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sábado, 17 de noviembre de 2012

FADIR DELGADO ACOSTA [8564]



Fadir Delgado Acosta nació en Barranquilla, Colombia, el 28 de enero de 1982. Autora del libro La Casa de Hierro, 2002. Comunicadora Social, sobresaliente en el campo de las artes de Barranquilla. Ha sido orientadora de actividades literarias dirigidas a niños y jóvenes. Fue Orientadora literaria de la Casa Museo Julio Flórez de Barranquilla en la actividad “La Nueva Poesía” dirigida a Docentes, y en los talleres para estudiantes del municipio en los años 2002 y 2003. Es socio fundadora y orientadora artística de la Fundación Casa de Hierro, desde la cual lidera y promueve espacios culturales para la ciudad, como el Café al Aire Libre y el Encuentro de la Niñez y su Barrio. De ella afirma el escritor colombiano Julio Olaciregui: “… Capta los colores, vibraciones y angustias de la ciudad con un método poético cuyo secreto sólo ella posee. Parte de sus visiones sobre la Barranquilla que la nutre, y a veces espanta, se encuentra en su libro La casa de hierro. Yo siento en sus textos la mirada, su observación de significados en los detalles y sinsentidos de la vida cotidiana, reflejados en esos juegos con la imaginación que nos animan desde la infancia. Para escribir suele caminar mucho, las mejores ideas nos vienen así, caminando, deja su alcoba en el Barrio Abajo de Barranquilla y sale con su mirada risueña y grave atenta a los ojos del prójimo, deslizándose por las calles del centro, bailando sobre esas "sábanas de cemento", adivinando en la pintura descascarada de algunos muros los gritos de la indiferencia sintiendo el rayo, el “escalofrío del abrazo” mientras espera el cambio del semáforo. "Muchas veces en las esquinas se amontona la gente para arrojarle alguna risa al asfalto, algún sueño preñado de miedo", dice en uno de sus poemas inéditos, Rituales citadinos. Su voz late con el mar, prestando su voz a la vida, ahora, dándole cuerpo a la creatividad, como dice en otro de sus textos, a las temibles muecas del desorden”.




Ojo de pez

Ahora las hélices duermen
se dejan cuidar por los ojos soñolientos de los perros
Las veo como soles muertos condenados
por una diosa antigua
Y a veces como caracoles extraños
ofreciendo abrazos
Hay hélices con ojos de pez
Hélices heridas esperando la cura de Asclepio
o una bendición balsámica
aguardando por el viento del sur
Adivinando el próximo gesto del círculo blanco
queriendo imitar el calendario lunar
Las percibo como comedias trágicas
como el mundo subterráneo de las hormigas
Asusta cuando atisbo en ellas el tártaro de Hades

Las hélices también son ninfas que
cuidan las lluvias cuando los perros duermen
Se divierten con los caballos blancos del sol
viajeros legendarios del cielo

Aquí me hablas de hélices abiertas
Yo te hablaré de sus fiestas al óxido
De sus mitos de hierro
De la gloria que inauguras cuando
te sientas en ellas para contar el tiempo.
Para contarte.







Hija de los peces

Hija de los mangos
Has venido a recoger los muertos
Has venido a recoger la gaita
No insistas en curar esta ciudad
La gente se cubre de tierra para luego limpiarse
y no pasa nada
Hija del maíz sol
Es tan doloroso mantener los ojos abiertos
Sostener esta masa de carne sobre los huesos
Hija de los metales
He encontrado telarañas en las manos y una lágrima vieja
Una lágrima de aquel noviembre en mi oído izquierdo
Todo es por esa mala costumbre de llorar boca arriba.
Hija de la nada
Allí está la gaita
Hija de los sueños
No llueve
Es solo el sudor de Pan-Gu
o tal vez los cabellos de la diosa Aditi cansados de parir ríos condenados
Allí está la gaita
Hija de los peces
La encontré sin sus labios de plumas
Su cuerpo de madera es una calle de cicatrices
Allí está la gaita
Ni el dios Pan podrá salvarla
Me mira
Y ahora es una gaita sin palabras
Hija de las aguas
La sueño como el pez heroico de la India
Y pienso en aquel mito chino
en donde el agua y la sangre nacen de un huevo negro
Hija de los metales
Él desconoce la ira de las seis de la tarde
Las agujas hirvientes del mediodía
Dios de la luz
ÉLl no sabe que la gaita ha muerto
La gaita es un cuerpo de cenizas que danza el baile de la nada
Danza para ti
Hija de los peces
Que has venido a recoger los muertos.








