada y escrita por el propio dramaturgo, cuyo texto
impreso obtendrá de manos del acomodador o quien lo reemplace, Así está
dispuesto, en forma arbitraria, y por lo tanto no dará resultado si no
se opta por sugerir la lectura en lugar de imponerla sin opción. El
espectador debería interesarse por los asuntos de Barbapungui, está muy
mal hacerse el distraído, a Barbapungui se le va la vida, seguido por
Marvaloca. Barbapungui es capaz de atorarse con un hueso de pollo, pero
Marvaloca lo salvará. Luego, será ella la que muera asfixiada. Esto no
sucederá en la obra, pero ellos están preparados. Los salva un miedo
pampa a la oscuridad, siempre duermen con las luces encendidas. Mal
dormidos andan por la vida, por eso hay que leer la introducción. Es
prosa fresca y nutritiva, pero sólo a temperatura ambiente. No soporta
el calor, tampoco aguanta el frío. La ficción, en teoría, trata de
eludir ambos andarivel; transita a ciegas y casi siempre fracasa. El
resultado es una ficción descompuesta, enferma de sí misma, que cuando
trata de mirar hacia atrás cae en la cuenta que no ha dejado huellas, es
imposible regresar. El relato se desbarranca de continuo, cae en
contradicciones, recapitula y, al fin, se desentiende de toda
consecuencia. Pero allí está, plena ficción, Barbapungui comienza).
¿Qué es el éxtasis? ¿Barbapungui que mira al techo? No puede ser que esa
boca abierta, seca sin una explicación que pueda satisfacer una
curiosidad científica, sea la expresión adecuada de un estado que merece
nuestra admiración y respeto. Pero es posible que pasen los días y
Barbapungui permanezca en esa misma posición. Hasta ahora Marvaloca
intentó alimentarlo con queso blanco, puré de calabaza y banana pisada.
Barbapungui ingiere una mínima parte, por lo tanto es muy posible que se
le proporcione suero endovenoso en algún hospital.
¿Qué es barbaflón? Según Barbapungui camine por la diagonal de una
plaza, o se desplace en bicicleta a contramano del tránsito, barbaflón
no cumple requisito alguno, que no es atribuible a cualquiera de las
acciones descritas. Barbaflón es un sentido no específico de nada,
aunque capaz de poner en conflicto un idioma.
¿Qué es meritable? La capacidad de merecer compasión sostiene a
Barbapungui, le da cuerpo a un alma espesa, le quita de encima un
sombrero y queda al descubierto un pelo crespo pero ralo. Barbapungui se
tensa las orejas con ambas manos, evidencia un manejo de los dedos muy
sutil y por todo eso a veces le dan limosna.
¿Qué es la carpa? En la vida no se ha visto tanta sombra en tan poco
espacio. Un saco de Barbapungui merece una estaca para que el viento no
lo sople; un pantalón se instala sobre un poste; una camisa, en cambio,
servirá de alfombra. Allí cabe uno sólo, no es recomendada como refugio.
El descanso es su función primordial, pero causa tanto trabajo que todos
le huyen.
¿Qué es un pedazo? Unido al entrecejo, suele haber la verruga que hay
que quemar en prevención. Como Barbapungui a cada momento se tapa la
cara con las manos de modo que también oculta la frente, este detalle
casi nunca se ve. Pero su influjo se respira y más de uno se ha vuelto loco.
1
Mal que piensa Barbapungui, es más duro que una piedra. Ayer se lo vio
en el banco de una plaza, ni sentado ni de pie sino a medias, de
rodillas. Esperaba a Marvaloca y como esta no acudió, continuó allí, en
su espera. "Me pasaban unas cosas por la cabeza, eran como unos calores
que me hacían transpirar. Yo quería mirar en dirección de la calesita
pero no la encontraba, era muy raro, todo estaba lleno de vapor.
Barbapungui, dije, me estoy derritiendo, y me toqué la frente y la nuca.
