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sábado, 17 de noviembre de 2012

VASCO GATO [8576]





VASCO GATO (Lisboa, PORTUGAL 1978) pertenece a la reciente generación de poetas portugueses. Realiza estudios de filosofía y alemán. Ha publicado los libros Um mover de mão (2000), Imo (2003), Lucifer (2003) y 47 (2005). En sus poemas aparecen dos motivos principales: la contemplación y el cuerpo. Un cuerpo interrumpido, elíptico, el cuerpo o territorio compartido entre el decir y el deseo.






trazo común

me descalzo de sombras para llegar hasta ti
las líneas de mi rostro son clarísimas
en ellas no ves el viejo el niño el adulto
ves apenas el trazo común
que es donde busco tu mano
en la transparencia de mi palabra entera






después del frío, todavía


uno.

pisamos en el suelo el otoño
y en una inspiración principiamos
el tiempo que ha de venir:
los abismos, los lagos inundados de sol,
la casa habitada entre los árboles,
el silencio esencial de todas las piedras.

pisamos como si bebiésemos el sentido,
como si en diez dedos cupiese el cuerpo
de una mujer altísima, sabia de los días,
y la cama escuchase de noche la generación de las cosas
sin que las paredes contuviesen el vientre oculto.

se da en mí la sangre de ese amor tan impensable
—en la palabra que me lleva los labios el calor de los pulsos,
después enciendo las lágrimas y dibujo en el aire tus manos.





dos.

nunca vi revolverse el secreto de los planetas:
noches mirando la noche, mientras me hacía hombre
y despojaba de mí la ligereza de los pequeños pies.

contaba a través de la ventana las constelaciones muy antiguas,
imaginaba episodios de nieve en los campos que nunca tuve,
deseaba incontenidamente que un ángel me abrigase
en sus alas y me llevase hasta la aparición de la flor original.

no reparé en que me inclinaba, que me olvidaba de la mesa
donde los platos prolongaban el amor de mi madre,
el pan que se abría sin ruido —concreto y lleno.
desaprendí como se lavan las manos, sabes. no sé más 
como la mano toca el hombro o como se duerme abrazado.

y pienso que hay un altar vacío,
una oración que sólo mi boca puede decir.





tres.

ella trae en la mano derecha las olas que el mar no quiso:
las entierra en mis poemas, me dice que así
yo puedo recordar la mano que estuvo en la arena, pequeña.

el desierto nos busca. hay un camino que es sólo muerte.

ella queda cerca de mí. mil lágrimas y mis ojos
comenzarán a ver. ella me dice que va a ser así.





cuatro.

ella abre la puerta del cuarto, corre
hasta la ventana y me dice:
“mira como nieva allá fuera— ¿ves?”






depois do frio, ainda


um.

pisamos no chão o outono
e numa inspiração principiamos
o tempo que há-de vir:
as falésias, os lagos inundados de sol,
a casa habitada entre as árvores,
o silêncio essencial de todas as pedras.

pisamos como se bebêssemos o sentido,
como se em dez dedos coubesse o corpo
de uma mulher altíssima, sábia dos dias,
e a cama escutasse de noite a geração das coisas
sem que as paredes contivessem o ventre oculto.

dá-se em mim o sangue desse amor tão impensável
— na palavra que me leva os lábios o calor dos pulsos,
depois acendo as lágrimas e desenho no ar as tuas mãos.





dois.

nunca vi mexer-se o segredo dos planetas:
noites olhando a noite, enquanto me fazia homem
e despia de mim a leveza dos pequenos pés.

contava através da janela as constelações muito antigas,
imaginava episódios de neve nos campos que nunca tive,
desejava incontidamente que um anjo me abrigasse
em suas asas e me levasse até à aparição da flor original.

não dei conta que me debruçava, que me esquecia da mesa
onde os pratos prolongavam o amor da minha mãe,
o pão que se abria sem ruído — concreto e cheio.
desaprendi como se lavam as mãos, sabes. não sei mais
como a mão toca o ombro ou como se dorme abraçado.

e penso que há um altar vazio,
uma oração que só a minha boca pode dizer.





três.

ela traz na mão direita as ondas que o mar não quis:
enterra-as nos meus poemas, diz-me que assim
eu posso lembrar a mão que ficou na areia, pequena.

o deserto procura-nos. há um caminho que é só morte.

ela fica junto de mim. mil lágrimas e os meus olhos
começarão a ver. ela diz-me que vai ser assim.





quatro.

ela abre porta do quarto, corre
até à janela e diz-me:
«olha como neva lá fora — vês?»







Um dizer ainda puro

imagino que sobre nós virá um céu
de espuma e que, de sol em sol,
uma nova língua nos fará dizer
o que a poeira da nossa boca adiada
soterrou já para lá da mão possível
onde cinzentos abandonamos a flor.


dizes: põe nos meus os teus dedos
e passemos os séculos sem rosto,
apaguemos de nossas casas o barulho
do tempo que ardeu sem luz.
sim, cria comigo esse silêncio
que nos faz nus e em nós acende
o lume das árvores de fruto.


diz-me que há ainda versos por escrever,
que sobra no mundo um dizer ainda puro.

in
Um Mover de Mão,
Assírio e Alvim, 2000.









A tarde despedaçou-se
e nunca houve outro anseio
senão esta claridade sem sol,
a lenta supressão de uma morada.
Espiamos as naves que se soletram
a ouvido nenhum,
tocando um do outro
os dedos mais
sinceros.

Estamos prontos para singrar
na noite do nosso
desassossego.

[in Napule, Tea for One, 2011]


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