La mueca del desorden

Dormidos los espejos
La mueca del desorden
Muertos los cuadernos de hojas amarillas
Dormida la calle
Es necesario poner la casa de piernas arriba
Arrojar los escalofríos por las ventanas
Quebrar los espejos para despertarlos
Conversar con la mofa de los trapos
Secar los ojos al sol y prestar la risa para la foto

Imaginar las esquinas como caracoles que robaron migajas de mar para sorprender las carcajadas de los momentos solos
Inventarnos malas suertes sin saber que el mundo en tan distinto debajo de las escaleras
Sin saber que la ciudad tiene rincones donde se guardan los escándalos del silencio y la boca cerrada del ruido

Volveremos hablar sobre el juego que nunca aprendimos a jugar
Llegaremos a las tiendas que no venden recreos
Solo lápices para dibujar la campana de la escuela

La mueca no molesta en este lado de la casa
Y el corazón cansado de estar
Divierte imitar la mirada de otros
Hacerle cosquillas a la tristeza
Invitar al desorden a jugar que no jugamos
Barrer los ánimos que quedaron por el suelo
Y no sentirnos como un golpe encogido en la mitad de la calle
Y no encontrarnos como una mofa con trapos en las aceras.

Se vienen unas ganas de hablarle a las paredes que alguna vez fueron árboles.
Necesidad de sacar a pasear la locura y sentarla en una banca de parque
La mueca se inventa recreos bajo las escaleras
y se vienen unas ganas de bailar sobre estas sábanas de cemento.








Agujas

A veces los edificios son agujas
Agujas de múltiples ojos
que se cosen entre si
Agujas atadas
Incrustadas en las sombras
que se levantan sobre las hojas
sobre el temblor de los árboles
sobre el dolor

Se estacionan
como cicatrices
Como flores falsas
como piedras altas
Como cruces incompletas
Como torres baratas sin cuentos de hadas


A veces los edificios son agujas
sobre otras agujas que se cosen los ojos
Las palabras
El grito
Que van y vienen como flores falsas
como piedras altas
Como cruces incompletas
Igual que los edificios
Igual que la agujas.







Rituales citadinos

Ha cambiado el color de los cines
Los árboles se adornan de puñales felices
Ha cambiado la complicidad de los moteles

Muchas veces en las esquinas se
amontona la gente para arrojarle
alguna risa al asfalto
algún sueño preñado de miedo

En estos lugares no decir la verdad es envenenar la lengua
Las mentiras saben a óxido
Se inauguran escombros citadinos
y las ratas se disfrazan para la fiesta

En la ciudad hay tardes que se han extendido como serpientes
Hay casas que arrastran la indiferencia de las calles
Ocultan sobrevivientes de un domingo
En esta feria del desencuentro hay un mueble muerto
con los brazos abiertos esperando
que los amantes se liberen de la ropa
y sólo le llegan los
gatos tristes de los árboles

Es bueno arrinconarse en cualquier semáforo
y detenerse en conversaciones simples
Comentar sobre el nacimiento del perro
para así no hablar nunca de la muerte
Por suerte aquí en la plaza se desconocen los peinados agrios
el ropaje de la farsa
y mientras el cielo pestañea
no hay lenguaje de dientes que espante

Murciélagos en el teatro
Periódicos del día ajustados con piedras
como crucificados en los andenes

Nadie sabe que este monumento del centro
señala el rincón que no hemos encontrado
ni siquiera los vendedores de sudor
que inventan relojes para no discutir nada con el tiempo

Las bienvenidas del mercado
Libros coloreados de sol

Hoy no va ser posible sentarse en esta banca sabia de la plaza
y clavarle una espalda a
los abriles universales del adiós
Esta ciudad volverá a extender
otra tarde como serpiente
A remendar el otro día que se nos viene.








