Gastón Fernando Deligne
(1861-1913) Poeta y escritor dominicano. Nació en Santo Domingo el 23 de octubre de 1861. Sus padres fueron Gastón Deligne y Angela Figueroa. Quedó huérfano, pero fue protegido por el sacerdote Francisco Javier Billini. Este le permitió hacer sus estudios en el colegio San Luis Gonzaba, hasta terminar el bachillerato.
Deligne se dedicó por completo al estudio y cultivo de las letras en sus horas libres. Logró un alto grado de perfección intelectual, y el dominio del idioma latín y de otras lenguas modernas. Era la figura más destacada del campo literario en su localidad. A su alrededor se formó un grupo literario que sufrió su marcada influencia. Muy pronto, la influencia de Gastón F. Deligne se hizo sentir en el resto del país y en otros países. Escribió en las principales publicaciones literarias que tuvo el país hasta esa fecha. Ejemplo: “Letras y Ciencias”; “La Revista Ilustrada”; “El Lápiz”, “”La Cuna de América”, en la ciudad de Santo Domingo: “El Cable”, “Prosa y Verso”, en San Pedro de Macorís. En Santiago, colaboró en “Cuba-Literaria”.
Deligne se suicidó el 18 de enero de 1913, atormentado por el sufrimiento que le producía la lepra, enfermedad que padecía. Con su producción se inicia una nueva época en el pensamiento literario dominicano. Su lenguaje era completamente nuevo. Nuevas imágenes literarias, más profundas ideas morales, filosóficas y psicológicas, le dieron un carácter de especial profundidad al estilo del poeta y escritor Deligne.
Gastón F. Deligne es el máximo representante de la llamada poesía psicológica en todas sus formas, pero especialmente en la de la psicología femenina, que muy bien desarrolla en sus composiciones. No participó en política ni ocupó cargos públicos, pero cultivó la poesía de tipo político con mucho éxito. Este tipo de poesía era tratada por Deligne desde un punto de vista filosófico y moral. La poesía política de este autor expresa la psicología o forma de sentir y pensar de los dominicanos.
Su obra “Ololoi” es la más importante de su poesía política. En ella se trata la lucha entre la libertad y la opresión, las cuales describe perfectamente en su brillante estilo. Es decir, describió con muy buenas imágenes a los dictadores, y al pueblo que busca su libertad. Esta doble descripción nos presenta el retrato moral del ambiente en que se desenvuelven las dictaduras.
Sus poemas acerca de la sicología femenina son: “Angustias” y “Confidencias de Cristina”.
La creatividad y originalidad en Deligne son geniales. Siempre se empeñaba en buscar nuevas y mejores formas de expresión artística. A veces, por buscar un lenguaje muy original, sus escritos resultan un poco pesados. Pero no se le puede quitar el honor de ser uno de los poetas dominicanos más originales y la más importante figura literaria local de su tiempo.
Las obras en verso y en prosa de Deligne se hallan recogidas en varias publicaciones: “Soledad” (1887). “Galaripsos” (1908). “Romances de la Hispaniola” y “Páginas Olvidadas” (1944), edición realizada por el historiador Rodríguez Demorizi. En esta obra, se recoge toda la producción poética de Deligne hasta entonces no publicada, así como sus escritos en prosa. Pues ente autor no se valoraba como ser humano.
Josefa A. Perdomo
Ya se integró al espíritu fecundo
que un tiempo hiciera palpitar su lira,
ya es átomo y celaje y blando efluvio
del perfume, la luz y la armonía.
Nos deja en sus melódicos cantares
inmaculado resplandor celeste,
como el halo divino de una estrella
cuando traspone trémula el Poniente.
Enamorada del ameno valle
y del florido soto fue calandria
que alguna vez al éter ascendiera
con la serena majestad del águila.
Gloria y honor del sexo en que el futuro
vincula honor y gloria y alegría,
fue de aquellas que irradian las virtudes
prez del hogar, que los hogares nimban.
Y es de aquellas criaturas venturosas
cuya vida fue salmo, hermoso y noble;
y ante cuyo sepulcro esparce adelfas
y cíñese la patria de crespones.
Subjetiva
¡Así es mejor!-Porque de ti atraído
con ímpetu febril, te amo de veras;
por eso no te he dicho que te amo;
y aún pesárame hermosa que lo sepas.
Por eso no he venido a deshacerme
en ruego vil ni en desmayada queja,
porque temo, no tanto tus desdenes,
como tu blanda y fiel correspondencia.
En la mas honda y apartada cueva,
hay un monstruo voraz que a Amor vigila,
como terco y terrible centinela.
Cuando prende en dos almas el cariño,
su ojo apagado entre la sombra acecha;
y brilla -cuando en una se confunden,-
como un botón de fuego en las tinieblas.
