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martes, 29 de enero de 2013

MARÍA ROSA VICENTE OLIVAS [9217]




MARÍA ROSA VICENTE OLIVAS
María Rosa Vicente Olivas (Madrid, 1959) pasó su infancia y adolescencia en Don Benito (Badajoz). Ha publicado los libros de poemas Canto de la distancia (accésit del Premio Adonais 1977), Poemas (Salamanca, 1981), Quizá de madrugada (El ombligo de Tarzán; El Puerto de Santa María, 1997), El libro de los bosques (antología; Ayuntamiento de Don Benito, 1997), Salvo el humo (Pre-Textos – ERE, 1999) y En terreno de nadie (Pre-Textos; Valencia, 2009). Actualmente reside en Cádiz.



EL RING

Cuando no han de llegar tiempos mejores
asusta comprender cómo los días
se acortan y contienen
en su raíz el germen del final,
los límites del ring
donde pelean
dos edades distintas que se ignoran.

Porque se vive a oscuras,
no se puede comprar un paraíso
con un acto de fe,
ni fingir un mañana, sino darse
cuenta de los momentos que aún ofrecen
razones para estar en esta lucha
que se sabe perdida de antemano.

En terreno de nadie, Pre-Textos, Valencia, 2009







LARGO ARGENTINA

La máquina que timbra casi ningún billete,
la voz de acordeón,
el revoltijo
de pequeños y rubios
ladronzuelos.

Si se baja en Arénula
recorre
el camino que cruza
entre sombras de gatos que digieren
su comida de rey.

Junto a la librería,
como siempre,
los africanos que le ofrecen libros
y la mujer sentada
con un cartel que grita
-soy pobre, soy feliz-
mientras extiende
su mano pedigüeña.

Los mira como miran los exhaustos
contempladores de lo repetido
y sabe que retornan
por la noche de nuevo al extrarradio,
ese lugar ausente de los planos
que llevan los turistas.

En el libro En terreno de nadie (Pre-Textos; Valencia, 2009).






SEPTIEMBRE

Abrir un agujero
y que la herida sangre su caudal de vacío.

Beber la amarga hiel de unas palabras.

Que lo que asola un corazón no sea
razón de su final.

Que un sitio quede
para encender la luz.

En terreno de nadie, Pre-Textos, Valencia, 2009







LA CASTAÑA

A la memoria de Fernando Tomás Pérez
que creyó siempre en mi poesía

Marrón, lisa y brillante, fue deseo
de tu mano fugaz y persistente
para dejar su huella en nuestra casa.
Llegó de un cementerio con ilustres
perpetuos moradores, la encontraste, 
te acompañó hasta aquí. No hemos sabido
quién la ayudó a crecer, cuál fue su abono
- la tierra de los muertos, tan oscura-, 
o si su carne envuelta guarda el fruto
podrido de la vida, o destrozados
vestigios de las páginas segadas
a un libro o a una voz. Pero jamás
osaremos abrir lo que su cáscara
pueda ocultar de esa feroz ausencia
que germina detrás de los despojos, 
donde una sangre corre transparente
regalando verdor entre los túmulos
de aquellos que al marcharse nos dejaron
su impronta de silencio en el silencio. 

En terreno de nadie, Pre-Textos, Valencia, 2009


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