Antonio Fogazzaro
Antonio Fogazzaro (Vicenza, Italia, 25 de marzo de 1842 - Vicenza, 7 de marzo de 1911), fue un escritor y poeta italiano.
Nació en Vicenza, en el 111 de la calle que hoy lleva su nombre, hijo de un industrial y perteneciente a una familia profundamente católica, y en la que varios miembros eran sacerdotes o religiosos. El propio Fogazzaro se describirá a sí mismo como sensible y retraído.
En mayo de 1848, en los días de la Primera Guerra de Independencia, su madre lo llevó junto a su hermana pequeña a Rovigo: Vicenza se ha rebelado y prepara la defensa ante la reacción del ejército austríaco, que el 10 de junio entrará en Vicenza al mando de Radetzky.
Finaliza sus estudios elementales en 1850. Poco brillante, no demasiado buen estudiante, era romántico y enamoradizo, y sus libros favoritos eran las Memorias de ultratumba de Chateaubriand y los de Walter Scott. En 1856 pasa al instituto, en donde le da clases el poeta Giacomo Zanella, que le hace descubrir a Heine. Sigue siendo un joven meditabundo, tímido y soñador. Ya entonces empieza a escribir algunos poemillas, que guarda en un cuaderno, y que dispersa en las cartas que envía a su familia.
Estudios de Derecho
Al terminar sus estudios en el Instituto en 1858, su vocación parecía encaminarle hacia estudios de literatura, pero su padre consideraba que carecía de capacidades literarias y se opuso, forzándole a estudiar Derecho en la Universidad de Padua. Debido a una larga enfermedad y también al cierre de la Universidad por parte de las autoridades en 1859 tras las protestas contra el régimen austríaco, Fogazzaro pierde dos años de estudios. En noviembre de 1860 la familia Fogazzaro se traslada a Turín y Fogazzaro prosigue sus estudios en dicha ciudad, aunque sus resultados son mediocres, dado que pasa más tiempo en los cafés jugando al billar que en las aulas. También sus creencias religiosas se resienten, aunque las dudas en el terreno religioso le siguen asaltando.
Sigue escribiendo poesías y el periódico Universo publica algunas de ellas en 1863. El año siguiente consigue su licenciatura con resultados discretos. En noviembre del año siguiente su familia se traslada a Milán, en donde Fogazzaro empezará a trabajar como auxiliar en un despacho de abogados.
Fogazzaro conocía desde su infancia a la familia de Vicenza de los condes Valmarana. Ya había vuelto a ver a la joven Margherita en Turín en 1862 y luego durante las vacaciones en los años siguientes. Los jóvenes se casaron en Vicenza el 31 de julio de 1866, pocas semanas después de que el Véneto, tras la Tercera Guerra de Independencia pasara a formar parte del Reino de Italia.
El trabajo que desarrolla en el despacho jurídico no le permite mantener a su familia, por lo que necesita recurrir al apoyo de la familia. En Milán conoce a Abbondio Chialiva, un antiguo carbonario que lo introduce en los ambientes literarios de la scapigliatura, en el que conoce a escritores como Emilio Praga, a los hermanos Arrigo y Camillo Boito o Iginio Ugo Tarchetti, que, conscientes del provincialismo literario italiano, buscaban nuevas vías en el arte. Consigue una especial relación con Arrigo Boito, pero nunca llegará a integrarse en el movimiento, demasiado radical para su gusto conservador.
En 1868 supera los exámenes para poder ejercer la abogacía, aunque sigue pensando en dedicarse a la poesía. En 1869 nace su primera hija, a la vez que empieza a trabajar en una novela y en diversos poemas.
Inicios poéticos: Miranda y Valsolda
Fogazzaro envió a su padre el manuscrito del poema Miranda el 3 de diciembre de 1873. Éste lo encuentra bueno y decide buscar sin éxito quien lo publique, por lo que acaban haciéndolo a su costa en 1874. Miranda se compone de tres partes: La carta, El libro de Miranda y El libro de Enrico, y desarrolla la vivencia de un amor frustrado: en Enrico, Fogazzaro quiso representar la figura de un joven poeta estetizante y demasiado egoísta como para amar a nadie aparte de a sí mismo, un hijo de su tiempo visto bajo su aspecto más negativo, mientras en Miranda se representa a una muchacha idealizada. Aunque no gustara a los críticos, la poesía gustó al público lector, y esto sirvió para que Fogazzaro decidiese proseguir su aventura literaria.
