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martes, 29 de enero de 2013

PEDRO MAIRAL [9218]



Pedro Mairal
Nació en Buenos Aires, ARGENTINA  en 1970. Su novela "Una noche con Sabrina Love" recibió el Premio Clarín de Novela en 1998 y fue llevada al cine en 2000. Publicó además las novelas "El año del desierto" y "Salvatierra"; un volumen de cuentos, "Hoy temprano"; y dos libros de poesía, "Tigre como los pájaros" y "Consumidor final". Ha sido traducido y editado en Francia, Italia, España, Portugal, Polonia y Alemania. En 2007 fue incluido, por el jurado de Bogotá39, entre los mejores escritores jóvenes latinoamericanos. En 2011 condujo el programa de televisión sobre libros Impreso en Argentina.



DE TIGRE COMO LOS PÁJAROS, 
(Botella al mar, 1996)



TAN LEJOS DE LOS DIOSES

El hombre, tan omnívoro y callado,
metiéndose en la ropa, atravesando
hileras de botones que se abren
o patíbulos, puertas o tristezas,
bajando en ascensores al invierno,
bostezando, subiendo a colectivos
que pegan coletazos de colores
en todas las esquinas, detestando,
viajando entre sus prójimos lejanos,
tan frágil, vertical, embotellado,
tan buscador, tan lejos de los dioses,
trasnochado mamífero embustero
que emana de la boca de los subtes,
que fuma, tan mendigo del asombro,
tan rey cuando le lustran los zapatos,
tan peatonal y bípedo sin cielo,
regresando con tráfico en las venas,
cautivo en geometrías y bullicio,
soñando alcantarillas, despertando.
Tan asfáltico, el hombre, tan urbano.






LA ESPERA

El tiempo se ha trabado en la herrumbre de mi espera.
La vertical del sol
sin una sola sombra.
Las ansias en el toro que no embiste:
las cuatro patas negras
clavadas en la arena.
Los siglos que ya lleva
sin parpadear la esfinge.
El David sepultado en la cantera
esperando que llegue Miguel Angel.
Calma chicha en un lago de la puna,
el indio masca coca allí en la proa,
la vela desmayada cuelga inerte,
el agua como un vidrio.
Los soldados aqueos respirando
en lo oscuro del vientre del caballo.
El áspero silencio que da el disco
cuando va a comenzar la sinfonía.
Sombreros en el aire.
Un picaporte inmóvil.
El invierno goteando en el pasillo.
El tiempo de las grutas y los zapatos huecos.
Los gestos detenidos en los cuadros.
Y esperarte en esta mesa yerma,
esperar a que se abra aquella puerta
para que entres y gire el engranaje
y entonces sople el viento, embista el toro,
recobren el aliento las estatuas,
y en los cuadros la vida continúe
y caigan los sombreros
y la lluvia,
y el tiempo se destrabe con su música.





PABLO PICASSO

bebo mi sangre y pinto
pero antes bebo mi sangre
roja como la sangre de los toros
como la sangre de las pálidas doncellas
baba roja el cielo rojo
la sangre de los toros de mi sangre
las doncellas de mi sangre
la roja sangre entre los muslos
de la doncella violada por el toro
babeada por el toro
la baba del recuerdo de la doncella
la baba roja todo me bebo
la doncella velando al toro muerto
la doncella galopando sobre el toro
el toro bebiendo de la melena
de la doncella dormida
el sueño rojo el poema rojo todo me bebo
baja por la garganta
el toro con sombra de doncella
la doncella con sombra de toro
soy toro
doncella
sombra de la sangre de la doncella del toro
una doncella negra un toro pálido
sombra roja que me bebo
el toro pariendo una doncella
la doncella devorándose al toro
una doncella atorada en la garganta
un toro adoncellado en la sangre todo me bebo
todo
doncella y toro y pinto
después pinto
cesa la copa la sangre
doncella con menstruaciones de toro
toro con cornadas de doncella
las dos cosas en mí
doncella y toro






DESDE EL CAFÉ

Revuelvo mi café
y le doy fuerza al día con lentas espirales.
Se echan a andar las horas
desde ese sol formado en el impulso.
Gira la espuma tibia del alba de las calles,
gira el amplio fragor en la mañana,
doblan los colectivos de colores
que viajan hacia el centro
del negro remolino,
rodean el azúcar y las plazas,
toman la curva, suben las mujeres
con sus ojos enormes y se bajan
perdiéndose en la rueda de los vientos.
Se desenrosca así la madrugada,
desde la taza arranca
para mezclar las vidas,
los pálidos oficios que pesan en las manos
por la ciudad redonda, gira y gira
y la espiral se expande
desde el café, la luz del movimiento
que enreda la jornada
da vueltas alejando la sombra de la tierra,
hace rodar los astros,
un gesto circular
que inicia la torsión del universo,
revolver el café, dar cuerda a la galaxia.
¿Acaso la cuchara de Dios indiferente
gira en el zumo oscuro del espacio?





