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viernes, 23 de noviembre de 2012

ELISA T. DI BIASE [8646]





Elisa T. Di Biase nació el 26 de diciembre de 1981 en la Ciudad de México. Cursó la carrera de Lengua y literaturas hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México, el Máster en Arte y literatura en la Universidad Complutense de Madrid y, actualmente, se encuentra inscrita en el programa de Doctorado en estudios interculturales y literarios en la misma institución. Sus líneas de investigación literaria son el erotismo místico en la poesía contemporánea y las imágenes literarias de la Ciudad de México posmoderna.  Ha trabajado como columnista de opinión en el semanario El Correo de Oaxaca, así como en la edición del sitio web de la revista Este País. Tendencias y opiniones.  Además, organiza actividades de difusión e intercambio cultural, como la lectura de poesía “Allende los mares: poesía joven de México y España”,  transcrita y publicada en la Revista Punto de Partida (mayo-junio 2010) o el Congreso Internacional “Cien Años de Peter y Wendy”, llevado a cabo en marzo del presente año en la Universidad Complutense de Madrid.




¡Caracoles!
Han brotado de esta tierra húmeda.

Sus conchas son pequeñas cuevas 
donde aún resuenan los ecos de la lluvia.

Legiones pluviales invaden el jardín 
y trepan por la casa; 
se mueven con el paso inmemorial del agua 
(con esta lentitud han esculpido los ríos las montañas).

Estoy segura que sus almas copian la gota en un cántaro que canta. 

La frescura de la noche es suya. 

(El infinito respira en espirales.) ~





Ícaro
No te equivoques,
no son de ave estas alas que desde mí
extienden su hermosura.
Sus dedos las recamaron de oro líquido
y levísimas plumas.
Dédalo las hizo para la fuga.
Y tampoco te engañes
que, aunque pesan y las mueve el aire,
su material es un ebúrneo sueño y,
aunque las venzan las brasas solares
y se despedacen
                       y yo caiga
y el océano me engulla y me desolle,
ese sueño y mi figura
en la cenit de la belleza fulgurante
permanecerán.

El vértigo del sol en mis pupilas es inmarcesible. ~







La mosca
En tu corazón seis patas. 
Pesa y zumba el presagio negro. 
En ti ha posado el asco craso de sus alas. 
Te reflejas en todos sus ojos
              [y no te tiene miedo. ~







Larthia

Lumbre de Etruria áurea.
¿Por qué desmentirla, 
si cintila, danzante e intrincada, 
en espejos de bronce milenario 
a pesar del gélido alógeno 
y el aluminio en su implacable grosería?

Yo, por ejemplo, 
vengo de Tarquinia y me llamo Larthia.
Tengo el alma de púrpura y filigrana 
y navega al viento descifrando 
los vuelos de las aves.

Para escándalo de Aristóteles
y de Teopompo de Quíos,
estoy enamorada
y leo en sus ojos los augurios
que le ha robado al fuego.

De lirios va a estar cubierta mi tumba
como esta noche soy toda de sus besos;
pétalos eternos e inagotables labios, 
Etruria áurea, broncíneos espejos. 




Andén

Hay oráculos humildes en el aire,
como ése ahora luminoso
que anuncia el próximo tren
en los pobres minutos de este andén desierto
donde me yergo, breve ángulo recto
y soledad de lámpara encendida,
a la escucha lóbrega de un negro aullar de túnel
y de escaleras plañideras
que chirrían eléctricas
un incomprensible desconsuelo.




Antiestrés

Recientes estadísticas pregonan:
"Mirar el firmamento quita estrés
y poner al aire un disco de las olas."

¿Se acuerda usted, amable peatón, del mar?
Estrés quitan las sirenas de largas cabelleras
que imbuyen musicalmente el amor y la muerte;
estrés quita la bramante inmensidad
que se traga a Palinuro y las estrellas.

Y no se olvide del cielo,
pero en dosis controladas y a ojos bien abiertos
(véase "Ícaro" en caso de intoxicación).




Perifrástico

Transversalmente viva, 
única
como la palmera
dejándose despeinar
hermosa por el aire.
Líquidamente,
como la sangre.
Roja
ante el vendaval 
del todavía nuestro
de cada día.
Enigma y adivina
en la frutal velocidad
de un mísero instante.
Abandonadamente humus
sobre la cúspide lejana
de lo terrestre impalpable.
Harta ya de llorarme. 
Ábreme. 

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