En efecto, estaba mojado, pero entero. Y, sin embargo, no lograba
divisar nada más allá de mi nariz que, por otra parte, ya tampoco veía.
No veía esas cosas, pero veía otras. Nubes, diría. A continuación, me
vino sueño, más bien sentí los ojos pesados. No pude más y me dormí".
Modorra, nada más. Abandono de Marvaloca, transitorio, bostezos por ella:
A ver la cola
a ver la loca
a ver la aorta
de Marvaloca
Sangra, sangra
pongo el paño
Sangra, sangra
por el caño
(Al ver las caras tristes, se comprueba que el efecto obtenido es
contrario al soñado. No hubo escándalo y Barbapungui continua en brumas.
A medida que avanza el día, Barbapungui es envuelto en un cono de
sombra. Esto es natural, porque la noche es inexorable y en este sentido
terminará por tragarse a Barbapungui. Quizá al día siguiente lo
regurgite, lo cual en modo alguno quita dramatismo al fenómeno).
2
Dura reacción del cuidador.
Al ver que los límites por él impuestos son vulnerados por cualquiera,
no sólo renunció a su trabajo -que ejercía desde hacía cinco días- sino
que golpeó con sus puños al último que trasvasó la línea trazada en tiza
que dividía el territorio permitido de aquel cuyo tránsito estaba
vedado. Saldo negativo, entonces, para la gestión de Barbapungui, quien
había sido contratado en calidad de desconocido, lo cual le significaban
enormes ventajas que sin embargo no alcanzaron.
Barbapungui ha estado en la calle por dos jornadas, durante las cuales
no comió ni durmió. Pero ahora ya descansa en casa de Marvaloca.
Marvaloca es ancha de caderas, eso no interesa a Barbapungui. Marvaloca
dice que él no la ha olido aún, que cuando esto suceda Barbapungui no
podrá resistirse a su influjo. Ella dice esto porque no conoce a
Barbapungui. La civilización ejerció en él una suerte de distracción en
la cual lo animal se manifiesta en forma negativa, haciendo de
Barbapungui un bruto. No obstante, es justo felicitar a Marvaloca.
Barbapungui duerme a pata ancha; luego, ella sabrá en qué emplear sus
caderas, sus nalgas, o lo que le venga mejor.
Barbapungui duerme en una noche de calor importante y suda por la nuca.
Podría levantarse en busca de una toalla pero sus instintos le
preservan. No sabe en dónde se halla y cualquier incursión en la
oscuridad podría ser peligrosa.
Mientras tanto, Marvaloca vela por él. Pero no osa secarle la nuca. A
ver si despierta y fuga, confundido y desorientado. Retener a
Barbapungui requiere ciertos trabajos y en ellos está empeñada
Marvaloca. Para más tarde, el plan prevé besar a Barbapungui; por ahora,
es un riesgo que no vale la pena correr. Mientras tanto, ¿qué hacer?
Marvaloca, tan fragante a estas horas. Qué tristeza, Barbapungui.
¡Qué suerte,
Barbapungui!
El corazón,
el perezo
la palabra rara
el peligro rotura
y por la ranura
entra Marvaloca
¿No estará embarazada
o en un estadio intermedio?
Todo es posible
en historias de este porte
capaz que nace un muerto:
esas cosas suceden.
3
Al fin y al cubo, no se diferencia la materia inerte de la activa si se
las observa desde cierta distancia. ¿En qué lugar ponemos a Barbapungui?
¿En dónde se encuentra? ¿Qué señales dejó. Es difícil responder a todo,
supongo que no estamos preparados. Aunque, si le sucede algo, alguien
tendría que mostrar alguna alteración, cierto cambio aparente, un color
que vira a otro. Se supone que el habla de Barbapungui desconcierta, él
dice "cuflo" y "muflo", entre otros vocablos particulares. El no es el
único, por cierto, pero ¿a quién otro es posible oír en estos días?