FUENTE CON UVAS Y PERAS

La fruta sobre el llano de la mesa.
En la fuente, unas peras, unas uvas.
Las peras amarillas de siestas bajo el cielo,
las uvas casi negras, casi rojas, violeta.
Racimos desbordantes,
colgando en la molicie de los dones.
¿Qué noches de oscuridad espesa,
qué lluvias hay detrás de sus colores?
Al fondo de su aroma,
¿qué dulce peligro se pasea?
Peras del sur con uvas del oeste
reunidas sobre una mesa humana.
Habrá que detener aquí esa vida.
La tierra se hizo fruta
y esa fruta más tarde será sangre.
Pero yacen ahora en el silencio
de su propio milagro.
Irradian el violeta, el amarillo,
desnudas, relumbrando en la vehemencia,
guardando la dulzura voluptuosa.
Qué evidente que se hace en los racimos
su condición de ofrenda:
de vástagos resecos
emanan las uvas populosas,
de la dura madera de unos árboles
las peras surgen blandas y amarillas.
Regalos deslumbrantes, copiosos alimentos,
en la ciudad, qué lejos que se encuentran.
Habrá que detener la vida en versos
y remontar los círculos frutales,
llegarse hasta sus lluvias,
hasta su sangre de cielos y de campos,
morder para aceptar
la pulpa de los dones,
gustar el amarillo de las peras,
hacer sangre el severo
violeta de las uvas.
Habrá que dar las gracias, detenerse,
mirar sobre la mesa los frutos y la gloria.





LA MANSA TRAVESÍA

Los pies, los besadores de la tierra,
hacia la pierna el ángel del tobillo,
tibia ascensión de piel,
perfil de la penumbra
que sube por el muslo hacia la luna,
un territorio incierto,
un suave advenimiento
de cumbre de la mansa travesía,
luego la altura dócil,
reposada cadera del imperio,
maja dormida, venus sin espejo,
y un desbarrancamiento a la cintura,
un resbalar de luz hasta el olvido
para seguir subiendo
la hedónica ladera de la espalda,
torácica prisión, dorso del alma,
después la curva clara,
la música del hombro,
el cuello desvalido
y desde allí fluyendo caudalosa
la oscura cabellera hasta la sombra.






FONDA DEL BAJO

Hay un rumor de voces en la fonda.
Sobre las mesas brazos o botellas,
sueños tumbados.
Y las sillas sentadas como gente.
Acodado en la barra,
de poncho blanco al hombro,
el mozo es el espectro de un caudillo.
Hay diálogos cambiantes como el alto
vapor de las comidas:
verduras, trigo, peces, animales,
traídos hasta aquí para ser sangre,
ser el cuerpo del hombre que mastica.
Se oyen las soledades,
llega el castañetear de platos blancos.
No hace mucho este sitio era una orilla.
Queda sola mi mesa sobre el llano
y las olas me mojan los zapatos,
agita mi mantel la sudestada,
arriba las estrellas, junco y barro,
pero vuelve la fonda nuevamente.
Al amparo de luces amarillas
la gente se ha ensañado en sus cubiertos.
Mi sopa es el naufragio
de un ángel y su larga cabellera.
Cuando se acabe el vino,
voy a pagar con próceres de todos los colores.
Soy simplemente un hombre
que parte con las manos el pan de cada noche
y despacio comulga con la vida.





LIGAZÓN

Ella desnuda y yo desnudo
y no hay mucho más que me importe.
Las cosas caen al suelo
como habiendo estado siempre en ese sitio,
así caigo yo en ella.

Ella apunta sus rodillas
hacia dos constelaciones
y es entonces la pelviana letanía,
la ligazón oscura con la tierra.