Dos años después, en 1876, surge el libro de poemas Valsolda, en una pequeña editorial milanesa, ya que el mayor editor de la época, Treves, se niega a publicarlo. Esta vez, al fracaso de la crítica se une la desilusión del público, que no halla en esos versos el tono sentimental de Miranda, que tanto había gustado a los seguidores del romanticismo en su época; en Valsolda Fogazzaro privilegia la nota paisajística, pero sus versos, aún siendo imaginativos y musicales, carecen de personalidad, parece tratarse de un entretenimiento. Regresa a la fe católica.
Los temas de Fogazzaro
Dos son los principales temas que preocupan a Antonio Fogazzaro, y que por ello aparecerán en su obra literaria: la fe y el amor.
La religión
Fogazzaro era profundamente católico y practicante. Si trató de conciliar las teorías de Darwin con las de San Agustín es porque pensaba que actuando de ese modo no contravenía ningún dogma de fe. También la simpatía que mostró por el modernismo, que de hecho tampoco se concretó en su obra, estaba dentro de su convencimiento de que estaba dentro del umbral de la ortodoxia, hasta el punto de que admitió inmediatamente la condena y se retractó.
La auténtica innovación que encontramos en Fogazzaro es la expresión del sentimiento religioso; en sintonía con las exigencias de los lectores de su tiempo, manifestó en sus novelas una fe religiosa que siempre matizaba los actos de sus personajes. El sentimiento de culpa, el que él mismo experimentaba en su relación adulterina aparece en sus obras de madurez.
El amor
Fogazzaro pertenecía a la burguesía, a la clases social más moderna e inquieta de su época, y se dirigía a ese mismo publico. Su modernidad o sus audacias en el terreno del amor estaban siempre limitadas por la presencia permanente de una tradición católica no muy beata, pero esencialmente conservadora. Fogazzaro pues era perfectamente capaz de darse cuenta de lo que era necesario adoptar para formar parte del mundo moderno, capaz de buscar desarrollos sociales, siempre que no fueran el resultado de grandes procesos revolucionarios. En su concepto de lo que es la vida familiar, Fogazzaro reduce a este terreno el tema del amor.
El romanticismo
Alessandro Manzoni, el novelista romántico italiano por excelencia..
En la historia de la novela italiana, el romanticismo casi no aparece, al menos en el sentido en el que aparecen los fuertes contrastes que podemos encontrar en Francia o Alemania, ese romanticismo que pasa del drama al idilio, de lo patético a lo sublime. El novelista romántico italiano por excelencia, Alessandro Manzoni conscientemente rechazaba estos temas, a pesar de que luego aparezcan (y tremendamente matizados) en su obra maestra, Los Novios. Tampoco se encuentran en la Scapigliatura, ya que se trató de un movimiento efímero y en realidad de poca trascendencia más allá de los círculos especializados. El romanticismo en Italia encontró su mejor exponente en la música, en donde además alcanzó su auténtica repercusión popular, con su máximo exponente, Giuseppe Verdi.
También aparece tangencialmente en Fogazzaro. Sus fuertes prejuicios religiosos le impedían mostrar pasiones exacerbadas como las del René de Chateaubriand, las tormentas espirituales son vividas por seres moralmente superiores, que por esa razón aceptan la voluntad divina y son capaces de renunciar a las consecuencias de las pasiones que experimentan.
La política
En los años 1880, tras la derrota de la derecha, se había extendido en Italia un sentimiento de desconfianza hacia una clase política considerada corrupta y dispuesta a aceptar cualquier arreglo, y hacia un parlamentarismo que aparecía ineficaz. Algunos elementos de la burguesía, también preocupados por el avance de la clase obrera ansiaban la presencia de un hombre fuerte, al estilo de Bismarck, que limitara al parlamento, fortaleciera la monarquía, resolviese la Cuestión romana y proporcionase a Italia autoridad y respeto en el concierto internacional. Estas ideas, que aparecen en su novela Daniele Cortis son proyectos que Fogazzaro no retomó en sus novelas, pero que evidentemente fueron muy elogiadas por el fascismo. A partir de Pequeño mundo antiguo vuelve a los antiguos ideales del Risorgimento, a un patriotismo sencillo y generoso, afirmación de dignidad contra la injusticia y los abusos.
Fogazzaro no fue un autor literario comprometido. Sus ideas políticas y religiosas aparecían en tanto en cuanto eran vividas por el autor, pero nunca se preocupó de los muchos temas que aparecían en la actualidad política de su época (los deseos expansionistas en África, el impulso de la clase obrera, las rebeliones en Sicilia, el escándalo de la Banca romana). Su descripción de la sociedad italiana que conoció utilizaba a veces el dialecto véneto, la comicidad, para restar dramatismo a situaciones que a veces se acercaban al verismo que propugnaba Giovanni Verga, pero sin perder el elemento optimista que sin duda su profunda fe católica le proporcionaba.