Barbapungui, en tal sentido, es un dotado. Pruebas ha dado muchas, aún
ahora que se encuentra en trance tan difícil. Mueve a creer que sus
dichos dicen más de lo que expresan, pero es una idea vaga que transita
un terreno que creemos conocer pero desconcierta en más de un tramo.
Barbapungui en su lecho se repone de a poco, es un cuerpo agotado que
consumió recursos en acciones y trabajos de oscuro rendimiento, pero
brutales como todo esfuerzo inútil. ¿Qué celebramos, entonces? ¿Qué nos
está permitido? Quienes mueren olvidan de inmediato. Hasta ahora no se
ha podido comprobar otra cosa.
Cómo decía,
cómo decía.
No se sabe,
no se sabe
Come tu pan
bebe tu leche
indigesta.
4
Bérenstein ha muerto y se burlan de él. Suceso lejano, no se comprende.
Bérenstein suscita cánticos a favor y en contra, aunque son estos
últimos los que han ganado terreno. Bérenstein hubiera sufrido mucho de
haberlos oído, la verdad es que nunca hizo daño a nadie. Es evidente que
se han ensañado con él para cargarle culpas ajenas u otras patrañas más
oscuras. Bérenstein en sí era oscuro, pero eso no lo afecta en cuanto a
su muerte. Nunca se planteó ser inmortal ni nada semejante, sin embargo,
a su pesar y por medios no ortodoxos, esto ahora le sucede. Una
eternidad no deseada lo ha reinstalado. Así parece. Se habla de
Bérenstein en cualquier momento; no hay sitio, por más hostil a la
palabra que fuere, que en potencia pueda impedir una mención a su
nombre. Barbapungui ha tomado nota de ello y está muy impresionado.
Barbapungui, que se asusta de cosas que a nosotros nos parecerían
ridículas, ha recibido con esto un golpe emotivo que puso en riesgo su
salud, sobre todo la cardíaca. No comprende bien qué o quién es
Bérenstein, pero intuye que es algo que va contra natura; esta es la
causa de sus taquicardias cada vez más frecuentes. Marvaloca no puede
ayudarlo en esto como en el resto de sus asuntos. Marvaloca, si bien
parece sana, es sólo apariencia. Se fatiga cuando piensa, lo que sucede
con frecuencia. Ella también padece taquicardia, pero se confunde con la
de Barbapungui, lo cual dificulta cualquier diagnóstico. Todo este mundo
confuso, de límites inciertos, perfiles borrosos y cambiantes, trae a la
larga consecuencias. Pero los entes que residen en él no tiene
responsabilidad en todo esto y se convierten en víctimas, cosa que no
esperaban porque se creían a salvo. Por lo tanto, no es cierto que no
sean responsables, al menos, hasta cierto punto. La desidia se paga,
esto es muy cruel. ¿Qué más querríamos sino una vida dulce? ¿No? ¿Es
falso? Parece que sí. Qué difícil para Barbapungui, sobre todo ahora que
se encuentra inconsciente, tumbado en un lecho que no conoce. Y no es
menos duro para Marvaloca, que busca respuesta en donde es imposible.
Felices o infelices da lo mismo, desde esta óptica se ve así.
5
Se ha visto de qué modo son maltratados los carteles, alguien los
considera responsables de sucesos no deseados. Barbapungui mismo
participó en alguno de estos hechos, aunque aún no tomó debida
conciencia, a causa de que los carteles son en esencia indestructibles y
permanecen a pesar de su destrucción. Sobreviven, se hacen más fuertes y
generan otros nuevos cada vez. Vanas ilusiones para sus detractores,
ideólogos de un pensamiento que propicia su destrucción masiva.
