MARÍA JESÚS MINGOT
Nacida en Madrid el 15 de Marzo de 1959. Doctorada en Filosofía Pura (Cum Laude) con una tesis sobre Nietzsche “Nihilismo e Historia”. Profesora Titular (año 1986) del Dpto. de Metafísica de la Universidad Autónoma de Madrid, donde en la actualidad imparte clases de Metafísica. Actualmente vive en la sierra madrileña, en el municipio de Galapagar. Miembro de la tertulia literaria “Antonio Machado” con más de veinte años de historia.
Ha elaborado un par de guiones para cortometrajes. Uno en el año 1992, “Excisión”, basado en un relato suyo (El cortometraje fue elegido para competir en los festivales de Alcalá de Henares y de Cádiz) y otro “Ánima de día” en el año 1994. En ambos cortometrajes colaboró con el grupo “Hormigón” para la realización de éstos.
En el campo de la narrativa ha publicado el libro “El vértigo de las cuatro y media”, en el año 1998, en la editorial Libertarias, Madrid. De este libro se han hecho dos ediciones. El libro fue presentado en la FNAC de Madrid con gran afluencia de público.
Además tiene un libro de relatos: “A la sombra del olmo destronado”, aún sin publicar. Fue finalista en el premio de libros de relatos “Emilio Hurtado”.
En la actualidad está inmersa en la elaboración de su cuarto libro, segunda novela, que espera tener terminada el año próximo.
En el campo de la poesía, terreno que cultiva desde muy joven, publicó el libro “Cenizas” Colección de poesía. Ed. Libertarias. Madrid 2000. El libro reúne una colección de poesías, estructurado en tres partes: Memoria, Olvido y Cenizas. Ha sido presentado en la FNAC de Madrid el 16/4/00.
"Hasta mudar en nada" Colección de Poesía. Ed Bartleby 2007. El libro reúne 13 sonetos y poemas de verso libre.
"Hasta mudar en nada"
Sueños
No te dejes.
No permitas que tus pasos propaguen el veneno,
vestido de venganza
compungida.
Si supieras
qué pleitesía rindes al cuchillo
contemplando la herida tanto rato,
extraviándote en ella
cual aurora, donde aprender pudiste qué es lo bello.
Ahórrale a la tierra cualquier daño
vertido por despecho.
Ya tiene suficiente con aquellos
que anticipan la muerte:
los hijos naturales de fusiles
empuñados en orden obsecuente,
la camada común de la pobreza,
los dolores de Juicio sin testigos,
los sueños de pateras rodeadas de agua
de cuantos desconocen
cómo se siente un hombre
cuando llega a su casa cada día.
Los males de los que fuiste objeto
quémalos,
y esparce las cenizas,
de modo que tu herida
sea nube,
no el espejo de un cielo
condenado al reproche
al que no das descanso
-piénsalo-,
con tu antorcha encendida
alumbrando perfidias
rebosantes de pus.
Aparta de tu vista los oscuros pesares
que duelen a destiempo.
Ya no les perteneces.
Aun si fuera mentira que amanece de nuevo,
hay sueños que sostienen
la belleza del mundo.
Suéñalos.
A la sombra del mundo
Los que no dicen “yo” cuando terminan
de resolver matrices complicadas.
Aquellos que encuadernan
con el mismo cuidado
que traducen los sabios
manuscritos antiguos,
sin sentir que se trata de un favor que les honra.
Sólo por el deleite de ver crecer
el fruto cotidiano de un esfuerzo que niegan,
mientras tiemblan
los papeles impresos en sus manos.
Los que están a la sombra de sí mismos
al acabar un cuadro
que los mantuvo insomnes largo tiempo,
por el cual se olvidaron
de acudir a la cita
de un mañana apremiante.
Cuantos pasan de largo ante el elogio
por creerse a distancia de su estela
pero no dejan de surcar las aguas.
Los que apartan la vista
si el otro se avergüenza,
para que quede a solas,
sin testigos de cargo que agraven
su desvelo.
Todos los que se apenan
cuando llega la pena,
sin que se troque en cólera
sedienta de venganza.
Quienes no se preocupan
de que registre el mundo
su presencia
y a su vivencia humana de las cosas
nada resta
tenerse por segundos
o algo más;
esos,
cuyo vuelo remeda al de los verbos
de impersonal textura,
perseveran a la sombra del mundo,
pero le dan
su luz.
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