El precede a la tarde en que declinan
albas que los amores encendieran;
él es el sacerdote que salmodia
de todo afecto la hora postrimera;
Oculto en el jardín del sentimiento,
él es la nube que ensombrece el cielo;
el petrel que se goza en la tormenta:
para él lo eterno es irrisión, y sólo
-si habla de la constancia- es como befa.
Por eso, porque te amo, yo no quiero
que hagamos en sus garras mutua presa.
¿Quién más pronto o más tarde, del Hastío
no es juguete en la efímera existencia?...
Por eso, porque te amo y porque quiero
amarte siempre, con pasión eterna;
no te he dicho el cariño que me inspiras
y no anhelo tampoco que me quieras.
¡Así es mejor! -Vivir en el deseo,
es una llama alimentar perpetua;
¡es vivir abrasados, cual vivían
los mártires, los místicos y ascetas!
De la selva (Al poeta José J. Pérez)
Hasta la selva, donde ensayo a veces
himno sin forma, fugitiva endecha,
me llegó tu canción; y su armonía
aun repiten los ecos de mi selva.
¿Qué mucho si engañado por su acento,
finjo que en luz mi aspiración se anega;
cuando ese resplandor es el reflejo
del préstamo de luz con que la obsequias?
Así, de su abundancia se desprende,
sin vivo esfuerzo ni ostensible merma,
y en cascada de flores nos inunda
con generoso don la Primavera.
Cierto que en mis impulsos yo he sentido
lo que sentís vosotros los poetas.
Dolor ante las grandes pequeñeces
que el hombre cambia con su igual en guerra.
Asfixia entre las sordas tiranías
que han henchido la Historia y el planeta:
desdén de las sutiles distinciones
en que sin fin la sociedad se estrella.
Confusión, cuando -leño entre las ondas-
de sus pasiones insensibles presa,
no pude discernir si la arrastraba
el mar, o si su propia inconsistencia.
Ante eso, y algo más, nos detuvimos
mi mente y yo, con no fingida pena.
Ante eso, y algo más, el bien eterno
clamoreo en el umbral de la conciencia.
Cierto que cual vosotros yo he sentido
-con vehemente emoción el alma trémula-
retoñar a la vida la esperanza,
como campo que invade savia nueva.
Porque vi que aun existen, triunfadoras,
del espléndido sol la luz perpetua;
y que un simple episodio del verano
el truhán invierno con sus nieves era.
Porque vi que existen, triunfadoras,
con calidades blandas y risueñas,
la esperanza en el seno de los hombres,
la inmensidad, a expensas del poeta.
Angustias (Al poeta amigo, Arturo Pellerano Castro)
Su mano de mujer está grabada
hasta en el lazo azul de la cortina;
no hay jarrones de China,
pero es toda la estancia una monada.
Con un chico detalle,
gracia despliega y bienestar sin tasa,
a pesar de lo pobre de la casa
a pesar de lo triste de la calle.
Cuando el ardiente hogar chispas difunde,
cuando la plancha su trabajo empieza,
para cercar de lumbre su cabeza,
en sólo un haz se aduna
el brillo de dos luces soberanas;
un fragmento de sol, en las ventanas;
un destello de aurora, en una cuna!
¡Qué sima del ayer a lo presente!...
Allá, en retrospectivos horizontes,
la desgracia pasó sobre su frente,
cual una tempestad sobre los montes.
Era muy bella, ¡por extremo bella!;
y estuvo en su mirada
la candente centella
donde prendió su roja llamarada
la pira que más tarde la consume,
la que le hurtó, de tímida violeta
con el tierno matiz, todo el perfume.
Fue su triste caída,
lo mismo solitaria que completa;
y como en casos tales de amargura,
desde ella hasta Luzbel todo es lo mismo;
una vez desprendida de la altura,
cebó en ella sus garras el abismo.
Quedó al horror sumisa
con expresión que por tranquila, espanta;
apagada en los labios la sonrisa,
extinguida la nota en la garganta.
Flotó en la hirviente ola
con el raudo vaivén del torbellino,
y se encontró... sentada en el camino,
entristecida, macilenta, y sola!...
Pero así como planta que caída,
después que la desnuda
rama por rama la tormenta cruda;
a pesar de la fuerza que la azota,
de la raíz asida
queda, y más tiernos sus renuevos brota;
cuando estaba su oriente más distante,
y más desfallecida la materia;
brotó la salvación dulce y radiante
por donde entró señora la miseria.
Si es cierto que invisibles
pueblan los aires almas luminosas,
hubieron de acudir a aquel milagro,
como van a la luz las mariposas.