POSTA DEL RESUELLO

Yo sé de la luz blanda de tu departamento,
de siestas como un tímido suicidio.
Libros de anatomía con dibujos
de brazos otorgando sus arterias,
con voces como sacro, laringe, línea alba.
O puntos del espacio
donde dormí tranquilo,
pozos de mí cual trampas
en los que caes a veces y me extrañas.
La cola de tu gata dirigiendo
la música barroca de tus actos:
abrir una ventana, hojear un libro,
bañarte con el agua como un río
que baja por la tierra.
Unas monedas dentro de una caja
guardando griteríos entre hermanos.
La tenue aspiradora desmayada
en un rincón detrás de la mañana.
Nostálgicos idiomas, fragores europeos,
que emanan de tus fotos escondidas.
Toda la claridad, toda tu casa,
dulce guarida, posta del resuello.
Pueden llevarme allí como dormido
un colectivo diáfano de barrios,
un místico ascensor, un par de llaves.





Poemas publicados en Consumidor Final, 
editorial bajo la luna, 2003.


CON ADEMÁN ANTIGUO

En el vapor del baño se dibuja
desnuda y luminosa.
Ceremoniosamente,
abre una toalla azul, se inclina
en una reverencia para el dios
de toda su belleza.
El pelo en catarata hacia adelante.
Lleva suave la toalla hasta la nuca,
se envuelve la cabeza,
con ademán antiguo
tuerce diestra la boa de algodón,
la enrosca en espiral
y sin saber siquiera que ha rezado
se yergue tan hermosa con turbante
que el solo gesto alumbra la vida cotidiana.






CUANDO LA LENGUA ECLIPSA

Cuando la lengua eclipsa este presente,
cuando cubre las cosas
con un color grisáceo y nominal,
hay un ácido al fondo de la experiencia fresca,
porque es aquí y ahora pero en el verbo rancio,
en la estructura fúnebre del habla.

La fronda del verano, el aire inédito
atraviesan el viejo pulmón occidental.
La vida inaugurada,
el sol contemporáneo vistos siempre
con el anteojo fijo, mortal, judeocristiano;
o el transcurrir adánico, las moscas,
todo cautivo en este latín erosionado.
El colibrí veloz entorpecido
por este carromato colonial
que rueda lentamente en sus vocales,
esta siesta sintáctica en el polvo del aire castellano.

El cansancio de la filología
espanta la inocencia de esta luz,
agrava los objetos, va imponiendo
la herencia de las manos sobre el tacto,
el andamiaje helénico a los vientos,
fuerza a la sangre a andar en su adjetivo,
a la noche a estrellarse acordemente
con su cosmogonía.

Cayendo como un párpado, el imperio
cae en la voz, ahora, mientras digo
la arena de la piedra de mi nombre.







UN DURAZNO

Morder el verano,
morder el sol entero
por 1,80 el kilo.
Este durazno recién llegado a casa
fue apenas sueño de árbol escondido
alentado por el fertilizante,
después fue flor y fruto verde solo
protegido de plagas y de heladas
por cinco pesticidas,
engordado por lluvias y riego por goteo,
cosechado por Pablo Luis Ojeda
oriundo de Río Negro
que tumba en un colchón de gomaespuma
su cuerpo dolorido cada noche.
Cargado en un camión que avanza bajo el cielo
maduró este durazno con el viaje,
después llegó al mercado,
atravesó las mafias,
fue a parar a una cámara de frío
que le fijó el color
y lo detuvo durante cuatro meses
cerca de San Cristóbal
hasta que lo compró Supermercados Disco,
y lo llevó a la sucursal 14
sector verdulería de autoservice
donde yo lo elegí, lo embolsé, lo hice pesar
lo tiré en el carrito
al lado del pan Fargo, las pechugas,
junto al Skip Intelligent y el queso,
lo llevé hasta la caja, le leyeron
su código de barras,
lo pagué, lo reembolsé con nailon,
lo traje caminando hasta mi casa
cruzando la avenida,
bordeando el hospital,
entre ciegos, cirujas, policías,
lo subí en ascensor
y llegó a la mesada de mármol sin golpearse.
Entonces lo libré de las dos bolsas,
le lavé el pesticida en la canilla,
le lavé todo el cansancio del camión, el humo,
la noche de las manos de Pablo Luis Ojeda,
le saqué la etiqueta de la marca
y lo mordí con ganas de matarlo,
lo asesiné con dientes, mandíbulas y lengua
y a pesar de la química, de la distancia muerta,
a pesar de la larga cadena intermediaria,
me encontré allá en el fondo de su sueño amarillo
con esa flor primera que perfumaba el viento.