Obras
1863 Un recuerdo del Lago de Como, Vicenza (publicación para la boda Scola-Patella)
1865 Cuaderno veneciano: San Marcos, Barcarola, Lido, Serenata, Vicenza, (publicación para la boda Clementi-Marchesini)
1868 A mi hermana. Odas, (publicación para la boda Fogazzaro-Danioni)
1870 Discurso pronunciado en el Teatro Olímpico durante la entrega de premios a los alumnos de las escuelas nocturnas cívicas y rurales, Vicenza
1871 Najadi: 1. En la fuente, 2. En el lago, Vicenza, (publicación para la boda Casalini-Barrera)
1872 Sobre el futuro de la novela en Italia, Vicenza, discurso
1874 Miranda, Florencia, poema en verso
1876 Valsolda, Milán, colección de poemas dedicados a la población de Valsolda (provincia de Como)
1881 Malombra, Milán, novela
1885 Daniele Cortis, Turín, novela
1887 Fedele y otros relatos, Milán, relatos
1888 El misterio del poeta, Milán, novela
1895 Pequeño mundo antiguo, Milán, novela
1898 Discursos, Milán, ensayo
1898 Ciencia y dolor. Discurso leído el 22 de mayo de 1898 en el Regio Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti, Venecia, ensayo
1901 El dolor en el arte, Milán, ensayo
1901 Pequeño mundo moderno, Milán, novela
1905 El Santo, Milán, novela
1910 Leila, Milán, novela
SAN VALENTINO
Me ama, no me ama. Sin matar las flores
lo que me dice todo el universo
Siempre escucho a mi corazón de sí mismo;
Voy a ver cuál de las dos paradas.
No, no es de extrañar la flor. Si las flores supieran
Yo les pediría sólo habers sido feliz.
Pero la flor lo ignora, y que se podría decir
Me nieg por piedad esta comodidad.
Un pensamiento me duele. Y si el poeta
ascendiese de amor por las dulces
figuras que crea! Extraño pensamiento!
Davver de ellos no tenía tiempo.
SAN VALENTINO
M'ama, non m'ama. Senza uccider fiorii,
dirmi così da tutto l'universo
ascolto sempre e dal mio core istesso;
starò a veder su qual dei due si ferma.
No, non domando al fior. Se il fior sapesse
gli chiederei soltanto s'è felice.
Ma il fior l'ignora, e chi potrebbe dirlo
mi niega per pietà questo conforto.
Un pensier mi ferisce. E se il poeta
s'accendesse d'amor per le soavi
figure ch'egli crea! Strano pensiero!
Davver di questi non ne avevo un tempo.
LA ORACIÓN DE LOS MARINEROS DE ITALIA
A ti, oh gran Dios eterno, Señor del cielo y el abismo, donde los vientos y las olas obedecen, nosotros, los hombres de la mar y de guerra, oficiales y soldados de Italia, de esta patria sagrada en barco armado, elevamos los corazones.
Guardar y exaltar en su fe, o Gran Dios, nuestra nación.
Se da el poder de la derecha y la gloria de nuestra bandera, que controla las tormentas y las olas sirven para ella, preguntarle sobre el terror del enemigo, que está siempre en defensa de los senos Cingano de hierro más fuerte que el hierro que rodea la nave, para siempre da la victoria.
Bendice, oh Señor, nuestras casas distantes, las personas queridas, bendecir, en la noche que cae, el resto de la gente, nos bendiga, que velan por ella en los brazos del mar: Bendícenos!
LA PREGHIERA DEI MARINAI D’ITALIA
A te, o Grande, Eterno Iddio, Signore del cielo e dell'abisso; cui obbediscono i venti e le onde, noi, uomini di mare e di guerra, Ufficiali e Soldati d'Italia, da questa sacra nave armata dalla Patria, leviamo i cuori.
Salva ed esalta nella tua Fede, o Gran Dio, la nostra Nazione.
Dà giusta gloria e potenza alla nostra bandiera, comanda che le tempeste e i flutti servano a lei, poni sul nemico il terrore di lei, fa che sempre la cingano in difesa petti di ferro più forti del ferro che cinge questa nave; a lei per sempre dona vittoria.
Benedici, o Signore, le nostre case lontane, le care genti; benedici, nella cadente notte, il riposo del popolo; benedici noi, che per esso vegliamo in armi sul mare: Benedici!
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