Espíritu de pez

Podría ser la baba del diablo como diría Cortázar
Una baba de vidrio suspendida en la pared
La baba de la gata que parió sobre el tejado
o tal vez una gota de agua congelada y sola
Podría ser la boca de la casa
La boca abierta del mar esperando caracoles
El puerto de un barco de papel
Un espíritu de pez
Un arco iris muerto cruzado por el sol
O un ojo que hace de la casa un cíclope
un ojo con pestañas de piedras que juega a las miradas con el barrio

Un viejo agrimensor de estrellas
Una lágrima de vino
La pluma pérdida de algún relámpago
Una aguja disfrazada que va remendándome este trapo rojo del lado izquierdo
Podría ser tantas cosas
pero sólo es el espejo de la pared azul
humedecido por el jadeo del perro
que cuelga su sombra sobre la puerta
que mira al árbol del otro lado de la calle
que no sonríe con la mariposa turquesa
Sólo es el espejo de la pared azul
entiéndelo
sólo es el espejo de la pared azul
No es un ángel plateado con cabellos de mármol
no es una baba de vidrio
no es la pluma perdida de algún relámpago
no es un arco iris muerto cruzado por el sol
No es un espíritu de pez
entiéndelo
no es la boca abierta del mar esperando caracoles
no es el puerto de un barco de papel
Sólo
el espejo de la pared azul.








Ciudad de Arrugas

Hemos comprado la muerte y la estamos pagando a plazos
Qué se puede decir si la mentira sólo nos funciona cuando somos niños y la risa es una máscara que se alquila a bajo precio.
El cine abandonado en la esquina como ropa vieja
Las calles llenas de graffitis de gente que hasta el silencio se lo han tenido que guardar en los bolsillos.
Dioses guerreros
Rezos antiguos
Tristes iglesias
Y este desarraigo absurdo de la palabra
Aunque necesitemos de un rincón
se debe entender que hay demasiados mares entre la mentira y el secreto.
Todo recuerdo trae su dolor bajo el brazo, como las noches que arrastran soles para semifelices de los sábados o escalofríos repartidos como gatos alegres.
Alguien habla de disfraces del teatro callejero y la burla. Aun así no se puede evitar la verdad inconclusa
Los cementerios del amor
El aliento seco de las piedras.
Esta ciudad de arrugas, de mármoles carnales no habla. Sólo entrega el aullido del último abrazo, el peligro del cuerpo. Me entrega la angustia del perro callejero.
Tambores en las esquinas llamando tradiciones
La actitud aburrida del teléfono.

-Relojes mentirosos- la piel no resistirá el sudor de los asfaltos
La guerra también pedirá auxilio y entonces no se podrán hacer juguetes de tierra. Hasta las ruinas de la ciudad nos abandonarán
Tristes iglesias
Dioses guerreros
Rezos antiguos
Seremos relámpago de los soles. Seremos celdas del asombro.
Tal vez llegaran los días donde las mascaras no tendrán un bajo precio
y entonces deberemos pintarnos la risa con retazos de miseria.









La hora del bostezo


El barrio es ahora un ojo semiabierto que no quiere dormirse.
Los rumores de esquinas y los cuentos de iglesias van soltando carcajadas por los andenes y el asfalto

A esta hora del bostezo la sala ríe sola como teatro viejo

Los niños abandonan el juego de los abrazos
y la noche llega imitando el silencio muerto de los toros

Cuando existe un impulso de arrojarse boca arriba a la cama nadie viene a contarnos la historia del ojo gracioso que mira desde las agujas

Entonces se desviste un afán de dibujarle soles a los cielos- rasos
Jugar a las escondidas con el espejo

Esta noche ha traído murciélagos que idolatran a los relojes
La extraña risa de los payasos y unos cuantos coleccionistas de adioses

A esta hora las sillas se abandonan en las terrazas
Los perros dejan escapar los últimos ladridos
La ciudad se desbarata
La gente no lo sabe.
Se entregan a las sábanas imitando a niños cansados de jugar.
El barrio no quiere dormirse
Los gatos recogen las calles
El ojo del cuerpo parpadea
Celebra el último mordisco de los insectos
Mientras esperamos que las manos se decidan a cerrar las puertas
Sería bueno aprender a contar ventanas
Hacernos un dibujo con la mugre que nos dejan los afanados días en las uñas.