PELUQUERÍA

En la luz del espejo
le están cortando el pelo al que yo soy.
La gran tijera que recorta el día
roza la yugular, roza la nuca
con el frío metálico de un arma;
y el que yo soy me mira porque sabe,
porque tiene al revés el corazón.
La voz del locutor
anuncia una jugada peligrosa,
el peluquero mira a la pantalla,
(su equipo va perdiendo)
me hace una pregunta,
yo me miro decir que no me gusta el fútbol,
miro cómo me crecen las orejas
y en el humor helado, la tijera
me susurra su tajo.






LA MARIPOSA

En la ropa colgada, en el yuyal,
atrás de los galpones y la siesta
vuela una mariposa de sangre.
A pique las cigarras
desploman todo el sol dentro un balde.
Sólo la mariposa
escapa a lo monótono que cae.
En el calor volteado
sólo su brillo flota.
Un latido posado sobre un pasto,
las alas encendidas en el aire,
en torno a la humildad de las gallinas,
arriba en el verano,
abajo en la extensión de la culebra,
la brasa de sus solamente alas
circunda las camisas.
Con liviandad de soplo
vuela la mariposa en el cansancio,
vuela con su color de sangre que aliviana
el sueño de las sábanas mojadas.
Todo cae en la siesta.
Salvo la mariposa.





SUPERMARKET SPRING

ella duerme profunda, embarazada
vinculada a los ciclos naturales
a los astros del nacimiento eterno
gira en la luz nocturna de la fertilidad
flota en el mundo, etc
yo no puedo dormir tan planetariamente
tan cíclico y preñado
tan alumbrado y hermoso
tan plácido y redondo
yo soy el expulsado
silencioso en la sombra artificial
en la mediocridad de los productos
los impuestos sanguíneos
la angustia existencial del noticiero
medio enfermo sin perro y sin hermano
deambulo por la casa voy al baño
certifico mi insomnio en el espejo
giro solo en el plano de tres ambientes amplios
con balcón a la calle y lavadero
me siento en la penumbra
entre las lucecitas que titilan
mensajes ceros verdes luces rojas
a.m. stand-by power
una constelación
mis electrodomésticas estrellas
mi primavera de supermercado
mi infancia de ascensor
no crezco no muero
no tengo luz adentro
no voy a ningún lado
respiro en el sonido de la noche
rodeado de taxistas floristas policías
kiosqueros vendedores ambulantes
mozos repartidores carteristas
todos los expulsados a la acidez nocturna
la avenida vacía
la masculinidad y sus desiertos





LA AURORITA

Invierno en la avenida Juan B. Justo
y el viejo pedaleando en la Aurorita
rosada de la nena.
Un pullover y otro y camiseta,
la campera del Shopping Abasto está muy cara,
la motito alemana está muy cara,
la bici con seis cambios japonesa
también y las monedas
no son para ir en micro
sino para el puchero y al destino
hay que llegar igual.
Si caminando es lejos
entonces en la bici rosada de la nena.
Después de veinte años de baulera
vuelve a salir al viento .
Las ruedas chiquititas recién resucitadas.
No hay más vueltas manzana por el barrio,
no hay más chocolatines los domingos,
ahora no es juguete sino tracción a sangre,
segunda vida útil de transporte,
reciclado biciclo, tempranito,
la aurora de otros tiempos,
la infancia convertida en desencanto,
la nena limpia baños en Miami
y el padre, el inmigrante,
pelado y jubilado,
trepado a la Aurorita,
se aleja pedaleando.






LA FAUNA EMBALSAMADA

¿esto es un poema?
¿estar a oscuras sin dormir
puede ser un poema?
¿si no hay nada
puede haber un poema?
¿si digo que respiro en este cubo negro,
no es algo ya? ¿no es demasiado?
¿no es mucho más que esto en realidad?
busco un silencio quieto entre paredes
una sola palabra de penumbra
cualquiera menos noche
porque noche está sólo permitida
a los poetas cósmicos
yo me refiero a este apagón del verbo
la boca ciega en la sombra de este miércoles
yo fui -yo quise ser- poeta natural, poeta cósmico
pero soy un poeta de edificio
poeta de ascensor
y no quiero dormir
quiero estar acostado sin luz en las palabras
por ejemplo:
¿adónde están las manos
de esta pregunta?
¿cómo es un poema en un departamento a oscuras?
yo que llamaba mulata, yegua de tinta a la noche
¿adónde voy a ir?
¿qué voy a hacer con mi fauna embalsamada
a las dos menos cuarto sin imagen
a tientas por el verbo del piso seis sin sueño?
vendo o alquilo mi fiel cosmogonía,
cambio sistema solar
por dos palabras ciertas
que consigan decir toda mi sombra.





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