Semejante estupidez, no se dan cuenta de que están hechos de una cepa
diferente a, por ejemplo, Bérenstein. Y no es por desacreditar a
Bérenstein. Es tan sólo que el esfuerzo encaminado a destruir un cartel
es vano, sin futuro. Quizás lo vean así, como un modo de matar el
futuro, para así acabar con el sufrimiento. No está mal, es una línea de
pensamiento interesante. Marvaloca a veces se hace planteos de este
tipo, pero debido a su fatiga mental no llega a conclusiones dignas. En
realidad, el agotado es el mismo pensamiento, que circula débil y vacío.
6
El perro es fuerte, puede caminar horas y no se cansa. Barbapungui, en
cambio, es flojo, su presencia de ánimo disminuye a medida que da cada
paso. Así no llegará en buen estado, si es que llega. En cambio, el
perro lo sigue (¿va en mismo rumbo?, ¿es su acompañante?) No,
Barbapungui no ha podido evitar que un perro se le una. Para la
concepción de Barbapungui, el perro es un accidente que no forma parte
de él; para el perro, en cambio, Barbapungui le pertenece, no hay razón
para pensarlo de otro modo. No sería práctico, tampoco justo. Esta es
una unión de hecho, su devenir ya se verá. Claro que en este trayecto no
hay comida. Barbapungui y tal carencia lo hacen más débil. El perro, que
intenta depender de aquél, en algún momento desaparecerá, en cuanto
decida buscar alimento. Se trata en este sentido de un animal íntegro;
no podemos decir lo mismo de Barbapungui. Ciego de instintos, jamás
atinaría a otra cosa que recibir comida casi en la boca.. Es incapaz de
buscar por sí mismo; en situaciones como la que ahora acontece podría
morir de hambre sin darse cuenta. Eso no le sucede a los perros, aunque
en algunos casos ya se ha dado en las ciudades. Perros domésticos
extraviados o echados de sus hogares, que vagan sin rumbo, tras un
rastro que ni siquiera ellos saben qué significa. Algunos rompen las
bolsas de basura, pero otros no se animan y un día amanecen flacos,
puros huesos, parecidos a la comida que buscan. Una vez un perro
enflaquecido quiso comerse su propia pata. Variante cruel de la neurosis
de la cola, se causó a sí mismo una herida grave y murió.
Barbapungui ignora tales cosas, ¿cómo pudo llegar hasta estos días con
relativa salud, siendo como es?
Mas no echemos tierra sobre Barbapungui; no sería noble, justo ahora que
está en apuros.
Un perro de perfil, estático, parado en mitad del escenario. Tras
algunos segundos de silencio, una combustión espontánea lo consume en
llamas. Extinto el perro, ya cenizas, se oye un ladrido, agudo y optimista.
Barbapungui
"Perrupagia Amoghino Búnfeld", 2012, Alción Editora, Córdoba, Argentina.
3/
Esto es lo que queda
(En "Las manos atadas", inédito)
Nota:
no hace mucho tiempo, hablamos de menos de diez horas atrás, había
nacido un impulso elegíaco, que iba amontonando, una sobre otra, una
selección de palabras intensas, con bastante carga de angustia, que se
consumían en una ansiedad por concluir. La sensación de borrachera tuvo
su pico, y luego su crisis, y luego el sueño, la modorra, fueron
haciendo dormir la idea. Esto es lo que queda, yo no se si hago bien en
presentar este despojo:
ojalá que todo
ojalá que toda la parte aquella
ojalá que toda la parte aquella
de sufrimiento que era continuo
ojalá que la parte aquella
ojalá que la parte aquella de sufrimiento continuo
se quede dura
ojalá que se quede dura
la parte aquella
la parte aquella que divide en dos
en cuatro en ocho en dieciséis
que divide el sufrimiento
en treinta y dos y sesenta y cuatro
y lo hace omnipresente
ojalá que la parte aquella
que la electricidad que según parece
es más antigua que el pararrayos
ojalá que la carga eléctrica
de cada partícula de cada una
de cada una de las partes invisibles
del sufrimiento/todopoderoso
ojalá que la luz que de ello surja
ojalá que aquella luz letal
y con Bisso extendiendo sus guantes negros
y con Bisso abrazado una bola incandescente
Nota:
tras el sueño, un sueño que no se define por su carga o falta de ella,
el despertar con un resabio que conviene enjuagar, junto con el resto de
los fermentos que bulleron en la boca, porque es uno más de ellos. La
mente fresca, que en realidad es confusión con aire, comienza de nuevo
una combustión, que no por lenta se detiene. Aquí se puede hablar de
renacimiento, o recomposición de una materia incierta, que reclama,
parece que reclama algo, una herencia, algo, un aire que la relaciona
con el impulso elegíaco que, cómo podemos decirlo sin caer en expresión
vulgar, fue arruinado, o disgregado --ya se entiende--, por el exceso,
o, mejor dicho, por la falta de oído, escasa intuición, para encontrar
el punto en donde la borrachera se encuentra en su apoteosis, momentun
entre ascenso y caída, o impulso y patinada: un aire que llega con
retraso. Está escrito así:
¿dónde está?