A esta hora del bostezo los arboles hacen fiesta
Los peces danzan en silencio
A esta hora somos el ojo semiabierto del barrio que no quiere dormirse
El tambor de espejos que dejó de sonar.





Concierto de flauta para perros

Septiembres de afanes
y el mismo gesto de las calles a la seis
Tanto ruido como un concierto de flauta para perros

Las casas y sus escobas aburridas entretienen este lunes viejo y cansado
A la ciudad se le han pegado los sueños en el estomago.
Sus ángeles harapientos recuerdan la aguja en los labios
y los labios abiertos
y la aguja en la ira de la boca

No hay nada más triste que un reloj muerto
Debería haber un cuerpo perfecto para el dolor.
Un lugar imperfecto para guardar la rabia.
Alguno vivible para tragarse las tragedias.
Habrá que aprender de las piedras que se comen
sus ruinas y de los espejos que mordisquean los acentos de los ojos

Las fábricas y sus bostezos de mediodía
Edificios abiertos de piernas hacen fiesta con la mugre bullosa del tráfico
Los barrios se entretienen con los juegos callejeros de los niños.
Hay parques que se nos regalan como una sorpresa triste

Meternos en la cueva de los buses y esperar la obligada rutina
Cuando el bus nos deja nunca lo vemos alejarse
Es una de las tantas cosas que no duele abandonar
Es sólo un muñeco de lata

Lo cierto es que no podremos colgarnos tanta calle de vidrio sobre la espalda o conocer vagamente los domingos
Hacerlos innombrables
Lo indudable es saber que Dios se ríe de nosotros en algún lugar
y la gente desconoce la burla de la rabia
El lugar muerto de lo vivible

Ahora cuando las aceras juguetean con demonios sabremos escondernos en los alambres sin angustia
Prontamente el cemento callejero se meterá en las sábanas
Sería inútil arrancarnos la carne de asfalto
Ahora es el momento cuando somos cuerpos semi-perfectos para el dolor
y nos reencontramos con la desgracia de sabernos sin ciudad.





LOS SEMIS

Semi desnudos
Semi vivos
Semi tristes
Semi felices
Semi muertos
Semi todo
Semi nada
Semi abrazos
Semi adioses
Semi lágrimas
Semi palabras
Semi peces
Semi semis
Semi somos
No piel
No cuerpo
No espíritu
No humanos.






TIERRAS DE AJONJOLÍ

Mira que es triste dejar caer un globo
Mira que el abismo se oculta entre las hojas
Mira que las sombras se atrapan como moscas
Mira el río
Mira las calles sin nombres que se dejan nombrar

Mira que podría recoger olivos
Ojos de aceitunas
Tierras de ajonjolí
Mira las luces de bengala
Mira que hay lugares donde los espejos se tejen
donde los peces lloran a los globos que mueren
Mira esas lágrimas de trigo a luz del sol
Mira que los rayos a veces retoñan y 
suelen incrustarse como lámparas afiladas
como la última punzada de la aguja
Mira los tambores
Mira el mar cuando se recoge
Mira el temblor de los peces al llegar a la orilla
Mira los árboles soltando restos de la lluvia
Mira los cementerios en las oficinas
Mira el río
No es el río
Es un fantasma
La ciudad lo mató
Mira los trapos extraviados entre la espesura de las calles
Mira el horror de sus abrazos
El filo de sus halagos

Mira la ciudad
Es un fantasma
Esos trapos la mataron

Mira
no dejes caer el globo
Mira que es triste
Mira que duele
La ciudad es un fantasma.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué buena poeta... muy buen trabajo

Anónimo dijo...

Qué buen trabajo, muy buena poeta. Gracias por difundirla.

Anónimo dijo...

Què buena poeta, gracias por difundirla. Buena poesía