Así el suceso su mansión inunda
con tintes apacibles:
la gran madre fecunda,
naturaleza sabia y bienhechora,
miró piadosa su profunda pena,
palpó la enfermedad que la devora;
y en su amor infinito,
la puso frente a frente de una cuna;
a la vez que vocero del delito,
de calma y redención anunciadora!
¡Quién dirá lo que siente
al verse de la cuna frente a frente!...
Su corazón de madre se deslíe,
y al hijo que es su gloria y su embeleso,
le premia con un beso, si es que ríe;
le acalla, si es que llora, con un beso.
Al calor que la enciende
¡cuántas cosas le dice,
que el diminuto infante no comprende,
tan tiernas a la par como sencillas!...
Es un desbordamiento de ternuras,
sin valladares, límites, ni orillas!...
De pronto, en su alma sube
la hiel de sus pasadas desventuras;
y mientras surca y moja sus mejillas
llanto a la vez de dicha y desconsuelo,
cual si Dios la empujase desde el cielo,
¡cayó junto a la cuna de rodillas!
Y ante el espacio estrecho
que ocupa aquella cuna temblorosa,
como se abre el botón de un alba rosa,
la rosa del deber se abrió en su pecho!
¡Reída alborescencia
la que de Angustias el camino ensancha,
escrita en surcos de la urente plancha
y en serena quietud de la conciencia!
¿Hay algo oculto y serio
entre los pliegues de su afán constante?...
la vagarosa bruma de un misterio?...
La audaz de la vecina
que, cual prójima toda, es muy ladina,
quita al misterio la tupida venda,
desparrama la cosa
con todo este chispear de vivas ascuas:
-"El chiquitín, un sol; cerca las Pascuas;
y le trae preocupada y afanosa
el trajecito aquél que vio en la tienda".
Por eso, y así el Bóreas yazga inerme
o airado soplo con violento empuje,
Angustias canta, el pequeñuelo duerme,
la plancha suena, la madera cruje.
Los Galaripsos
En la liana vistosa y empinada
funden los galaripsos su esbelteza,
como una aspiración que se anonada
-temblando de pasión- en la belleza.
Tejiéndose al imán de sus amores,
su follaje nervioso, se estremece;
y presume quizás, al echar flores,
que es el árbol amado el que florece.
Teclado son de vientos vagarosos
y cual la mirra de sagrado rito
en espiral remóntanse, ganosos
de holgar entre el planeta y lo infinito.
Incendio
Dormida esta la ciudad,
bajo los limpios reflejos
de una luna sin mancilla
en un nacarado cielo.
Allá lejos zumba el mar;
acá suspira el misterio
y en las hebras de la luz
flota en su hamaca el silencio.
¡Qué de fantasmas de rosas,
en blando revoloteo
invaden calladamente
los cortinajes del lecho!
¡Qué tropel de diminutos
y ágiles duendes aéreos
se deslizan impalpables,
paz y calma repartiendo!
Todo, hasta el aire, es marasmo,
todo, hasta la luz, es sueño;
todo, hasta el duelo, es quimera:
¡Sólo el mal está despierto!
De cuya presencia adusta,
de cuyo empuje soberbio,
hablan, gritan las campanas
con vibrante clamoreo.
Y allá al lado del poniente,
entre oleadas de humo denso,
asoma el robusto monstruo
su roja cresta de fuego.
"Venid" parece que dice;
parece que clama: "os reto",
con su ruido de agua grande,
con sus crujidos siniestros.
¿Quién no lo vio...? Era uno solo,
y revistió en sus efectos,
los mil tonos, las mil formas,
de un espantable Proteo.
Como niño que en petardos
entretiene el raudo tiempo,
así niño en unas partes,
todo lo estallable uniendo,
estallaba en un volcán,
del raro volcán contento.
Enamorado, otras veces,
Del uno al contrario extremo
Iba hablando con su amada
a puras lenguas de fuego,
hasta perecer con ella
en blancas cenizas vuelto.
Ora bajando intranquilo,
ya presuroso subiendo,
ya contra el viento accionando
ya corriendo contra el viento;
escudriñando unas veces,
otras veces destruyendo;
dormido como un león,
en súbito apagamiento;
para surgir más robusto,
más voraz y más tremendo;
con profundidad de abismo,
con escalofrío de vértigo
era tristemente grande,
era noblemente tétrico
y hermoso terriblemente
¡aquel conflicto de incendio!
Pero más hermoso aún
el alcance del esfuerzo
que trajo el coloso a tierra,
junto a las ruinas deshecho.
Y más hermoso el que prueba
que Jesucristo no ha muerto;
que el mal sólo es transitorio,
que el bien es el solo eterno.
Porque ¿sabe acaso el ave,
después que el ciclón va lejos,
lo que la rama querida
y el dulce nido se hicieron?...
Lo sabe la caridad,
y es solamente por eso
que abre, mirando a las víctimas
¡su manto color de cielo!
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