¿y dónde está?
¿dónde es que está?
¿dónde, dónde?
¿dónde fue?
¿dónde es que se metió, adónde?
¿Adónde va,
dónde es?
¿dónde es que está?
¿y qué?
¿y qué pasa?
¿y qué es que pasa?
¿y por qué?
¿por qué sucede?
¿por qué fue?
¿por qué?
¿por qué?
¿por qué Bisso quedó manco?
¿y por qué le cortaron la otra?
Nota:
es para agarrarse de los pelos o, al menos, palmearse la frente dos
veces, algún gesto por el estilo. Controlar tales sentimientos equivale
a morderse los labios, rascarse la planta del pie sin moderación,
asfixiarse con aire. Por allí no va el camino. Pero tiene que salir por
alguna parte, el impulso, o lo que fuere, ya está en movimiento: ¿dónde
está el atajo? Qué pregunta, ¡qué pregunta!, está en cualquier parte,
por cualquier parte se sale, en donde sea se hace un agujero.
oh el día en que
el día en que un ave
oh el día en que un ave
o reptil o batracio
desoven en aquel
en aquel desoven que no está
en aquel que no está
en aquel que no supo
no supo conservar su metro cuadrado
en el centro de la banda
de la banda el centro era
era la banda de Bisso
eran cinco de Bisso
cinco dedos eran de Bisso
los otros no eran suyos
érase uno obligado
era uno obligado
a estarse allí de pie
parado en medio de cinco
de pie en fondo blanco
parado en medio de nada
a mitad de nada imaginada
de la imaginación más ciega
de pie sobre un pozo ciego
porque así alguien disponía
así disponía un cierto cerebro
que pensaba pensaba
y el aire huía por los ojos
la boca los oídos
llevándose consigo todo
todo lo posible llevaba
consigo cargaba cargaba consigo
todo lo imaginable
todo lo imaginable llevaba
el aire el aire que huía
y Bisso se abría la camisa
abría ventanas abría las puertas
para respirar abría
ahí, Bisso respiraba
Nota:
hay algo de maldad en la obligación que se le impone a aquel que sólo
tiene habilidad de narrar y se le empuja, se le molesta y ofende para
que "suelte el rollo" y diga y diga como, disculpen, disculpen,
disculpen, como se expulsa una bilis no querida, una saliva verde o los
restos del almuerzo en la encía: luego se ven las consecuencias, así son
los mundos creados, así desgraciadas criaturas;
así oh así
qué lengua es esa
qué lengua era
qué cosas decía
qué decía
qué hablaba esa lengua
qué era esa lengua de negro
qué era esa lengua con guantes
qué decía y qué quería decir
qué cosas quería decir esa lengua
vistos todos desde arriba
todos desde arriba con Bisso
vistos con Bisso al medio
cinco enanos en la pantalla
cinco enanos eran con Bisso
partidos al medio/cinco enanos
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